Entrevista por Ashok Kumar[1]
Una de las formas predominantes de entender la historia del socialismo europeo en la segunda mitad del siglo XX es como un periodo de declive. Según esta interpretación, los partidos de izquierda, enfrentados a la globalización, la desindustrialización y los cambios culturales y étnicos en la composición de la clase trabajadora, se vieron desorientados e incapaces de responder. En su libro The Halted March of the European Left, Matt Myers, profesor de historia en la Universidad de Oxford, sostiene que la década de 1970 fue mucho más compleja de lo que sus intérpretes dan a entender.
Lejos de ser un período caracterizado por el retroceso socialista, la izquierda alcanzó su máximo apogeo en la década de 1970, y los trabajadores, los sindicatos y sus dirigentes se sentían seguros de saber cómo navegar por el cambiante panorama económico. Myers habló con Jacobin sobre lo que esta historia, basada en años de investigación de archivos en Inglaterra, Francia e Italia, puede enseñarnos sobre las causas reales de la derrota de la izquierda y lo que se podría hacer para renovarla hoy en día.
AK
¿Cómo llegaste a escribir tu libro The Halted March of the European Left?
MM
Decidí escribir el libro después de sentirme frustrado por una narrativa generalizada sobre el declive de la clase trabajadora en la historia europea. Esta narrativa afirmaba que se habían producido dos cambios fundamentales, uno estructural y otro cultural, que habían marginado inevitablemente a los partidos tradicionalmente asociados a los trabajadores a partir de mediados del siglo XX. El primer cambio fue provocado por la desindustrialización, que, según se afirmaba, había acabado con la clase trabajadora fabril. El segundo fue el resultado del auge de nuevos valores de autonomía y consumismo, que fragmentaron la cultura igualitaria y colectivista de la izquierda.
En resumen, el auge de una economía globalizada y basada en los servicios reestructuró las clases sociales, mientras que la permisividad sustituyó a la solidaridad materialista. Se dio por sentado que los profesionales cualificados de cuello blanco y los grupos identitarios forzaron a la izquierda a adaptarse a sus preocupaciones. La clase trabajadora sale perdiendo, sin capacidad de acción.
Pero yo sentía que faltaba algo en esta narrativa, cuyo principal defensor era, por supuesto, Eric Hobsbawm. Lo expuso de forma elocuente en su ensayo de 1978, «The Forward March of Labour Halted?», y en su clásico de la historia del siglo XX, La era de los extremos. Pero intuía que su forma de pensar no explicaba del todo lo que había sucedido durante la década de 1970.
Luego, cuando accedí a los archivos y leí los documentos concretos, el relato declinista de Hobsbawm me pareció particularmente limitado. Me encontré con un movimiento obrero fuerte, dinámico y formado y con una clase trabajadora en transformación más que en desaparición. Muchos, en la época en que Hobsbawm pronunció su conferencia de 1978 —desde Margaret Thatcher hasta el más humilde jefe de fábrica— no pensaban que el socialismo estuviera en retroceso, sino todo lo contrario. Los sindicatos alcanzaron su apogeo en Europa a finales de la década de 1970. En Gran Bretaña, el número de afiliados nunca había sido tan alto como en 1979, y durante ese periodo también se registraron máximos en la igualdad de riqueza, el gasto social y los derechos de los trabajadores.
Los archivos que consulté en Gran Bretaña, Francia e Italia sugerían que la narrativa declinista estaba ligada a proyecciones retrospectivas y no reflejaba fielmente lo que estaba sucediendo en realidad. En mi libro intento centrarme en los relatos de los trabajadores y otras personas que trabajaban políticamente sobre el terreno. Se trata de un intento de superar lo que se ha convertido en una desconexión extendida entre la historia de la izquierda y la historia del movimiento obrero, que con demasiada frecuencia se desarrollan en vías paralelas. La primera se concibe separadamente de la historia de los movimientos obreros y la segunda descuida la vida interna de los partidos. Mi libro intenta reconectar la historia política con la historia de la clase obrera.
AK
En tu libro sostienes que el avance histórico de la izquierda europea se detuvo. ¿Cuáles fueron los momentos clave en los que se estancó esta marcha hacia adelante? ¿Era inevitable?
MM
La tesis central es que las teorías retrospectivas sobre el declive de la izquierda del siglo XX aún no han aceptado que la década de 1970 fue un periodo de empoderamiento de la clase obrera. Durante esa década, los sindicatos tenían mucha fuerza. Los partidos comprometidos con la representación de la clase obrera estaban en el poder en todo el continente. Los socialdemócratas gobernaron en Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Noruega, Dinamarca, Alemania Occidental, Austria, Suecia y Finlandia entre 1974 y 1975, y los comunistas se expandieron rápidamente y lograron avances electorales.
Lo que intentaba explicar era una suerte de paradoja. ¿Por qué la creciente influencia de la clase trabajadora coincidía con la creencia entre varios intelectuales de izquierda de que el avance del movimiento obrero se había detenido? La mayoría de los trabajadores no creía que su movimiento se hubiera detenido, y sus acciones lo demostraban. Del mismo modo, los adversarios de la clase obrera, en particular las fuerzas conservadoras, tampoco creían que el movimiento hubiera sido derrotado, ni siquiera detenido, y actuaban en consecuencia.
A finales de la década de 1970 se produjo una revisión crítica del impulso, pero esto ocurrió durante un período de conflictos sociales, políticos e ideológicos trascendentales. Así pues, en lugar de estar prefigurada o predeterminada por acontecimientos anteriores, la década de 1970 parecía mucho más abierta en aquel momento. Localizar retrospectivamente las razones del declive de la política de clases en las décadas de 1950 y 1960 —como hicieron pensadores como Hobsbawm, Tony Judt, François Furet y Seymour Lipset— subestimó la importancia de esa década.
AK
¿Y cuáles fueron los factores estructurales y subjetivos que provocaron este declive?
MM
Bueno, la explicación dominante del declive del movimiento obrero ha sido que los cambios en la estructura social y las referencias culturales socavaron las instituciones de la clase trabajadora a sus espaldas. Sin embargo, descubrí que tres movimientos diferentes de Europa occidental eran conscientes de estos procesos mientras se producían.
Y muchos, incluidos sus líderes y sus adversarios liberales, pensaban que esos cambios estaban teniendo el efecto contrario en las perspectivas de la izquierda. De hecho, creían que los cambios en la estructura de la economía y en las visiones populares del mundo estaban revitalizando la política de la clase trabajadora.
Por lo tanto, no creo que se pueda afirmar sin más que la desindustrialización y la diversificación cultural provocaron el declive de la izquierda, porque, de hecho, estos procesos ya estaban muy avanzados en Europa. Entonces, ¿por qué la izquierda amplió su influencia durante la década de 1970? ¿Por qué parece renovarse la política de la clase trabajadora? Los partidarios de la narrativa declinista podrían decir que esto no es más que el estertor de un grupo de actores en una postura defensiva y, en última instancia, condenada al fracaso.
Nadie sugeriría que los factores estructurales del cambio tecnológico o los cambios culturales no plantearon retos importantes. Sin embargo, considerar esto como un estertor es descartar la idea de que la respuesta política específica a estos cambios también tuvo consecuencias. Esto no quiere decir que las decisiones políticas por sí solas sean decisivas, pero, como parte de la reconciliación de la historia política y social, quiero reconocer que lo estructural y lo subjetivo desempeñan papeles interrelacionados.
En cuanto a los factores subjetivos, me di cuenta de que estaban relacionados en parte con la aparición de nuevos tipos de trabajadores como actores políticos. Una nueva generación de clase trabajadora, surgida de los márgenes de la antigua clase obrera, aparecía constantemente en todo el material que leía. Una concepción demasiado estrecha de esa clase, limitada por un rango etario, una raza o ciudadanía y un perfil de género específicos, había quedado fuera de esta parte de la historia.
Por márgenes me refiero a los que se encontraban en la parte inferior de la división fordista del trabajo, que en la Europa de los años setenta solían ser las mujeres, las minorías racializadas y los jóvenes, así como los trabajadores cualificados de cuello blanco con estudios superiores que ocupaban puestos técnicos, de investigación o de supervisión en la parte superior. Los trabajadores de ambos márgenes se afiliaban a partidos y sindicatos y participaban en lo que se podría llamar formas «tradicionales» de lucha de clases: huelgas, piquetes y afiliación a partidos y sindicatos. La clase trabajadora de la década de 1970 tenía un aspecto y un discurso diferentes a los de antes. Y muchos en la izquierda, no solo sus activistas, pensaban que esta expansión de la clase trabajadora era un desarrollo positivo y esperanzador.
La dirección del Partido Comunista Francés afirmaba en 1979 que «la revolución tecnológica actual está inaugurando una nueva era de fuerzas productivas. […] El socialismo ya no es una utopía. Están surgiendo las condiciones para que la humanidad salga de su prehistoria». El líder de los comunistas italianos en Turín argumentó en 1980 que «hoy la lucha se libra entre una clase obrera más fuerte, con mayores vínculos con otras clases sociales, más consciente de sus necesidades elementales y más exigente, y una clase industrial mucho más sometida a la crisis y menos capaz de responder estratégicamente». La izquierda organizó y difundió encuestas de opinión que sugerían que sus miembros, simpatizantes y votantes estaban de acuerdo con este tipo de pronóstico.
AK
En lo que dices hay una crítica tanto a la socialdemocracia como a la izquierda radical. En tu opinión, ¿quién tiene más responsabilidad en el declive de la izquierda: los partidos que abandonaron la política de clases o los movimientos insurgentes de izquierda que no lograron construir un poder duradero?
MM
En primer lugar, diría que el destino de la izquierda en la década de 1970 estuvo determinado por una compleja interacción de factores. Pero el primero que hay que señalar es la reacción, que no proviene principalmente ni de forma predominante de su propio bando político, sino que comienza en las fábricas y se extiende a toda la sociedad. Recuperar la iniciativa tras las importantes victorias de los trabajadores entre 1968 y 1972, durante una ola de huelgas sin precedentes en Gran Bretaña, Francia e Italia, demandó una década. Sin embargo, como muestro en mi libro, los historiadores prestaron poca atención a los movimientos de represión de las huelgas que tuvieron lugar a finales de la década. Estos también fueron de una magnitud y complejidad sin precedentes y buscaron de manera explícita detener y hacer retroceder los movimientos liderados por los trabajadores inmigrantes.
Lo que intento mostrar es que la izquierda europea, tanto la radical como la institucional, se vio atrapada en una encrucijada por las estrategias de los empresarios, las fuerzas políticas conservadoras y algunos elementos del Estado. En ambos casos, se vio obligada a elegir entre opciones poco atractivas. Quizás la más apremiante era radicalizar o moderar sus estrategias. Por supuesto, no es el único agente en esta historia, y la izquierda no tiene el control total de la situación. Pero el resultado final de las decisiones tomadas en ese momento crítico fue la evacuación de la clase trabajadora de las estructuras de izquierda y un debilitamiento del movimiento obrero en general.
Hay enfrentamientos sobre qué hacer con la reestructuración económica y la automatización, la participación en las estructuras de gestión y el gobierno y las tecnologías de la comunicación y los medios de comunicación. Una generación más antigua de activistas obreros autodidactas se enfrenta a una generación más joven de miembros educados, a menudo de cuello blanco, cada uno con opiniones diferentes sobre las prioridades y la conducta. Me centro principalmente en los principales partidos electorales de la izquierda porque eran las principales organizaciones a las que se afiliaban y votaban los trabajadores en aquella época, y las que configuraban la forma de pensar de millones de personas sobre el mundo. La izquierda radical tenía una influencia más escasa, aunque sufrió un resultado muy similar.
En resumen, creo que la izquierda de Europa occidental entró en declive no por un neoliberalismo imparable y una economía manufacturera debilitada, sino porque no supo reconocer y movilizar a nuevos sectores de trabajadores, como los inmigrantes y las mujeres, y en su lugar abrazó una especie de capitalismo social de «tercera vía».
AK
¿Existe en la izquierda una tradición de culpar al estancamiento secular —la desaceleración y, en algunos casos, el estancamiento de la tasa de ganancia desde fines de la década de 1960 hasta la actualidad— de la derrota de la izquierda socialista?
MM
Lo que intentaba hacer en el libro era explicar por qué la izquierda en Europa, que creo que tiene una historia ligeramente diferente a la de Estados Unidos y Japón, parece avanzar con fuerza hasta principios de la década de 1980. Este avance se produce incluso cuando la capacidad productiva mundial se expande y la competencia entre empresas, el aumento de los costes energéticos y financieros y otros factores afectan a los beneficios. Quería entender por qué se tomaba tan en serio a la clase trabajadora durante un periodo de estancamiento económico.
Por supuesto, es muy importante tener en cuenta el contexto global. Pero cuanto más investigaba, más difícil me resultaba sacar conclusiones políticas fáciles de estos cambios. No parecía haber una relación simple entre la transformación del capitalismo global y sus efectos sobre la izquierda. Los sindicatos estaban a la ofensiva, más que a la defensiva, durante la década de 1970. Durante un tiempo, la izquierda pareció ampliar su alcance y radicalizar sus reivindicaciones, en lugar de reducirse y moderarse.
El movimiento obrero estaba empezando a tomarse en serio la diversidad de la clase trabajadora, a menudo porque se veía obligado a ello por las mujeres, los negros, los inmigrantes y los jóvenes que se habían incorporado recientemente a sus filas. No vi muchas pruebas de que el estancamiento secular limitara su sentido de las posibilidades. Los directivos y empresarios de las industrias manufactureras, así como las fuerzas conservadoras, sintieron que habían recuperado su confianza y autoridad solo después de ganar una serie de conflictos de alto riesgo a finales de la década de 1970 y principios de la de 1980.
AK
¿Y hasta qué punto podemos extrapolar las experiencias de Italia, Francia y Gran Bretaña a la izquierda angloamericana contemporánea?
MM
Los años setenta y los casos británico, francés e italiano son, en cierta medida, particulares. La escala y la profundidad del conflicto de clases se adelantaron a lo que ha caracterizado la evolución social y política en Occidente durante los últimos diez años. Pero sí creo que podemos decir que hay algunas resonancias entre estos dos períodos. Ambos se caracterizan por la crisis económica, el cambio estructural y las movilizaciones masivas. Entonces, como ahora, el significado de la clase trabajadora es objeto de debate y de cambio. En aquel momento, la entrada de nuevos trabajadores en la coalición política de la izquierda ponía a prueba una concepción más antigua de la clase trabajadora.
Hoy en día, una nueva generación diversa también se ha enfrentado a la pérdida de poder de la izquierda. Los trabajadores marginados durante la década de 1970 desestabilizaron a la izquierda porque trajeron consigo nuevas formas de concebir la solidaridad, la democracia y la política emancipadora, y pusieron de relieve los puntos ciegos y los silencios de un modelo político formado en las décadas de 1930 y 1940. Hoy en día, incluso la derecha reivindica una cierta idea de la clase trabajadora. El problema de la izquierda en ambos periodos, como el de cualquier otro movimiento político, es mantener unida una coalición de antiguos y nuevos constituyentes.
Para tener éxito, tanto en aquel momento como ahora, necesita construir una coalición popular transformadora que pueda liderar a diferentes grupos y fracciones de clase, a pesar de los retos que ello conlleva. Se trata de un problema político, porque es en el ámbito político donde, en última instancia, se reconcilian estas contradicciones sociales. En ambos periodos, apoyarse demasiado en ideas rígidas de clase puede llevar a conclusiones políticas conservadoras y a perder oportunidades.
AK
¿Cómo crees que tu análisis de la izquierda de la década del setenta puede ayudar a informar las estrategias en torno a las luchas de la clase trabajadora de hoy, desde las perspectivas de los nuevos partidos de izquierda hasta la campaña para la alcaldía de Zohran Mamdani en Nueva York?
MM
Creo que la lección es que el significado de «izquierda» y «clase trabajadora» puede estar sujeto a momentos simultáneos de transformación que deben negociarse y gestionarse constantemente. Lo ideal es que la agilidad para dirigir estos procesos se incorpore de forma activa y preventiva en las relaciones políticas que los rodean, manteniéndolos unidos.
Esto debería implicar reconocer que, a menudo, son las personas marginadas de la clase trabajadora quienes pueden aportar contribuciones significativas al movimiento. La participación activa de estos grupos marginales puede acarrear tanto costos como oportunidades. Según mi análisis, su contribución clave es que aportan un dinamismo significativo que no tiene por qué ser desestabilizador, sino que puede desarrollarse y canalizarse, especialmente cuando actúan en concierto con estructuras preexistentes y cuentan con su apoyo.
Sobre el entrevistador:
[1] Ashok Kumar es profesor titular de economía política internacional en la Universidad Birkbeck de Londres y autor de Monopsony Capitalism: Power and Production in the Twilight of the Sweatshop Age.