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Una vista general durante la proyección especial de Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutant Mayhem en BFI Southbank el 30 de julio de 2023 en Londres, Inglaterra. (Antony Jones / Getty Images para Paramount Pictures Reino Unido)

Cuando la derecha intentó cancelar a las Tortugas Ninja

Traducción: Florencia Oroz

En los años 80 y 90, sucesivos pánicos morales ante el vandalismo y la violencia en la televisión británica culminaron en una campaña de la derecha contra un peligroso fenómeno social: las Tortugas Ninja.

Una afirmación muy repetida hoy en día por la derecha es que la izquierda es responsable por la generalización de una «cultura de la cancelación» en la que las personas, las empresas y las obras creativas corren el riesgo de ser consideradas fuera de lugar si transgreden los límites de cierta conciencia sobre las injusticias sociales. Pero lo cierto es que la política de la «cancelación» —ya sea de películas, programas de televisión, libros o actuaciones musicales— ha sido durante mucho tiempo una tradición de la derecha conservadora a ambos lados del Atlántico.

Uno de los ejemplos más insólitos de esto fue el pánico moral que a fines de los años ochenta recorrió el Reino Unido contra los ninjas y las armas de artes marciales, que hizo que, cuando las Tortugas Ninja Mutantes Adolescentes aparecieron por primera vez en el Reino Unido en 1990, fueran rebautizadas como las Tortugas Héroes Mutantes Adolescentes. Olvidado por muchos, los que fueron niños en esa época lo recuerdan bien.

Uno de los ejemplos más insólitos de esto es el pánico moral de finales de los ochenta a los ninjas y las armas de artes marciales, que hizo que, cuando las Tortugas Ninja aparecieron por primera vez en el Reino Unido en 1990, fueran rebautizadas como las «Teenage Mutant Hero Turtles», suprimiendo el calificativo «ninja». Olvidado por muchos, quienes fueron niños en esa época lo recuerdan bien.

Para explicar cómo fue que el Reino Unido acabó con las Tortugas Ninja es necesario atender a la preocupación por la representación de la violencia en el cine y la televisión en la década de 1980 y la agenda de «ley y orden» del gobierno conservador de Margaret Thatcher. El pánico moral a las artes marciales violentas y su representación en el cine fue precedido por el pánico moral a las películas de terror extremo (principalmente de Estados Unidos e Italia) disponibles en vídeo doméstico, conocidas como «video nasties». Con la Ley de Grabaciones de Vídeo de 1984 se prohibieron muchas películas «infames», como Driller Killer, The Last House on the Left y The Evil Dead.

La BBFC también se preocupó durante mucho tiempo por la violencia de las películas de artes marciales de Hong Kong y Japón, en particular las que utilizaban armas como nunchakus, shuriken (estrellas ninja) y espadas samurái. Por ejemplo, cuando se reestrenó Enter the Dragon de Bruce Lee en 1979, el secretario de la BBFC, James Ferman, pidió que se eliminaran todas las escenas con nunchakus. Se trataba de un problema espinoso, ya que una imagen de Lee con nunchakus adornaba los carteles promocionales de la película.

A raíz del fenómeno de los «video nasty» se renovó la preocupación por las armas de estilo ninja y su representación en el cine, la televisión y los libros. A mediados de la década de 1980 surgió la preocupación por la venta de armas de estilo ninja en tiendas de artes marciales y por correo, que aparecían en catálogos y en las últimas páginas de las revistas. Se afirmaba que la gente utilizaba estrellas arrojadizas en los campos de fútbol, lo que se unió a otro pánico moral sobre el vandalismo en el fútbol en la década de 1980.

En 1986, la Comisión de Artes Marciales del Reino Unido, en colaboración con el gobierno, publicó nuevas directrices para los comerciantes de equipos de artes marciales que refrendaban que las armas no debían venderse a menores. Estas directrices fueron cuestionadas en el parlamento a lo largo de 1986 y 1987, con diputados de ambos lados de la Cámara preguntando si eran necesarias nuevas leyes para evitar que los niños se hicieran con estas «armas de artes marciales potencialmente peligrosas». Por ejemplo, el diputado laborista Tony Banks afirmó que un niño de ocho años de Newham había comprado «un dispositivo llamado Ninja’s Claw (garra de ninja) que es, de hecho, un puñal con púas».

En las elecciones de 1987, los conservadores prometían en su programa electoral «reforzar la legislación relativa a la venta y posesión de armas ofensivas». En noviembre de 1987, el diputado conservador John Patten elogió al ministro del Interior, Douglas Hurd, por no dudar en «prohibir la venta de armas aborrecibles como estrellas de la muerte, garras de mano y aparatos similares de la enfermiza cultura de la supervivencia y las costas más salvajes del mundo de las artes marciales» si se aprobaba la legislación.

Al año siguiente, la Orden de 1988 sobre la Ley de Justicia Penal (Armas Ofensivas) establecía catorce armas de estilo ninja prohibidas, entre las que se incluían nudilleras, espadachines, garras de mano, kubotanes huecos, garras de pie, shurikens, cerbatanas, kusari gamas, kyosketsu shoges y kusaris. Curiosamente, a pesar de la fascinación de los medios de comunicación por los nunchakus, la nueva legislación no las prohibía explícitamente.

Pero la prohibición de la venta de estas armas fue solo una parte del pánico moral que despertaron los ninjas y las artes marciales en la Gran Bretaña de la era Thatcher, donde los medios de comunicación y los políticos expresaron su preocupación por la representación de los ninjas en el cine, la televisión y los libros, así como por la venta de juguetes que imitaban estas armas.

En 1986, el Daily Telegraph titulaba « La fiebre por las armas letales ninja preocupa a los parlamentarios» y hablaba de una moda por las armas mortales cultivada por programas de televisión como The Masters y películas como Shogun, Nine Deaths of the Ninja y Ninja Warrior. En la Cámara de los Lores, Jack Simon expresó su preocupación por «los juguetes de estilo ninja, que se comercializan como adecuados para niños a partir de tres años», incluidas «imitaciones de chigiriki y estrellas de la muerte hechas de arroz» que, «cuando se utilizan o adaptan, pueden convertirse en un arma ofensiva».

A raíz de la polémica de los «video nasties» de principios de los 80, y en medio de este pánico moral por las armas de estilo ninja en las calles, tanto la BBC como la BBFC hicieron importantes declaraciones sobre su desagrado por los programas de televisión y las películas que mostraban escenas violentas con artes marciales o ninjas. En 1986, la BBC declaró que las técnicas de artes marciales «solo deberían incluirse con extremo cuidado» como parte de las nuevas directrices sobre la representación de la violencia. Los informes anuales muestran que la BBFC tenía un planteamiento similar, con «una política estricta sobre la demostración de equipos de artes marciales chinas» que exigía que «las escenas en las que aparecieran tales dispositivos se cortaran».

En 1986 la BBFC anunció que «acogería con satisfacción las medidas del nuevo parlamento para controlar la venta de muchas de las armas peligrosas que se muestran en el entretenimiento violento». Al año siguiente, la BBFC declaró que, a raíz de la nueva legislación sobre armamento peligroso, «las representaciones en pantalla de este tipo de armas se tratan con mayor precaución».

La preocupación por la exaltación de las armas de artes marciales y el pánico moral por la «moda ninja» llevaron a que el programa de dibujos animados Teenage Mutant Ninja Turtles (Tortugas Ninja en Hispanoamérica) pasara a llamarse Teenage Mutant Hero Turtles cuando se estrenó en la BBC 1 en enero de 1990. La mayoría de los comentarios de los medios de comunicación a lo largo del año giraron en torno a la «Turtlemanía» y los productos que se vendían a los niños, pero algunos periódicos advirtieron de la mala influencia que las Hero Turtles estaban teniendo en los niños británicos.

El Daily Mail publicó la historia de un niño de cuatro años que «estuvo a punto de morir desangrado tras dar una patada de kárate a una puerta de cristal mientras imitaba a sus héroes televisivos de las Tortugas Ninja». En el Daily Telegraph, Victoria Mather afirmaba que «se ha rescatado a niños de las alcantarillas en busca de sus héroes escamosos o de la rata y el parche de radiación necesarios para convertirse en guerreros impulsados por pizzas».

El Daily Express informaba de que el Ejecutivo de Salud y Seguridad del gobierno había emitido «una advertencia nacional a los niños sobre los peligros de imitar a las Tortugas Ninja» a partir de la generalización de niños que jugaban en las alcantarillas. El mismo periódico publicó también un artículo en el que advertía a los niños de que no se dieran atracones de pizza como las Tortugas, citando a un médico que decía: «Comer comida basura va a convertir a los niños en ecos agresivos de las tortugas».

Tras el éxito de la serie de televisión, la película de las Tortugas se estrenó en Gran Bretaña en las Navidades de 1990. A diferencia de los dibujos animados de la BBC, la película conservó el nombre original, pero, según la BBFC, fue «despojada de todas las escenas que mostraran armas ninja en acción y de todos los atisbos, salvo los más subliminales, de armas en reposo».

James Ferman, que seguía al frente de la BBFC, pidió que se hicieran recortes significativos en la película, lo que, según informó The Guardian, provocó un «animado debate» entre los examinadores de cine de la Junta. Uno de ellos afirmó que sus sobrinos sentían que «la película había quedado arruinada» por los recortes. Este tipo de supresiones también repercutieron en la secuela de TMNT, «The Secret of the Ooze», en cuyo estreno en el Reino Unido se eliminaron escenas de Miguel Ángel utilizando salchichas al estilo nunchaku. Pero la «Turtlemanía» se había desvanecido para la segunda película (sustituida por Los Simpson como la nueva moda, que establecía un nuevo pánico moral a la vulgaridad).

Ahora puede parecer pintoresco, pero el pánico moral a los ninjas era muy real en Gran Bretaña a finales de los ochenta. Se trataba en parte de una respuesta de «ley y orden» a las denuncias de gamberrismo y violencia callejera con armas de estilo ninja, pero también de una campaña conservadora contra una supuesta influencia corruptora en los niños, derivada de la controversia de los «video nasties» a principios de la década.

1990, recordado por muchos en Gran Bretaña como el año del Poll Tax Riot y de Inglaterra en el Mundial de Italia 90, también ocupa un lugar en la memoria popular de la gente de entre 30 y 40 años como una época en la que los medios de comunicación y los políticos creían que los niños británicos eran propensos a imitar el comportamiento de tortugas mutantes imaginarias y que, por medio de la legislación y una fuerte dosis de censura, buscaron evitar que lo hicieran.

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