El regreso al poder de Donald Trump es un estímulo moral para políticos de extrema derecha como Viktor Orbán, Javier Milei y Giorgia Meloni. Tras ser pioneros en muchas de las ideas reaccionarias asociadas al trumpismo, ahora aspiran a la hegemonía global.
Notas publicadas en Italia
Gramsci es recordado como un gran teórico de la política y la cultura modernas. Pero no creía que las grandes ideas fueran solo cosa de intelectuales e insistía en que los trabajadores debían convertirse en los líderes de sus propias organizaciones.
El Partido Comunista Italiano se enfrentó desde su fundación a una violenta represión. Mientras las élites empresariales y los políticos liberales apoyaban a Mussolini, ningún partido resistió más a los fascistas que el PCI.
A mediados de la década de 1930 el secretario general del Partido Comunista de Italia, Palmiro Togliatti, elaboró lo que sigue siendo el mejor análisis de la aparición en Italia del fenómeno del fascismo, un régimen reaccionario de masas.
Detrás de la confusión y los debates en torno al fascismo subyace una simple verdad: se trata de un juego de poder dirigido por las élites económicas. Los comunistas reconocieron que la fisonomía del fascismo está determinada por la dinámica de clases.
El gobierno de Giorgia Meloni pisotea las más básicas normas democráticas. Esto no se debe únicamente a las raíces fascistas de su partido, sino que es el punto final de un largo proceso que ha puesto las decisiones económicas clave fuera del control popular.
No se puede entender el antifascismo si no se entiende el fascismo, tanto en sus formas contemporáneas como en las históricas.
El mundo anhela las aceitunas Castelvetrano de Italia. Pero Italia no quiere contratar a los trabajadores necesarios para recogerlas.
La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, solía condenar a los «globalistas» liberales que socavaban la soberanía nacional. Pero esta semana aceptó el Premio Ciudadano Global del Atlantic Council, en reconocimiento a su papel de servil aliada de Washington.
La letra mata, el último libro del historiador italiano Carlo Ginzburg, es una invitación a leer los testimonios del pasado en contra de las intenciones de quien los produjo, para otorgarle así un lugar a las voces aplastadas por el silencio de la Historia.