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El sargento primero de las Fuerzas Aéreas estadounidenses Ryan Propst (centro) juega a un videojuego de Call of Duty con un pequeño grupo de militares en el salón de las Organizaciones de Servicios Unidos del Campo Aéreo de Kandahar el 8 de diciembre de 2010, en Kandahar, Afganistán. (Paula Bronstein / Getty Images)

El complejo militar-entretenimiento es más grande de lo que imaginabas

Traducción: Pedro Perucca

El lanzamiento de Call of Duty: Black Ops 6 ofrece una oportuna perspectiva del entrelazamiento del ejército estadounidense con las industrias del entretenimiento. Esta práctica tiene una larga historia, que se remonta a Top Gun, Rambo y las películas anticomunistas del periodo macartista.

Mientras un helicóptero rodea el incesante paisaje afgano, un hombre alto, musculoso y sin camisa se agazapa detrás de un pico escarpado, encajando cuidadosamente una flecha afilada en su astil. De repente emerge, haciendo contacto visual con un aterrorizado piloto soviético. Su flecha atraviesa el helicóptero, que estalla en llamas, para deleite de todos los estadounidenses. ¿Deleite, por qué? Porque acaban de ver una de las escenas de acción más memorables de Hollywood. Sylvester Stallone abatió a un invasor soviético asesino y saqueador en Rambo III. Es una secuencia emocionante y un recordatorio de que la libertad siempre prevalecerá sobre el mal, sin importar las adversidades.

Aunque esta entrañable escena resurge con frecuencia en las redes sociales, el contexto de la trama es menos recordado. En esa película, Rambo lucha contra los invasores soviéticos junto a sus hermanos muyahidines, o como se les conoce hoy en día, los talibanes.

Celebrar a los talibanes en una superproducción de acción puede parecer retrógrado ahora, pero era normal entonces. La trama reflejaba directamente la realidad política de la época, cuando el ejército estadounidense entrenaba a los muyahidines para luchar contra la invasión del ejército soviético en Afganistán.

Rambo III fue sólo una de las muchas películas de propaganda producidas por Hollywood durante la Guerra Fría. Y no es una reliquia, como nos gustaría pensar. El complejo de entretenimiento militar es igual de robusto hoy en día, con un gran número de películas y videojuegos diseñados para promover la ideología imperial estadounidense, a menudo con el apoyo de los propios militares.

Propaganda de Hollywood sobre el miedo a los rojos durante la Guerra Fría

En el juego de mesa Hollywood 1947, de Holly Hightower y Travis Hancock, puesto en circulación el año pasado, los jugadores son asignados en secreto a uno de dos equipos: «Patriotas» o «Comunistas». En el juego, trabajan para asegurarse de que las películas realizadas por el Hollywood de la época correspondan a sus respectivas ideologías, y el ganador es el que hace más películas y se asegura el mayor alcance.

«Nuestros juegos se centran en periodos oscuros de la historia, y Hollywood 1947 sigue esa línea», explica Hancock a Jacobin:

Siempre me gustó ver películas antiguas de los años 40 y 50, y la propaganda anticomunista me parecía fascinante. Me dieron ganas de hacer algo que animara a la gente a echar un vistazo a cómo era Hollywood en aquella época».

En concreto, Hancock y Hightower se inspiraron creativamente en la historia de la inclusión en la lista negra de Hollywood del aclamado guionista Dalton Trumbo después de que éste se negara a declarar sobre supuestas influencias comunistas en la industria ante el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes. Aunque Hollywood 1947 no promueve un mensaje o ideología política, Hancock declaró a Jacobin que el juego es crítico con la censura de Hollywood y que espera que «haga que la gente se acerque y conozca realmente la historia por sí misma».

Hollywood 1947 es una forma aguda e ingeniosa de mostrar el alcance del control editorial del gobierno sobre la industria cinematográfica a inicios de la Guerra Fría. Decenas de películas de Hollywood de la época se hicieron eco de las perspectivas de la política exterior estadounidense. Algunas, como El telón de acero (1948) y Los boinas verdes (1968), eran sutiles en sus mensajes políticos y se centraban en los valores estadounidenses de libertad y justicia, que prevalecían sobre la supuestamente malvada ideología comunista. Otras, como Cara a cara con el comunismo (1951), que dramatizaba las horribles consecuencias de una imaginaria invasión soviética de Estados Unidos, e Invasión USA (1985), en la que Chuck Norris luchaba durante 107 minutos contra guerrilleros cubanos apoyados por los soviéticos, eran más explícitas.

El ejército estadounidense no fue un beneficiario pasivo de estos productos culturales. En muchos casos, especialmente en los más evidentes, ayudó activamente a crearlos. Cara a cara con el comunismo fue producida por la Fuerza Aérea, e Invasión USA se hizo después de que su guión fuera aprobado por el Departamento de Defensa (DOD, por sus siglas en inglés).

No hay indicios de que Rambo III contara con la participación directa del ejército de los Estados Unidos (aunque contó con la ayuda directa del israelí). Sin embargo, su ideología era perfectamente compatible con los objetivos militares estadounidenses de la época. Y, como muchas otras películas anticomunistas, Rambo III tuvo una enorme influencia. Acumuló 189 millones de dólares en la taquilla mundial y, para muchos, sigue siendo un clásico perdurable del cine de acción. La película aún estaba en los cines cuando los muyahidines de la vida real obligaron a los soviéticos a retirarse completamente de Afganistán, en febrero de 1989.

Tres años después, la Unión Soviética se disolvió y Estados Unidos salió victorioso de la Guerra Fría. En consecuencia, disminuyó el flujo de películas estadounidenses de propaganda anticomunista. Hollywood mantuvo un fervor patriotero y nacionalista general, pero sin un enemigo claramente definido. Y entonces ocurrió el 11-S.

Igual pero diferente: La propaganda posterior al 11-S

En los años transcurridos desde que Osama Bin Laden orquestó el atentado que mató a casi tres mil personas el 11 de septiembre de 2001, el gobierno, a través de la CIA y el Departamento de Defensa, amplió su control editorial sobre películas, programas de televisión y videojuegos, apuntalando lo que desde entonces se conoce como el «Complejo Militar-Entretenimiento», la cooperación sistemática entre las fuerzas armadas y las industrias del entretenimiento. Es una relación que muchos ni siquiera saben que existe, pero que está evolucionando a una velocidad inquietante.

La CIA y el Departamento de Defensa coescribieron o coprodujeron un montón de películas populares del siglo XXI. Capitán Phillips, Transformers y Top Gun: Maverick, así como algunas películas de Marvel, como Iron Man, Capitana Marvel y Wonder Woman 1984, son algunas de las muchas que el Departamento de Defensa coescribió en los últimos años. El documental de 2022 Theaters of War afirma que más de 2.500 películas y programas de televisión fueron supervisados por los militares y que el alcance y el volumen de la supervisión aumentó en los últimos años.

Entre todas estas películas, una destaca por haber sido sometida al mayor escrutinio y control editorial directo de la CIA: Zero Dark Thirty (La noche más oscura), de Kathryn Bigelow, un drama histórico —o más bien claramente ahistórico— sobre la persecución internacional de Bin Laden a lo largo de una década .

«Realmente tenemos la sensación de que esta va a ser la película sobre la operación Osama bin Laden, y todos queremos que la CIA esté tan bien representada en ella como sea posible», se afirmaba sobre la película de Bigelow en un correo electrónico interno enviado por Marie Harf, de la Oficina de Asuntos Públicos de la CIA en junio de 2011.

En Zero Dark Thirty, la protagonista, Maya (Jessica Chastain), una autoproclamada «hija de puta» que encontró el escondite de Bin Laden, está basada en Alfreda Frances Bikowsky, que fuera jefa de la CIA para el caso Bin Laden entre 2003 y 2005. En la película, Maya se enfrenta a grandes dilemas morales cuando tortura a reclusos, aunque la persona en la que se basa no los padeciera. En una ocasión, Bikowsky insistió en el secuestro, detención y tortura de un recluso en un centro de la CIA en Afganistán, incluso después de que quedara claro que esa persona (Khaled el-Masri) había sido confundida con otra (Khalid el-Masri). La película presenta a los militares estadounidenses como bienhechores dispuestos a sacrificarlo todo para matar a Bin Laden, incluso poniendo en entredicho su moral a corto plazo para lograr un bien mayor. La película no se compromete con el número de muertos y la destrucción causada por la «guerra contra el terror».

Zero Dark Thirty le recuerda regularmente al público el peligro real e inminente al que se enfrenta Maya cuando se encuentra en la capital de Pakistán, Islamabad. Pero no se esfuerza en demostrar el peligro correspondiente para los civiles pakistaníes, muchos de los cuales murieron en ataques con aviones no tripulados autorizados por la CIA. Se calcula que 24.000 civiles perdieron la vida en estos ataques.

Viví en Islamabad durante la década de 2000 y me vi rodeado por la miseria a la que se enfrentaban millones de pakistaníes cuya propia existencia fue desarraigada por la guerra contra el terror. Toques de queda, restricciones para viajar, cierre de escuelas y una seria posibilidad de muerte inminente eran hechos cotidianos de la vida en Pakistán en aquella época. De hecho, yo podría haber muerto el 20 de septiembre de 2008, si el restaurante del hotel Marriott donde debía tomar el iftar (la cena durante el Ramadán) no hubiera estado lleno.

Hay innumerables pakistaníes con historias similares y muchos más que no tuvieron tanta suerte como yo. En Zero Dark Thirty, se omite el sufrimiento de los civiles pakistaníes. Son meros terroristas o colaboradores poco fiables, obstáculos para eliminar a Bin Laden.

Tanner Mirrlees es profesor asociado de estudios de medios digitales en la Universidad Tecnológica de Ontario y autor de varios libros sobre la propaganda en la industria del entretenimiento. En su libro de 2016, Heart and Mines (Corazones y minas), Mirrlees afirma que una parte clave del aporte de la CIA y el Departamento de Defensa en películas como Zero Dark Thirty gira en torno al encuadre, la omisión y la descontextualización. «Lejos de ser un entretenimiento insignificante que ofrece a los espectadores un escape dichoso de la política y las prácticas del Imperio estadounidense —escribe Mirrlees—, muchos programas de televisión y películas de Hollywood cuentan historias sobre los agentes coercitivos del Estado estadounidense que legitiman la guerra y las operaciones encubiertas haciéndolas parecer normales, necesarias y buenas». En ese sentido, «los programas de televisión y las películas de Hollywood son formas perniciosas de relaciones públicas para el Imperio estadounidense».

El centro de tortura de Abu Ghraib, cuyas imágenes conmocionaron al mundo, sólo se menciona al pasar en los 150 minutos de la película de Bigelow, sin que se explique qué era ni qué ocurrió allí. Sin embargo, Zero Dark Thirty cuenta lo eficaz que es la tortura y lo mucho más fácil que hubiera sido confirmar la localización de Bin Laden si se hubiera podido seguir utilizando «técnicas de interrogatorio mejoradas», que se recortaron después de que se descubriera lo que ocurrió en Abu Ghraib.

Tan evidente es el sentimiento respecto de la necesidad de la tortura en la película que incluso fue criticada por el senador republicano John McCain, calificándola de «groseramente inexacta y engañosa en su sugerencia de que la tortura dio lugar a información que condujo a la captura».

Top Gun: Maverick y la caída del reclutamiento

La relación del Departamento de Defensa y la CIA con Hollywood no existe únicamente para celebrar al ejército y afirmar la validez de sus objetivos. También sirve a un propósito más funcional: fomentar el alistamiento en un momento en que las fuerzas armadas sufren un grave déficit de reclutamiento.

Estados Unidos tiene ahora su ejército más pequeño desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y en los últimos años fue testigo de algunas de las campañas de reclutamiento más agresivas de la historia. Además de otras iniciativas, como la relajación de los requisitos, el aumento de las primas y la intensificación de los esfuerzos para reclutar a residentes legales permanentes, también se está recurriendo a las películas de Hollywood para impulsar el alistamiento. El ejemplo más claro es Top Gun: Maverick, que fue la película más taquillera de 2022, con una recaudación de 1.500 millones de dólares en todo el mundo.

La película original Top Gun (1986) provocó un aumento del alistamiento en las Fuerzas Aéreas de hasta en un 8%. No fue casualidad: El productor de Top Gun, John Davis, afirmó abiertamente que la película era una herramienta de reclutamiento. Su secuela de 2022 pretendía hacer lo mismo.

Hubo reclutadores apostados en el exterior de varios cines de EE.UU. para captar a adolescentes impresionables que acababan de ver Maverick, estrenada un año después de la retirada de EE.UU. de Afganistán y cuando el COVID-19 reducía la lista de aspirantes a la Fuerza Aérea. A diferencia de la original, Maverick no provocó un boom de alistamiento, pero tenía el objetivo inequívoco de hacerlo cuando en un momento en que la confianza en el ejército estadounidense estaba en su punto más bajo desde el 11-S. Maverick se centra en gran medida en la camaradería en la Fuerza Aérea, con el telón de fondo de trepidantes e implacables secuencias de acción. ¿Quién no querría ser como Tom Cruise, Miles Teller o Glen Powell piloteando aviones para salvar a la democracia estadounidense de los males del mundo?

También se impulsó la coproducción de películas de Marvel para llegar al público más joven, que va al cine a ver buenas secuencias de acción, ajeno a los mensajes políticos. Un ejemplo claro es la película de acción (supuestamente) feminista Capitana Marvel. Tanto el Departamento de Defensa como la Fuerza Aérea participaron en la producción, distribución y promoción de la película.

La Fuerza Aérea no sólo participó en la producción de la película sino que también autorizó a pilotos a colaborar con los medios de comunicación para promocionarla y realizar sobrevuelos en el estreno de la película. Brie Larson, que interpreta a la protagonista, dijo que uno de los rasgos más centrales de su personaje era «el espíritu de la Fuerza Aérea». En un artículo de la revista Los Ángeles, el periodista Samuel Braslow criticó el militarismo de Capitana Marvel, escribiendo: «La película toma una página de la bonanza de relaciones públicas de 1985 Top Gun… pero actualizándola para un público “woke” de 2019, receloso de las Fuerzas Armadas después de 18 años en Afganistán y más de una década de revelaciones de abusos sexuales». Al igual que Top Gun, Capitana Marvel recaudó más de 1.000 millones de dólares en todo el mundo.

Call of Duty y el complejo militar-entretenimiento

El complejo militar-entretenimiento no se limita al cine. De hecho, una de sus estrategias más utilizadas es la producción de videojuegos. En su núcleo se encuentra la colaboración del ejército con la popular serie Call of Duty (COD), que ya tuvo veintitrés entregas desde su estreno en 2003 y vendió más de 400 millones de copias en todo el mundo.

El US Army Esports es un equipo competitivo de videojuegos en el que militares en servicio compiten contra otros equipos profesionales de COD. Estas competiciones son muy populares: el torneo más importante del juego registró un pico de audiencia de 294.000 espectadores el año pasado. Con una presencia floreciente en la escena de los juegos competitivos, los militares esencialmente dicen: «Únete a nosotros; es como jugar a tu juego favorito en la vida real».

En Hearts and Mines, Mirrlees dedica un capítulo de treinta páginas al «Complejo DOD-Juegos Digitales», donde revela cómo Anders Breivik, un fascista supremacista blanco que mató a sesenta y nueve adolescentes en un campamento juvenil socialista en Oslo en 2011, declaró que utilizó COD para preparar su ataque terrorista. En su manifiesto, Breivik escribió: «COD: Modern Warfare 2 es el mejor simulador militar que existe». COD: Modern Warfare 2 vendió más de 25 millones de copias desde su lanzamiento en 2009.

COD nunca rehuyó la política. Más bien, se nutre de ella. La serie, que presentó su última entrega hace pocos días, revisó frecuentemente la historia. COD: Modern Warfare (2019) incluye una misión llamada «Autopista de la muerte» en la que los rusos bombardean la única carretera por la que los civiles pueden huir de una invasión en el país ficticio de Urzikstan, en Oriente Medio, para disgusto de nuestros protagonistas. Es una apropiación extraña y reveladora: «La autopista de la muerte» es el nombre que recibe la autopista real de seis carriles que une Kuwait e Irak. Se le dio ese nombre porque, en febrero de 1991, la coalición liderada por Estados Unidos bombardeó indiscriminadamente la carretera, matando a militares y civiles por igual mientras las tropas iraquíes se retiraban de Kuwait tras su invasión ilegal. Murieron al menos doscientos civiles.

La serie COD también dio lugar a misiones en las que el jugador asesina a Fidel Castro, así como a personajes ficticios que presentan asombrosos parecidos con Hugo Chávez y Qasem Soleimani, alimentando con una historia revisada a una generación de jóvenes que desconoce las realidades que sustentaron la Guerra Fría y la Guerra del Golfo.

Esto no es casual. Brian Bulatao, director administrativo de Activision Blizzard, la empresa que fabrica los juegos COD, trabajó anteriormente para la CIA y también fue subsecretario de Estado de Gestión del Gobierno de Donald Trump antes de incorporarse a la empresa. Frances Townsend, que fue consejera sénior de Activision Blizzard hasta septiembre de 2022, fue asesora de seguridad nacional de George Bush Jr. entre 2004 y 2008.

La última entrega de COD, Black Ops 6, está ambientada en 1991. Abarca la Guerra del Golfo, tiene como protagonista a Sadam Husein y encarna una historia en la que la CIA se ve infiltrada por agentes deshonestos. Sin dudas, otro ejemplo de historia revisionista y de exaltación del fervor nacionalista para animar a adolescentes impresionables a alistarse.

Hace cuarenta años, podías deleitarte con tu nacionalismo viendo a Rambo matar a los malvados comunistas y deseando poder ser como él. Ahora ya se puede. Puedes pilotear helicópteros de combate y derribar tanques con un mando de PlayStation. Y si eso te produce más ganas de las que pueden saciarte los videojuegos, hay una oficina de reclutamiento a la vuelta de la esquina.

Con el lanzamiento de COD: Black Ops 6, concretado el pasado 25 de octubre, muchos más se unirán a las distintas ramas de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos sin saber en qué se están metiendo. Algunos morirán en el servicio activo, otros matarán a los civiles a los que han deshumanizadoy otros volverán irremediablemente destrozados, todo porque les dijeron que alistarse en el ejército sería como jugar a su videojuego favorito.

 

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Publicado en Artículos, Estados Unidos, Guerra, homeIzq, Ideología, Imperialismo, Relaciones internacionales and tecnología

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