Perspectivas políticas de Brasil en 2025: Lula, la extrema derecha y la clase trabajadora ante un futuro incierto.
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Las elecciones municipales han dejado al descubierto una realidad difícil para la izquierda en Brasil. La extrema derecha continúa ganando terreno, y el neofascismo se afianza en la conciencia popular.
Después del último debate en la televisión, lo más probable es que la segunda vuelta sea una disputa entre Boulos y Marçal. Mejoraron las posibilidades de que la izquierda gane São Paulo.
Con un panorama incierto y un triple empate técnico, la lucha por São Paulo podría definir el futuro político de la izquierda brasileña.
Lula ha apostado a las concesiones a las élites del agronegocio como elemento necesario para avanzar en su proyecto redistributivo. Sin embargo, esas mismas élites pueden poner un freno a todo su programa.
El lulismo, o la lealtad política a la experiencia de los gobiernos dirigidos por el PT, ha permitido ganar apoyos entre los más pobres. Pero la izquierda brasileña ha perdido la hegemonía sobre su base social de masas original.

Luego de que Elon Musk alimentara las conspiraciones sobre la persecución de los partidarios de Bolsonaro, la ultraderecha brasileña recibió una inyección de energía. La abogada que desmintió la acusación habla de la nueva amenaza para la democracia en Brasil: las Big Tech.
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El pasado domingo el bolsonarismo hizo una poderosa demostración de fuerza en las calles, en una movilización con pocos antecedentes. La izquierda debe luchar por la condena de Bolsonaro y de los generales golpistas y dar una disputa en la conciencia popular contra la extrema derecha.

La sumatoria de pequeñas medidas progresivas en los primeros 100 días impresionan, pero fueron parciales e insuficientes. Queda claro que Lula decidió gobernar «en frío» y no «en caliente», privilegiando los pactos con los partidos tradicionales sobre la movilización popular. Bolsonaro sigue políticamente «vivo» y no debe ser subestimado.
El bolsonarismo no es un tigre sin dientes y sigue siendo necesario construir una nueva relación social de fuerzas. Para ello, el gobierno de Lula necesitará de la movilización social, porque «en frío», Brasil no cambia.