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Miembros del Frente de Liberación Nacional de Argelia, que Pablo ayudó a armar durante la Guerra de Independencia argelina. (Wikimedia Commons)

La vida revolucionaria de Michel Pablo

Traducción: Pedro Perucca

El revolucionario griego Michel Pablo tuvo una carrera extraordinaria que se extendió por todo el mundo, desde la resistencia en tiempos de guerra hasta el suministro de armas y financiación para la lucha por la independencia de Argelia. Por fin tiene la biografía que se merece.

Reseña de The Well-Dressed Revolutionary: The Odyssey of Michel Pablo in the Age of Uprisings, de Hall Greenland (Resistance Books/IIRE, 2023)

Puede que Michel Pablo sea una figura poco conocida hoy en día, pero Hall Greenland hizo justicia en su libro The Well-Dressed Revolutionary (El revolucionario bien vestido) a una vida como luchador comprometido contra el capitalismo y el colonialismo en varios continentes. Como indica el subtítulo del libro, Greenland entrelaza la historia de Pablo con el trasfondo más amplio de la revolución y la contrarrevolución en el siglo XX.

El verdadero nombre de Pablo era Michalis Raptis. Nacido en la ciudad egipcia de Alejandría en 1911, de padres griegos, creció en Creta y participó activamente en círculos comunistas mientras estudiaba ingeniería civil. En la década de 1930 se unió a la Cuarta Internacional de León Trotsky y adoptó su nombre de guerra, Pablo.

Su historial de compromiso político lo llevó desde la resistencia antinazi en la Francia de la guerra hasta el suministro de armas a la lucha por la independencia de Argelia dos décadas más tarde. Trabajó como asesor del primer presidente poscolonial de Argelia, Ahmed Ben Bella, y del gobierno socialista chileno de Salvador Allende.

Pablo sólo pudo regresar a su país de origen tras la caída de la dictadura militar en 1974. Se estableció más o menos como figura pública de izquierdas, escribiendo para periódicos progresistas griegos. A su muerte, en 1996, a la edad de ochenta y cuatro años, el gobierno del PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico) le ofició un funeral de Estado.

Alborotadores

En 1937, el régimen autoritario del general Ioannis Metaxas detuvo al joven revolucionario y lo envió a una isla-prisión. Los presos gozaban de cierta autonomía, pero Pablo y su compañera Hélène «Elly» Diovouniotis, activista por derecho propio, llegaron a ser conocidos como «alborotadores». Fueron separados y Pablo ingresó en prisión. 

Al cabo de unas semanas, sus carceleros arrastraron a Pablo hasta el despacho del ministro de Seguridad Interior, donde le esperaban uno de los profesores de Pablo y su padre. Todo lo que Pablo tenía que hacer para conseguir su liberación era firmar una declaración denunciando al comunismo. Cuando se negó, su exasperado profesor exclamó: «Ya ves qué cabeza dura, que se vaya al diablo. Que se vaya al extranjero y nos deje en paz». A Pablo le dieron los papeles correspondientes y le dijeron que abandone Grecia.

En 1938 Pablo y Elly recalaron en Francia. Durante la guerra, Pablo supervisó la imprenta del trotskista Parti Ouvrier Internationaliste (Partido Obrero Internacionalista). Este trabajo era extremadamente peligroso: no sólo los ocupantes nazis de Francia y sus colaboradores de Vichy perseguían a los militantes trotskistas sino que varios compañeros de Pablo fueron asesinados por estalinistas.

Las cosas fueron aún peor en su Grecia natal, donde unidades armadas del Partido Comunista Griego ejecutaron a decenas de trotskistas y otros comunistas disidentes durante y después de la lucha bélica contra el nazismo. Los estalinistas justificaron el uso del asesinato como arma contra sus rivales en el movimiento obrero con la falsa afirmación de que los seguidores de Trotsky colaboraban con el fascismo.

Incluso en tales circunstancias, Pablo fue capaz de desempeñar un papel central a la hora de reunir a los dispersos seguidores del trotskismo y se convirtió en uno de los líderes centrales del movimiento. Sin embargo, los trotskistas lucharon por encontrar su lugar en los años de posguerra.

Trotsky había pronosticado que la guerra debilitaría fatalmente al estalinismo. Tras fracasar en su intento de impedir que los nazis se hicieran con el poder en Alemania, el estalinismo había demostrado, a sus ojos, su bancarrota histórica, abriendo así el camino a un nuevo movimiento revolucionario de masas, la IV Internacional.

El bolchevique exiliado también veía pocas posibilidades de que el capitalismo se recuperara de la crisis económica de los años 30 y de la posterior guerra. Como escribió en el programa de la IV Internacional: «Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que han empezado a descomponerse».

Sin embargo, el Estado y el movimiento dirigidos por José Stalin salieron de la guerra más fuertes que nunca. Mientras tanto, con la ayuda de EE. UU,. el capitalismo europeo no sólo se recuperó sino que empezó a crecer, entrando en un largo boom de posguerra. Pablo fue uno de los primeros en reconocer estos acontecimientos inesperados.

Pablo criticó a algunos compañeros dirigentes de la IV Internacional, como el belga Ernest Mandel, por actitudes que más tarde calificaría de eurocéntricas. En opinión de Pablo, hacían hincapié en el papel de la clase obrera organizada en los Estados capitalistas desarrollados pero no reconocían la importancia y el alcance mundial de las revoluciones anticoloniales que se estaban desarrollando durante las décadas de posguerra. 

La experiencia personal debió de influir en este desacuerdo. Pablo nació en Egipto y creció en Grecia, un Estado de la periferia europea. Mandel, en cambio, creció en uno de los primeros países en industrializarse. En Bélgica hubo grandes luchas obreras en los años 50 y 60, incluida una huelga general.

Pero Pablo tenía razón sobre la importancia histórica mundial de las luchas anticoloniales y sus ramificaciones. En Francia, la oposición a la guerra colonial en Argelia fue una de las chispas que acabaron provocando la explosión de mayo-junio de 1968. La lucha en Vietnam llegó a simbolizar el potencial global de las luchas contra el imperialismo y el neocolonialismo, mientras que hoy en día la lucha palestina es un importante factor de radicalización.

Revolución en Argelia

Como muestra Greenland, la revolución argelina fue un episodio clave para Pablo. En junio de 1960 fue detenido en Ámsterdam junto con Sal Santen, yerno del revolucionario ejecutado Henk Sneevliet. Aunque las autoridades holandesas intentaron presentar a Santen y Pablo como delincuentes comunes, los dos hombres fueron detenidos por la ayuda que proporcionaban al movimiento independentista argelino, el Frente de Liberación Nacional (FLN).

Cuando el FLN inició su lucha armada contra el colonialismo francés en 1954, los principales partidos de la izquierda francesa no le prestaron ningún apoyo. Los socialistas formaban parte de la coalición gubernamental, mientras que los comunistas votaron a favor de otorgar poderes especiales al gobierno para reprimir el levantamiento. En busca de aliados, los dirigentes de izquierda del FLN se dirigieron a la pequeña IV Internacional.

Para entonces, Pablo era uno de sus dirigentes centrales, como miembro del Secretariado Internacional y estaba ansioso por responder a la petición de ayuda argelina. Mientras que anteriormente los trotskistas habían intentado en gran medida operar como una corriente de oposición en movimientos más amplios, organizar la solidaridad con la lucha argelina daría a la IV Internacional la oportunidad de poner en práctica su política bajo sus propias banderas.

Obviamente, apoyar un levantamiento armado contra una de las principales potencias europeas no estaba exento de riesgos. Sin embargo, Pablo no se amilanó fácilmente y se dispuso a organizar el apoyo desde su base en Ámsterdam, viviendo en el piso de arriba del departamento de su camarada Maurice Ferares, antiguo miembro de la resistencia antinazi.

Pablo no informó al resto de la dirección de la IV Internacional sobre los detalles de lo que estaba haciendo. Tenía buenas razones para mantener el secreto. En toda Europa, los partidarios del FLN eran objetivo de las fuerzas de seguridad del Estado y de grupos de extrema derecha como la Organisation de l’armée secrète, un movimiento clandestino vinculado al ejército francés.

Los partidarios europeos del FLN llegaron a ser conocidos como «portadores de maletas». Transportaban documentos, publicaciones clandestinas y, a veces, armas, así como dinero recaudado para apoyar la lucha, a menudo donado por trabajadores argelinos afincados en Europa. Al mismo tiempo, Pablo buscaba otras formas de ayudar a la lucha argelina.

Inicialmente, propuso organizar voluntarios internacionales siguiendo el modelo de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española. Aunque el FLN rechazó esta propuesta, pudo poner en marcha otro ambicioso plan creando una fábrica de armas en Marruecos para producir el armamento que tanto necesitaban.

Uno de los compañeros de Pablo que participó en esta empresa fue el metalúrgico Max «Mokhtar» Plekker. En una entrevista de 2005, el anciano revolucionario recordaba el primer día que se despertó con el sonido de la llamada islámica a la oración: «Tuve muy claro que estaba en otra parte del mundo».

En términos militares, las armas fabricadas por Mokhtar y sus camaradas eran insignificantes en comparación con las adquiridas en el mercado europeo o las procedentes del bloque oriental. Sin embargo, la fábrica de armas tenía una importancia política considerable, ya que era una prueba tangible de la solidaridad internacional.

Forjar la solidaridad

Otro audaz proyecto condujo a la detención de Pablo y Santen. A finales de 1958, el gobierno francés estaba a punto de sustituir el antiguo billete de 10.000 francos por uno nuevo de 100 francos. Parecía una oportunidad ideal para que el FLN falsificara los nuevos billetes, ya que todavía eran desconocidos para el público. Además, señala Greenland, «los billetes falsos que circulaban entre decenas de miles de argelinos que trabajaban en Francia (135.000 de ellos eran miembros del FLN) podían suponer un grave trastorno para la economía francesa».

El FLN pidió ayuda a Pablo, que ya estaba implicado en la falsificación de papeles para miembros y simpatizantes del FLN. Sin embargo, sin consultar a Pablo ni a Santen, su especialista en falsificaciones también se puso en contacto con el aventurero holandés Joop Zwart, antiguo socialista que se había convertido en informador de los servicios de inteligencia. Probablemente fue Zwart quien delató la operación a las autoridades.

La detención de los dos hombres fue una sorpresa para la IV Internacional. Pablo había mantenido la operación tan bien oculta que incluso algunos de sus camaradas cercanos ignoraban que dirigía estas actividades. Las autoridades aprovecharon el plan de falsificación para afirmar que los dos eran delincuentes comunes y no activistas políticos.

Lo que siguió fue un feo episodio. Cuando Ferares —que no se enteró de la operación de falsificación hasta después de las detenciones— informó a la dirección de la Internacional de lo sucedido, resumió su reacción de la siguiente manera: «¡Un dirigente de la IV Internacional, el partido mundial de la revolución socialista, detenido por el bajo delito de falsificación!». Ferares no tuvo tiempo para una respuesta: «Si eso es la vanguardia de la revolución…».

Según Pablo, Ernest Mandel conocía al menos las líneas generales de la operación. Mandel lo negó, afirmando que nunca habría aceptado una operación tan arriesgada. Pablo se sintió defraudado, incluso traicionado. Lo que antes había sido un profundo desacuerdo político se convirtió ahora también en un amargo conflicto personal.

La detención de Santen y Pablo dio lugar a una campaña de solidaridad internacional. Expresaron su apoyo a los presos Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir en Francia, el líder socialista chileno Salvador Allende, el sindicato de estibadores de Sri Lanka, decenas de diputados laboristas británicos, el senador laborista holandés George Cammelbeeck y muchos otros.

Lo que al principio parecía una derrota se convirtió en una victoria política, que atrajo una nueva atención sobre la lucha argelina y permitió que la pequeña IV Internacional fuera reconocida como comprometida y partidaria de la misma. Al final, Santen y Raptis fueron condenados a quince meses de cárcel, después de pasar doce meses en prisión preventiva antes del juicio.

Tras salir de la cárcel, Pablo se trasladó a Argelia con Elly. Aunque formalmente seguía siendo miembro de la IV Internacional, cada vez seguía más su propio camino y acabó marchándose para formar su propia organización internacional.

En Argelia, Pablo se convirtió en asesor del primer presidente del país, Ahmed Ben Bella. Allí desarrolló sus ideas sobre el papel de la autogestión obrera en una democracia socialista. Tenía grandes esperanzas de que Argelia pudiera evolucionar en esta dirección, pero vio cómo las corrientes de izquierdas del FLN eran constantemente apartadas por fuerzas más conservadoras. Ben Bella vaciló cuando Pablo trató de convencerle de que adoptara un enfoque más radical.

Pablo había visto un gran potencial en Ben Bella, que en el poder utilizó una retórica socialista y trató de convertir a Argelia en una potencia líder en la lucha contra el colonialismo. Pero en 1965, un golpe dirigido por el ministro de Defensa Houari Boumédiène derrocó a Ben Bella. Pablo y Elly se vieron obligados a abandonar el país junto con otros activistas de izquierda.

Los adversarios políticos de Pablo lo acusaron a veces de anhelar ser «consejero del príncipe». Esto era injusto sobre todo porque las personas sobre las que Pablo intentaba influir difícilmente eran príncipes. Pero es cierto que, en ocasiones, Pablo tenía expectativas excesivamente altas en los liderazgos establecidos, desde la experiencia de Ben Bella y los supuestos «liderazgos antiimperialistas» de otros lugares hasta su esperanza de que los partidos comunistas del bloque del Este fueran capaces de reformarse a sí mismos.

Autogestión

En las décadas siguientes, Pablo y Elly se desplazaron por Europa y América Latina. El talento de Pablo para percibir la importancia de los nuevos acontecimientos lo convirtió en uno de los primeros partidarios del movimiento ecologista así como de la causa de la liberación de la mujer.

Pablo subrayó la necesidad de la autogestión de los trabajadores, no sólo como componente necesario de un sistema socialista establecido sino también durante la lucha por el socialismo. Reconoció que los trabajadores se rebelan no sólo para obtener salarios más altos sino también para tener más control sobre sus vidas y resistir la dominación a la que están sometidos en el lugar de trabajo.

Ernest Mandel planteó un argumento similar cuando escribió que las luchas de la clase obrera estaban motivadas por la experiencia de trabajar bajo el mando de una jerarquía que dicta al trabajador qué y cómo producir, «qué consumir y cuándo consumirlo, qué pensar y cuándo pensarlo, qué soñar y cuándo soñarlo, dando a la alienación nuevas y espantosas dimensiones».

Hubo otros puntos de convergencia entre Pablo y Mandel, a pesar de las marcadas diferencias que los separaban: por ejemplo, ambos llegaron a sostener que un futuro movimiento revolucionario tendría que aglutinar a diferentes grupos y corrientes, en lugar de construirse a partir de una única organización. Uno se pregunta qué habría sido posible si el conflicto entre ambos no hubiera escalado de la forma en que lo hizo.

El relato de Greenland sobre la ruptura de Pablo con sus antiguos camaradas es un útil recordatorio de que los conflictos políticos a menudo no tienen que ver sólo con la política sino también con los lazos personales, la confianza y la decepción. Al final de su vida, en un gesto sobre todo simbólico, Pablo se reincorporó a la Cuarta Internacional.

Una odisea revolucionaria

Pablo no habría podido vivir la vida que vivió sin el apoyo de su compañera Elly. Al igual que Pablo, ella se negó a firmar el compromiso de renunciar al comunismo en los años treinta y optó por el exilio junto con él. Para entonces, Elly, que procedía de una familia acomodada y respetada, ya había roto con el Partido Comunista griego, y al parecer dijo a sus dirigentes masculinos que «los burgueses tratamos mejor a nuestros criados que ustedes a sus mujeres».

En su autobiografía, Sal Santen incluyó una anécdota reveladora sobre el carácter de Elly y su vínculo con Pablo. En una reunión de la dirección de la IV Internacional, uno de sus dirigentes exigió a Elly, la única mujer de la sala, que rebajara el tono de sus críticas hacia él, acusándola de «socavar» su posición ante la clase obrera: «No me necesitas para eso», respondió ella. La reunión degeneró en gritos, y otros participantes exigieron que Elly, que formalmente no era miembro, abandonara la sala. Pablo se levantó, insistiendo en que o se quedaban o se iban juntos y el asunto quedó zanjado.

Una vida tan tumultuosa como la de Pablo es una lectura apasionante. Greenland narra la historia con un estilo atractivo y colorista, desde una perspectiva que simpatiza con lo relatado sin ser acrítica mientras nos lleva de viaje a través de la izquierda radical del siglo XX, siendo testigos de sus grandes esperanzas y sus profundas decepciones.

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Publicado en Argelia, Artículos, Estrategia, Grecia, Guerra, Historia, homeCentro5 and Imperialismo

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