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El primer ministro socialdemócrata de Suecia, Olof Palme, en Salzburgo, Austria, 1971. (Imagno / Getty Images)

El estado de bienestar sueco fue producto de la lucha de clases

Traducción: Pedro Perucca

La socialdemocracia sueca suele idealizarse como una benigna fuerza reformista que proporcionó bienestar a unas masas agradecidas. Sin embargo, el modelo fue producto de un radicalismo obrero al ahora los socialdemócratas se oponen.

Durante casi un siglo, buena parte de la izquierda internacional tomó a la socialdemocracia sueca como modelo, con la esperanza de que ofreciera un medio democrático para lograr una sociedad plenamente socialista. Este era un proyecto construido sobre un movimiento obrero de masas, fuertes garantías de bienestar y, en la década de 1970, incluso ideas como el Plan Meidner, que prometía una socialización gradual de la economía.

Sin embargo, ese futuro nunca llegó. En cambio, la socialdemocracia se adaptó al orden mundial neoliberal y desmanteló muchos de sus propios logros pasados. No solo abandonó sus antiguas ambiciones, sino que una parte considerable de la clase trabajadora se volvió hacia la extrema derecha de los Demócratas de Suecia. La idea de que Suecia es intrínsecamente «progresista» pertenece al pasado.

En un nuevo libro recientemente publicado en inglés, The Rise and Fall of Swedish Social Democracy [Ascenso y caída de la socialdemocracia sueca], el historiador Kjell Östberg explica cómo sucedió esto. Su obra cuestiona las nociones idealizadas sobre un reformismo benigno y pone de relieve los conflictos sociales que se esconden tras décadas de conquistas de la clase trabajadora, así como su eventual erosión. A continuación presentamos un extracto del libro.

La socialdemocracia sueca ocupa un lugar especial en la historia política del siglo XX. El modelo sueco se mantuvo durante mucho tiempo como un modelo exitoso entre la economía planificada comunista y el capitalismo de libre mercado. Suecia tuvo un primer ministro socialdemócrata durante más de setenta y cinco años en el último siglo. Suecia sería un paraíso si solo hubiera un poco más de sol, se dice que dijo el presidente burgués francés George Pompidou.

Pero, sobre todo, son los socialistas de diversas tendencias los que convirtieron a Suecia en el país que más ha avanzado en términos de bienestar, igualdad, consenso social e igualdad de género. La atención se centró en el Partido Socialdemócrata, cuya sólida organización, posición política dominante, capacidad de innovación ideológica y, sobre todo, capacidad para implementar un programa para el fuerte estado de bienestar atrajo la atención y, a menudo, la admiración. El ideólogo y ministro de Finanzas Ernst Wigforss, los ingenieros sociales Alva y Gunnar Myrdal, el economista sindical Rudolf Meidner y el político Olof Palme simbolizaron, cada uno a su manera, una socialdemocracia que parecía un poco más radical que otras. (…) 

El partido es, sin duda, uno de los actores políticos más poderosos del siglo XX, tanto a nivel internacional como nacional. Su posición dentro de la clase trabajadora fue hegemónica durante cien años. Los sindicatos liderados por los socialdemócratas organizaban entre el 80 y el 90 por ciento de los trabajadores, la gran mayoría de los cuales votaban a los socialdemócratas. Amplios sectores de las clases medias también apoyaban las políticas del partido. El amplio movimiento socialdemócrata estaba extraordinariamente bien organizado. Era, por usar la frase de [Antonio] Gramsci, un partido con una gran capacidad para producir y educar a sus propios intelectuales. Los líderes se reclutaban principalmente de la clase trabajadora, y pronto adquirieron una amplia experiencia en la dirección de luchas y movimientos. (…)

Pero las conquistas de la clase trabajadora sueca también están vinculadas a oleadas de radicalización, períodos recurrentes de huelgas, aumento de las luchas sociales, el surgimiento de nuevos movimientos sociales y la revitalización de los existentes. Prácticamente todas las reformas democráticas y sociales importantes pueden vincularse a esos períodos de lucha de clases intensificada. Las reformas democráticas posteriores a la Primera Guerra Mundial fueron consecuencia directa de las manifestaciones masivas contra el hambre iniciadas por las mujeres trabajadoras, que en su mayoría no estaban organizadas, ni políticamente ni como trabajadoras.

Las reformas sociales iniciadas en la década de 1930 se produjeron en medio de la amenaza de movimientos de huelga generalizados, un aumento de la organización sindical y la lucha de las mujeres por el derecho al trabajo y a la seguridad social básica. El espectacular auge del Estado del bienestar basado en la solidaridad en los años sesenta y setenta coincidió con la aparición de una serie de nuevos movimientos sociales con ambiciones transformadoras, en los que el movimiento de mujeres desempeñó un papel decisivo, y con una fuerte radicalización del movimiento obrero tradicional, expresada principalmente en una ola de huelgas espontáneas.

Ciertamente, el Partido Socialdemócrata desempeñó a menudo un papel central en estos procesos. El partido albergó sueños de una sociedad libre de injusticia y opresión de clase, sin ser una organización monolítica. Constantemente alojó en su interior opiniones contradictorias. El partido y la Confederación Sindical Sueca a menudo tuvieron puntos de vista e intereses diferentes. Las mujeres debieron luchar contra los prejuicios y las estructuras patriarcales.

Dentro de la socialdemocracia, existen diferentes capas e intereses que a veces están en desacuerdo entre sí, también sujetos a presiones externas. La socialdemocracia sueca estuvo representada por líderes cualificados en todos los niveles, que fueron capaces de traducir muchas de las demandas y sueños del movimiento a políticas prácticas. Pero, al mismo tiempo, impusieron limitaciones, en particular en cuanto a no desafiar al capitalismo y respetar los parámetros establecidos de intervención política.

Como resultado, la dirección del partido a menudo se encontró en desacuerdo con la dinámica de las movilizaciones sociales. Después de la Primera Guerra Mundial, se hicieron grandes esfuerzos para persuadir a los trabajadores de que abandonaran la lucha en las calles y plazas, concentrando sus esfuerzos en las asambleas parlamentarias a nivel local y central; en otras palabras, que renunciaran a la lucha por una democracia más profunda. En la década de 1930, el partido intensificó sus intentos de aislar a los comunistas y socialistas de diversos matices que habían desempeñado un papel importante en la revitalización de los movimientos sociales, para asegurarse de que sus esfuerzos no interfirieran con el acercamiento al mundo empresarial.

Cuando la fuerza de la radicalización de los años 70 desafió el derecho del capitalismo a decidir sobre las condiciones de trabajo y planteó la cuestión del poder de los trabajadores sobre sus empleos, la dirección del partido se retiró, optando por sustituir las demandas de fondos para los asalariados por la inútil Ley de Cogestión. Se luchó contra las huelgas salvajes y se vigiló a los activistas de los movimientos sociales. Cuando la oposición al giro neoliberal provocó protestas sindicales generalizadas, la dirección del partido pasó a la contraofensiva.

En resumen, el estado de bienestar sueco es el resultado de una lucha de clases promulgada por corrientes y movimientos cuya base se extendía mucho más allá de los límites del Partido Socialdemócrata.

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Publicado en Fragmento, Historia, homeCentro, Políticas, Protesta and Suecia

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