Las fuerzas democráticas de Myanmar llevan más de tres años luchando contra la junta militar. Los sindicatos son una parte crucial del movimiento de resistencia y el gobierno los reprimió con fuerza letal.
Notas publicadas en Sindicatos
En agosto de 1950 era asesinado el líder comunista belga Julien Lahaut. Aunque las circunstancias de su muerte fueron silenciadas durante décadas, es un secreto a voces que su asesinato respondió al peligro que representaba para el establishment del país.
Se ha prestado mucha atención a los aspectos antidemocráticos del Proyecto 2025 de la Fundación Heritage, un manual radical para los primeros 180 días del nuevo mandato de Trump. Pero pocos se han centrado en su plan para amordazar a los sindicatos y atacar los derechos de los trabajadores.
En los años 40, sindicalistas soviéticos y estadounidenses organizaron intercambios entre sus países para promover la buena voluntad y evitar una rivalidad peligrosa. Esta iniciativa olvidada nos recuerda cómo podría haberse evitado la Guerra Fría.
Samsung, buque insignia del capitalismo surcoreano y una de las mayores empresas de electrónica del mundo, caracterizada por sus prácticas antisindicales, se vio obligado a negociar tras la primera huelga de su historia.
En mayo de 1941, los trabajadores belgas iniciaron una de las primeras huelgas en la Europa gobernada por los nazis, demostrando la determinación de la clase obrera para resistir la ocupación.
En 1974 los trabajadores escoceses se negaron a reparar los aviones de combate del dictador chileno Augusto Pinochet. Hoy Occidente continúa suministrando armas a Israel. La historia muestra que la clase obrera organizada es capaz de impedir matanzas.
En Argentina, la última dictadura militar está bien presente en el debate público. No ocurre lo mismo con la resistencia de la clase trabajadora, una historia prácticamente desconocida y escasamente evocada, incluso por las propias organizaciones obreras.