A finales de la década de 1970, unos militantes nacionalistas intentaron destruir el Guernica, de Pablo Picasso. Hoy en día, la pintura está a salvo, pero el museo en el que se encuentra se convirtió de nuevo en el centro de las polémicas de la derecha.
Notas publicadas en Arte
Aún estoy aquí cuenta la historia real de una familia de izquierda durante los años oscuros de la dictadura militar en Brasil. Es un relato fascinante, con personajes y detalles de época muy logrados, que bien merecido tiene el Oscar a mejor película extranjera.
En la década de 1960, los cineastas de izquierda, desde Francia hasta Japón, revolucionaron el documental. El antifascismo no era solo la herencia de generaciones pasadas sino un mensaje transmitido por la vanguardia en la pantalla.
El director David Lynch, fallecido esta semana a los 78 años, introdujo una particular sensibilidad vanguardista cuando más se la necesitaba. Nunca habrá otro como él.
Las industrias culturales están dominadas por unas pocas grandes empresas que prefieren seguir promocionando viejas historias en lugar de arriesgarse con algo nuevo. Los trabajadores creativos aún pueden producir ideas nuevas, pero no llegan a salir a la luz.
Un nuevo documental, Himno, rastrea la vuelta al mundo de la canción «El pueblo unido jamás será vencido», que se convirtió en la banda sonora de las causas populares y sigue sonando aún hoy, tanto en protestas como en forma de arrullos de cuna.
Los ejecutivos de la industria cinematográfica tienen miedo de las películas que abordan temas políticos porque aburren al público. Es una época sombría para el cine político.
Almodóvar estrenó La habitación de al lado, film en el que reflexiona sobre el derecho a disponer de la propia vida y propone una valoración de los roles femeninos de cuidado.
Es necesario volver a problematizar el vínculo entre cine y política, pero superando los análisis tradicionales del cine de denuncia, militante o de propaganda. Un camino pasa por discutir el estatuto de la noción de «pueblo».