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Jude Law en The Order. (Amazon MGM Studios)

Jude Law se enfrenta a los neonazis en The Order

Traducción: Natalia López

Como alternativa a las películas de las grandes franquicias que dominan la taquilla, The Order es un drama eficaz y emocionante sobre la persecución del FBI a nacionalistas blancos a principios de los años ochenta.

The Order es un drama serio. Y aquí deberíamos hacer una pausa para rendir tributo al hecho de que se esté proyectando un drama serio en los cines locales, donde este tipo de películas son cada vez más difíciles de encontrar hoy en día. Está recibiendo críticas elogiosas, en parte por esa razón. Aunque las multitudes en los cines, en su mayoría, siguen reservadas solo para Wicked, Moana 2 y Gladiator II.

Basada en el libro de no ficción de 1989 The Silent Brotherhood, de Kevin Flynn y Gary Gerhardt, The Order narra la persecución por parte del FBI del grupo neonazi con base en el noroeste del Pacífico, que trabajó activamente en 1983 y 1984 para conseguir una revuelta armada contra el gobierno estadounidense, inspirada en parte por la novela Los diarios de Turner del nacionalista William Luther Pierce. El impresionantemente bigotudo y fornido Jude Law interpreta a un agente de mediana edad recientemente trasplantado, Terry Husk, que es tan tenaz en su persecución de mafiosos y líderes del Ku Klux Klan que su idea de «tomárselo con calma» es trasladarse al noroeste del Pacífico para cazar a supremacistas blancos rurales. Tiene la familia separada, la cicatriz de una operación de corazón y los hábitos de fumar y beber de un verdadero creyente casi trastornado que nunca podrá dejarlo hasta que muera en el trabajo.

Por desgracia, sus métodos son tan machistas e intransigentes que tiende a ser un peligro para sí mismo y para los demás, sobre todo para aquellos con quienes trabaja. Esto no presagia nada bueno para el apacible policía local Jamie Bowen (Tye Sheridan) ni para su compañera agente Joanne Carney (Jurnee Smollett).

Su presa es el joven y carismático líder de la Orden, el escurridizo Robert Jay «Bob» Mathews (Nicholas Hoult), que al principio parece el opuesto de Husk. Matthews, un hombre de ojos claros y aspecto saludable, amante de la naturaleza y padre de familia, es insidiosamente espeluznante y controlado, capaz de imponer orden en el caos de unos jóvenes erráticos y descontentos a los que les parece una buena idea celebrar un robo con éxito quemando una cruz gigante en su recinto. Atrae a sus seguidores de la congregación del predicador nacionalista local, Richard Butler (Victor Slezak). Mathews afirma que ha absorbido las enseñanzas de Butler y que por fin las está poniendo en práctica, dirigiendo una serie de audaces y lucrativos atracos a bancos y camiones blindados a plena luz del día, utilizando explosiones en tiendas porno y cines como distracciones para alejar a la Policía.

The Order es una película interesante, con algunas secuencias de gran tensión y buenas interpretaciones en general. Pero el ritmo a veces se hace pesado, y los aspectos más espinosos de la película, que podrían ser los más ambiciosos, terminan siendo suavizados en favor de la lógica narrativa simplona de «buenos contra malos». Sin embargo, resulta alentador que la película al menos reconozca el inquietante fanatismo de los agentes del FBI. Un perspicaz personaje supremacista de The Order, tras describir el obsesivo conjunto de creencias de su comunidad, señala: «Sabrá entenderlo, agente, dado que usted mismo pertenece a una secta, el FBI».

Como parte de su investigación para el papel protagonista, Law se puso en contacto con agentes del FBI que estuvieron en activo en la década de 1980 y observó que todos citaban una ardiente obsesión: «Querían servir a su país, o realmente creían en el Buró y en el proceso del Buró», o simplemente querían —y esto es textual— «atrapar a los malos».

Desgraciadamente, lo que significaba «creer en el FBI» queda bastante impreciso en la película. Sin duda, en el pasado significaba, por ejemplo, estar impregnado de la ideología de extrema derecha del director del FBI, J. Edgar Hoover, y de los abusos de poder que la acompañaban. En The Order no hay nada tan específico, lo cual es una pena, porque era una gran oportunidad para explorar las diversas cepas de odio que circulan con brío por el sistema estadounidense. Estas cepas a menudo conducen a enfrentamientos letales entre personas y grupos que comparten un número sorprendente de valores, actitudes y creencias. Pero al menos Law evoca algún tipo de sensibilidad crítica a través de la alarmante presencia física de su interpretación. Aporta la energía sudorosa y malsana del fanatismo y la corrupción inspirándose en interpretaciones como la del brutal policía Jimmy «Popeye» Doyle de Gene Hackman en Contacto en Francia (1971).

La película comienza con una emisión de Alan Berg (Marc Maron), el locutor de radio judío asesinado por la Orden en 1984, un infame suceso dramatizado tanto en esta película como en Talk Radio (1988), de Oliver Stone. Berg, a quien su famoso estilo combativo lo convirtió en una de las primeras estrellas de lo que sería el fenómeno popular cada vez más nocivo de la «radio hablada», aparece recibiendo llamadas de rabiosos supremacistas blancos que intentan instruirlo en su visión del orden mundial dirigido por los judíos. Berg argumenta desdeñosamente que la gente como ellos no puede enfrentarse al hecho de que son demasiado ineptos para salir adelante en la sociedad moderna.

La sensación claustrofóbica de estar atrapado en ciclos de odio, desprecio y rechazo se ve fomentada por el aspecto general de la película. Es monótono y miasmático, como si la atmósfera estuviera envenenada por la rabia enfermiza de chivos expiatorios dirigida a judíos, inmigrantes y personas de color por tantos lugareños, y por las suposiciones despectivas de los tipos liberales urbanos que asumen que la clase trabajadora blanca rural son todos «una bolsa de deplorables».

«No todos nacimos bajo una sábana blanca», le dice a Husk una agraviada lugareña. No es sino hasta que Husk se adentra en la naturaleza para aclarar sus ideas cuando la mirada de la película se ilumina para revelar la belleza del impresionante paisaje boscoso del noroeste del Pacífico. En dos ocasiones diferentes, el mismo alce majestuoso aparece a la vista, y Husk saca automáticamente su pistola para dispararle. La segunda vez duda, y no nos queda más remedio que interpretar su vacilación. ¿Se pregunta si es posible ser un hombre y no disparar a algo?

Es una elección simbólica torpemente autoconsciente por parte del guionista Zach Baylin (Bob Marley: One Love, King Richard) y el director Justin Kurzel (Nitram, The True History of the Kelly Gang), al igual que llamar al protagonista «Husk» [«cáscara »] para enfatizar aún más lo vacío que está por su obsesiva persecución de los «malos».

Pero esta visión demasiado estrecha de los «malos» es la que nos queda al final, con solemnes frases en letras blancas sobre negro que concluyen la película conectando el terrorismo de la Orden con otros atentados más recientes inspirados en Los diarios de Turner. Entre ellos, el atentado de Oklahoma City perpetrado en 1995 por Timothy McVeigh, que supuestamente durmió con Los diarios de Turner bajo la almohada, y la insurrección del 6 de enero de 2021, con la horca erigida frente al edificio del Capitolio en referencia a la ilustración del «día de la soga» de Los diarios de Turner.

Y aunque tenemos razón al estremecernos por el auge del neonazismo, seguramente ese no debería ser el punto final de esta película o de cualquier intercambio de observaciones políticas. ¿Qué está fomentando este auge? ¿Qué hace que Estados Unidos sea tan amigo de los fascistas? Como de costumbre, quedan demasiadas preguntas urgentes que nunca se plantean, y mucho menos se responden, en los «dramas serios» que intentan abordar algo de la política en Estados Unidos.

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Publicado en Cine y TV, Estados Unidos, homeCentro3, Ideología, Política, Reseña and Sociedad

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