En una protesta bajo la lluvia frente a la oficina del senador demócrata Chuck Schumer en el centro de Manhattan a principios de febrero, los cánticos de los manifestantes no dejaban lugar a dudas sobre sus objetivos: «Elon Musk tiene que irse». Organizada por Indivisible, un grupo de voluntarios demócratas progresistas que forma parte de un esfuerzo nacional más amplio para presionar a los senadores (especialmente a los demócratas) para que hagan más para detener a Musk. A fin de cuentas, se trata no solo de un multimillonario que no fue electo, sino de una interferencia no autorizada en las operaciones del gobierno que probablemente no tenga precedentes para un ciudadano privado cuyo trabajo específico en la administración nunca ha sido aprobado por el Congreso.
Tras un inquietante silencio durante las primeras semanas de la segunda administración Trump, algo parecido a la resistencia parece estar volviendo lentamente a la vida. Y aunque estamos en sus primeros días, el esfuerzo parece más centrado y políticamente maduro, más informado por la comprensión de que la oligarquía es el principal enemigo del pueblo estadounidense. Afortunadamente, se acabaron los insultos infantiles (¿recuerdan «Hombre naranja» y «Drumpf»?) y las paranoicas teorías conspirativas antirrusas.
Este repudio, aunque hasta ahora de menor escala que en este mismo momento durante el primer mandato de Donald Trump, ha sido dirigido y astuto al llamar la atención sobre los peores nombramientos de la administración y su enfoque en la figura de Elon Musk. Los lectores de Jacobin probablemente pongan los ojos en blanco ante grupos liberales como Indivisible, pero son ellos los que están haciendo el trabajo de la oposición en este momento. Y no están dejando a los demócratas fuera de juego.
«Chuck Schumer, ten agallas», amenazaron los manifestantes de Midtown. «No votaremos por ti la próxima vez». Como señalaba uno de los carteles de la protesta de Midtown, «Nadie votó por Musk», y no es popular. Las encuestas demócratas, incluso antes de sus recientes payasadas, revelaron que más de la mitad de la población lo ve con malos ojos. Ese sentimiento anti-Musk está creciendo y no se limita a los fervientes espectadores de MSNBC.
A veces, incluso los propios partidarios del movimiento trumpista se han resentido por la condescendencia reflejada en sus comentarios sobre inmigración, en los que insinuaba que los trabajadores estadounidenses no eran lo suficientemente buenos para que las empresas tecnológicas «siguieran ganando» sin las visas H-1B e invitaba a cualquiera que no estuviera de acuerdo con él a «que se joda». Sus incursiones en el gobierno también preocupan a muchos republicanos. Justo después de la elección de Trump, el 47% de los republicanos quería que Musk tuviera «mucha» influencia en la Casa Blanca de Trump; según una encuesta reciente, ese número se ha reducido al 26%.

En tanto el hombre más rico del mundo logró acceder al gobierno de Estados Unidos sin ningún tipo de consentimiento por parte de la población, debemos reconocer la situación como una guerra de clases desde arriba y contraatacar. Su proyecto visible y concertado de destruir el Estado mientras ignora los controles legales y democráticos básicos sobre su poder es un insulto descarado al país. Luchar contra Musk y sacarlo del gobierno debería ser una prioridad máxima para todos los ciudadanos y organizaciones de centroizquierda en Estados Unidos en este momento.
Indivisible ha sido el grupo nacional más organizado. Pero igualmente cruciales son los trabajadores federales que han estado compartiendo información con el público, reuniéndose para llamar la atención sobre abusos como el acceso no autorizado de Musk a los datos del Departamento del Tesoro, haciendo piquetes y, a veces, impidiendo que los secuaces de Musk entren en los edificios.
Otros sindicatos se centraron, con razón, en la abrupta inhabilitación de la Junta Nacional de Relaciones Laborales por parte de Trump. Pero están empezando a responder a la situación en general. La AFL-CIO ha creado el «Departamento de Personas que Trabajan para Ganarse la Vida», una respuesta organizada al «Departamento de Eficiencia Gubernamental» de Musk.
El movimiento obrero tiene razón en actuar rápidamente en este sentido, y todos los socialistas deberían unirse, sean o no miembros de sindicatos. La llegada de Musk es un asalto generalizado a la clase trabajadora y a cualquiera que no sea multimillonario. El hecho mismo de que su asunción pueda ocurrir muestra hasta qué punto el sistema ha sido capturado por la clase capitalista y es un punto de ataque potencialmente fructífero contra un presidente que está tratando de presentarse a sí mismo y a su partido como una fuerza que lucha por los trabajadores.
Inicialmente, el tambaleo de la dirección nacional demócrata fue notable (aunque algunas figuras de la izquierda, como la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, han estado liderando desde el principio). A pesar de la presión, incluso por parte de los gobernadores demócratas, para que hiciera más para resistir, Schumer hizo declaraciones desconcertantemente débiles: «Estamos eligiendo las luchas más importantes y nos estamos tendiendo en las vías del tren para esas luchas», una estrategia que yo llamo el enfoque Anna Karenina de la política (en referencia al desafortunado personaje de León Tolstói que, alerta spoiler, no sobrevive a dicha jugada). Y la mayoría de los nominados de Trump estaban siendo aprobados con apoyo bipartidista.
Pero las protestas de Indivisible y de los trabajadores federales parecen estar ayudando a los demócratas a encontrar su equilibrio. Han presentado demandas para detener a Musk. A principios de mes, incluso Schumer declaró que los demócratas deberían oponerse a todos los nombramientos de Trump. Los demócratas también se han estado manifestando frente a las oficinas pertinentes, y algunos han mostrado públicamente el alcance del golpe de Musk exigiendo entrar en los edificios gubernamentales que ha tomado.
El senador Ed Markey, autor del proyecto de Green New Deal junto con Alexandria Ocasio-Cortez en 2019, fue a la Agencia de Protección Ambiental, donde mil empleados recibieron una carta amenazante sugiriendo que podrían ser despedidos, para exigir una reunión con los secuaces de Musk. El senador en funciones fue rechazado y ha hecho fuertes declaraciones públicas: «Nada de seguir como siempre. Nada de votos para los nominados. Nada de congelación de fondos ilegales. Ningún trabajador abandonado».
El viernes, el congresista Maxwell Frost y varias docenas de otros miembros del Congreso intentaron entrar en el Departamento de Educación y también se lo impidieron agentes federales armados. Frost escribió en una carta a sus seguidores ese día: «No voy a aguantar esta mierda fascista, y ustedes tampoco deberían». Estos enfrentamientos muestran la seriedad de los funcionarios electos, sobre todo si se sostienen en el tiempo. Pueden interrumpir y obstaculizar el trabajo de Musk y sus muchachos, al tiempo que exponen la naturaleza antidemocrática y las intenciones turbias de su «Departamento de Eficiencia Gubernamental». Después de todo, ¿qué está ocultando Musk?
Es bueno que la resistencia sea más disciplinada y centrada esta vez, porque esta administración Trump ya es mucho peor que la anterior. Musk está impidiendo la entrada de funcionarios electos y empleados a edificios federales. Está interfiriendo en la distribución de fondos federales en innumerables áreas, incluyendo fondos federales para organizaciones luteranas que prestan servicios a los pobres y muchos programas de Head Start. Es inquietantemente poco claro lo que él y su equipo están haciendo en el Departamento de Asuntos de Veteranos y en muchas otras agencias que proporcionan ayuda directa a los estadounidenses todos los días.
Y aunque es difícil distinguir entre Trump y Musk, está claro que, incluso sin Musk, la agenda de Trump es mucho más peligrosa esta vez. Ya ha revertido muchas de las políticas climáticas de Joe Biden y está trabajando para eliminar el Departamento de Educación y destripar la Agencia de Protección Ambiental hasta dejarla irreconocible. Si odias la investigación del cáncer y las escuelas públicas pero te encantan los productos químicos tóxicos, la pobreza y la enfermedad, este gobierno te va a encantar.

El propio Musk parece estar un poco inquieto. Está claro que el narcisista multimillonario no esperaba mucha oposición pública, si es que había considerado la posibilidad. Despidió —y luego readmitió— a un miembro de su equipo por la revelación de publicaciones abiertamente racistas en las redes sociales (a pesar de que él mismo ha hecho muchas).
Afortunadamente, los líderes demócratas progresistas parecen haber olido sangre en el agua y celebraron una conferencia de prensa los primeros días de febrero con un cartel que decía «DESPIDAN A ELON MUSK». Si las protestas continúan y los demócratas siguen intensificándolas, Trump puede cansarse y sentir envidia de toda la atención que está recibiendo Musk. También es posible que se resienta por la insinuación de que no tiene el control de su propio gobierno. La oposición debería jugar con sus puntos débiles y presionarlo tanto como sea posible.
La situación es grave, pero como AOC ha estado recordando a sus seguidores, somos más (la clase trabajadora) que ellos (los multimillonarios). Musk es un enemigo que une a la mayoría, y las redes de oposición que la gente está construyendo ahora pueden ayudar a combatir más horrores durante los próximos cuatro años.
Durante la protesta frente a la oficina de Schumer, la mayoría de los transeúntes pasaron de largo sin reducir el paso. El tiempo era desagradable y no es un terreno favorable para el bando de los trabajadores en la guerra de clases. Pero un hombre se detuvo, curioso, y preguntó de qué se trataba la protesta. «Estamos tratando de evitar que Elon Musk se apodere de nuestro gobierno», respondí. Hizo una pausa para considerar el objetivo y respondió con pesimismo, pero sin sarcasmo: «Buena suerte con eso».