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Carteles con imágenes de Aléxis Tsípras, líder del partido Syriza, antes de las elecciones generales en Tesalónica, Grecia, el 16 de mayo de 2023. (Konstantinos Tsakalidis / Bloomberg vía Getty Images)

La izquierda radical griega lucha por superar el legado de Syriza

UNA ENTREVISTA CON
Traducción: Martín Mosquera

Ante las elecciones generales del domingo en Grecia, las fuerzas de izquierda radical han formado una nueva coalición que espera revertir la desmoralización causada por la capitulación de Syriza en 2015.

Entrevista de Stathis Kouvelakis

El próximo domingo 21 de mayo se celebran elecciones parlamentarias en Grecia. En un panorama político estancado, todavía profundamente marcado por años de políticas neoliberales de un salvajismo nunca visto en Europa Occidental, la izquierda radical intenta reorganizarse y superar el trauma causado por la capitulación de Syriza en julio de 2015.

Mientras los sondeos pronostican una victoria de Nueva Democracia (en el poder desde 2019) y una fragmentación creciente de la representación política, Syriza parece incapaz de capitalizar el descontento popular, exacerbado por la catástrofe ferroviaria de Tempi del 28 de febrero, que causó la muerte de 57 personas.

La única novedad en la izquierda es la formación de una coalición entre MeRA25, el movimiento creado por Yanis Varoufakis, que había logrado entrar en el Parlamento en las elecciones de 2019 (3,44% de los votos, el umbral estaba fijado en el 3%), y Unidad Popular, una organización creada en 2015 por las corrientes surgidas del ala de Syriza y ciertos sectores de la extrema izquierda, con el apoyo activo de militantes de movimientos sociales y figuras del mundo intelectual.

Bajo el nombre de MeRA25-Alianza para la Ruptura, esta coalición se ha fijado el objetivo de reconstruir un espacio unitario de la izquierda radical, capaz de aprender de los fracasos del pasado y de responder a los nuevos desafíos del periodo. Stathis Kouvélakis habló de ello con Mariana Tsichli, cosecretaria de Unidad Popular y candidata en la circunscripción Atenas-Centro.

 

SK

La campaña electoral que está llegando a su fin es, a todas luces, especialmente letárgica y desprovista de sustancia. Domina una desconfianza generalizada hacia los partidos políticos y una desilusión ante cualquier resolución positiva, sea cual sea el resultado de las elecciones. Esta situación no tiene precedentes en una campaña electoral en Grecia. ¿Cómo se explica?

MT

Estoy de acuerdo. Estas son probablemente las elecciones más opacas e impredecibles que recuerdo. El nivel del debate político es penoso y la implicación de los ciudadanos en la campaña es escasa o nula. Por el momento, no parece que haya una fuerte polarización entre Syriza y Nueva Democracia.

La explicación más importante es la desilusión con las principales fuerzas del sistema político en Grecia, incluida la izquierda. La izquierda como tal está pagando el precio de la capitulación de Syriza en 2015 y de sus cuatro años en el Gobierno. Una gran parte de la sociedad cree ahora que «todos los políticos son iguales» y que no hay alternativa.

Un segundo factor son los programas y el tipo de políticas propuestas por los principales partidos. Estos partidos no son absolutamente idénticos, pero en cuestiones fundamentales las posiciones de Nueva Democracia, Syriza y PASOK son muy similares. Para ellos, el marco neoliberal impuesto por los tres memorandos firmados entre los gobiernos anteriores y la Unión Europea (UE) no puede cuestionarse. Por lo tanto, gane quien gane las elecciones, habrá poca diferencia en las políticas que se apliquen.

Un tercer factor se refiere a la calidad del debate público. Los temas que destacan los medios de comunicación no tienen nada que ver con las preocupaciones reales de los ciudadanos. Los medios de comunicación se centran en algunos matices en el interior de un marco dado o en cuestiones muy menores. Como no parece surgir una mayoría clara según las encuestas, el debate gira en torno a si habrá un gobierno de coalición, cuántos escaños obtendrá cada partido, sin mencionar el contenido programático de una posible coalición.

Por citar otro ejemplo de falso debate, en los últimos días se ha hablado mucho de la utilización por Mitsotakis del avión reservado al Primer Ministro, en un momento en que la situación social, económica y política del país es desesperada. Así que no hay nada que anime a la gente a participar en la campaña.

SK

Retrocedamos un poco. Los días que siguieron a la catástrofe del tren de Tempi estuvieron marcados por una impresionante movilización popular. La gente salió a la calle por centenares de miles, con los jóvenes de secundaria y universitarios a la cabeza. En los últimos años también hemos asistido a luchas y movilizaciones sociales notables. Sin embargo, a juzgar por el talante de esta campaña, estos acontecimientos no parecen haber dejado una huella visible.

MT

El desastre ferroviario de Tempi no puede considerarse un accidente. Es el resultado previsible de la austeridad y la privatización. Hay responsabilidades penales en lo ocurrido. En marzo de este año asistimos, efectivamente, a las mayores manifestaciones desde 2015, solo comparables a las concentraciones que precedieron al referéndum de julio de 2015. La gente, especialmente los jóvenes, salió a la calle en masa, incluso en pueblos pequeños. Vimos movilizaciones en lugares donde nunca antes se habían producido. La reacción popular al desastre de Tempi fue un verdadero punto de inflexión.

Lo que probablemente sea menos conocido es que hubo movilizaciones a lo largo de los cuatro años de gobierno de Mitsotakis. Algunas fueron muy importantes. Sólo mencionaré las jornadas de huelga contra las leyes antiobreras aprobadas en el parlamento y las luchas de estudiantes y jóvenes contra el establecimiento de la «policía universitaria» en los campus y, más en general, contra la escalada de autoritarismo y represión, que culminó con el intento del gobierno de restringir severamente el marco legal de las manifestaciones callejeras. El invierno pasado, los artistas también se movilizaron masivamente contra la desvalorización de sus diplomas decretada por el gobierno.

Pero es cierto que esta efervescencia de movimientos sociales no ha entrado en el debate público, ni encuentra expresión tangible en la esfera política. Por supuesto, hay un gran problema con la cobertura mediática. Los medios de comunicación griegos están descaradamente controlados por los mismos oligarcas que apoyan al gobierno de Mitsotakis. Su objetivo es asegurar un segundo mandato de cuatro años para Nueva Democracia, si es posible con una clara mayoría parlamentaria.

La actitud de amplios sectores de la izquierda tampoco ha sido especialmente productiva. Estas fuerzas no actuaron de forma unificada en estas luchas y, de este modo, socavaron su capacidad para estructurarse y anclarse a largo plazo.

Por ello, las movilizaciones de marzo terminaron rápidamente, como ha ocurrido en muchas ocasiones en los últimos cuatro años. Esto es, por supuesto, el resultado del repliegue y la desmoralización que siguieron a la derrota de 2015. Pero también se debe en gran medida al hecho de que, desde 2015, la izquierda radical no ha sido capaz de ofrecer una perspectiva política suficientemente creíble para revertir esta situación. Como resultado, asistimos a una desconexión creciente entre lo social y lo político.

SK

En el discurso dominante dentro y fuera del país, se presenta a Grecia como un país que ha salido con éxito de los «programas de ajuste estructural» [comúnmente denominados «Memorandos»] aplicados desde 2010, que ha vuelto a la normalidad. Los tres partidos que han sucedido, o compartido, el Gobierno —Nueva Democracia, PASOK, Syriza— coinciden en esto y cada uno ofrece su propia versión de la vuelta a la normalidad. ¿Se corresponden estas apariencias con la realidad?

MT

Es una mentira deliberada. Los principales partidos y los intereses económicos que ellos representan saben muy bien que para salir oficialmente de los Memorandos, Grecia ha contraído una serie de compromisos con sus acreedores. Estos compromisos se extienden hasta 2060, fecha en la que teóricamente se habrán reembolsado la mayoría de los préstamos concedidos en virtud de los memorandos. Hasta entonces, el país está sometido a la «supervisión post-programa» de la UE, al igual que todos los países que no han reembolsado al menos el 75% de su deuda pública, por ejemplo Portugal y España.

El objetivo es que Grecia mantenga superávits primarios de al menos el 2,2% durante décadas, mientras que las tasas de crecimiento previstas son muy bajas, incluso según las previsiones oficiales. Sea cual sea el gobierno en el poder, esto significa una austeridad dura e interminable, a menos, por supuesto, que este marco se cuestione radicalmente.

Todo esto se hace en nombre del pago de una deuda pública que, de hecho, es insostenible. Actualmente asciende a 400.000 millones, a los que hay que añadir 300.000 millones de deuda privada, mientras que el PIB de Grecia es de sólo 178.000 millones. Estos indicadores son peores que aquellos con los que el país fue excluido de los mercados y sometido al primer «plan de ajuste estructural» en 2010 [300.000 millones y 130% de deuda a finales de 2009].

Se ha producido un gigantesco desastre social en Grecia, del que el país no se ha recuperado y seguramente no podrá hacerlo aplicando las políticas implementadas por los sucesivos gobiernos durante este periodo. La magnitud del desastre no tiene precedentes en tiempos de paz. El PIB es ahora un 25% inferior al de 2010, cuando se adoptó el primer memorándum. En aquel momento, el PIB per cápita era aproximadamente el 75% del PIB alemán; hoy ha caído al 42%. Los salarios han caído en total un 30%. El proceso de desindustrialización y desmantelamiento de la base productiva restante se está intensificando. Hacer frente a tal situación sólo es posible profundizando en la espiral de políticas neoliberales feroces.

SK

Abordemos ahora algunos aspectos de los que se habla poco, y menos aún fuera de Grecia. Los Memorandos no sólo son sinónimo de austeridad sin fin y de aplastamiento de los derechos de los trabajadores. Han introducido una serie de cambios estructurales que significan una tutela del país y la pérdida de la capacidad de decisión política del Estado griego.

MT

Mucho de lo que está ocurriendo hoy en Grecia no tiene precedentes en la historia. Ya no tenemos nuestra propia administración fiscal, porque la AADE [Autoridad Independiente de Ingresos Públicos, el equivalente al Tesoro francés], que se supone que es «independiente», según los requisitos del Tercer Memorando, está en realidad controlada por los acreedores. De hecho, Grecia no dispone de medios para controlar y ejercer su política como Estado soberano.

Todos los activos públicos han sido entregados durante 99 años al Growthfund [Fondo para el Crecimiento], una institución también controlada por los acreedores, y que sirve de garantía para el pago de la deuda griega. Este fondo puede decidir la venta de cualquier propiedad pública sin preguntar a nadie en el país, con el fin de garantizar el pago puntual de las cuotas del préstamo.

Esto se añade a lo que rige para toda la Unión Europea (UE). Por definición, el marco de la eurozona excluye cualquier noción de política monetaria independiente y las normas de la UE imponen severas restricciones a la política fiscal de todos los Estados miembros.

El Parlamento griego también ha decidido que los futuros parlamentos no tienen derecho a derogar o modificar ninguna medida o ley prescrita por los Memorandos, a menos que cuenten con el permiso de los acreedores. Está claro que no es posible aplicar ninguna política económica y social alternativa sin cuestionar esta pérdida de soberanía del Estado.

SK

Ya que hablamos de soberanía nacional, debemos hablar de la política exterior griega. Uno de los aspectos más tristes del legado gubernamental de Syriza es la profundización de la integración del país con la OTAN y el «campo occidental» liderado por Estados Unidos. Esto no tiene precedentes para un partido que todavía se refiere formalmente a sí mismo como la «izquierda radical». Por supuesto, tal orientación se había aplicado durante décadas, pero Syriza la ha continuado e incluso intensificado. ¿Cuáles son las consecuencias para Grecia y toda la región?

MT

Inmediatamente después de la capitulación de 2015, Syriza dejó claro que se alinearía con sus predecesores también en este terreno. Simbólicamente, incluso se atrevió a organizar la visita a Grecia de un presidente estadounidense —en este caso Barack Obama— en el aniversario del levantamiento de la Escuela Politécnica de Atenas de noviembre de 1973, una fecha con una pesada carga en la historia griega. Es un momento que preserva la memoria del sentimiento antiimperialista y antiamericano de un pueblo que sufrió bajo una dictadura militar respaldada por Estados Unidos.

Más allá de los símbolos, hay por supuesto actos concretos. Entre otras iniciativas similares, Syriza ha permitido la ampliación de las instalaciones militares estadounidenses en el puerto estratégico de Alexandroupolis, en el norte del país, y en Stefanovikio, en el centro de Grecia, cerca de la ciudad de Volos. En la actualidad, Alexandroupolis sirve de centro neurálgico para las operaciones de la OTAN en la región y podría utilizarse en conflictos candentes, especialmente en la guerra que actualmente asola Ucrania.

Tal vez lo más chocante sea que, tras cuatro años de gobierno de Nueva Democracia, Tsipras y Mitsotakis compiten ahora entre sí por aparecer como los partidarios más ardientes de encargar aviones Rafale y F16 y de aumentar el gasto militar. Su objetivo común es ser reconocidos como los miembros más obedientes de la OTAN. Grecia figura desde hace tiempo entre los campeones del mundo en este ámbito y ya gasta más en su presupuesto militar en proporción al PIB que Estados Unidos (3,9% frente a 3,5%), muy por encima del objetivo de la OTAN del 2%.

En lo que respecta a la guerra de Ucrania, el gobierno de Mitsotakis se ha mostrado especialmente celoso en la aplicación de las decisiones de la OTAN. Fue uno de los primeros en enviar armas a Ucrania y se apresuró a aplicar las sanciones contra Rusia, que afectan principalmente a nuestro pueblo, así como al de otros países que las aplican.

La única crítica que hizo Syriza al respecto fue de procedimiento. El núcleo de su posición es el apoyo a la estrategia de la OTAN para toda la región, como ilustra el caso de Ucrania. Este es un camino muy peligroso, que expone al país a aventuras desastrosas. Afortunadamente, amplios sectores de la opinión pública griega se resisten ideológica y políticamente a estas orientaciones.

SK

Pasemos ahora al proceso que condujo a la formación de MeRA25-Alianza por la ruptura, que se presenta a las elecciones del próximo domingo. Tus raíces militantes están en la izquierda extraparlamentaria, pero tú y tu organización han formado parte de Unidad Popular desde el principio. Este frente fue creado tras la capitulación de Tsipras en el verano de 2015 por corrientes que abandonaron Syriza, a las que se unieron otras organizaciones de la izquierda radical. Estas fuerzas estaban entonces en fuerte desacuerdo con Yanis Varoufakis que, como ministro del Gobierno de Syriza, se oponía a la salida del euro y a la ruptura con la Unión Europea. Es cierto que Varoufakis votó en contra de los Memorandos y se opuso a la capitulación de Syriza, pero en las anteriores elecciones parlamentarias de 2019, su movimiento, MeRA25 y Unidad Popular se presentaron por separado. ¿Cómo se ha podido formar esta coalición para estas elecciones?

MT

Como Unidad Popular, siempre hemos creído que es necesario construir convergencias más amplias entre las fuerzas de la izquierda radical. La fragmentación actual no sirve a nadie y, sobre todo, no ayuda al movimiento obrero, a la juventud y a las clases trabajadoras de Grecia. Esta convergencia debe basarse, por supuesto, en un contenido claro, lo que presupone un acuerdo sobre puntos fundamentales, aunque los compromisos sean inevitables. En los movimientos sociales, en las movilizaciones, hay mucho más espacio para la unidad de acción entre fuerzas muy diversas. Pero las alianzas a nivel político dependen de condiciones programáticas específicas.

Un punto clave para nosotros ha sido el giro a la izquierda de Yanis Varoufakis y MeRA25 en algunas de sus posiciones fundamentales. En su último congreso, MeRA25 llegó a la conclusión de que no puede haber una alternativa de izquierdas dentro de la eurozona y que es necesaria una ruptura. Esto representa un cambio significativo respecto a su posición anterior, que abogaba por negociaciones dentro de la eurozona para reorientarla hacia objetivos diferentes.

Lo mismo puede decirse de las relaciones de Grecia con el aparato imperialista, un tema sobre el que la posición de la MeRA también ha cambiado claramente en la dirección de la desvinculación de la OTAN y de una política exterior multidimensional y no alineada. Este proceso nos permitió abrir un debate programático con este grupo. Los esfuerzos de MeRA25 por implicarse en las movilizaciones sociales también han desempeñado un papel positivo, al igual que su actitud de oposición combativa en el parlamento, donde sus diputados han dado voz a importantes demandas de los movimientos sociales.

Lo que debemos tener en cuenta es el contexto en el que nos encontramos tras cuatro años de un gobierno autoritario que combina el extremo centro neoliberal y la extrema derecha. No podemos ser indiferentes al resultado de las elecciones. Es esencial evitar otro mandato de cuatro años de un gobierno así.

Pero es igualmente importante proponer una alternativa a la lógica del «mal menor» que lleva a votar a Syriza. Por eso es de crucial importancia una convergencia programática dentro de la izquierda radical. Esto también se aplica al debate actual en Grecia sobre un posible «gobierno progresista» propuesto por Syriza. Esto sería esencialmente una coalición entre Syriza y el PASOK, pero Syriza también está pidiendo a las otras fuerzas de izquierda que lo apoyen, o al menos que le den un apoyo pasivo a nivel parlamentario. Un gobierno así sólo puede conducir a la continuación de las políticas neoliberales bajo un disfraz «progresista».

Aceptar tal propuesta sería desastroso para toda la izquierda social y política. Un gobierno liderado por Syriza ni siquiera puede considerarse un «mal menor», ya que sus orientaciones en cuestiones clave serían similares a las políticas actuales. No tenemos ninguna razón para destruir una vez más la credibilidad de la izquierda que hemos estado tratando de reconstruir durante ocho años. Sería insensato emprender un camino que lleve la vida política en una dirección conservadora y a las fuerzas populares a la pasividad.

Esto no significa que Syriza y Mitsotakis sean idénticos, o que no debamos luchar para bloquear una mayoría parlamentaria de Nueva Democracia. Por eso creemos que las fuerzas de la izquierda radical, como MeRA25-Alianza para la Ruptura, deberían obtener la mayor representación posible en el parlamento. En el actual sistema electoral, la mayoría parlamentaria no depende de la diferencia entre el porcentaje del primer y el segundo partido, sino del número de formaciones que superan el umbral del 3% necesario para entrar en el parlamento. Por lo tanto, el éxito de nuestra coalición tiene un significado más amplio para el equilibrio general de poder. También es crucial para el fortalecimiento de un polo combativo y no sectario en la izquierda, que es, por supuesto, lo más importante a largo plazo.

SK

El lema principal de la Alianza MeRA25 para la ruptura es «por primera vez, la ruptura». Recuerda inevitablemente al eslogan de Syriza en las elecciones de enero de 2015: «por primera vez, la izquierda», que se refería a la posibilidad entonces inédita de un gobierno dirigido por un partido a la izquierda de la socialdemocracia. Más allá de esta alusión, ¿cuál es el contenido de esta propuesta rupturista?

MT

Las grandes líneas de nuestro programa desafían el corazón mismo de la estrategia del capital en Grecia. Incluso los puntos que responden a reivindicaciones sociales inmediatas requieren rupturas para ser aplicados. Por ejemplo, tenemos la electricidad más cara de Europa. Para poner fin a este escándalo, tenemos que abolir el llamado «grupo de intercambio de energía» creada por Syriza, que no es más que un cártel oligárquico. Pero esto es contrario a las reglas del «mercado europeo de la energía» creado por la UE. También debemos luchar por la nacionalización del sector energético y la reconstitución de la antigua empresa estatal unificada, lo que también va en contra de las directivas de la UE.

Tendremos que proponer soluciones claras para los «préstamos morosos» [los créditos inmobiliarios no devueltos o cuya devolución se considera de riesgo], que suponen un enorme problema para cientos de miles de hogares. Durante el periodo de vigencia de los Memorandos, la proporción de estos préstamos pasó del 3% al 50% del total. Ahora, siguiendo las recomendaciones de Bruselas, el plan «Hércules» permite a los fondos especulativos comprar estos préstamos a precios ridículos y especular con la vivienda a la sombra de las ejecuciones hipotecarias a gran escala.

Nuestro programa también aborda cuestiones estratégicas, aunque actualmente no estén en el primer plano de las preocupaciones populares porque el nivel del debate ha retrocedido considerablemente con respecto a 2015.

En primer lugar, está la cuestión de la deuda pública. No puede haber futuro para el país sin una reducción muy significativa de la deuda pública, que en cualquier caso no es sostenible a medio plazo. Nuestro programa propone también la creación de una banca pública y la nacionalización bajo control social de las empresas e infraestructuras estratégicas privatizadas en los últimos 12 años.

En nuestra opinión, esta política es imposible sin una ruptura con la zona euro. Se trata de un reto delicado para el que debemos prepararnos y preparar a nuestros ciudadanos, ya que esta cuestión ha sido objeto de una formidable campaña de miedo a lo largo de los años. El hecho es que salir de la zona euro es la clave de la solución. Si se quiere aplicar un programa en favor de los intereses de los ciudadanos, no se puede hacer otra cosa.

En términos más generales, en nuestra opinión, no puede haber «economía al servicio de las mayorías» si mantenemos un modelo económico basado exclusivamente en los servicios de bajo valor añadido y el turismo. Este es el proyecto del capital para Grecia. Nosotros, en cambio, tenemos un proyecto de reconstrucción productiva basado en la planificación ecológica y democrática, con énfasis en el sector primario, en sectores manufactureros específicos y en servicios de alto valor añadido. De lo contrario, continuará la desertificación y el saqueo del país.

SK

Mi última pregunta se refiere a las perspectivas de futuro de la coalición MeRA25-Alianza para la Ruptura. Algunos sectores de la izquierda radical critican que se trate de una alianza puramente electoral entre dos movimientos heterogéneos. Unidad Popular es una organización profundamente arraigada en la historia de la izquierda radical, mientras que MeRA25 es un partido fuertemente centrado en la figura de su líder, con una base organizativa pequeña y una débil presencia en los movimientos sociales. ¿Cuál es su respuesta a estas críticas?

MT

Creo que la coalición entre MeRA25, Unidad Popular y otras fuerzas y compañeros que forman la Alianza por la Ruptura se basa en un acuerdo claro y sincero que respeta la autonomía de cada componente. Las relaciones mutuas se basan en la equidad, lo que da a cada uno de ellos la posibilidad de plantear sus propias orientaciones programáticas. Esto se refleja también en el nombre compuesto de la coalición.

Nuestro programa corresponde, en mi opinión, a las necesidades del periodo. Todos los puntos que hemos discutido antes van en el sentido de romper con la integración capitalista e imperialista. La situación actual en Grecia no es la de una revolución inminente, ni siquiera la de una situación fluida de protesta de masas comparable al período 2010-2015. En tal contexto, el éxito de esta coalición puede reabrir la posibilidad de una intervención política de masas para la izquierda radical.

Sin embargo, esta convergencia necesita afianzarse para ser sostenible y expandirse. En el marco de la Alianza para la Ruptura, hacemos un llamamiento constante a otras fuerzas de la izquierda radical y extraparlamentaria para construir una convergencia más amplia. Estas fuerzas son importantes en Grecia, están profundamente arraigadas en los movimientos sociales, en los barrios, en los lugares de trabajo y en la juventud estudiantil.

SK

¿Piensa tomar iniciativas en este sentido después de las elecciones?

MT

Creo que si esta lista electoral obtiene buenos resultados y sus componentes siguen trabajando juntos, puede ofrecer una oportunidad para reconstruir la izquierda radical, incluyendo a las fuerzas que ahora no forman parte de ella. Puede ofrecer visibilidad política a una corriente sociopolítica que aún no ha encontrado una representación adecuada a nivel parlamentario.

Para lograrlo, tenemos que hacer un trabajo más difícil que el que hicimos durante la campaña electoral. Tenemos que construir prácticas contrahegemónicas en la base, reforzar nuestra intervención con los jóvenes, construir espacios de intervención en el movimiento sindical y a nivel local y municipal. Este último punto es muy importante, ya que recientemente se ha modificado el marco legal para crear barreras adicionales a la representación de la izquierda radical en estas instituciones.

En cualquier caso, se necesita la mayor unidad posible para cambiar el equilibrio de poder. La política a nivel nacional e institucional es, por supuesto, de gran importancia, pero los espacios en los que se construyen las luchas y los movimientos desde la base son al menos igual de importantes.

Sobre el entrevistador

Stathis Kouvelakis enseña teoría política en el King’s College de Londres. Anteriormente formó parte del comité central de Syriza.

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Publicado en Entrevistas, Grecia, homeIzq, Partidos and Políticas

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