Entrevista por Meagan Day
La serie de Netflix Adolescence, que narra las secuelas del asesinato de una compañera de clase a manos de un adolescente, ha acumulado casi 100 millones de visitas, lo que la convierte en uno de los mayores éxitos de la plataforma hasta la fecha. Los espectadores elogiaron el retrato matizado que hace la serie del mundo social juvenil, impregnado de las opiniones misóginas de la «machosfera» online. Pero no fue del gusto de todo el mundo. Un portavoz del influyente líder de la machosfera y presunto traficante sexual Andrew Tate, que aparece mencionado directamente en la serie, declaró a Newsweek:
La referencia a Andrew Tate en Adolescence es un intento de achacar problemas sociales más amplios a un solo individuo, lo cual no es ni justo ni preciso. Si bien la influencia online es un tema válido, es injusto que el público lo convierta en chivo expiatorio de problemas complejos como la radicalización y la violencia, que tienen su origen en factores culturales y sistémicos mucho más amplios.
El portavoz de Tate tiene razón: su nociva marca de chovinismo furioso, efectivamente, es sintomática de tendencias culturales y económicas generalizadas. La antropóloga Kristen Ghodsee —que en una entrevista anterior con Meagan Day para Jacobin habló sobre la economía política de las «tradwives»— vuelve para debatir sobre las presiones sociales y las contradicciones que elevan a figuras como Tate y atraen a los jóvenes a su órbita. Autora de Why Women Have Better Sex Under Socialism, Everyday Utopia, y muchos otros libros, Kristen Ghodsee preside el departamento de estudios rusos y de Europa del Este de la Universidad de Pensilvania.
En esta conversación Ghodsee propone que la machosfera está llenando un vacío de autoestima creado por la indexación del valor masculino a la acumulación de riqueza en un clima de profunda desigualdad económica. También argumenta que debemos tomar en serio la idea de que la sociedad moderna está produciendo «hombres sobrantes», lo que introduce un elemento de inestabilidad social que es un problema para todos. La cuestión es cómo abordar el problema de los jóvenes perdidos, enfadados y heridos sin socavar la autonomía que las mujeres han conseguido con tanto esfuerzo.
MD
¿Qué tiene la machosfera que resulta tan atrayente para los jóvenes de hoy?
KRG
Los niños y los jóvenes están muy perdidos. El futuro les parece sombrío y luchan por encontrar fuentes de validación. La mayoría de los hombres están económicamente marginados, pero el estatus social masculino sigue estando indexado principalmente al patrimonio. Una encuesta realizada en 2017 por el Pew Research Center reveló que el 71% de los estadounidenses cree que «es muy importante que un hombre pueda mantener económicamente a su familia para ser un buen marido o compañero». Los jóvenes reciben el mensaje de que, para ser deseados y respetados, deben ganar dinero, pero nuestra economía lo hace increíblemente difícil.
Ya sea de forma consciente o inconsciente, creen que sin dinero las mujeres no los querrán y los demás hombres no los respetarán. Ven a figuras como Elon Musk, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos como hombres ideales, pero saben que nunca podrán acercarse a ellos. Por eso buscan alternativas, algo más a su alcance.
Ahí es donde entra en juego esta masculinidad exagerada. Es más barata. Los hombres ya tienen el «equipamiento»: nacieron con él y la mitad de la población no lo tiene, lo que les da una ventaja automática. Por eso Tucker Carlson habla de la terapia de luz roja para los testículos. Se trata de atesorar los recursos naturales. Por supuesto, todo esto se basa con demasiada frecuencia en menospreciar a las mujeres. Fíjate en Andrew Tate y su misoginia abierta. Fíjate en cómo los luchadores de la Ultimate Fighting Championship (UFC) feminizan a sus oponentes tanto como pueden.
En realidad, ensalzar a los hombres por ser hombres es simplemente tirarles un hueso por privarlos de los frutos de su trabajo. Es una estrategia clásica cuando se tiene una población masivamente marginada que supone una amenaza para la estabilidad social. Hay que apaciguarla. En Everyday Utopia escribo sobre cómo, históricamente, una forma de apaciguar a los jóvenes enfadados que pueden desestabilizar un sistema económico acosado por una gran desigualdad es dar a cada hombre una esposa para que pueda ser un dictador en su propio hogar. Cuando los hombres se sienten impotentes en la esfera pública, pueden canalizar esa frustración en casa: «Al menos en mi propia casa soy un rey». Se trata de una técnica ancestral para la estabilización social.
Los jóvenes no lo piensan de forma crítica, claro, y muchos de ellos tienen buenas intenciones. La mayoría de los chicos, como los jóvenes a los que enseño, solo quieren estima. Quieren ser respetados, amados y apreciados. Esto no es algo malo en absoluto, todo lo contrario. El problema es que termina en un lugar terrible.
MD
La desigualdad entre los hombres es una de las principales obsesiones de la machosfera. La idea de «alfas» y «betas» habla de la desigualdad entre hombres, lo mismo que el discurso incel del «80-20» acerca de los hombres ganadores y perdedores, que es además el concepto central y altamente dramatizado de la UFC. Es también el leitmotiv de Trump. Es como si la psique colectiva estuviera rumiando sobre la cuestión del rango social masculino.
Esto no es intrínseco a la masculinidad ni inevitable en la sociedad, ¿verdad? Me gustaría que nos hables de la compresión de la desigualdad entre los hombres en el socialismo de Estado de Europa del Este y del efecto que tuvo en la forma en que los hombres se relacionaban entre sí y con las mujeres.
KRG
En Europa del Este seguía existiendo el patriarcado: acabar con el capitalismo no elimina automáticamente el patriarcado. Pero separaron el patriarcado de su función de mantener la desigualdad económica, y eso lo atenuó. También seguía habiendo desigualdades, pero eran desigualdades de privilegios, no de riqueza. Incluso en el nivel más alto de la sociedad comunista había límites en el tamaño de los apartamentos. No se podía tener una mansión. Era muy difícil conseguir un coche y, si lo conseguías, era el mismo que tenían todos los demás. La gente presumía de cuántos libros había leído y en qué mes le tocaba visitar los complejos turísticos comunitarios en la costa.
Para atraer parejas y obtener estima social, los hombres no se esforzaban por ganar más dinero (lo cual, de todos modos, no habría funcionado en una sociedad socialista, porque no había nada que comprar). En este contexto, las mujeres elegían a sus parejas basándose en la atracción, la compatibilidad mutua, los intereses comunes y el afecto, y no en si el hombre podía pagar el alquiler, algo irrelevante, ya que el Estado proporcionaba la vivienda. Estos Estados también proporcionaban subsidios por hijos, guarderías y permisos parentales remunerados con protección del empleo. Bajo el socialismo, los hombres tenían que ser atentos y buenos compañeros para atraer a las mujeres.
El resultado, como documenté en Why Women Have Better Sex Under Socialism, fue que los hombres acabaron invirtiendo en ser tipos interesantes con los que las mujeres querían estar. Por supuesto, esto mejoró las relaciones de género.
Después del socialismo, una vez que la riqueza se convirtió en algo importante para atraer a las mujeres, los hombres descubrieron que era mucho más fácil conseguir dinero que ser interesantes. Este cambio fue obviamente malo para las mujeres, pero también lo fue para los hombres. He hablado con varones que crecieron bajo el socialismo y que dicen que después de 1989 o 1991 nunca estuvieron realmente seguros de si las mujeres estaban con ellos porque los amaban o porque necesitaban su dinero. Tienen una visión idealizada de las relaciones antes del capitalismo, porque si una mujer estaba contigo, era porque realmente le gustabas. Eso hacía que los hombres se sintieran seguros.
MD
Decías recién que las élites apaciguan a los hombres jóvenes porque temen su potencial desestabilizador. ¿Qué quiere decir eso?
KRG
Existen muchísimos estudios antropológicos sobre la forma en que los jóvenes marginados y sin pareja suponen una grave amenaza para el orden social. Hay un artículo fascinante de Joseph Henrich y sus colegas sobre cómo la poligamia es intrínsecamente inestable, porque las sociedades polígamas producen una clase de hombres solteros de bajo estatus. Estos hombres se dedican entonces a todo tipo de comportamientos antisociales porque no tienen nada que perder.
El capitalismo y la monogamia suelen ir de la mano, y eso no es una coincidencia. A menudo se señala que la monogamia es importante para el capitalismo porque facilita la transferencia intergeneracional de la riqueza de los padres a los hijos legítimos. Pero hay algo que se pasa por alto: en una sociedad con una increíble desigualdad entre los hombres —unos pocos muy ricos en la cima y muchos empobrecidos en la base—, esos hombres desfavorecidos son un problema para quienes están en el poder. La monogamia garantiza que los hombres que obtienen toda la riqueza no obtengan además todas las esposas. Así, basándome en el trabajo de Henrich y de historiadores como Laura Betzig, he argumentado que la monogamia universal impuesta socialmente es una herramienta mediante la cual los hombres de la élite mantienen la estabilidad en una sociedad desigual. Si se pueden redistribuir las esposas de forma más amplia en la sociedad, se puede evitar el caos social y el malestar.
Un artículo de 2016 analizó la relación entre la monogamia y la violencia masculina y descubrió que tener pareja reducía efectivamente el comportamiento violento de los hombres. Un artículo de 2019 sobre el «exceso de hombres» publicado en la revista Journal of Conflict Resolution también encontró pruebas sólidas de que «los hombres jóvenes que pertenecen a grupos polígamos» o las sociedades polígamas en las que un hombre tiene varias esposas y, por lo tanto, hay muchos hombres solteros, «sienten que se les trata de forma más desigual y están más dispuestos a recurrir a la violencia en comparación con los que pertenecen a grupos monógamos». La monogamia es la solución a la escasez de esposas que se da en las sociedades que aún practican la poligamia.
Pero, ¿qué ocurre si hay escasez de esposas porque las mujeres se casan más tarde, no se casan en absoluto o ejercen su derecho al divorcio, que tanto les ha costado conseguir, y no porque los hombres ricos las acaparan? En otras palabras, ¿qué pasa si la «escasez de esposas» se debe a los avances del feminismo y la independencia de las mujeres? Eso crea el mismo problema que la poligamia: produce una clase de hombres inquietos, sin rumbo, potencialmente volátiles y sin pareja.
Y estos hombres son muy vulnerables. Por razones construidas socialmente, los hombres obtienen su principal apoyo emocional de las mujeres, mientras que las mujeres lo obtienen unas de otras. En 2022, cuando vivía en Alemania, dos de mis colegas eran psicólogos ucranianos que ofrecían asesoramiento telefónico a personas en primera línea en Ucrania. Me dijeron que casi todas las personas que llamaban eran mujeres, a pesar de que la mayoría de los soldados eran hombres y también estaban sufriendo traumas enormes. A los hombres les daba vergüenza buscar ayuda psicológica. Los hombres jóvenes sin apoyo emocional se radicalizan fácilmente porque sufren un dolor real.
MD
Entonces dices que debemos reconocer el potencial desestabilizador de los hombres sin pareja, porque el capitalismo no quiere el caos que vendría con ello, pero nosotros tampoco. Se trata de un problema real, aunque, por supuesto, la solución no puede ser dar marcha atrás en los avances feministas o, peor aún, imponer «novias por mandato del Estado», como dice la broma a medias de los incel. La autonomía de las mujeres está contribuyendo al problema pero no podemos violar la autonomía de las mujeres para resolverlo. ¿Qué hacemos?
KRG
Necesitamos promover modelos alternativos de éxito masculino. A medida que aumenta la desigualdad económica, los hombres marginados estarán cada vez más desesperados por encontrar formas de distinguirse. Habrá más misoginia en la machosfera y, con ella, más intolerancia de todo tipo. Es un contenido que distrae a los solteros, los «hombres sobrantes», y no desaparecerá mientras no se aborde la desigualdad económica. La respuesta obvia es reducir la desigualdad económica mediante la redistribución. Ese es el gran proyecto.
Además, podríamos imaginar otras fuentes de estima que no estén basadas en la acumulación de riqueza y la fuerza bruta. Para lograrlo, necesitamos instituciones que recompensen a los hombres jóvenes sin pareja por otros valores. Curiosamente, hay una institución llena de hombres jóvenes sin pareja que consigue controlar en cierta medida la energía del caos, y esa es el Ejército. ¿Por qué? Porque en el Ejército se puede alcanzar la estima. Los soldados obtienen ascensos, insignias y rangos que determinan cómo se les trata y cómo los saluda la gente. La forma no monetaria de la estima está integrada en las estructuras militares.
MD
Necesitamos instituciones que proporcionen a los hombres sin pareja una fuente fiable de autoestima positiva. Lo ideal sería que esas instituciones se pusieran al servicio de acabar con la desigualdad en lugar de simplemente distraer la atención de ella o actuar sobre sus ansiedades (o, en el caso del Ejército, mantenerla). Un movimiento sindical activo, por ejemplo, recompensaría valores como el liderazgo político, el servicio a la comunidad, la educación política, etc. Las altas tasas de sindicalización crean mundos sociales completos con sus propias estructuras de incentivos y afirmación. Esto podría ser una fuerza estabilizadora de la sociedad.
En la década de 1930, los hombres sin pareja que se encontraban en los escalones más bajos de la sociedad se individualizaron a través de la lucha de clases. Se convirtieron en personas de las que se sentían orgullosos al participar en ella. Vivieron aventuras dignas de las novelas de John Steinbeck y Upton Sinclair. Eso parece una pista.
KRG
A esto me refería cuando decía que deberíamos fijarnos en los países socialistas de Europa del Este. Eran muy buenos creando instituciones como los Jóvenes Pioneros y el Komsomol, similares a los Boy Scouts o los Eagle Scouts. Estas organizaciones cívicas proporcionaban sistemas a través de los cuales la gente podía ascender y sentirse realizada. Ofrecían fuentes alternativas de estima que iban más allá de la acumulación de riqueza o la dominación física. Alemania sigue teniendo hoy en día una gran densidad de organizaciones cívicas. En Estados Unidos, como escribió Robert Putnam en Bowling Alone, las hemos perdido.
MD
Entonces, ¿la respuesta a las masas de hombres sin pareja e ideológicamente inestables no es deshacer el feminismo, sino resucitar los Kiwanis y los Lions Clubs?
KRG
[Risas] Quizás no exactamente eso, pero tal vez ligas de fútbol los fines de semana o artes marciales tradicionales, donde hay cinturones y se asciende de rango. En una sociedad en la que todo gira en torno al patrimonio, resulta urgente crear otros parámetros de logro: la estima no se gana solo por ser rico o estar en forma, sino por los logros. Este tipo de instituciones promueven la autoestima y el comportamiento prosocial.
Pero más allá de la lucha de clases y las organizaciones cívicas, lo que más necesitamos son buenos empleos. Los lugares de trabajo pueden servir para ese mismo propósito, pero en el capitalismo no lo hacen en absoluto.
MD
Exacto. Para la clase trabajadora, los empleos no proporcionan un sentido de logro ni de autoestima. Para muchos, no hay ascensos, no hay felicitaciones sinceras por un trabajo bien hecho, no hay una comunidad satisfactoria, no hay un reflejo tranquilizador de uno mismo. Un trabajo mejor no solo tendría salario más alto, sino que sería también una fuente fiable de autoestima.
KRG
Todo el mundo necesita dinero. Pero más allá de eso, todo el mundo quiere lo mismo: ser apreciado, validado y reconocido por lo que es y por lo que aporta al mundo. Por eso 12 reglas para vivir, de Jordan Peterson, fue un éxito de ventas tan grande. Era un libro que se dirigía a los jóvenes y les decía: «Aquí tienen algunas formas de conseguir estima». Están hambrientos de ello. Como socialistas, feministas y humanistas, debemos entenderlo perfectamente. Nuestra política debe basarse en ello y tenemos que proponer alternativas viables que hagan que las personas se sientan mejor consigo mismas.
MD
Sin duda, prefiero abordar el problema de los solteros inquietos y marginados redistribuyendo la riqueza y reconstruyendo las organizaciones cívicas en lugar de obligar a las mujeres a volver a una posición de dependencia económica y legal de los hombres.
KRG
La derecha está intentando activamente llevar a cabo esta última opción. Ya han revocado la sentencia Roe vs. Wade. Están avergonzando a las mujeres, como J. D. Vance con su crítica a las «mujeres sin hijos y con gatos», y están promoviendo contenidos sobre la «esposa tradicional» para convencer a las mujeres de que abandonen el mercado laboral. Algunos conservadores incluso están hablando ya de dificultar el divorcio, ya que son las mujeres las que lo solicitan en la mayoría de los casos. Quieren evitar que las mujeres abandonen el matrimonio para hacer frente a este problema.
Tipos como Andrew Tate están tratando de convencer a los más jóvenes de que no hay otro camino hacia la admiración y el estatus más que a través del patrimonio y la dominación entre ellos y sobre las mujeres, y que si intentan seguir otra senda, no son hombres de verdad.
Si los varones tuvieran una forma alternativa de validación, serían más felices. Pero nuestra sociedad se basa en la idea competitiva de que todos estamos mejor si todos luchamos por las migajas de la mesa de los multimillonarios. Es una forma de control social. Los jóvenes que se creen todo esto de la «machosfera» necesitan saber que los están distrayendo y utilizando.