Luiz Inácio Lula da Silva durante su intervención en el XVI Congreso Nacional del Partido Socialista Brasileño (PSB) el 1 de junio de 2025. Foto: Sérgio Lima/Poder360. Cortesía de Poder360. Video: Luiz Inácio Lula da Silva durante su intervención en el XVI Congreso Nacional del Partido Socialista Brasileño (PSB) el 1 de junio de 2025. Cortesía del canal de YouTube de Poder 360.
La confianza manifestada por Lula respecto de las próximas elecciones brasileñas podría ser temerariamente optimista. Porque la realidad es que su Gobierno se está debilitando, y no a la inversa.
El artículo a continuación fue publicado originalmente en Communis. Lo reproducimos en Revista Jacobin como parte de la asociación de colaboración entre ambos medios.
1.
En el recién concluido XVI Congreso Nacional del Partido Socialista Brasileño (PSB) (30 de mayo a 1º de junio), Lula pronunció un discurso excesivamente confiado, si no temerariamente optimista. La tesis que sostengo en el presente artículo es que el gobierno de Lula se está debilitando, y no a la inversa, debido a cinco factores principales: a) los sondeos de opinión, analizados en perspectiva a partir del segundo semestre de 2024, indican un desgaste cada vez mayor del gobierno, unos índices de desaprobación que rebasan ya el 50 % y una posible derrota de Lula en la segunda vuelta de las próximas elecciones presidenciales en 2026, aun cuando no tuviese como contrincante a Bolsonaro, lo cual altera los cálculos de la oposición; b) el alejamiento preventivo de un bloque más cohesionado en el centro en torno a União/Brasil/Progresistas, Movimiento Democrático Brasileño (MDB)/Republicanos y Partido Social Democrático (PSD), que aglutinan prácticamente a todas las alas de la derecha con carteras ministeriales en el gobierno, pero que han llegado a considerar viable una disputa con Bolsonaro sobre quién debería sustituirlo, apostando por Tarcísio de Freitas; c) el giro de poderosas fracciones de la clase dominante, especialmente del capital agropecuario y financiero, hacia una oposición más frontal al gobierno, que se hizo explícito en la increíble votación sobre el proyecto de ley de amnistía en la Cámara de Diputados, la denuncia incendiaria en los medios de comunicación del escándalo del Instituto Nacional del Seguro Social de Brasil (INSS), el establecimiento de un grupo de trabajo de reforma administrativa para acabar con la estabilidad de los puestos de funcionarios, entre otros momentos grotescos como las provocaciones contra Marina Silva en la audiencia del Senado; d) la impotencia del gobierno de Lula para dejar de estar a la defensiva en la disputa ideológica y política, a pesar del proyecto de exención del impuesto sobre la renta de las personas físicas en beneficio de quienes reciban ingresos mensuales inferiores a 5 mil reales al mes, el impuesto del 10 % para quienes tengan ingresos de más de 50 mil, los programas Gas para Todos, Pé de meia —programa de incentivos financieros y educacionales para promover la permanencia y la finalización de los estudios de los estudiantes matriculados en la enseñanza secundaria pública— y Mais Professores, y la ampliación de la Farmácia Popular, además del apoyo al fin de la semana de seis días de trabajo y un día de descanso («horario 6 x 1»), entre otros, cuyo destino sigue siendo incierto, si no inviable; e) la terquedad de Bolsonaro, quien no sólo insiste en mantener su precandidatura, aun ante la probabilidad de que se lo halle culpable y termine en la cárcel, sino que también se reserva el derecho de decidir quién ocuparía su lugar a la hora de sustituirlo, habiendo llegado a considerar la posibilidad de lanzar la candidatura de algún miembro de su clan familiar, su esposa o su hijo.
2.
Los datos sobre el crecimiento económico siguen siendo positivos, luego de que durante el primer trimestre el PIB recibiera un vigoroso impulso de una cosecha agrícola récord, si bien su ritmo esté mermando. Pero el gobierno de Lula subestima las dificultades tanto en el Congreso, donde se encuentra a merced del centro, como en las calles, donde el malestar de los trabajadores de clase media no ha disminuido. En sentido estricto, el gobierno parece ir a la deriva y en zigzag. No es posible discernir cuál es la táctica para salir del atolladero y menos aún cuál sería la estrategia para garantizar la reelección. El episodio del anuncio y, finalmente, la desestimación del aumento de las tasas de impuestos sobre las transacciones financieras ha servido de ilustración de las dificultades. Galípolo dejó claro que no existía acuerdo. Las limitaciones impuestas por el marco fiscal de déficit cero obligaron al gobierno a hacer recortes presupuestarios por valor de más de treinta mil millones de reales y, para evitar restricciones aún más severas, lanzó la «bomba» de los impuestos sobre las transacciones financieras, que era una propuesta justa, subestimando a la oposición. La reacción del mercado fue brusca, repentina y violenta. Estaban en juego el costo del crédito, los depósitos de las pensiones privadas superiores a 50.000 reales y, sobre todo, las inversiones en el extranjero. En la misma semana en que Lula decidió encomiar la propuesta, Motta, en alianza con Alcolumbre, dejó claro que no se aprobaría, reafirmando con ello que ya existía en la práctica un «semiparlamentarismo» de emergencia. La búsqueda de una salida mediante la aprobación de una reforma de las pensiones de los militares o de un aumento de los impuestos sobre las apuestas, o de una reducción de las exenciones fiscales, como un límite a los gastos médicos en la devolución del impuesto sobre la renta de las personas físicas, son propuestas con escasas probabilidades de prevalecer. Ahora se anuncia la búsqueda de un consenso.
3.
En las condiciones actuales, la candidatura de Lula a la reelección está en disputa y, aunque podría imponerse, se hace difícil hacer ningún pronóstico. Una de las claves de la estrategia es explotar la posible división de la oposición al gobierno de Lula. En la extrema derecha, el bolsonarismo se ha visto erosionado por el inicio del proceso judicial contra el núcleo que organizó el intento de golpe, la investigación sobre las trastadas de Eduardo Bolsonaro en Estados Unidos y la esperada huida de Zambelli a Italia. Pero se equivocan quienes subestiman la capacidad de resistencia de los neofascistas. El bolsonarismo es un movimiento contrarrevolucionario permanente. No habrá rendición. El Proyecto de Ley de Devastación —que pone en peligro el medio ambiente, nuestra salud y nuestras vidas— se aprobó en el Senado por un margen abrumador, lo que viene a confirmar que se está trabajando en la construcción de un Frente Amplio que vaya desde la centroderecha hasta el extremismo de Bolsonaro. Las precandidaturas de gobernadores —Leite o Zema, Caiado o Ratinho Jr.— son movimientos exploratorios, iniciativas para ocupar espacio y afianzar carreras personales, pero una precandidatura de Tarcísio de Freitas es de otro calibre. Tarcísio ya ha calculado los riesgos y ha dejado claro que sería una aventura lanzarse contra los deseos de Bolsonaro. Sin el apoyo de Bolsonaro, o, peor aún, contra Bolsonaro, nadie en la derecha podrá derrotar a Lula. Y todavía no hay acuerdo, ni siquiera remoto, con Bolsonaro, quien insiste en mantener su candidatura. Quien crea que se trata de un bluff no se da cuenta de que Bolsonaro no aceptará ir a la cárcel y que hasta podría lanzar la candidatura de un miembro de su familia y dividir a la oposición. Mantendrá su precandidatura todo el tiempo que pueda con tal de asegurarse una amnistía. Quien dude de que Bolsonaro pueda extraerle al centro semejante acuerdo, incluso con un amplio consentimiento de la burguesía, no ha entendido contra quién estamos luchando. La contradicción ineludible es que, como en 2022, habrá una sola fracción disidente de la burguesía que apoye a Lula, en caso de que Bolsonaro o un sucesor proveniente de su clan fuera el otro candidato.
4.
El primer reto que tiene por delante la izquierda es extraer lecciones de lo que ya hemos vivido y de lo que estamos viendo en todo el mundo. En las elecciones portuguesas, la izquierda fue masacrada. El Partido Socialista insistió en «tentar a la suerte» con una comisión de investigación, apostando por que Montenegro se desgastara lentamente, sin tener en cuenta la posibilidad de que el Partido Social Demócrata respondiera con elecciones anticipadas. El Partido Comunista ni siquiera consideró la posibilidad de una candidatura común con el Bloque de Izquierda. El resultado fue una victoria de Montenegro y el ascenso de Chega de Ventura a la condición de segundo partido. Nuestra apuesta debe ser la construcción de un Frente de Izquierda con un programa que tenga un núcleo duro de reformas capaz de suscitar el entusiasmo de los sectores más avanzados de los trabajadores y de la juventud. Ello es imposible sin propuestas de cambios estructurales que inspiren mayor confianza en las masas y levanten su ánimo. Estamos ante una dialéctica compleja, pues la reducción lulista de la estrategia al Frente Amplio —una alianza inquebrantable con una fracción de la burguesía para defender el régimen liberal-democrático frente a los neofascistas— permitió ganar en 2022, pero impidió gobernar. La victoria electoral del Frente Amplio se está convirtiendo en una derrota política para la izquierda. La paradoja es que sin la unidad electoral con la fracción disidente burguesa no habría sido posible derrotar a Bolsonaro, pero ello se logró al precio del estancamiento táctico en el que estamos sumidos. La trampa del Frente Amplio es que la moderación del gobierno es la antesala de una posible victoria electoral de la extrema derecha con Tarcisio. Desafortunadamente, el resultado probable del proceso de elecciones directas en el PT será una victoria de la tendencia Construyendo un Nuevo Brasil (CNB), tal vez en la primera vuelta, en un contexto en el que la izquierda del PT inexplicablemente no ha logrado unirse ni en las listas para el Directorio Nacional ni en la promoción de un candidato común a la presidencia, a pesar de la voluntad de Rui Falcão de hacerlo.
5.
Estamos todavía a tiempo de evitar lo peor. La línea para la izquierda más aguerrida pasa por la capacidad de convertir la batalla por un plebiscito popular en una campaña con una audiencia de masas. Será necesario llevar a cabo una ingente labor de agitación y organización para aprobar la imposición de impuestos a los superricos, acabar con la semana de trabajo de seis días y movilizarse en el marco de la campaña por el no a la amnistía y por el encarcelamiento de Bolsonaro. Ese esfuerzo será insuficiente si no somos capaces también, con el apoyo de la juventud que se prepara para el Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes, de incitar a nuestra base social a salir a las calles contra el genocidio en la Franja de Gaza. Pero la cuestión decisiva desde el punto de vista estratégico es el problema del resultado de las elecciones de 2026, que comienza a decidirse aquí y ahora. El PT sigue siendo el partido mayoritario de la izquierda. La perspectiva inspirada por Lula de subordinar el Frente de Izquierda al Frente Amplio, a cualquier precio, deberá prevalecer en el PT. Se trata de una opción muy peligrosa. Lo contrario sería más justo. El hecho es que ser mayoría no basta para demostrar quién tiene razón. Sólo demuestra qué candidatura tiene más apoyo. El apoyo que tenga una propuesta no prueba nada, absolutamente nada, sobre lo correcto de la política que se defiende. Tener fuerza es muy importante, pero tener razón lo es más. Se avecina una lucha. Una parte de la izquierda, la más moderada, permanecerá en silencio frente a Lula. Otro, la más radical, presentará a un candidato o, más probablemente, a varios candidatos contra todos. Se trata de dos tácticas obtusas. El mejor camino será luchar por un programa de izquierda para construir un Frente de Izquierda con Lula, abriendo espacio para alianzas tácticas, pero disputándose la hegemonía.
Historiador, militante del PSOL (Resistencia) y autor de O Martelo da História. Ensaios sobre a urgência da revolução contemporânea (Sundermann, 2016).
Historiador, militante del PSOL (Resistencia) y autor de O Martelo da História. Ensaios sobre a urgência da revolução contemporânea (Sundermann, 2016).