La falta de libertad en el trabajo ha sido una crítica constante del capitalismo, y con razón. Una sociedad que permite el pleno desarrollo de la libertad humana debe dejar que las personas determinen colectivamente las condiciones en las que trabajan.
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Pese al clamor popular, la derecha colombiana logró archivar la reforma laboral propuesta por el gobierno de Gustavo Petro.
Los trabajadores no pueden detener la introducción de nuevas tecnologías como la IA. Pero pueden y deben luchar para asegurarse de que las ganancias por productividad los beneficien a ellos y no a los directores ejecutivos y accionistas.
Cuando el ejército chileno derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, los tories británicos lo festejaron como una buena noticia para los inversionistas. Pero los sindicatos trabajaron para bloquear el comercio de Gran Bretaña con los golpistas.
Después de que la ultraderecha boliviana diera un golpe de Estado en 2019, un movimiento de masas restauró el gobierno socialista del país, prueba de que no son las élites las que protegen la democracia, sino los trabajadores organizados.
La victoria de Trump fue posible porque supo apoyarse en las ansiedades de la clase trabajadora estadounidense sobre el declive económico. Y a menos que el programa económico de la izquierda sea igual de fuerte, seguirá dejando campo abierto para el avance de la derecha.
El mundo anhela las aceitunas Castelvetrano de Italia. Pero Italia no quiere contratar a los trabajadores necesarios para recogerlas.
Los liberales creen que el mayor obstáculo para la necesaria intervención climática es la falta de conciencia social y de liderazgo profesional. El verdadero problema es la ausencia de un programa de estabilización climática militante y dirigido por los trabajadores.
Los datos empíricos indican que la clase influye significativamente en los patrones de voto, y que una creciente conciencia de clase provoca insatisfacción con los partidos del establishment.
Los trabajadores franceses votan al ultraderechista Rassemblement National en mayor medida que a otros partidos, pero lo más frecuente es que ni siquiera voten. Marine Le Pen ha sabido explotar el vacío dejado por el declive de las organizaciones obreras.