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Fidel Castro contemplando el desfile del 1º de mayo de 1998 en la Plaza de la Revolución de La Habana. (Foto: Sven Creutzmann / Mambo Photography vía Getty Images)

La Cuba revolucionaria y el legado de Fidel Castro

Cuba se enfrenta a una nueva serie de retos mientras los liderazgos pos-Castro afrontan la pandemia y sus consecuencias económicas. Pero el socialismo cubano ha demostrado reiteradamente su capacidad de supervivencia y adaptación desde la revolución de 1959.

Entrevista por
Daniel Finn

El sistema político cubano ha sobrevivido treinta años a la Unión Soviética, desafiando las predicciones de colapso en la década de 1990. Sin embargo, la jubilación de Raúl Castro significa que la generación revolucionaria ya no tiene influencia en La Habana. Las recientes protestas han vuelto a plantear cuestiones sobre el futuro político de Cuba en un mundo que sigue siendo en gran medida inhóspito. Para comprender hacia dónde podría ir Cuba, debemos mirar la historia del país desde la revolución de 1959 y considerar cómo el sistema cubano y sus líderes respondieron a desafíos anteriores que podrían haber resultado fatales.

Antoni Kapcia es autor de varios libros sobre la historia de Cuba, entre ellos A Short History of Revolutionary Cuba y Leadership in the Cuban Revolution.

El artículo que sigue es una transcripción editada de un episodio del podcast Long Reads de Jacobin. Puedes escuchar el episodio en inglés aquí.

 

DF

¿Cuál fue el carácter político del Movimiento 26 de Julio durante la lucha contra Fulgencio Batista? ¿Qué papel concreto desempeñaron Fidel y Raúl Castro en su dirección?

 

AK

El movimiento cambió significativamente durante los tres años de su existencia formal. Se volvió más radical. Si se compara el período de 1953 a 1955, cuando se creó, con lo que surgió a finales de 1958, cambió mucho. Pero el objetivo siempre fue destituir a Batista y luego —y esta era su distinción crucial con respecto a otros grupos— lograr el largamente esperado proceso de construcción de la nación, que la mayoría de los cubanos reconocían que se había prometido en 1902, cuando Cuba obtuvo la independencia, pero que nunca había llegado, sobre todo debido a la estrecha relación con Estados Unidos.

Había cierto consenso dentro del movimiento en que la tan esperada revisión del sistema significaba una revisión radical a través de alguna forma de socialismo. Los programas siempre hicieron hincapié en la gran desigualdad de Cuba antes de 1958 y en su dependencia de Estados Unidos. La corrupción era otro tema bastante dominante en la política, así como el subdesarrollo general. Estos debían ser tratados con alguna forma de socialismo, aunque no todos estaban de acuerdo con ello. Esta fue la distinción que finalmente surgió dentro del movimiento.

Era un movimiento muy heterogéneo y amorfo, pero a finales de 1958 tenía un mayor consenso que al principio. Era mucho más radical de lo que originalmente pretendían muchas de las personas que se unieron al movimiento. El papel de Fidel fue crucial. No se puede negar que fue fundamental para este desarrollo particular, sobre todo porque articuló las ideas y los planes del movimiento mejor que nadie.

También fue muy hábil con la publicidad desde el principio. Era políticamente astuto, mucho más que cualquier otro líder. Se ganaba la lealtad. Ese fue un elemento crucial para la notable lealtad del grupo original a lo largo de las décadas siguientes. Lo hizo en parte por su carácter, pero también por el hecho de haber sobrevivido a todas las derrotas y reveses. Eso le dio un estatus mítico, incluso dentro del grupo.

«En mayo de 1959, Estados Unidos se oponía abiertamente a la reforma agraria cubana. Eso alimentó el nacionalismo inherente al movimiento rebelde»

Fue crucial como líder, y también esbozó el programa original, que fue el famoso discurso de defensa «La historia me absolverá». Luego se convirtió en un texto algo diferente al discurso en sí, pero que sin embargo presentaba los mismos argumentos. 

El programa esbozado allí era notablemente similar a las reformas que se aprobaron realmente en 1959 y 1960. Había un proyecto, y era ese texto. La mayoría de las primeras reformas siguieron ese documento con bastante fidelidad. En ese sentido, Fidel fue importante.

Raúl era menos importante. Era simplemente uno de los capitanes —no comandantes— cuando se produjo el desembarco del Granma. Pero a finales de 1958, cuando se le dio el mando del segundo frente en otra sierra del este de Cuba, la Sierra del Cristal, se hizo con el control y adquirió mucha más importancia en esa zona. Se convirtió en parte de la dirección revolucionaria.

La otra persona con gran influencia, junto con Fidel, fue el Che Guevara. Fue crucial en esos tres o cinco años, porque compartía la ideología que Fidel y Raúl empezaban a desarrollar con bastante claridad, pero su sentido de la ideología y su conciencia política eran mucho más fuertes. Ya se movía hacia versiones más insólitas y poco ortodoxas del marxismo.

También se dio cuenta de la importancia de la educación política de los guerrilleros. Dirigió ese esfuerzo y, por tanto, fue un elemento importante del proceso de radicalización. La diferencia entre Raúl y el Che, por un lado, y Fidel, por otro, era que ellos eran más entusiastas, o al menos pragmáticos, sobre la necesidad de colaborar con el Partido Comunista, el Partido Popular Socialista (PSP). Fidel estuvo menos seguro de ello hasta el final, cuando el PSP cambió su enfoque.

 

DF

¿Qué relación tenía el Movimiento 26 de Julio con el Partido Comunista prosoviético de Cuba, el PSP?

 

AK

El PSP cambió su tono, después de haberse opuesto y criticado la rebelión al principio. Fueron muy críticos con ella hasta mediados de 1958 cuando, bajo la presión de su ala juvenil, cambiaron su política y se sumaron a ella. En enero de 1959, era el único partido, más allá del movimiento, que ofrecía un apoyo incondicional.

Todos los demás partidos imponían condiciones, pero el PSP hizo una jugada inteligente. Dijeron: «Los apoyaremos incondicionalmente y nuestros varios miles de miembros y simpatizantes están dispuestos a ser sus soldados de a pie si los necesitan».

Estos soldados de a pie eran muy disciplinados y tenían conciencia política. Era un recurso importante para la revolución. El PSP también les proporcionó vínculos con la Unión Soviética, lo que sería útil.

 

DF

¿Cuáles fueron los acontecimientos después de la revolución que condujeron al alineamiento de Cuba con la Unión Soviética a principios de la década de 1960?

 

AK

Esto fue menos resultado de los acontecimientos que de los procesos y las presiones. Un ejemplo de ello es que la corriente política existente en Cuba aceptaba algún tipo de socialismo. Por eso defino que el movimiento tenía un consenso sobre algo llamado socialismo.

La constitución cubana de 1940 siguió siendo simbólicamente importante porque nunca se promulgó en su totalidad. El texto de esa constitución fusionaba el nacionalismo radical con los planteamientos socialistas. Las corrientes del socialismo ya estaban presentes, y no solo en el PSP.

La cuestión era qué tipo de socialismo se desarrollaría. Al final, el socialismo que desarrollaron fue moldeado por una serie de cosas. La más obvia fue la experiencia en la Sierra. Eso se refiere, en cierta medida, a la influencia del Che Guevara y de Raúl Castro. Pero también fue el proceso de lucha compartida.

Hay muchos ejemplos en la historia de que la lucha revolucionaria cambia la forma de pensar de los que participan en ella, especialmente de los que luchan. Este es un caso claro de ello. El Ejército Rebelde, el ejército rebelde de la Sierra, se radicalizó mucho más que el movimiento urbano, porque éste no había pasado precisamente por la misma lucha compartida. Ese fue el primer factor que los hizo cambiar.

La segunda fue la hostilidad de Estados Unidos desde muy pronto. Al principio, hubo confusión, incertidumbre y miedo, pero en mayo de 1959, Estados Unidos se opuso abiertamente a la reforma agraria. Eso alimentó el nacionalismo inherente al movimiento rebelde.

«Ni a Moscú ni al PSP les gustaban las ideas económicas del Che Guevara. Creían que el modelo económico que debía seguir Cuba era el de una economía mixta, en la línea de la Nueva Política Económica de Lenin en los años veinte»

En algunos aspectos, Cuba no era tan diferente de muchas otras partes de América Latina: en el siglo XX se desarrollaron movimientos nacionalistas radicales en Argentina, Bolivia y muchos otros lugares. Tendían a centrarse en Estados Unidos como potencia imperialista. 

El nacionalismo se volvió radical y de izquierdas, centrándose en los males del sistema y la necesidad de abolir el capitalismo y el imperialismo. El nacionalismo cubano se vio alimentado por la oposición de Estados Unidos. Este no fue el único factor que les empujó hacia la Unión Soviética y hacia el comunismo, pero fue uno de los más importantes.

Otro elemento que a menudo se ha pasado por alto en los estudios sobre la revolución es el papel del azúcar. A mediados del siglo XIX, Cuba estaba atrapada en la exportación de azúcar, principalmente para el mercado estadounidense. Cuba era un productor clave de un producto que era muy necesario en Europa y en Estados Unidos.

En la década de 1950, eso había cambiado. Los productores de azúcar luchaban por entrar en un mercado con exceso de oferta, lo que significaba que los países consumidores, principalmente el Norte rico, determinaban los términos de la relación. Todos los países productores y dependientes del azúcar tenían que encontrar una relación estrecha y costosa con un único mercado. Por lo general, se trataba de Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos.

El problema era que para los productores que querían vender azúcar fuera de Estados Unidos solo había un mercado lo suficientemente grande como para satisfacer esa necesidad. Era el mercado soviético, que no podía producir suficiente azúcar para su consumo. Para Cuba y la Unión Soviética era un matrimonio de gran conveniencia para ambas partes, al margen de la afinidad ideológica.

 

DF

Durante los años sesenta, las relaciones entre La Habana y Moscú se hicieron cada vez más tensas. Muchos observadores pensaron que podría producirse una ruptura hacia el final de esa década. ¿Cuáles fueron los factores de esa tensión? ¿Y por qué la ruptura no se materializó finalmente?

 

AK

La relación nunca fue fácil. A veces había cierto entusiasmo, pero solo más tarde hubo un entusiasmo sustancial por la relación. Al principio, los rebeldes —en parte debido a la historia del PSP— trataban al PSP con cierto grado de sospecha y antagonismo. Algunos dentro del movimiento eran anticomunistas; por ejemplo, el grupo guerrillero aliado, el Directorio Estudiantil Revolucionario, era claramente anticomunista.

También se sospechaba del PSP porque, a finales de la década de 1930, el Partido Comunista se había rebautizado como PSP como parte de una alianza electoral con Batista. Es cierto que se trataba de un Batista diferente, en cierto sentido; era el Batista populista. En su búsqueda de un frente popular siguiendo la línea de Moscú, el Partido Comunista se alió con él.

Eso fue algo de lo que tuvieron que desprenderse más tarde. Tenía sentido político en aquel momento, pero sin embargo, dado lo que ocurrió con la encarnación posterior de Batista, fue un problema. Los rebeldes siempre sospecharon del estalinismo que se percibía en el partido y de ese vínculo con Batista.

También había un recelo generacional, porque el Partido Comunista se había creado en los años 20, y muchos de esos dirigentes originales seguían allí. Eso los convertía en un movimiento mucho más antiguo y más rígido de lo que la mayoría de los rebeldes se percibían a sí mismos. La base de la relación no era buena. Sin embargo, cuando el PSP se unió a ellos y les ofreció apoyo incondicional, se ganó a muchos de los rebeldes.

Aun así, el comportamiento del PSP en los dos o tres primeros años no ayudó mucho a la relación. Estas tensiones afloraron plenamente en 1962. Uno de los líderes del PSP, Aníbal Escalante, se había incorporado de forma pragmática, pero estaba entre los miembros del PSP que creían que la revolución en Cuba no podía ser socialista porque Cuba no estaba preparada para el socialismo.

«La URSS no tuvo más remedio que seguir apoyando a Cuba económicamente, aunque de forma muy minimalista, porque necesitaba que Cuba sobreviviera para su propia credibilidad»

A Escalante se le encomendó la tarea de reunir a los tres grupos revolucionarios en una alianza, e hizo un claro movimiento para influir en la dirección y la toma de decisiones dentro del nuevo movimiento unido. Eso se convirtió en un escándalo público. Curiosamente, no solo fue destituido y enviado a Europa del Este a un puesto diplomático, sino que los miembros del PSP dentro de la alianza fueron relegados en su acceso a la toma de decisiones. No estaban al mando. Estaba bastante claro que el grupo rebelde, y en particular el ejército rebelde, el grupo Sierra, estaba al mando.

Esas mismas tensiones se manifestaron en la relación con la Unión Soviética. De la misma manera que el PSP sostenía que Cuba no estaba preparada para el socialismo, también lo hacía la Unión Soviética. Esta desconfiaba mucho del enfoque poco ortodoxo de los dirigentes cubanos sobre lo que se necesitaba.

En particular, ni a Moscú ni al PSP les gustaban las ideas económicas del Che Guevara. Pensaban que estas ideas eran caóticas e inapropiadas. Creían que el modelo económico que debía seguir Cuba era el de una economía mixta, en la línea de la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin de los años veinte. Su oposición era conocida.

También estaban en total desacuerdo con las ideas de Guevara sobre las condiciones subjetivas del socialismo. Su opinión era que si las condiciones para el socialismo no existían en Cuba, podían ser superadas por las condiciones subjetivas, es decir, por la acción de los revolucionarios como los del Movimiento 26 de Julio, y también por la conciencia.

Para 1962, era discípulo de Antonio Gramsci, aportando una nueva perspectiva en su interpretación de la vía de Cuba hacia el socialismo, así como su rápida trayectoria hacia el comunismo. Todo ello fue rechazado tanto por Moscú como por el PSP, al igual que la política insurreccional en América Latina. En 1959, los rebeldes ya intentaban ayudar a los revolucionarios de los países vecinos. Esto se convirtió en una política mucho más consciente en 1961 y 1962.

De 1962 a 1968, las relaciones entre Moscú y La Habana fueron tensas. A esto no contribuyó el hecho de que Moscú se negara a que Cuba entrara en el bloque comercial del Comecon, el bloque socialista. Los dirigentes de La Habana estaban resentidos porque veían el Comecon como una vía de desarrollo. La razón por la que se les mantuvo fuera fue porque Moscú creía que todo el funcionamiento de la economía cubana era caótico, por lo que era probable que desestabilizara el Comecon y creara una economía muy vulnerable dentro de esa organización.

A pesar de que Cuba desafiaba constantemente el argumento de Moscú sobre la coexistencia pacífica con el bloque liderado por Estados Unidos a lo largo de la década de 1960, la relación entre Cuba y la URSS no se derrumbó porque en esa etapa la URSS necesitaba a Cuba tanto como Cuba necesitaba a la URSS. A medida que Cuba avanzaba hacia un modelo socialista y luego comunista, los dirigentes de Moscú veían a Cuba como un posible aliado en sus disputas con China. A la URSS le preocupaba que la influencia de China en el Tercer Mundo disminuyera su propia influencia.

En 1966, esto produjo la Conferencia Tricontinental, que fue diseñada para ganar a los movimientos anticoloniales de todo el mundo en desarrollo, llevándolos a la línea de Moscú. Fracasó estrepitosamente porque la línea que ganó esa discusión en la Tricontinental fue la línea cubana de actividad antiimperialista y revolución. Esta línea desafiaba completamente la línea de Moscú de coexistencia pacífica con Estados Unidos. La URSS no tuvo más remedio que seguir apoyando económicamente a Cuba, aunque de forma muy minimalista, porque necesitaba que Cuba sobreviviera para su propia credibilidad.

 

DF

En los años setenta y ochenta, se percibía que Cuba se había convertido en un miembro bastante ortodoxo del bloque liderado por la Unión Soviética, siguiendo su modelo político y económico. ¿Estaba justificada esa percepción?

 

AK

Estaba parcialmente justificada. Es cierto que durante unos diez años —de 1975 a 1985— la institucionalización se basó ciertamente en cierta medida en los patrones soviéticos y del bloque socialista. La estructura electoral que se creó en 1976, el Poder Popular, siguió los principios y las estructuras del sistema soviético.

En 1975, tras ese primer Congreso, el Partido Comunista empezó a crecer y a parecerse un poco más al modelo de Europa del Este. La constitución de 1976 siguió de cerca los patrones de la constitución soviética de los años 50. Los dirigentes cubanos dejaron de criticar la política soviética en el Tercer Mundo, y en una conferencia en Argel describieron a la Unión Soviética como el aliado natural del Tercer Mundo.

«Los jóvenes cubanos fueron enviados al bloque socialista para estudiar en las universidades. Muchos de esos estudiantes volvieron con el pensamiento soviético, los libros de texto soviéticos y las ideas soviéticas de lo que debería ser el socialismo»

Esto fue una especie de shock para muchas personas que habían visto las políticas de Cuba en los años anteriores como mucho más revolucionarias. También hubo un cambio en la economía, abandonando las ideas de Guevara (o al menos una interpretación de las ideas de Guevara) y pasando a una economía ligeramente más descentralizada, que reflejaba algunos de los principios del socialismo de mercado en el bloque socialista. Esto también creó la impresión de que Cuba estaba siguiendo los patrones soviéticos.

Otro factor que contribuyó a la idea de una Cuba sovietizada fue que por aquella época los jóvenes cubanos fueron enviados al bloque socialista y a la Unión Soviética para estudiar en las universidades. Muchos de sus doctorados se obtuvieron en el bloque socialista y en las universidades soviéticas, y muchos de esos estudiantes volvieron con el pensamiento soviético, los libros de texto soviéticos y las ideas soviéticas de lo que debía ser el socialismo. Estas ideas chocaban un poco con la antigua generación de los antiguos rebeldes. No obstante, la influencia estaba ahí.

Dicho esto, siempre hay una advertencia con Cuba. La primera advertencia es que muchas de las estructuras que crecieron y reflejaron la naturaleza de los años 60 simplemente no desaparecieron. La más obvia es la de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la más característica de todas las organizaciones de masas que se crearon. Los CDR no desaparecieron. Coexistieron con el nuevo sistema electoral de forma incómoda, pero sin embargo coexistieron.

Uno de los patrones del desarrollo cubano en las últimas seis décadas ha sido que cuando surge un nuevo sistema, no necesariamente reemplaza lo que había antes. Ha crecido sobre el viejo sistema o ha convivido con él. Un ejemplo son las organizaciones de masas. A menudo se pasan por alto en las explicaciones sobre el desarrollo y la supervivencia de la revolución, pero fueron vitales.

La mayoría de ellas se crearon en 1960 o 1961, antes de cualquiera de las versiones del partido único que surgieron. Los CDR fueron una de ellas, y la Federación de Mujeres fue otra. En cierto sentido, los años 60 siguieron presentes a través de esas organizaciones. Si se observa el Partido Comunista creado en 1965 y remodelado en el primer Congreso de 1975, se puede ver que seguía dominado por los antiguos rebeldes, la gente del Movimiento 26 de Julio.

Una de las constantes de toda la trayectoria revolucionaria desde 1959 ha sido el continuo debate interno sobre la definición de socialismo, no solo sobre la vía de la revolución y la vía de la economía, sino sobre la definición de revolución que se utilizó en 1959.

Esos debates no han desaparecido. Esa es una de las razones por las que fecho la institucionalización de Cuba a partir de 1975. La crisis de la fracasada zafra de 10 millones de toneladas de azúcar a finales de los años sesenta se considera a menudo como el catalizador del cambio hacia la institucionalización. Pero a esa zafra y a la crisis económica que mostró le siguió un período de cinco años de intenso debate sobre lo que había fallado. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo cambiamos las cosas? ¿Cuál es la estrategia correcta pero de escala equivocada?

Ese debate duró cinco años. Lo sabemos porque el primer Congreso tardó cinco años en constituirse. Cuando llegó ese primer Congreso, había consenso. Ese es uno de los grandes indicios en Cuba de que había un debate. Fíjate en la programación del Congreso, porque no se hace un Congreso hasta que no hay consenso, y en ese momento no lo había. El debate continuó, por debajo de la superficie, durante esos diez años de institucionalización.

Me gustaría hacer otro comentario para mostrar que no fue solo un período de sovietización. Se trata de la participación cubana en Angola en 1975, justo al comienzo de la fase de institucionalización. La decisión de involucrarse en Angola fue totalmente una decisión cubana. Iba en contra de los intereses soviéticos.

La política de la Unión Soviética hacia Angola no era la misma que la de Cuba. Fueron los cubanos quienes forzaron la mano de los soviéticos, obligándoles a proporcionar el material y el transporte para la implicación. Y eso sí es claramente un argumento en contra de la tesis de la sovietización.

 

DF

¿Qué posiciones adoptaron Fidel y Raúl Castro sobre la cuestión de las relaciones con la Unión Soviética y la versión del socialismo que debía adoptar Cuba? ¿Había una diferencia de perspectiva entre ellos?

 

AK

Había una diferencia, pero esta diferencia era en gran medida una cuestión de medios, no de fines. Raúl estaba instintivamente más cerca del modelo soviético. Se había unido muy brevemente a la Juventud Comunista en 1953. Cuando se unió a la rebelión, abandonó inmediatamente el movimiento porque estaban tomando una línea diferente, pero, instintivamente, estaba más cerca del marxismo mucho antes que Fidel.

Veía a la Unión Soviética como un modelo de eficiencia y eficacia. A pesar de ser muy crítico con lo que veía en Europa del Este y en la Unión Soviética, en términos de corrupción y privilegios creía, sin embargo, que un partido comunista —bien dirigido y reunido en el plazo previsto con la debida responsabilidad— podía ser una garantía de un sistema mucho más responsable. Creía en esto mucho más que Fidel.

Su creencia en los sistemas y las estructuras fue lo que le llevó a admirar a la Unión Soviética. Estaba particularmente cerca de los militares soviéticos y apreciaba la organización y la suficiencia que aportaban a los acontecimientos. Así que, instintivamente, estaba más a favor de ese vínculo, y fue un conducto a principios de los 60 para las discusiones con Moscú.

Dicho esto, no se oponía totalmente al enfoque de Fidel. Fidel siempre prefirió la movilización apasionada, es decir, el compromiso ideológico, y movilizar al máximo el enfoque característico de los años 60. Raúl siempre prefirió la responsabilidad estructural formal porque eso daba resultados. Yo lo describo como que uno alimenta el alma y el otro el cuerpo.

Raúl era un pragmático y reconocía la importancia del compromiso ideológico y de la movilización en una determinada etapa, sobre todo en los años 60, cuando no se podían entregar los bienes materiales adecuadamente debido al embargo. La institucionalización de los años 70 llegó en el momento oportuno, y las reformas de los años 70 fueron en cierta medida aprobadas por Raúl. No eran sus ideas, necesariamente, pero ciertamente les dio el sello de aprobación. Desde entonces se le asoció a la idea de la reforma económica.

«Fidel siempre prefirió la movilización apasionada. Raúl siempre prefirió la rendición de cuentas estructural y formal, porque eso daba resultados»

Había una diferencia entre Raúl y Fidel, pero no era una diferencia sustancial: era una cuestión de medios más que de fines. Ambos compartían los mismos objetivos de construcción de la nación a través de alguna forma de socialismo.

 

DF

Varios años antes de la desaparición de la Unión Soviética y del Bloque del Este, los dirigentes cubanos ya habían anunciado un cambio de política a mediados de la década de 1980. ¿Cuál fue la naturaleza de ese cambio?

 

AK

Este cambio se denominó «Rectificación de errores del pasado y tendencias negativas». Los «errores del pasado» eran los errores cometidos durante la institucionalización, y las «tendencias negativas» eran los puntos de vista muy ortodoxos que impulsaban algunas de esas decisiones políticas, creando un partido comunista que en 1985 empezaba a parecerse a los partidos comunistas de Europa del Este, es decir, era burocrático y servía como vehículo para el privilegio y la adquisición individual.

Este cambio surgió de la conciencia de tres cosas. La primera fue que la dirección cubana era consciente de que el Comecon estaba en crisis y podía colapsar fácilmente. Eso resultó ser muy cierto. Raúl era consciente de que Cuba tenía que prepararse para un mundo sin Comecon en caso de que éste colapsara. Eso significaba alguna forma de racionalización económica.

La segunda conciencia era la de la amenaza que representaba Mijail Gorbachov. En 1987, Gorbachov había dejado claro que Cuba era prescindible, y que para lograr un acuerdo con Ronald Reagan en Estados Unidos podía dejar caer a Cuba de buena gana, y finalmente lo haría si no cambiaba su política. Tenían que prepararse para ello.

Sin embargo, la causa principal fueron los efectos negativos de las reformas y la institucionalización, que cambiaron la naturaleza del partido. La gente se unió al partido, como en Europa del Este, a veces por lo que les aportaría, más que por compromiso ideológico. Eso iba completamente en contra de lo que tanto Fidel como Raúl pensaban.

En este periodo se produjo una especie de renacimiento de las ideas del Che Guevara. Sus escritos empezaron a hacerse más públicos como resultado de este cambio, lo que llevó a la gente a pensar que el partido había vuelto a los años 60. Lo hizo en un sentido, en el espíritu, pero no en términos de política. Sus dirigentes se estaban preparando para la crisis que sentían que se avecinaba.

 

DF

¿Cómo respondieron los dirigentes cubanos al colapso del bloque oriental a principios de los 90? ¿Por qué pudo Cuba desafiar las predicciones de la época de que su sistema correría pronto la misma suerte?

 

AK

La respuesta inmediata fue de conmoción y horror, y la constatación de que aquello era mucho peor que cualquier crisis que hubieran esperado. Yo lo describiría como el escenario del Armagedón, porque eso es lo que se sintió. En 1991, el Congreso del Partido se reunió puntualmente, y hubo un rápido consenso sobre todo un programa de reformas económicas sin precedentes.

Eso fue impulsado en gran medida por Raúl. Raúl quería retomar las reformas de los años 70, pero esta vez en un contexto diferente. Esas reformas fueron vitales. Despenalizaron la tenencia del dólar, permitiendo la entrada del dólar. Esto permitió las remesas; permitió a la gente ganar dólares de una manera u otra.

El autoempleo fue la otra reforma que entró. El gobierno había abolido el autoempleo fuera de la agricultura en 1968; era casi el elemento político más característico de la década de 1960. Resultó ser un desastre, y restauraron el autoempleo, pero eso fue todo lo que restauraron, en términos de romper el sistema estatal.

No fue un cambio hacia la empresa privada, como se podría haber esperado. El cambio fue a pequeña escala, hacia el apoyo al autoempleo. Incluso cuando se disolvieron las granjas estatales, lo hicieron en forma de cooperativas, no distribuyendo la tierra a los individuos.

«La respuesta inmediata de los cubanos al colapso soviético fue la conmoción y el horror, y la comprensión de que esto era mucho peor que cualquier crisis que hubieran esperado»

Las reformas fueron muy limitadas, pero suficientes para generar la recuperación. La economía empezó a crecer de nuevo, después de haberse hundido un 35% en los cuatro o cinco años anteriores. Eso también significó una recuperación de la crisis que se hizo evidente en 1994.

A la luz de las recientes protestas, es interesante recordar que las de 1994 fueron aún mayores y mucho más preocupantes para el sistema. Parecía que el sistema estaba a punto de derrumbarse, pero las protestas finalmente no llegaron a nada más que a la emigración masiva, y la economía y el sistema político empezaron a recuperarse.

Sin embargo, lo interesante es que lo que siguió fue un debate. El primer debate, de 1989 a 1991, giró en torno a la pregunta «¿Cómo salvamos la revolución?». La habían salvado cuando la economía se recuperó, pero la siguiente pregunta fue: «Hemos salvado la revolución, pero ¿qué hemos salvado?» ¿Qué es la revolución? ¿Qué queremos decir con ella?

Este era un debate muy abierto; se podía ver en las revistas y en las críticas de los periódicos. Lo que surgió a principios de la década de 2000 fue una versión actualizada del período comprendido entre 1959 y 1961. Era el modelo que Cuba había empezado a poner en práctica en 1961, antes de que la Guerra Fría entrara en escena.

La gran respuesta fue volver a enfatizar la patria: patria, país y nación. Esos principios nunca se habían olvidado, pero habían sido eclipsados por los modelos soviéticos y del bloque socialista. Ahora volvieron con fuerza, retomando el modelo original de construcción de la nación a través del socialismo. Es decir, una respuesta de la dirigencia fue decir: volvemos a lo que habíamos empezado a hacer, pero —y habla Raúl— actualizando la forma de hacerlo.

Más allá de eso, hay cualquier cantidad de factores que pueden explicar por qué Cuba desafió todas las predicciones de colapso. Las organizaciones de masas fueron un elemento crucial. El sistema soviético funcionó en tantos aspectos, pero se derrumbó tan rápidamente, que contó una historia de debilidad institucional, especialmente cuando se trataba de involucrar a la gente. Ese no fue el caso de Cuba. Uno de los elementos más característicos del sistema cubano fue el nivel y la escala de participación a través de las organizaciones de masas.

Esas organizaciones de masas fueron llamadas a principios de los años 90, incluso antes de la recuperación, para reconstruir el Estado. El Estado estaba en un estado de colapso. El gobierno decía a menudo: «No podemos permitirnos hacer esto. Tenéis que encontrar la manera de hacerlo vosotros mismos». Fueron las organizaciones de masas las que se movilizaron a nivel local.

Estas organizaciones empezaron a reestructurar el Estado desde las bases, y eso garantizó los sistemas de abastecimiento. No fue una historia de supervivencia individual, que es como se suele describir. Eso ocurrió hasta cierto punto, ya que los dólares fluyeron desde las familias en el extranjero, pero fue una cuestión de supervivencia colectiva a nivel de barrio.

Otro factor fue la decisión de proteger los logros sociales, que se centraban especialmente en la salud y la educación. Pero también hubo otros dos factores. Uno fue que el gobierno decidió pagar subsidios de desempleo del 60% de su salario a las personas que fueron despedidas a causa de la escasez y el cierre de las fábricas. El otro fue el uso de la cartilla de racionamiento. El racionamiento regresó a una escala que no se había visto en mucho tiempo. Esta fue una de las armas para salvar el apoyo de la población que no se veía fuera de Cuba.

Más allá de eso, había una lealtad residual. Había suficientes cubanos mayores y de mediana edad, incluidos los que habían ido a la Unión Soviética a estudiar, que tenían un grado de lealtad a los valores del sistema. Esos valores de solidaridad, compromiso y trabajo conjunto eran cada vez más compartidos por la mayoría de las iglesias cubanas, incluida la católica.

«Si un presidente estadounidense quisiera realmente desestabilizar el sistema cubano, se desharía del embargo, o prometería deshacerse del embargo»

Durante un tiempo, la Iglesia Católica pensó que iba a desempeñar un papel como el que había jugado en Polonia durante la década de 1980, como principal oposición a un sistema que estaba a punto de derrumbarse. Sin embargo, en Cuba, la Iglesia Católica se asustó ante la amenaza de desunión y desintegración social. Llegó a un entendimiento con el Partido Comunista y los dirigentes cubanos, acordando que lo importante era evitar la desintegración social. El sistema comunista llamaba a la solidaridad y al trabajo conjunto, y las iglesias decían lo mismo.

Por último, las políticas de Estados Unidos desempeñaron un papel importante. Hay que recordar que la respuesta estadounidense al colapso no fue tender puentes, como había hecho en Vietnam. Hizo precisamente lo contrario. En 1992 se endureció el embargo y en 1996, con la Ley Helms-Burton, se endureció aún más.

Eso jugó a favor del nacionalismo inherente en Cuba. Cuanto más se enfatizaba la nación como parte del nuevo enfoque, más profundo se volvía este nacionalismo, y más contraproducentes eran las políticas estadounidenses. La mayoría de los cubanos temían ahora la desunión y la desintegración, en lugar de exigir el fin del sistema.

Siempre he sostenido que si un presidente estadounidense quisiera realmente desestabilizar el sistema cubano, se desharía del embargo, o prometería deshacerse del embargo. Hasta cierto punto, esto es lo que hizo Barack Obama, al menos en el sentido de decir que la política establecida había fracasado y suavizar ligeramente algunas restricciones, aunque ciertamente no levantó el embargo por completo. Pero la mayoría de los presidentes estadounidenses han hecho precisamente lo contrario, y lo han endurecido, o al menos han continuado con la implicación. Eso da al sistema y a los dirigentes una coartada en Cuba. Pero también juega con el nacionalismo.

 

DF

Cuando Raúl Castro sustituyó a su hermano en la presidencia, ¿hubo más continuidad que cambio en su enfoque, o viceversa?

 

AK

Es un poco de las dos cosas. Hubo continuidad en los planteamientos, pero por diferentes vías. En 2008, cuando Raúl fue elegido, ya prometiendo reformas, le molestaron las acusaciones de que iba a ser el Gorbachov cubano, y dijo, muy claramente, «no he sido elegido para destruir la revolución. Voy a salvarla, pero por el medio correcto, que es actualizar el socialismo».

No servía hablar del socialismo tal y como era en los años 60, porque ese socialismo ya no era posible. Había que actualizarlo para los años 2000, y sus dirigentes tenían que encontrar una versión factible y realizable. Raúl empezó a hacer hincapié no en el comunismo, sino en el socialismo. Incluso habló de que Cuba estaba en transición hacia el socialismo, en lugar de ser ya socialista. Este fue un cambio significativo.

Lo que hizo no fue nada drásticamente nuevo. Amplió las reformas que había impulsado en gran medida en la década de 1990. Muy poco era nuevo; simplemente aumentó la escala del autoempleo, así como la descentralización de la economía. Se movió en una dirección cooperativa, más que en una dirección privada, con la excepción del capital extranjero. El capital extranjero seguía limitado al 49% de las empresas.

Lo hizo, y lo hizo muy lentamente. La lentitud molestó a las generaciones más jóvenes, pero ayudó a la generación de cubanos de más edad, que estaban cada vez más preocupados de que, si bien la reforma podía ser necesaria, podría acabar tirando el bebé con el agua del baño.

Raúl lo reconoció y decidió negociar su camino a través del proceso. Las reformas podrían haber ocurrido antes si hubiera insistido, pero eso habría causado una gran desestabilización. Avanzando con lentitud, pero sin pausa, consiguió muchas de las reformas que había prometido.

Tuvo la oposición del partido. El partido no estuvo bajo su control hasta que fue elegido Primer Secretario. Algunos elementos del partido se opusieron a las reformas, con cierto apoyo popular. Eso le molestó, y le llevó a reformar el partido de forma considerable, devolviéndole lo que él llamaba un «papel de guía», en lugar de un «papel de interferencia». Lo hizo de forma muy lenta y constante, reestructurando los partidos provinciales e incorporando a dirigentes más jóvenes que eran más fiables, eficientes y eficaces que los que eran simples nombramientos políticos.

Las desigualdades que surgieron en Cuba en las décadas de 1990 y 2000 fueron en parte resultado del hecho de que no todo el mundo tenía acceso a las divisas, y menos a las remesas. La mayoría de esas remesas iban a parar a la población blanca, porque la mayor parte de la población emigrada era blanca.

«Las desigualdades que surgieron en Cuba en las décadas de 1990 y 2000 se debieron, en parte, a que no todo el mundo tenía acceso a las divisas, y menos a las remesas»

También inició el proceso de expulsión de la generación más antigua, que consideraba que ya no hablaba el mismo idioma que la mayoría de los cubanos. Mantuvo a muchos de ellos -porque tenía que hacerlo y porque quería hacerlo, en parte por confianza y lealtad- y también porque reconoció que tenían voz en el sistema. Pero creó un partido más joven y un gobierno más joven como resultado.

Sin embargo, siguió compartiendo el mismo proyecto que él y Fidel tenían en los años sesenta. El único cambio fue su voluntad de hacer reformas. Le ayudaron, por supuesto, los acontecimientos en Estados Unidos. La elección de Obama supuso una enorme diferencia; le permitió entregar algunos bienes. Por supuesto, el embargo seguía ahí, y nada iba a cambiar eso, pero no obstante creó un estado de ánimo diferente en Cuba como resultado del reconocimiento y de un poco más de contacto con Estados Unidos.

 

DF

La retirada de Raúl Castro significó que la generación revolucionaria había pasado finalmente el testigo a un equipo de liderazgo más joven. ¿Qué significado tiene esto? ¿Y qué cree que le depara el futuro a Cuba?

 

AK

Es un momento simbólicamente significativo porque Miguel Díaz-Canel es el primer presidente cubano que no participó en la revolución. Independientemente de la legitimidad histórica de la que gozaron Fidel y Raúl —y gozaron de una legitimidad considerable—, él no la tiene. Tiene que ganarse su legitimidad de otras fuentes: entregando bienes, entregando cambios y manteniendo el sistema en marcha de una u otra forma.

Sus reformas se centraron en dos cosas. En primer lugar, retomó la promesa de Raúl de acabar con la doble moneda, es decir, la situación de tener un peso convertible basado en el dólar y un peso cubano como moneda nacional. Esto se introdujo por primera vez como una medida de emergencia a principios de los 90, pero se había convertido en el sistema.

Era altamente divisivo. Las desigualdades que surgieron en Cuba en los años 90 y 2000 fueron en parte resultado del hecho de que no todo el mundo tenía acceso a la moneda fuerte, y menos a las remesas. La mayoría de esas remesas fueron a parar a la población blanca, porque la mayor parte de la población emigrante era blanca.

La política era claramente corrosiva, y provocó la corrupción local. Todo el mundo quería acabar con el sistema de doble moneda, pero nadie sabía muy bien cuándo y cómo. La pandemia brindó la oportunidad. En enero de 2021, para sorpresa de todos, Díaz-Canel hizo precisamente eso. Lo advirtió muy brevemente por adelantado, porque no se podía advertir demasiado pronto: habría fuga de dinero. Lo hizo muy rápida y eficazmente, pero con un coste, porque cualquier fusión de la moneda, dependiendo del tipo de cambio al que se fusionara, iba a tener perdedores y ganadores.

Los que tenían moneda fuerte eran mucho más propensos a sufrir, porque el peso convertible estaba sobrevalorado y el peso cubano estaba infravalorado. Podías conseguir más por tu peso cubano antes del cambio que por el peso convertible. Esto ha contribuido a las protestas actuales, porque muchas personas que habían atesorado los ahorros y las remesas ven ahora que tienen menos valor que antes.

La otra reforma a la que Díaz-Canel quería comprometerse era la redacción de una nueva constitución, que Raúl había prometido pero no cumplido. Es interesante que Díaz-Canel le diera a Raúl el papel de dirigir las discusiones sobre la constitución, que se parecía mucho a la vieja constitución de 1976 cuando salió en 2019.

«La válvula de seguridad de la emigración de 1980 y 1994 no existe ahora. La magnitud de las protestas está quizás alimentada en parte por la frustración de quienes no ven una salida»

Pero el discurso fue diferente, mostrando un giro hacia la patria. Uno o dos elementos del documento también indican un futuro cambio hacia una estructura constitucional diferente. Todavía no podemos predecir cuál va a ser porque eso depende de los debates internos. Díaz-Canel estaba diciendo a la mayoría de los cubanos: «Me preocupan sus intereses. Estoy dispuesto a dar este paso tan audaz con un coste, y la Constitución no ha terminado. Y seguiremos discutiendo el futuro».

Su gran desgracia es que llegó al poder coincidiendo con Donald Trump, que endureció el embargo más de lo que lo había hecho cualquier presidente estadounidense desde los años 60 – 240 medidas es el recuento que se hace normalmente. Eso en realidad equivale a una medida y media cada mes, o algo así, para endurecer el embargo. Eso ha tenido un efecto real en los proveedores, en la capacidad de comprar en el extranjero, e incluso de operar financieramente.

La otra desgracia es el COVID-19. La pandemia cerró las fronteras, lo que inmediatamente destruyó, al menos por el momento, la base de la economía cubana, que es el turismo. Ese no es el mejor contexto para que un nuevo presidente, que no es de la generación histórica, llegue al poder. Hasta ahora lo está afrontando, pero se ve que el futuro depende en gran medida del éxito de la fusión monetaria.

Joe Biden podría revertir cualquiera de las medidas que Trump puso en marcha, pero de momento no da señales de hacerlo. Su lenguaje no es muy diferente al de Trump a veces. Como siempre, Estados Unidos tiene la clave de lo que ocurra en Cuba, y de la recuperación del turismo. Esa recuperación podría ocurrir después del COVID, pero eso está fuera de las manos de Cuba.

Curiosamente, hubo protestas violentas en Cuba en 1980 y en 1994, seguidas inmediatamente por una emigración masiva a Estados Unidos que fue tolerada e incluso alentada. Eso no es posible ahora. La razón por la que no es posible no es porque los cubanos hayan impedido que la gente se vaya. No lo hacen; la necesidad de un visado de salida fue abolida bajo Raúl. Pero Estados Unidos ha cerrado efectivamente la puerta a los cubanos. Antes era una puerta abierta a Cuba, más que a nadie. Ahora está cerrada.

Ahora no se puede obtener un visado para entrar en Estados Unidos desde la embajada estadounidense en La Habana, porque está efectivamente cerrada. Tienes que ir fuera de Cuba, si te lo puedes permitir, para conseguir un visado de entrada en otro lugar, e incluso entonces no es automático. La válvula de seguridad de 1980 y 1994 no existe ahora. La magnitud de las protestas quizá se deba en parte a la frustración de quienes no ven una salida.

Eso no responde a tu pregunta: ¿Qué pasará después? Pero está claro que va a ser la generación más joven. Quedan muy pocos de la generación anterior en posiciones de poder. Lo que ocurra después depende de lo que ocurra en Estados Unidos y de lo que ocurra con COVID.

Es muy posible que se produzca pronto una recuperación, y de momento se las están arreglando. Desde luego, están haciendo frente a la COVID, por mucho que teman que no sea así. Si comparas sus estadísticas con las británicas de tasas de mortalidad y de infección, nos encantaría tener la versión cubana de eso. Sin embargo, Cuba no tiene los medios para hacerle frente, y ese es el problema.

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Publicado en Cuba, Entrevistas, Historia, homeCentro3, Política and Sociedad

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