Ghassan Abu-Sittah es un cirujano británico-palestino que fue a Gaza la semana pasada para ayudar a su población a hacer frente a la última embestida israelí. Así es como describió las escenas de anoche en el Hospital Árabe Al-Ahli:
Oí el chillido de dos misiles y luego una fuerte explosión. El falso cielorraso del quirófano se vino abajo. Cuando fui hacia la entrada lateral del departamento de operaciones, vi que el propio hospital estaba ardiendo y que había sido impactado directamente. Los heridos caminaban a trompicones hacia nosotros. Entonces corrí a la sala de urgencias, y me encontré con cientos de muertos y heridos muy graves.
En una actualización de su página de Facebook, Abu-Sittah culpó a Israel por la matanza masiva de Al Ahli: «El gobierno israelí lleva una semana diciendo abiertamente que iba a atacar hospitales y el mundo se ha quedado de brazos cruzados». Sin embargo, no se ha producido ninguna pausa en la ofensiva aérea israelí contra Gaza, informó: «Esta mañana han continuado los bombardeos».
Tras el derramamiento masivo de sangre que significó el ataque al hospital, el Secretario General de la ONU, António Guterres, pidió «un alto el fuego humanitario inmediato en Oriente Medio para aliviar el enorme sufrimiento humano». Los aliados occidentales de Israel, sin embargo, continúan haciendo todo lo posible para garantizar que la guerra contra la población de Gaza no se detenga.
Incondicionales
Al conocerse la noticia del bombardeo en Al-Ahli, los políticos occidentales que han apoyado la guerra de Israel se declararon «entristecidos» (esas fueron las palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen) u «horrorizados» (como el canciller alemán, Olaf Scholz), al tiempo que se cuidaron de evitar hasta la más mínima insinuación de que el Ejército israelí pudiera ser responsable. Scholz se limitó a pedir «una investigación exhaustiva», mientras que Von der Leyen insistió en que «deben establecerse todos los hechos».
El presidente francés, Emmanuel Macron, y el ministro de Asuntos Exteriores británico, James Cleverly, hicieron declaraciones similares. Cleverly incluyó un sermón para señalar con el dedo a las personas que supuestamente habían «sacado conclusiones precipitadas sobre la trágica pérdida de vidas en el hospital Al Ahli», y afirmó que «equivocarse en esto pondría aún más vidas en peligro». Cleverly sabe muy bien lo que es poner vidas en peligro: hace solo cuatro días, este político conservador insinuó enérgicamente que los hospitales y las escuelas de Gaza podían ser objetivos militares legítimos para Israel:
Hamás es la mayor amenaza para el pueblo palestino. Se esconden en hospitales y escuelas, utilizando a mujeres y niños como escudos humanos. La muerte de cualquier civil es una tragedia. Palestino o israelí. Hamás es responsable de estas pérdidas.
El presidente estadounidense, Joe Biden, dio un paso más al arribar a Israel el pasado miércoles para mostrar su apoyo al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. En conferencia de prensa junto a Netanyahu, Biden afirmó que un grupo palestino era responsable del atentado contra el hospital: «Por lo que he visto, parece que lo hizo el otro equipo, no vosotros». Además de trivializar el lenguaje, como si estuviera hablando de un partido de béisbol y no de una guerra, Biden pronunció esta frase entre dientes y mirando sus notas. Posteriormente afirmó haberse basado en «los datos que me mostró mi Departamento de Defensa».
Pero, claro está, no deberíamos aceptar ni por un momento la idea de que el gobierno estadounidense es un árbitro imparcial en el que se puede confiar para determinar si el Ejército israelí bombardeó o no el hospital Al Ahli. Estados Unidos es el aliado más fuerte de Israel en la escena mundial, como pretende subrayar la visita de Biden, y tiene sobrados motivos para proporcionar al gobierno de Netanyahu cobertura política tras la mayor pérdida de vidas en esta guerra hasta la fecha.
Enturbiar las aguas
El propio Israel ha afirmado que un cohete de la Yihad Islámica mal disparado fue el responsable de la matanza en el hospital. Dos cuentas del gobierno israelí en las redes sociales publicaron esta semana un vídeo que pretendía mostrar lo ocurrido. Más tarde, sin embargo, borraron el vídeo sin dar explicaciones, después de que varios periodistas señalaran que las marcas de tiempo indicaban que la grabación se había hecho después de la explosión.
En una conferencia de prensa más tarde esta misma semana, el ejército israelí no pudo explicar por qué las cuentas oficiales del gobierno habían difundido información falsa. El principal objetivo de hablar ante los medios era mostrar a los periodistas un clip de audio que supuestamente respaldaba la versión israelí de los hechos. Según los funcionarios israelíes, el clip mostraba una discusión entre dos miembros de Hamás, uno de los cuales afirmaba que la culpa era de la Yihad Islámica.
Hace poco más de una semana, el aparato de inteligencia israelí fue incapaz de avisar con antelación de un atentado en el que participaban miles de combatientes de Hamás y que se había planeado durante más de un año. Ahora afirma haber localizado esta preciosa pepita de información con poca antelación en medio de una zona de guerra caótica y densamente poblada. No ha habido ninguna verificación independiente del clip. Según Alex Thomson, del Channel 4 News británico, varios expertos a los que consultó le dijeron que era falso: «Dicen que el tono, la sintaxis, el acento y el idioma son ridículos».
Las autoridades israelíes tienen todo un historial confirmado de mentiras tras episodios polémicos. El lunes de esta semana, una comisión de investigación de la ONU publicó su informe sobre el asesinato de la periodista palestino-estadounidense Shireen Abu Akleh en mayo de 2022. Israel afirmó entonces que había muerto por disparos de militantes palestinos. La comisión determinó, por el contrario, que los soldados israelíes eran responsables por su muerte al haber utilizado «fuerza letal sin justificación».
En 2014, las fuerzas israelíes bombardearon siete escuelas de Gaza donde se refugiaba la población, lo que causó 44 muertos y 227 heridos. Chris Gunness era entonces el portavoz jefe del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas (OOPS). Hoy ha recordado la línea que entonces defendían diplomáticos israelíes como Mark Regev:
En 2014, Mark Regev y el resto de los asesores de prensa israelíes no perdieron tiempo en difundir todo tipo de desinformación sobre la Agencia de la ONU para refugiados palestinos (UNRWA). Publicaron un vídeo en directo en la televisión estadounidense diciendo al mundo que había militantes disparando cohetes desde las escuelas de refugiados. Todo esto fue investigado por la ONU y otras agencias y se descubrió que era un completo disparate.
Más atrás en el tiempo, existió otro engaño con un patrón similar después de que Israel bombardeara un complejo de la ONU en el sur del Líbano en 1996, matando a más de cien refugiados. En definitiva, que los funcionarios israelíes mientan en momentos como este, con la esperanza de enturbiar las aguas hasta que la controversia se haya calmado, es una práctica sumamente habitual. El asesor de Donald Trump, Steve Bannon, describió poéticamente esta técnica de propaganda como «inundar la zona de mierda».
Negación plausible
El panorama que conduce al baño de sangre en el hospital es claro. Israel lleva más de una semana bombardeando Gaza intensamente, lanzando miles de bombas y matando a miles de personas, incluidos cientos de niños. Ha demolido innumerables edificios y reducido a escombros barrios enteros. El viernes pasado ordenó con poquísima antelación a más de un millón de civiles que abandonaran sus hogares. A sabiendas de que en Gaza no queda ya ningún lugar seguro al que puedan ir.
Los ministros del gobierno israelí han utilizado repetidamente una retórica deshumanizadora para justificar sus acciones contra la población de Gaza. El martes, la cuenta oficial de Netanyahu en Twitter/X publicó el siguiente mensaje: «Esta es una lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, entre la humanidad y la ley de la selva». El mensaje fue borrado posteriormente, pero el pensamiento maniqueo que le subyace ha quedado patente en la conducción de la guerra de Israel.
El Ejército israelí también emitió órdenes específicas a veintidós hospitales del norte de Gaza para que evacuaran a sus pacientes. La Organización Mundial de la Salud condenó enérgicamente esas órdenes el pasado sábado señalando que
La evacuación forzosa de pacientes y trabajadores sanitarios empeorará aún más la actual catástrofe humanitaria y de salud pública (…). Las instalaciones sanitarias del norte de Gaza siguen recibiendo una afluencia de pacientes heridos y se esfuerzan por funcionar por encima de su capacidad máxima. Algunos pacientes están siendo tratados en pasillos y al aire libre en las calles circundantes debido a la falta de camas hospitalarias.
Obligar a más de 2000 pacientes a trasladarse al sur de Gaza, donde las instalaciones sanitarias ya funcionan al máximo de su capacidad y no pueden absorber un aumento espectacular del número de pacientes, podría equivaler a una sentencia de muerte.
Según Hosam Naoum, obispo anglicano de Jerusalén, el hospital Al-Ahli recibió tres órdenes de evacuación y había sido impactado dos veces por misiles israelíes antes de la explosión del martes 17. Existen dos escenarios posibles para lo ocurrido ese día en Al-Ahli. La versión que responsabiliza a Israel es plenamente coherente con sus acciones y su retórica de la semana pasada. La hipótesis promovida por Israel y Estados Unidos exige que creamos que un solo cohete palestino podría infligir el tipo de daño que Hamás y la Yihad Islámica nunca han sido capaces de infligir a objetivos israelíes a pesar de haber disparado miles de cohetes en los últimos quince años.
Funcionarios gubernamentales de Estados Unidos y Europa han empezado a recalibrar su lenguaje en los dos últimos días, tras dar luz verde al gobierno de Netanyahu para hacer lo que le plazca en Gaza. Se ha hablado más de la necesidad de proteger a los civiles y de cumplir el derecho internacional. Pero esto no refleja ninguna preocupación humanitaria tardía por el pueblo palestino. Tras haber incitado a Netanyahu, sus aliados persiguen ahora una negación plausible, ya que resulta difícil ocultar los horrores que se están produciendo en Gaza.
Ahora solo importa una exigencia: el llamamiento a un alto el fuego inmediato. Si la guerra continúa, se producirán más atrocidades como la de Al Ahli. Y los aliados occidentales de Israel cargarán con la responsabilidad de la matanza.