Tras la deslumbrante fachada de la celebración de los Juegos Olímpicos se esconde la acumulación por desposesión y la militarización de la sociedad. Quienes pagan el precio más alto son siempre los territorios sacrificados y prescindibles, los trabajadores y las franjas más vulnerables de la población.
Notas publicadas en Deporte
El sangriento ataque de Israel contra Gaza ha sido implacable e incesante. No ha impedido que la Asociación Palestina de Fútbol juegue al fútbol.
En la Inglaterra premoderna los campesinos organizaban partidos de fútbol en terrenos cercados. Hoy los hinchas se unen para comprar equipos a propietarios corruptos. El fútbol siempre ha formado parte de la cultura de las clases populares.
El libro clásico de C. L. R. James sobre críquet utilizaba al como ventana a la historia de las Indias Occidentales cuando, desafiando al racismo, su pueblo se liberó del dominio colonial británico.
En octubre de 1945 dos rivales históricos en Brasil se unieron por una causa común: la causa del comunismo. Palmeiras y Corinthians recaudaron fondos para el Partido Comunista tras su salida de la ilegalidad impuesta por la dictadura de Getúlio Vargas.
En Israel, el equipo más orgullosamente racista es el que gana.
El deporte de la clase obrera es y siempre ha sido también el de la mujer trabajadora.
Cómo la globalización, el neoliberalismo y la financiarización del fútbol está afectando la competitividad de los equipos y selecciones latinoamericanos.
La selección de Marruecos y sus hinchas revolucionaron un Mundial que pretendía ser una mera exhibición de poder estatal y empresarial. Desde la solidaridad con Palestina a la celebración de la identidad bereber, los jugadores de Marruecos dejaron un mensaje importante.
En los barrios obreros de Nápoles, Diego Maradona es mucho más que un astro del fútbol: es un hijo del pueblo que trajo dignidad y redención.