Todo lo que usted siempre quiso saber y nunca se animó a preguntar sobre Paraguay.
Notas publicadas en Elecciones
La rechazada Constitución chilena no era «demasiado de izquierdas». Más bien exaltaba un conjunto de perspectivas y causas particularistas que durante demasiado tiempo se han disfrazado de política radical.
Jair Bolsonaro presentó una demanda ante el tribunal electoral alegando que fueron máquinas de votación defectuosas las que le negaron la victoria en las elecciones de octubre. Aunque el tribunal falló en su contra, es evidente que no admitirá la derrota en breve.
En unas reñidas elecciones por la gobernación de Nueva York, los demócratas apostaron por el feminismo de élite. Pero el mapa actual de las candidaturas distritales muestra una eclosión de mujeres de distinta procedencia y con otras formas de hacer.
Los republicanos desperdiciaron una gran oportunidad. Pero los demócratas pueden haber desaprovechado la reacción de los votantes al extremismo repúblicano al carecer de un mensaje económico.
Para desterrar el bolsonarismo hacen falta más que urnas: es necesario desmantelar el proyecto de la extrema derecha y reconquistar el espacio del saludable debate democrático en un ambiente de pluralismo. Sin movilización activa ese objetivo es incumplible.
La histórica victoria de Lula, impensable hace apenas dos años, no podría haber ocurrido sin que millones de personas lucharan por ella. En tanto los partidarios de Bolsonaro se niegan a aceptar su derrota, la movilización será clave para asegurar la democracia.
El bolsonarismo sigue vivo en Brasil porque ha logrado erigirse en la «dirección política» de la mayor parte de la burguesía brasileña. Es urgente derrotar a la extrema derecha en todos los frentes, no solo el electoral.
Bolsonaro esperó a que las manifestaciones de sus seguidores tuvieran repercusión para pronunciarse, ya que nunca dejó de cultivar la posibilidad de un golpe. Esta duplicidad de respeto retórico a la ley y fomento de la conspiración golpista es el sello de su gobierno.
Después del ajustado triunfo electoral, el desafío del gobierno de Lula pasa por la consolidación de una nueva mayoría social, una tarea compleja en el actual clima de golpe de Estado disfrazado de «desobediencia civil».