Un segundo mandato de Donald Trump podría fortalecer a la extrema derecha organizada mucho más que el primero. Aunque todavía carece de la capacidad para controlar plenamente el aparato estatal, tiene margen para convertirse en una amenaza peligrosa.
Artículos etiquetados como extrema derecha
Marine Le Pen y Giorgia Meloni representan un nuevo modelo de marketing político de extrema derecha: pintan al neoliberalismo occidental como un faro de empoderamiento femenino, afirmando que defienden los derechos de las mujeres. Pero omiten que esos derechos solo son válidos para una minoría.
Sobre el estado de situación y las tareas de la izquierda revolucionaria.
La reelección de Donald Trump es horrible, pero regodearse en la desgracia solo beneficia su agenda de extrema derecha (y corre el riesgo de desperdiciar las muchas oportunidades que realmente existen para detener lo peor de sus planes).
La victoria de Trump fue posible porque supo apoyarse en las ansiedades de la clase trabajadora estadounidense sobre el declive económico. Y a menos que el programa económico de la izquierda sea igual de fuerte, seguirá dejando campo abierto para el avance de la derecha.
En respuesta a la amenaza de Donald Trump, los demócratas desempolvaron la retórica apocalíptica del fascismo inminente. Esto es, sobre todo, un intento de desresponsabilización.
Campaña tras campaña, políticos de todas las tendencias y de todos los países del mundo se presentan a sí mismos como defensores de la democracia. Pero lo que en realidad defienden es un sistema que permite tanta coparticipación como los ricos puedan soportar.
La derrota de la izquierda brasileña tiene raíces profundas que van más allá de la «guerra cultural» o las políticas «identitarias». La extrema derecha ha capitalizado el desencanto y movilizado fuerzas, mientras la izquierda permanece en silencio o capitula ante la presión.
No se puede entender el antifascismo si no se entiende el fascismo, tanto en sus formas contemporáneas como en las históricas.