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Jan van Aken, líder del partido Die Linke; Ines Schwerdtner; Heidi Reichinnek; y Gregor Gysi, candidato directo en Berlín, se presentan en Berlín el 21 de febrero de 2025 bajo la consigna «Todos quieren gobernar, nosotros queremos cambiar». (Carsten Koall / dpa / picture alliance vía Getty Images)

El resurgimiento de Die Linke desde adentro

Tras años de declive y luchas internas, el partido alemán de izquierda está encontrando una nueva vida. Grace Blakeley habla con los organizadores del sorprendente crecimiento de Die Linke.

«Creo que una de las razones por las que las narrativas de extrema derecha tienen tanto éxito es que nos falta comunidad, especialmente en grandes ciudades como Berlín», dice Anne, que se hizo miembro de Die Linke, el partido de izquierda de Alemania, hace cuatro semanas. «Creo que si queremos que esto siga adelante, tenemos que implicarnos más en nuestras comunidades. Y yo tengo muchas ganas de participar y de que este cambio continúe».

Anne resume un cambio estratégico que se está produciendo en toda la izquierda europea. Los partidos de izquierda de todo el continente, desde el Partido de los Trabajadores de Bélgica (PTB) hasta el Partido Comunista de Austria, se dieron cuenta de que solo pueden sobrevivir si se vuelven parte de las comunidades a las que intentan representar.

Los partidos de extrema derecha tuvieron un éxito asombroso al integrarse a las comunidades de clase trabajadora de toda Europa. Al hacerlo, desplazaron a los partidos de izquierda que tradicionalmente dominaban esas zonas, especialmente en las grandes ciudades.

Las razones del éxito de la extrema derecha son claras. En toda Europa, el nivel de vida disminuyó gracias a una clase política corrupta y egoísta, más preocupada por complacer a los mercados financieros que por satisfacer las necesidades de los trabajadores. La extrema derecha respondió con un mensaje simple y convincente: los inmigrantes son los responsables del empobrecimiento.

Los líderes de izquierda como Peter Mertens, secretario general del PTB, vieron que su partido necesitaba transformarse para sobrevivir. Se enfrentó a la presión de ceder a los discursos de la extrema derecha sobre la inmigración, al tiempo que proponía políticas económicas de izquierda. Pero sabía que elegir este camino solo aceleraría el declive del partido.

«La gente puede oler si eres honesto», me dijo Mertens cuando lo entrevisté el año pasado. «Tienes que vivir allí, tienes que estar allí, en los bares, en los lugares de trabajo… Estamos convencidos de que la clase trabajadora es nuestra. Tenemos que echar a los fascistas de nuestras comunidades».

Mertens vio que no se puede convencer a la gente de que uno está de su lado diciéndoles lo que crees que quieren oír. Hay que escucharlos, hablar con ellos y ser sincero sobre lo que uno defiende. Ese tipo de autenticidad es la única forma de ganarse realmente el respeto de la gente. Es lo único que mantendrá viva la izquierda.

Mertens ha estado asesorando a Ines Schwerdtner, colíder de Die Linke, en el período previo a las elecciones del 23 de febrero. Sus huellas digitales están por toda la estrategia del partido, que vio aumentar sus escaños en el Bundestag de treinta y nueve a sesenta y cuatro.

Pero sigue habiendo desacuerdos sobre lo que explica este éxito del partido. Y sus líderes se enfrentan a una inmensa presión generalizada en cuanto a su futura dirección. Una cosa está clara: si la izquierda quiere ganar, debe recuperar la confianza entre las comunidades de clase trabajadora que se sienten tentadas por la extrema derecha.

Socialismo para algunos

Cuando hablé en la conferencia de la Fundación Rosa Luxemburgo en Berlín el pasado noviembre, el ambiente era sombrío. La izquierda alemana pasó los últimos años enzarzada en amargas y conflictivas discusiones sobre temas como Palestina, Ucrania, la migración y la política energética.

A principios de 2024, Sahra Wagenknecht se separó de Die Linke para formar la humildemente llamada Alianza Sahra Wagenknecht (BSW). La BSW cedió a los argumentos de la derecha sobre la migración, al tiempo que proponía políticas económicas progresistas.

Die Linke todavía se estaba recuperando de la escisión cuando Olaf Scholz anunció las elecciones en noviembre del año pasado. Casi todas las personas con las que hablé en Berlín estaban convencidas de que el partido no alcanzaría el umbral del 5 % necesario para entrar en el Bundestag.

Die Linke se vio obligada a hacerse la misma pregunta que los partidos de izquierda de toda Europa: ¿tenemos que atacar a los inmigrantes para ganar apoyo en las comunidades de clase trabajadora?

A lo largo de la historia, los socialistas y los sindicalistas aprendieron que culpar a las minorías solo fortalece a la derecha.

Los socialdemócratas neerlandeses, por ejemplo, inicialmente ganaron apoyo popular con una plataforma antiinmigración, solo para ver, impotentes, cómo sus votantes se inclinaban hacia partidos de extrema derecha, que se dedicaron incansablemente a atacarlos.

Los partidos de izquierda pueden tratar de adoptar una plataforma similar donde no exista un partido de extrema derecha o este sea completamente ineficaz, como en Dinamarca. Pero en el largo plazo es probable que esta estrategia produzca los mismos resultados que en los Países Bajos.

El problema es que la gente simplemente no se deja convencer por los argumentos de la izquierda sobre la economía si se culpa a los inmigrantes de la pobreza y la desigualdad. Esta es precisamente la razón por la que las personas más ricas y poderosas del planeta, desde Elon Musk hasta los hermanos Koch, dedican tanto tiempo a intentar convertir a los migrantes en chivos expiatorios.

Por suerte, la izquierda alemana no cayó en esta trampa. Schwerdtner, junto con Heidi Reichinnek, líder del partido en el Bundestag, se opuso firmemente a ceder ante la derecha en materia de migración.

Schwerdtner está siendo asesorado por Mertens, del PTB, y Reichinnek fue noticia durante la campaña con un apasionado discurso en el Bundestag, en el que arremetió contra la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU) por trabajar con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) para tomar medidas enérgicas contra los solicitantes de asilo. El discurso se hizo viral en las redes sociales y provocó una espectacular afluencia de nuevos miembros.

«Creo que es el discurso político más visto en las redes sociales de la historia de la política alemana», dijo Martin Niese, uno de los estrategas del partido. «Heidi fue la única que expresó la rabia de la gente».

Gracias al discurso de Reichinnek y a una gran estrategia en las redes sociales, Die Linke se ganó el apoyo de votantes que abandonaron otros partidos nominalmente progresistas, como los socialdemócratas y los verdes.

Pero el éxito del partido se debe a mucho más que a ganar votantes de otros partidos socialmente progresistas. Para comprender realmente el éxito de Die Linke en estas elecciones, hay que fijarse en las campañas locales en las que a la izquierda le fue bien, de la misma manera que no se puede entender la suerte de la izquierda en el Reino Unido sin fijarse en las campañas en lugares como Islington y Bristol.

Hablé con candidatos, funcionarios del partido y activistas de toda Alemania, y el mensaje desde los territorios fue claro: si la izquierda quiere vencer a la extrema derecha, tiene que llegar a la gente en sus comunidades.

Ganar la guerra en los territorios

«Una buena campaña tiene tres partes», dice Martin Neise, candidato directo de Die Linke en Berlín. «Tienes una agenda política, un “juego aéreo” —medios, relaciones públicas, políticos carismáticos— y luego tienes un “juego de campo”, en los territorios».

Desde las elecciones, la mayor parte de la cobertura mediática se centró en el juego aéreo de Die Linke: su estrategia en redes sociales y el discurso de Reichinnek en el Bundestag. También se comentó el éxito de la Mission Silver Locks [Misión Cabellos Canosos], una referencia irónica a los veteranos del partido que asumieron un papel destacado en la campaña junto con la nueva dirigencia.

Menos comentados, pero posiblemente más importantes, fueron los esfuerzos del partido por recuperar la confianza de las comunidades de clase trabajadora. Para desarrollar su agenda política, Die Linke se basó en el libro de jugadas del PTB y le preguntó a la gente qué es lo que realmente quería de sus políticos.

«El PTB tenía un cuestionario que entregaba a los votantes, en el que les preguntaba cuáles eran sus principales prioridades, así que lo copiamos», dijo Neise. «Sabíamos que teníamos que llamar a 100.000 puertas y preguntarle a la gente: “¿Qué podría cambiar tu vida para mejor?”. Luego decidiríamos dos o tres temas principales para las elecciones y haríamos campaña sobre ellos».

En el pasado, el partido había sido acusado de intentar vender una «lista interminable» de políticas, por lo que esta vez sabían que sería clave un mensaje conciso y coherente.

«Dijimos: “Nos vamos a centrar en dos, máximo tres temas: el alquiler, el empleo y los impuestos a los ricos. Solo vamos a hablar de eso”. Y por primera vez en creo que diez años, nos ceñimos a ello».

Las otras vertientes de esta estrategia consistían en minimizar el enfoque sobre las cuestiones que vinieron dividiendo a la izquierda hasta el momento.

«No dijimos “fronteras abiertas”; lo que dijimos fue: “Defenderemos el derecho de asilo”. Hablamos de cómo los migrantes y refugiados son nuestros vecinos, nuestros colegas, nuestros amigos, y deberían poder construir una vida aquí, como nosotros».

Die Linke también se dio cuenta de que tenían que desarrollar un juego de campo realmente fuerte si quería ganar los escaños que habían definido como prioridad, al igual que los Verdes y la izquierda independiente en el Reino Unido en 2024.

«Hacer campaña puerta a puerta es una innovación muy nueva en la política alemana», dijo Loren Balhorn, editor de Jacobin Alemania y miembro de Die Linke. «No es algo que haga la mayoría de los partidos. Fuimos el único partido que fue realmente visible en las calles, llamando a las puertas de la gente y preguntando cuáles son sus problemas».

En algunos distritos, como Neukölln, donde ganó Ferat Koçak, esto es lo que realmente llevó al partido a la cima.

«La estrategia de llamar a las puertas realmente le permitió al partido concentrar sus fuerzas en unos pocos distritos clave. Esto marcó la diferencia para campañas como la de Ferat. Creo que duplicó con creces el resultado de la elección anterior», dice Balhorn.

Hablé con Ferat, una de las estrellas emergentes de la izquierda alemana, sobre su campaña de asombroso éxito.

«Cuando hablamos con la gente en la calle, lo principal que decían era: “Quiero que la política sea diferente”, así que usamos eso como nuestro eslogan», me dijo Koçak. «Sabíamos que teníamos que hablar con personas que realmente se ven afectadas por los problemas sociales de los que estamos hablando. Necesitábamos involucrarnos con la gente más allá de la campaña, generar confianza y tratar los temas que les preocupan».

«Cuando le preguntamos a la gente en la calle qué cambiarían de la política, muchos dijeron: “deshacerse de los inmigrantes”. Pero no nos detuvimos ahí y seguimos adelante, seguimos preguntando para averiguar por qué la gente se sentía así».

«Al final de cada conversación, siempre se trataba de problemas sociales o económicos: la gente no puede pagar el alquiler o el club de fútbol de sus hijos. Lo que realmente les preocupa es el declive de sus comunidades».

Al final de estas conversaciones, Koçak me dijo que la mayoría de los votantes aceptaron apoyar su campaña, aunque al principio se mostraban escépticos.

«La campaña puerta a puerta es una campaña antifascista porque puedes luchar directamente contra los discursos racistas. Puedes ver cómo la gente cambia de opinión», explicó.

Amabilidad revolucionaria

Para Koçak, que está profundamente arraigado en la comunidad a la que representa, generar confianza significaba algo más que charlar con la gente a las puertas de sus casas.

«Una vez que empezamos a llamar a las puertas, nos dimos cuenta de que teníamos que mantener estas conversaciones. Así que invitamos a la gente a una reunión de barrio en la que podían contarnos sus problemas, por ejemplo, con sus caseros, y conectar con otros inquilinos para organizarse».

Koçak tiene previsto continuar con las reuniones de barrio cuando entre en funciones, para asegurarse de que sigue rindiendo cuentas a sus electores. También tiene previsto limitar su salario y donar el resto a organizaciones políticas y benéficas que trabajan en la comunidad.

A nivel nacional, los líderes de Die Linke también se dieron cuenta de que necesitaban demostrarle a la gente que el partido realmente estaba ahí para ellos en términos materiales.

«El partido lanzó dos aplicaciones, una para comprobar las facturas de calefacción y otra para comprobar los niveles de alquiler», me dijo Balhorn. «Podías escanear y enviar tu factura de calefacción y un voluntario del partido la revisaría y te diría si te están cobrando de más. Y así se determinó que una cuarta parte de las facturas enviadas estaban sobrecargadas. La aplicación de alquiler te permitía comparar tu alquiler con la media local y ver si infringía o no las normas de alquiler».

El impacto de estas intervenciones en algunas campañas locales, por no hablar de las vidas de miles de personas, fue significativo.

«Ines puso mucho énfasis en estas cosas», dijo Neise. «En Múnich, enviaron una carta diciendo “esta factura de alquiler es incorrecta” y creo que consiguieron que una empresa inmobiliaria devolviera unos 500.000 euros a los inquilinos. Hemos estado dando asesoramiento legal a la gente de los barrios, abriendo oficinas donde la gente podía acudir con sus problemas».

«Estas formas tan sencillas y concretas de ayudar a los votantes, creo que tuvieron un impacto realmente significativo», me dijo Balhorn. «Ayudó a cambiar la narrativa en torno al partido, de una fuerza política deprimente y gastada a un partido que busca ayudar a la gente trabajadora en su vida cotidiana».

Otra parte fundamental de esta estrategia fue la elección de los candidatos adecuados.

«Si la izquierda quiere ganar, debe elegir candidatos con los que la gente pueda identificarse», dijo Koçak. «Estudié economía, pero cuando hablo con la gente en la calle no hablo como economista. Hablo como lo haría con mi primo. El lenguaje que usamos es muy importante. Tenemos que demostrar que la política no es solo para gente con traje».

«Por ejemplo, uno de los diputados que va a entrar en el Bundestag es un trabajador sanitario. La forma de ganar es eligiendo a personas que son los vecinos de los votantes».

La idea de que la izquierda debe encontrarse con la gente en los lugares donde se encuentra, hablar de sus preocupaciones y ofrecerles algo tangible suena bastante simple. Pero en la práctica realmente es muy difícil de llevar a cabo.

«Mi advertencia sería que esta estrategia puerta a puerta no es reproducible», me dijo Balhorn. «Francamente, toda la izquierda berlinesa se unió para ayudar en algunas campañas. Pero creo que este tipo de enfoque de construcción de bases y organización comunitaria seguirá extendiéndose por todo el partido, al menos en los lugares donde sea posible».

Cuando hablé con Neise, acababa de salir de una reunión para decidir cómo iba a involucrar el partido a todos sus nuevos miembros, para seguir ganando impulso en los territorios.

«Entre el quince y el veinte por ciento de los miembros del partido lo son desde hace menos de dos años, y creo que alrededor de un tercio o el cuarenta por ciento lo son desde hace menos de tres», dijo Neise. «Así que ahora tenemos un partido que tiene que reconstruirse de nuevo; tiene que encontrar un alma nueva».

¿Cómo será y qué sentirá esta nueva alma?

«Ines siempre habla de construir una cultura de amabilidad revolucionaria hacia nuestra clase y nuestra gente», dice Neise. «Tenemos que establecer este tipo de cultura. Tenemos que intentar recuperar la esperanza y la confianza, no solo para nosotros mismos sino también para los votantes».

Cuando hablé con activistas como Anne, parecía que esta estrategia estaba empezando a funcionar.

«Me sentí muy bien acogida por el partido. Y toda la experiencia fue genial porque sientes que realmente estás contribuyendo a cambiar las cosas para mejor».

Otro activista con el que hablé destacó los sentimientos de esperanza y optimismo que obtuvo al participar en la campaña: «En mi tiempo en la educación, en mi trabajo sindical y en las calles, siempre me siento dividido entre un espíritu de optimismo y la fatiga constante de las arduas batallas que enfrentamos. Una victoria como la de ayer hace que el péndulo se incline hacia el optimismo. Llamamos a muchas puertas, pero valió la pena».

Die Linke seguirá enfrentándose a una enorme batalla cuesta arriba. Después de todo, la AfD de extrema derecha obtuvo el 20 por ciento de los votos.

La llamada de atención del BSW puede ser tentadora, pero ceder en materia de migración solo fortalecerá a la extrema derecha. Hablar con la gente, conocer sus preocupaciones y construir poder en las comunidades puede ser un trabajo mucho más difícil, pero es la única forma en que la izquierda puede ganar a largo plazo.

 

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