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Gustavo Petro en la manifestación a las afueras de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. (Europa Press)

Petro no le tiene miedo a Trump

En la asamblea general de la ONU de la semana pasada Gustavo Petro criticó duramente los abusos contra los derechos humanos por parte de Donald Trump y el genocidio de Israel en Gaza. La respuesta del Departamento de Estado de EE.UU. fue revocar su visado.

El Departamento de Estado de Estados Unidos publicó un tuit el viernes por la noche en el que anunciaba su intención de revocar el visado del presidente colombiano Gustavo Petro debido a sus «acciones imprudentes e incendiarias» durante su visita a Nueva York con motivo de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Las acciones en cuestión fueron acompañar al cantante de Pink Floyd, Roger Waters, a una protesta en solidaridad con Palestina frente a la ONU y hablar en la manifestación.

Petro no se anduvo con rodeos: afirmó que «la historia de la humanidad nos ha demostrado a lo largo de milenios que, cuando la diplomacia llega a su fin, debemos pasar a una etapa diferente de lucha. Lo que está ocurriendo en Gaza es un genocidio. No hay necesidad de llamarlo de otra manera. Su objetivo es eliminar al pueblo palestino». También pidió a «los soldados del ejército de los Estados Unidos que no apunten con sus armas a la gente» y que «desobedezcan las órdenes de Trump y obedezcan las órdenes de la humanidad».

Esta breve intervención situó a Petro en el mismo club que el escritor colombiano y premio Nobel Gabriel García Márquez, a quien también se le revocó el visado en 1984 por su apoyo a los movimientos de liberación en América Latina. Sin embargo, para un jefe de Estado en funciones, esta medida es extremadamente inusual (los dos únicos precedentes posibles también tienen que ver con Palestina y Colombia: la cancelación del visado de Mahmud Abás, de la Autoridad Palestina, justo antes de la asamblea de este año, y la revocación del visado del presidente colombiano Ernesto Samper durante la administración Clinton, después de que se descubriera que miembros de su campaña habían aceptado contribuciones del Cartel de Cali).

Ni siquiera Hugo Chávez, Fidel Castro o Muamar el Gadafi, que se opusieron con vehemencia a la política exterior imperialista de Estados Unidos, recibieron el mismo trato. A todos ellos se les permitió participar en la Asamblea de la ONU y reunirse con sus partidarios en Estados Unidos.

La medida de represalia debilita el derecho internacional y la viabilidad de futuras Asambleas Generales en Nueva York, lo que plantea dudas sobre si Estados Unidos es el mejor lugar para albergar la institución diplomática más importante del mundo. Petro ni se inmutó por la medida, y replicó rápidamente mediante una serie de tuits en los que afirmaba que no le importaba y que para viajar a Ibagué (ciudad de Colombia en la que tenía previsto participar de un acto) no necesitaba ninguna visa.

La guerra silenciosa de Trump contra Colombia

Los ataques de Donald Trump contra Gustavo Petro no son nada nuevo. Petro ya era blanco de la ira de Trump antes de convertirse en presidente de Colombia. Durante su campaña de 2020, Trump hizo alusión a Petro en un mitin electoral en Florida, criticando a Biden por recibir el respaldo del colombiano poniendo de relieve el pasado de Petro como guerrillero y refiriéndose a él como un «mal tipo».

El «cuco» de Petro y el acuerdo de paz colombiano de 2016 formaron parte fundamental de la campaña de Trump para llegar a los votantes colombianos del sur de Florida, así como del discurso de los republicanos latinos de extrema derecha como María Elvira Salazar. Cinco años después, Trump ve a Petro no solo como un cuco, sino como una amenaza para su hegemonía, ya que el colombiano se niega a permanecer en silencio ante el acoso de Trump y sus violaciones de los derechos humanos en su país y en el extranjero.

La renuencia del presidente Petro a dejarse intimidar por Trump lo convirtió en un blanco en enero, cuando se negó a aceptar a los deportados esposados y envió a Estados Unidos el avión presidencial de Colombia para traerlos de vuelta a su país. Los medios de comunicación hegemónicos de América Latina tildaron a Petro de obstinado, pero él ha demostrado ser capaz de obtener concesiones de Trump aprovechando la posición geopolítica única de Colombia.

En los meses siguientes, el líder colombiano apostó por el diálogo y, en marzo, incluso invitó a la secretaria de Seguridad Nacional de Trump, Kristi Noem, a la Casa de Nariño, el palacio presidencial colombiano. En la reunión, ambos expresaron sus profundos desacuerdos en materia de seguridad y derechos humanos, pero acordaron seguir cooperando en cuestiones de importancia para ambos países, como el narcotráfico y la migración.

A pesar de lo que parecía una reunión positiva entre las dos delegaciones, una semana después Noem atacó al Gobierno colombiano durante una entrevista en el canal de cable de derecha Newsmax. En la entrevista, afirmó que Petro dedicó gran parte de la reunión a criticar a la administración Trump y se refirió a los miembros de los cárteles como «sus amigos». Las extravagantes afirmaciones fueron rápidamente refutadas por el Gobierno colombiano, y Petro aclaró que mencionó el papel que ha desempeñado el embargo estadounidense contra Venezuela en el crecimiento de la organización criminal Tren de Aragua y la necesidad de que los gobiernos aborden las causas estructurales de la delincuencia.

Al mismo tiempo, al desmantelar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), la administración Trump también socavó indirectamente muchas de las iniciativas que el Gobierno colombiano y las organizaciones de la sociedad civil estaban llevando a cabo para implementar el acuerdo de paz de 2016 y abordar las causas profundas de la violencia. Si bien es innegable que la USAID tiene sus raíces en la política exterior imperialista de Estados Unidos, muchos países del Sur Global se habían vuelto dependientes de sus recursos, incluidas las agencias del Gobierno colombiano, uno de los mayores receptores de ayuda.

Pese a ello, Petro agradeció a Trump por hacer que Colombia fuera menos dependiente de Estados Unidos y afirmó que el Gobierno de otro país no debería pagar los salarios de los funcionarios colombianos. No obstante, los recortes en la ayuda supusieron un duro golpe para los esfuerzos por poner fin a la violencia que rodea a la industria de las drogas ilícitas en Colombia.

La administración Trump dio lo que podría haber sido el golpe de gracia a las relaciones diplomáticas entre las dos naciones cuando anunció a principios de mes la descertificación de Colombia en materia de cooperación antinarcóticos, algo que no ocurría desde la década de 1990, durante el escándalo financiero del Proceso 8000 en torno a la campaña del presidente Samper. La descertificación significa que Colombia probablemente experimente más recortes en las ayudas. También podría perder el acceso a préstamos y estar sujeta a sanciones y restricciones de visados.

La administración Trump está tomando estas medidas punitivas a pesar de que las incautaciones de cocaína y la destrucción de instalaciones de procesamiento han aumentado drásticamente durante la presidencia de Petro, a menudo para disgusto de los defensores de la despenalización y la legalización. En respuesta, el gobierno colombiano anunció que dejaría de comprar armas a Estados Unidos y que, en su lugar, las fabricaría en Colombia.

Sin embargo, las sanciones de la administración Trump tienen mucho que ver con las críticas abiertas de Petro a los asesinatos de presuntos narcotraficantes en pequeñas embarcaciones en aguas internacionales del Caribe y a la guerra de Washington contra el ficticio Cártel de los Soles. También llegan justo a tiempo para las elecciones en Colombia, donde el partido del expresidente de extrema derecha y aliado de Trump, Álvaro Uribe, busca volver al poder.

El líder que necesitamos

En medio de meses de sabotaje por parte de la administración Trump y de la posibilidad de una desastrosa invasión estadounidense de la vecina Venezuela, el presidente Petro hizo una fuerte alocución en la Asamblea General de la ONU la semana pasada. En su discurso, Petro se mostró dispuesto a plantar cara a la política imperialista de Trump y Benjamin Netanyahu, sin importar el costo geopolítico de la resistencia.

El presidente Petro no se anduvo con rodeos y denunció la clara violación del derecho internacional por parte del Gobierno estadounidense en el Caribe semanas antes. «Los jóvenes asesinados con misiles en el Caribe no formaban parte del Tren de Aragua», afirmó. «Nadie sabe sus nombres, y nunca los sabremos. Eran caribeños, posiblemente colombianos». Pidió a la ONU que juzgara a los responsables del asesinato, incluido a quien dio la orden de atacar: el presidente Trump.

Petro también aprovechó su discurso para destacar la hipocresía de la administración Trump en la «guerra contra las drogas», afirmando que fue durante el primer mandato de Trump, bajo el gobierno del anterior presidente colombiano, Iván Duque, cuando el tráfico de drogas se disparó. Recordó a Trump que los verdaderos beneficiarios del tráfico eran sus vecinos de Florida y los republicanos latinos que lo asesoraban en política exterior en América Latina, y no los campesinos pobres de Colombia. También expresó sin rodeos que la guerra contra las drogas no tiene como objetivo impedir que la cocaína entre en Estados Unidos, sino «dominar a los pueblos del Sur Global».

Petro propuso un nuevo camino para el mundo basado en la paz y la lucha contra el desastre climático, y pidió a otros líderes que avancen hacia las energías renovables. También destacó la importancia de construir una paz duradera, algo que, según él, ha sido ignorado por la ONU, y propuso la creación de una fuerza de mantenimiento de la paz capaz de detener el genocidio en Gaza y liberar los territorios palestinos de la ocupación ilegal. Concluyó su discurso diciendo que era hora de «libertad o muerte» y que «la libertad es posible a través del corazón humano, la capacidad de unirse, rebelarse y existir».

Al igual que los discursos ante la Asamblea General de Ernesto «Che» Guevara y Hugo Chávez antes que él, el mensaje de Petro pasará a la historia como una clara exhortación a luchar contra el imperialismo estadounidense. Además, el hecho de que poco después saliera a la calle junto con la gente común para exigir la liberación de Palestina y el fin de las políticas autoritarias de Trump en Estados Unidos y en el extranjero demuestra por qué Petro es una de las principales voces críticas de la izquierda global.

Pocos líderes contemporáneos han adoptado una postura tan firme contra Trump, sin importar las consecuencias y a pesar de lo que a veces puede parecer una situación insuperable. Aunque su mandato termina en agosto de 2026, Petro ha llegado a representar no solo al pueblo colombiano, sino también una voz valiente de la izquierda política, que busca un nuevo camino hacia la liberación colectiva frente a la amenaza existencial de la derecha autoritaria.

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Publicado en Artículos, Colombia, Estados Unidos, Guerra, homeCentroPrincipal, Imperialismo, Israel, Palestina and Política

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