En el año en que se cumple el cincuentenario de la revolución portuguesa, la extrema derecha populista es la gran vencedora de las elecciones celebradas este 10 de marzo. Chega, el partido liderado por André Ventura e inspirado por Matteo Salvini, Marine Le Pen y el presidente de Vox, Santiago Abascal (que estuvo en Portugal para participar en la campaña), obtuvo más de un millón de votos y se consolidó como tercera fuerza en el mapa político portugués.
Portugal volvió a las urnas justo dos años después de los comicios que le dieron la mayoría absoluta al Partido Socialista (PS), gracias al apoyo de los partidos de izquierda, el Bloque de Izquierda (BE) y el Partido Comunista Portugués (PCP). El escándalo de corrupción que llevó a la dimisión del anterior primer ministro, António Costa, aún no fue investigado ni explicado, pero lo cierto es que, tras ocho años de gobierno, que incluyeron la era posterior a la austeridad, la pandemia del COVID-19, la guerra de Ucrania, la crisis de la inflación y varios escándalos menores dentro del propio gobierno, la imagen del partido estaba tan desgastada que le resultaba imposible soportar un escándalo más y menos uno supuestamente protagonizado por el propio Primer ministro. Así que el 7 de noviembre de 2023 cayó el gobierno y se convocaron elecciones anticipadas.
La tarea era difícil para el nuevo secretario general del PS, Pedro Nuno Santos, un político asociado durante muchos años al ala izquierda del partido, que fue elegido apenas dos meses antes de las elecciones. Por su parte, la centro derecha, representada en estas elecciones por la coalición Alianza Democrática (AD), formada por el Partido Socialdemócrata (PSD), el Partido Popular (CDS-PP) y el Partido Popular Monárquico (PPM), tenía margen para afirmarse como alternativa al PS.
Sin embargo, los resultados muestran una estrecha diferencia entre ambos: 28,9% de los fotos fueron para la AD, logrando ochenta diputados, y 28% para el PS, que obtuvo setenta y ocho diputados. En tercer lugar se sitúa Chega, con el 18,1% de los votos y cincuenta diputados electos; seguido por el partido liberal de derechas Iniciativa Liberal (IL), con el 4,9% y conservando sus ocho diputados. A continuación se ubicó el BE, con el 4,4%, conservando sus cinco diputados; la coalición PCP, con el 3,2% y cuatro diputados (perdió dos); el partido Livre, con el 3,2% y cuatro diputados; y el PAN, con el 1,9% de los votos y un diputado.
Un Parlamento dividido pero claramente a la derecha
Estas elecciones mantienen la presencia de los mismos partidos que entraron en la Asamblea en 2022. El gran cambio es la clara mayoría de la derecha: AD, IL y Chega obtuvieron más del 50% de los votos. En términos de escaños, los partidos de derechas obtuvieron al menos 135, muy por encima de los 116 necesarios para garantizar la mayoría absoluta.
Sin embargo, el líder de AD, Luís Montenegro, reiteró durante toda la campaña electoral que no llegaría a un acuerdo para formar gobierno con Chega. Esto desembocará en una crisis política o hará que Montenegro rompa sus promesas preelectorales entablando negociaciones con la extrema derecha. Pedro Nuno Santos (PS) también es claro: no formará parte de ningún gobierno de bloque de centro con AD. Ahora es difícil imaginar un gobierno estable en Portugal. El gobierno en minoría de AD asumirá el poder el 2 de abril, tras lo cual comenzarán las duras negociaciones, que probablemente se centrarán en los presupuestos del Estado.
La tasa de abstención más baja desde 1995
Uno de los datos más interesantes de estas elecciones fue el bajo índice de abstención (inferior al 34%), que supone un universo electoral más amplio y una mayor dispersión de los votos. Por ejemplo, el BE mantuvo el mismo porcentaje de voto respecto a 2022, aunque obtuvo unos treinta y cuatro mil votos más.
La baja abstención es parte de la explicación del crecimiento de Chega, que al enfocarse en la corrupción y proponer un programa económico profundamente neoliberal fue capaz de atraer a votantes desilusionados. El discurso antisistema, actualmente totalmente dominado por la extrema derecha, también llevó a muchos jóvenes a votar a este partido. Pero la postura de AD y Montenegro durante la campaña —de que nunca llegarán a un acuerdo de gobierno con Chega— también convirtió a este partido en depositario de votos de protesta.
Este es un hecho importante que puede explicar en parte el ascenso de la extrema derecha. En 2022, el líder del partido de centro-derecha PSD no había hecho la misma promesa. Esto llevó a la normalización del voto táctico del PS para asegurar que Chega no llegara al poder, garantizando al partido de centro-izquierda la mayoría absoluta y asegurando un resultado bajo para el PSD.
La cuestión migratoria
Chega también ganó dos de las cuatro bancas elegidos por los votantes en el extranjero. Se trata de un fenómeno nuevo, dado que un partido de fuera del centro-izquierda y la derecha nunca había podido elegir diputados fuera del país. Las cuestiones de la emigración se convirtieron en un tema central del debate político portugués en la última década: durante los años del memorándum de austeridad impuesto por la troika (el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea), el país vivió su mayor oleada de emigración, sólo comparable a la que tuvo lugar en los años 60 y 70 a causa de la pobreza, el fascismo y las guerras coloniales en las que se vio envuelto Portugal.
Al mismo tiempo, Portugal fue testigo de un aumento exponencial de la inmigración, tanto de inmigrantes de clase media-alta (muchos de los llamados nómadas digitales), como de clase trabajadora procedente de Brasil y de países del sudeste asiático. La tensión entre las dinámicas de la emigración y la inmigración fue oportunistamente explotada por la extrema derecha, un hecho que ayuda a explicar el voto emigrante.
El dilema de Pedro Nuno Santos
El nuevo secretario general del PS, aunque representó a la facción más izquierdista de su partido durante muchos años (de hecho, fue una figura central en el gobierno del PS con el apoyo del BE y el PCP), fue elegido sólo dos meses antes de las elecciones. Esta realidad creó un difícil dilema: por un lado, intentar mantener un lenguaje político más asertivo y radical, y por otro, no perder la estructura y el apoyo del partido que acababa de ganar. Este dilema generó una campaña confusa por parte del PS, que también reveló la compleja situación que la izquierda portuguesa tuvo que negociar.
Próxima parada: Elecciones europeas
Entre el 6 y el 9 de junio se celebrarán elecciones al Parlamento Europeo entre los estados miembros de la Unión Europea. Esto plantea un nuevo reto para la izquierda: dado que las posturas críticas con la UE han sido muy castigadas en las urnas, es probable que la izquierda responda a las elecciones adoptando posturas programáticas vacilantes en cuestiones relativas a la UE. Se trata de una posición especialmente peligrosa para un país como Portugal. Cualquier intento de reforzar la soberanía popular o de instituir una política industrial y un régimen de planificación sólo es posible a través de una confrontación con el bloque, una tarea difícil pero necesaria.
Además, en las elecciones europeas, Portugal suele registrar altos niveles de abstención y del llamado voto de protesta, una dinámica que podría reforzar a la extrema derecha en esta ocasión. Curiosamente, Chega, a diferencia de sus organizaciones hermanas en Europa, no tiene una posición crítica con la UE, lo que demuestra que, incluso para la extrema derecha portuguesa, la cuestión europea es muy difícil de navegar.
La izquierda a la izquierda del PS: entre la afirmación y el compromiso
Desde 2015, cuando tanto el BE como el PCP decidieron apoyar un gobierno del PS en el Parlamento, la izquierda portuguesa se encuentra en una posición difícil en la que ambos partidos fueron perdiendo lentamente influencia electoral. Las cosas llegaron a un punto crítico durante las elecciones de 2022, cuando ambos partidos decidieron dejar de apoyar al gobierno del PS elegido en 2019, forzando unas elecciones anticipadas en las que el BE y el PCP fueron castigados por el electorado por dos razones fundamentalmente diferentes. Por un lado, los votantes se mostraron disconformes con su apoyo a un Gobierno que no estuvo a la altura de las expectativas que creó y, por otro, también se opusieron a su papel en el debilitamiento de ese mismo Gobierno y en la precipitación de una crisis política.
Las elecciones del 10 de marzo confirmaron esta tendencia, aunque el Bloque haya obtenido más votos que en 2022. La izquierda sigue atrapada entre afirmarse y transigir con el PS para impedir el crecimiento de la extrema derecha. La campaña de los dos partidos demuestra esta misma tensión. Tanto el BE como el PCP consiguieron introducir en el debate político las cuestiones de los derechos laborales, el servicio nacional de salud, la educación pública y la brutal crisis de la vivienda en Portugal, sin embargo, la táctica de las campañas fue afirmar su total disposición a negociar un gobierno con el PS. El partido Livre comparte el mismo planteamiento.
La izquierda debe emprender un proceso de seria reflexión estratégica para revertir su propio declive. Esto implicará reforzar la organización de base para combatir el miedo, la inseguridad y el descontento que inflaman a la extrema derecha.
En el año en que celebramos el cincuentenario de la Revolución de los Claveles, necesitamos esta fuerza y organización más que nunca.