Press "Enter" to skip to content
La caída de Phnom Penh en manos del Khmer Rouge el 17 de abril de 1975. (Roland Neveu / LightRocket a través de Getty Images)

Camboya sigue atormentada por el legado del Jemer Rojo

Traducción: Pedro Perucca

Hace cincuenta años, el Jemer Rojo tomó el poder en la capital camboyana, Phnom Penh. En lugar de reconstruir el país tras la destructiva campaña de bombardeos estadounidense, el movimiento de Pol Pot lo sumió en una de las catástrofes más horribles del siglo pasado. 

Abril de 1975 fue un momento crucial en la historia revolucionaria mundial. En el espacio de dos semanas, las fuerzas comunistas cambiaron el mapa del sudeste asiático y conmocionaron al mundo entero.

Tras la dramática caída de la capital camboyana, Phnom Penh, en manos del Jemer Rojo y la toma de Saigón por las fuerzas norvietnamitas, la Segunda Guerra de Indochina (1955-1975) terminó con la victoria de los partidos comunistas. A finales de año, los comunistas laosianos habían ocupado pacíficamente Vientiane y regímenes autodeclarados marxistas controlaban todas las antiguas colonias francesas de Indochina.

Los acontecimientos de ese mes constituyeron el mayor revés para los esfuerzos de Washington en la Guerra Fría. La incapacidad del imperio estadounidense para proteger a sus Estados clientes anticomunistas fue profundamente vergonzosa. A nivel interno, esta vergüenza alimentaría la reacción conservadora de la era Ronald Reagan. A nivel internacional, EE. UU. ideó un nuevo conjunto de tácticas, entre las que se incluían los llamados «conflictos de baja intensidad» y un sólido programa de acciones encubiertas.

Para la izquierda internacional, abril de 1975 fue un momento de alivio y optimismo cauteloso, con la esperanza generalizada de que estos nuevos regímenes revolucionarios establecieran la paz y sociedades socialmente justas. Este optimismo pronto se derrumbó ante un horrible espasmo de violencia y sufrimiento.

La derecha internacional utilizaría la catástrofe del régimen del Jemer Rojo como arma anticomunista, a pesar de que, en un giro sorprendente de la realpolitik de la Guerra Fría, la administración Reagan acabó apoyando el movimiento de Pol Pot contra Vietnam. El 17 de abril debe recordarse como un momento desastroso en la historia mundial de las revoluciones.

Orígenes del Khmer Rouge

Cuando el Jemer Rojo, liderado en secreto por Pol Pot, tomó Phnom Penh, puso fin de facto a la primera guerra civil camboyana (1967-1975). Irónicamente, fue el dominio colonial francés el que introdujo el marxismo en Camboya. Durante la década de 1950, un puñado de estudiantes camboyanos de élite recibieron becas para estudiar en Francia. Estos jóvenes estudiantes jemeres (la principal etnia de Camboya) se encontraron con el París de la posguerra, en pleno apogeo de la popularidad del Partido Comunista Francés (PCF).

Khieu Samphan obtuvo su doctorado en Economía en la Sorbona con una tesis que teorizaba sobre una Camboya independiente y autosuficiente. También en la Sorbona, la tesis de Hou Yuon, titulada Los campesinos camboyanos y sus perspectivas de modernización, defendía que la urbanización y la industrialización no eran necesarias para el desarrollo de Camboya. Dos estudiantes, Ieng Sary y Khieu Thirith, se enamoraron y se casaron en París. La novia, una estudiosa de Shakespeare, fue la primera jemer en obtener una licenciatura en literatura inglesa.

Saloth Sar, el hombre que más tarde sería conocido en todo el mundo como Pol Pot, estuvo en París de 1949 a 1953 para estudiar ingeniería de radiofrecuencia. Era un estudiante pobre que a menudo extrañaba su hogar, que se unió a otros estudiantes jemeres en un grupo clandestino de lectura marxista y luego ingresó en el PCF. Maurice Thorez, un estalinista acérrimo, dirigió el partido con mano firme durante un periodo en el que obtuvo más de una cuarta parte de los votos nacionales, más que cualquier otra fuerza política francesa en los años inmediatamente posteriores a la guerra.

Aunque Saloth Sar tenía dificultades para comprender los detalles de la teoría marxista, apreciaba la estricta disciplina de Thorez. También le inspiró el sorprendente éxito de Mao Zedong en la guerra civil china y las posibilidades de adaptar el marxismo a las condiciones materiales de la Asia rural. A su regreso a Phnom Penh, se unió al Partido Comunista de Kampuchea.

El gobernante camboyano Norodom Sihanouk comenzó a referirse a los comunistas de su país como los Jemeres Rojos (Khmer Rouge, en francés) y el nombre quedó. A principios de la década de 1960, Sar adoptó el nombre de guerra «Pol Pot» y se convirtió en secretario General del partido. Él y sus compañeros de estudios de París trabajaron para expulsar del partido a la generación más antigua de líderes y pronto dominaron la dirección del Jemer Rojo.

El pequeño partido tenía dificultades para penetrar en la sociedad jemer y se enfrentaba a la violenta represión del carismático gobierno del príncipe Sihanouk. En 1963, Pol Pot lideró a un pequeño grupo de camaradas leales hacia las selvas tropicales montañosas del noreste de Camboya, lejos de la animada capital. Siguiendo el ejemplo de Mao, se dedicaron a reclutar a los campesinos rurales para la causa revolucionaria. Su retórica se volvió cada vez más antiurbana, argumentando que los habitantes más ricos de las ciudades no solo eran enemigos de clase sino que tampoco eran auténticos jemeres.

Cuando en 1967 estalló una revuelta local contra el Gobierno, una facción oportunista del Jemer Rojo intentó convertirla en un movimiento revolucionario más amplio. El primer ministro de Sihanouk y antiguo ministro de Defensa, el general Lon Nol, reprimió brutalmente la revuelta con ejecuciones sumarias, la quema de aldeas y una supuesta recompensa por las cabezas cortadas (hubo informes de camiones cargados de espeluznantes trofeos de guerra con destino a Phnom Penh).

En el ciclo de violencia caótica que siguió, algunos aldeanos huyeron a la selva y se unieron a los rebeldes. Las tácticas de mano dura del Gobierno sirvieron como herramienta de reclutamiento para los Jemeres Rojos. En 1970, Lon Nol dio un golpe de Estado contra el príncipe Sihanouk, a quien la derecha camboyana consideraba demasiado tolerante con los comunistas. El régimen de Lon Nol aumentó inmediatamente la violencia contra los Jemeres Rojos, pero también masacró a la etnia vietnamita en pogromos genocidas.

Para empeorar las cosas, la guerra de Estados Unidos en Vietnam comenzó a extenderse más allá de la frontera. En 1969, la administración Nixon bombardeó de forma secreta e ilegal partes importantes de Camboya y lanzó una breve invasión terrestre del país en 1970, en una campaña quijotesca para romper la Ruta Ho Chi Minh.

El camino al poder

A medida que se intensificaba la guerra civil entre Lon Nol y los Jemeres Rojos, Washington amplió los bombardeos para apoyar al hombre fuerte anticomunista. Los bombardeos lograron impedir el cerco de la capital, pero causaron enormes daños colaterales, con quizás 300.000 muertos. Con sus aldeas destruidas, cientos de miles de campesinos traumatizados huyeron a la seguridad de la capital. Pronto, Phnom Penh se vio desbordada por los refugiados, ya que casi un tercio de la población del país se vio desplazada en este episodio secundario de la Segunda Guerra de Indochina.

Los bombardeos estadounidenses sirvieron de excelente propaganda para los Jemeres Rojos. En pocos años, el grupo heterogéneo de marginados liderado por intelectuales educados en Francia se convirtió en un movimiento revolucionario popular que controlaba el 85 % de Camboya a principios de 1973.

Con una estricta atención a la disciplina, la pureza ideológica y el secretismo, el partido, que se autodenominaba simplemente Angkar (la organización), llevó a cabo su revolución en las zonas que controlaba. El Jemer Rojo reorganizó las aldeas en granjas colectivas, abolió la propiedad privada y obligó a la población a vestir ropa teñida de negro con un krama, un pañuelo tradicional.

Los observadores solían caracterizar la revolución del Khmer Rouge como una interpretación extrema de la ideología marxista-leninista que buscaba crear una utopía agraria, libre de las influencias del capitalismo y el imperialismo occidental. Los estudios anticomunistas trazaban una línea recta desde Vladimir Lenin hasta Joseph Stalin, pasando por Mao y Pol Pot, y presentaban estos regímenes como la evolución lógica de la violencia revolucionaria.

Sin embargo, los análisis excesivamente simplistas de la Guerra Fría no lograron explicar por qué el partido fue capaz de ganarse el apoyo del campesinado. Si bien la alianza de conveniencia entre el partido y el depuesto príncipe Sihanouk contribuyó sin duda a atraer a una población rural piadosa que veneraba al monarca budista, no debe subestimarse el atractivo de la ideología y la praxis del Jemer Rojo. Siguiendo una estrategia maoísta, los Jemeres Rojos vivían entre las comunidades rurales marginadas, compartían su pobreza y reconocían sus condiciones cada vez más precarias.

La década de 1960 fue testigo del aumento de los impuestos, la corrupción gubernamental y las disparidades radicales en la distribución de la riqueza. Los Jemeres Rojos eran la única institución que hablaba con y en nombre de los pobres del campo, lo que les granjeó su apoyo. Cuando comenzó la violencia en 1967, el partido volvió a demostrar que estaba del lado del campesinado, y no de la élite urbana. En contraste con las tácticas indiscriminadas de contrainsurgencia del Gobierno con sede en Phnom Penh, el partido buscaba librar una guerra popular maoísta.

La organización convenció a muchos de sus seguidores campesinos de que los habitantes de las ciudades eran sus enemigos. A diferencia de la «base popular» rural, la «nueva gente», corrupta y decadente, no era suficientemente jemer. Como argumentó el historiador de Yale Ben Kiernan, la revolución del Jemer Rojo fue nacionalista (e incluso racista) y estigmatizó a los habitantes de las ciudades como extranjeros contaminados por la influencia de los vietnamitas, los franceses y los estadounidenses. Los horrores de los bombardeos estadounidenses proporcionaron pruebas reales que respaldaban las críticas teóricas al imperialismo occidental.

Después de la caída

La caída de Phnom Penh el 17 de abril se produjo tras meses de intensos combates y maniobras estratégicas. Los Jemeres Rojos cortaron sistemáticamente las rutas de suministro, aislando la ciudad y haciéndola cada vez más dependiente del reabastecimiento aéreo. A medida que la situación se agravaba, Estados Unidos evacuó a sus ciudadanos y a un puñado de camboyanos aliados, abandonando la ciudad a su suerte.

El Gobierno de la República Jemer intentó reubicarse y continuar la resistencia, pero sus esfuerzos fueron inútiles. A finales del 17 de abril, el Jemer Rojo había superado las últimas defensas y ocupado la capital.

Cuando los insurgentes entraron en Phnom Penh, muchos de sus habitantes sintieron una sensación de alivio. Esperaban que la terrible guerra civil hubiera terminado por fin y sentían curiosidad por ver cómo eran los misteriosos Jemeres Rojos. Sin embargo, el caos no tardó en extenderse. Temerosos de las represalias, las tropas de Lon Nol se despojaron de sus uniformes e intentaron mezclarse con la población civil.

Las calles de la ciudad se llenaron rápidamente de guerrilleros. Jóvenes campesinos vestidos de negro con pañuelos rojos alrededor del cuello, la cabeza llena de propaganda del Jemer Rojo y consignas revolucionarias en los labios, agitaban sus AK-47, pistolas y lanzagranadas, tanto para celebrar su victoria como para intimidar a la ciudad conquistada.

Los ocupantes anunciaron que, dado que los estadounidenses estaban a punto de bombardear la ciudad, que se había engrosado hasta alcanzar quizás los dos millones de habitantes, todo el mundo debía evacuar inmediatamente Phnom Penh. Era una artimaña. En cuestión de días, la que fuera una capital bulliciosa quedó despoblada y luego repoblada ligeramente por funcionarios del Khmer Rouge. Durante los tres años y medio siguientes, la población de la ciudad solo ascendió a unas decenas de miles de personas.

La evacuación de Phnom Penh permitió al Jemer Rojo identificar y perseguir a sus enemigos, los «nuevos». Se detuvo a funcionarios del Gobierno, oficiales militares, soldados rasos y cualquier persona sospechosa de pertenecer a la élite educada o rica. Las ejecuciones comenzaron de inmediato.

Las víctimas eran llevadas detrás de arbustos o matorrales de bambú y asesinadas, lo que marcó el comienzo de lo que se conocería como los infames «campos de exterminio». El caos se extendió mientras los refugiados huían de la capital, sin saber adónde ir. Intimidados por los jóvenes soldados del Khmer Rouge, vestidos de negro y gritando órdenes, la mayoría seguía las instrucciones por miedo.

Campos de exterminio

La naturaleza de la vida bajo el régimen del Jemer Rojo variaba, aunque las condiciones eran duras en todas partes. Algunas zonas eran más tranquilas y menos violentas, pero la supervivencia dependía a menudo tanto de la suerte como de la estrategia. Aunque no existía un movimiento de resistencia organizado, hubo actos individuales de desafío, así como pequeños grupos de personas que se escondían en colinas remotas y asaltaban silenciosamente las aldeas comunales por la noche.

Algunos antiguos residentes de Phnom Penh vagaban de pueblo en pueblo en busca de comida y refugio. Otros fueron obligados a marchar a campos de trabajo rural. En todo el campo, los Jemeres Rojos establecieron miles de aldeas comunales como parte de su radical proyecto comunista agrario.

Se abolió la propiedad privada. Los ciudadanos fueron obligados a vestir ropa oscura y a comer en comedores comunitarios. Confusos y desorientados, los camboyanos fueron sometidos a un adoctrinamiento político obligatorio, coreando consignas en alabanza a Angkar, el oscuro líder del régimen. Pol Pot no reveló su identidad como líder —el «Hermano Número Uno»— hasta 1977.

Los llamados «nuevos», o «los del 17 de abril», fueron los que más sufrieron. Muchos murieron a causa del trabajo forzado. Mientras algunas familias permanecieron juntas, otras fueron separadas y recluidas en barracones comunales. Los niños fueron especialmente perseguidos, ya que los Jemeres Rojos intentaban romper los lazos familiares y reclutar niños soldados. Las jóvenes se vieron obligadas a casarse con completos desconocidos.

Los cuadros del Angkar obligaban a la población a realizar trabajos agrícolas o proyectos de construcción a gran escala. La falta de conocimientos de ingeniería y planificación, unida a la mala gestión, provocó el colapso económico y la muerte de cientos de miles de personas por malnutrición y enfermedades. La atención médica era primitiva y, a menudo, empeoraba el estado de los pacientes. Los Jemeres Rojos merecen su reputación de violencia revolucionaria, pero la gran mayoría de las 1.7 millones de muertes estimadas fueron producto de su impactante incompetencia como gobernantes.

El Jemer Rojo fusionó un dominio superficial del marxismo con un nacionalismo intenso y xenófobo. A pesar de su anterior cooperación con los comunistas vietnamitas, se volvió violentamente contra la etnia vietnamita en Camboya y contra el recién unificado Estado vietnamita. Las masacres de la etnia vietnamita habían comenzado bajo el régimen de Lon Nol, pero bajo el Jemer Rojo se intensificaron dramáticamente.

La minoría musulmana cham también fue objeto de una brutal represión. Estas campañas de limpieza étnica constituyeron claros actos de genocidio (la violencia revolucionaria contra la etnia jemer fue un politicidio y, por lo tanto, no está contemplada en la definición de genocidio de las Naciones Unidas). Los líderes del Jemer Rojo soñaban con el renacimiento del antiguo Imperio Jemer y, como parte de esta visión, lanzaron imprudentes incursiones transfronterizas en el delta del Mekong vietnamita, territorio que había sido vietnamita durante siglos.

La paranoia se apoderó de los líderes del Jemer Rojo. Aunque los «nuevos» seguían siendo el objetivo principal, nadie estaba a salvo y las ejecuciones sumarias se convirtieron en algo habitual. Al carecer de munición, los verdugos solían utilizar herramientas agrícolas o asfixiaban a las víctimas con bolsas de plástico.

Las purgas internas proliferaron. Las luchas por el poder entre los líderes del partido dieron lugar a conspiraciones, traiciones y asesinatos en masa. En Phnom Penh, una antigua escuela secundaria se convirtió en la famosa prisión S-21 (Tuol Sleng), donde aproximadamente 15.000 personas, en su mayoría miembros del Jemer Rojo, fueron torturadas, obligadas a confesar cosas absurdas y ejecutadas en los campos de exterminio de Choeung Ek.

A medida que se debilitaba el control del régimen sobre el poder, se intensificaron la violencia irracional y las detenciones masivas. Los dirigentes del partido afirmaron haber descubierto elaborados complots que implicaban supuestas colaboraciones entre la CIA, la KGB, agentes vietnamitas y contrarrevolucionarios jemeres. Los archivos de S-21 están llenos de estas confesiones falsas.

Caída

Con la revolución sumida en la locura, algunos miembros del Jemer Rojo cercanos a la frontera con Vietnam huyeron del régimen. Uno de ellos era Hun Sen, un comandante de batallón que se había unido al Jemer Rojo en 1970. En 1977, temiendo por su vida, lideró a un pequeño grupo hacia Vietnam e instó al Gobierno vietnamita a intervenir.

En respuesta a los continuos ataques fronterizos y al genocidio de la etnia vietnamita, Vietnam lanzó una invasión masiva de Camboya el 25 de diciembre de 1978, dando inicio a la Tercera Guerra de Indochina (1978-1991), un conflicto entre Estados comunistas en el que la Unión Soviética apoyó a Vietnam contra los Jemeres Rojos, respaldados por China. Hun Sen lideró un pequeño contingente de fuerzas de etnia camboyana junto a 150.000 soldados vietnamitas. En cuestión de días, el este de Camboya cayó y los líderes del Khmer Rouge ordenaron otra evacuación de Phnom Penh.

El 7 de enero de 1979, las fuerzas vietnamitas entraron en la capital y descubrieron pruebas de las atrocidades cometidas por los Jemeres Rojos. Rápidamente dieron a conocer el genocidio y convirtieron Tuol Sleng en un museo y Choeung Ek en un lugar conmemorativo. Los vietnamitas instauraron la República Popular de Kampuchea como régimen sustituto, liderado por desertores de los Jemeres Rojos.

Sin embargo, el Khmer Rouge se retiró al oeste de Camboya, donde se reagrupó y se rebautizó como movimiento de resistencia nacional contra el ocupante extranjero. Forjó alianzas con otros grupos antivietnamitas y libró una guerra civil durante más de una década. En un cínico giro del destino, la República Popular China invadió el norte de Vietnam para castigar el ataque de Hanoi contra sus vasallos del Jemer Rojo.

Los izquierdistas occidentales, como el experto en el sudeste asiático Benedict Anderson, quedaron horrorizados por la guerra entre Estados socialistas, lo que en 1983 inspiró a Anderson a escribir su aclamado libro Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. Irónicamente, Estados Unidos apoyó al Jemer Rojo como parte de una estrategia de guerra proxy contra Vietnam y la URSS.

La Tercera Guerra de Indochina terminó oficialmente tras el colapso de la Unión Soviética, dejando cientos de miles de camboyanos muertos y minas terrestres abandonadas que mutilaron y mataron a otros miles durante décadas. Sin embargo, los restos del Jemer Rojo sobrevivieron hasta bien entrados los años noventa. En 1998, la política «ganar-ganar» de Hun Sen le ofreció amnistía a miles de soldados y cuadros. A medida que empezaron a desertar, los líderes, cada vez más aislados, se volvieron contra sí mismos. Pol Pot murió mientras dormía el 15 de abril, solo dos días antes del vigésimo tercer aniversario de la toma de la capital.

Dado que el partido y la revolución gozaron del apoyo popular durante muchos años, a los gobernantes actuales de Camboya les resulta políticamente complicado vilipendiar todo el movimiento. Es revelador que, al final, las Salas Extraordinarias de los Tribunales de Camboya, patrocinadas por la ONU, solo presentaran cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad contra media docena de líderes del Jemer Rojo, varios de los cuales eran antiguos alumnos del programa de estudios en el extranjero de París.

Mientras que el 30 de abril es un día de celebración nacionalista en Vietnam, con grandes desfiles militares, este año el 17 de abril no se celebró ningún acto oficial o informal significativo en Phnom Penh. Esto no es sorprendente, ya que Camboya tuvo dificultades para aceptar la historia del Jemer Rojo. En aras de la reconstrucción de la nación, el silencio y la ambigüedad fueron más habituales que la verdad y la reconciliación.

 

Cierre

Archivado como

Publicado en Artículos, Camboya, Historia, homeCentro, homeIzq, Ideología, Partidos, Política, Represión and Revolución

Ingresa tu mail para recibir nuestro newsletter

Jacobin Logo Cierre