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Un trabajador opera una máquina en una fábrica de en Hangzhou, provincia de Zhejiang, China. (Mike Fiala / AFP vía Getty Images)

El enigma China

China es el gran enigma del capitalismo global del siglo XXI. A medio camino entre la planificación estatal y la lógica del mercado, entre un Estado fuerte y un partido único, su trayectoria plantea una pregunta ineludible: ¿qué tipo de formación social encarna hoy el gigante asiático?

China es, desde cualquier punto de vista, una realidad increíblemente compleja. Pero no es difícil de comprender solo por su gigantismo, sus innumerables particularidades y la enorme distancia geográfica y cultural que nos separa. China es un enigma, sobre todo, porque es una formación económico-social contemporánea única en su género. Al ser un producto singular del desarrollo histórico desigual y combinado, presenta características nuevas e imprevistas en su trayectoria de ascenso meteórico.

Para reflexionar sobre el gigante asiático, resulta estimulante leer la crítica que Elias Jabbour publicó recientemente al texto de Valério Arcary, Cuatro excepcionalidades chinas. Arcary sostiene que China, desde el punto de vista económico-social, es un híbrido que debe entenderse como un «capitalismo de Estado». En cuanto al régimen político, considera que la República está controlada exclusivamente por el Partido Comunista. Es decir, la burguesía china aún no domina el Estado.

De forma controvertida, Jabbour sostiene que China sigue un camino específico de desarrollo socialista y que tiene un régimen político particular coherente con ese objetivo estratégico. Elias está de acuerdo con Valério en que la clase capitalista no dirige el Estado chino, pero afirma que existe una «vibrante democracia de base», mientras que Arcary considera que hay una dictadura de partido único.

En este artículo, dialogando con las propuestas de los autores mencionados anteriormente, pretendo realizar algunas análisis con el fin de contribuir modestamente a la reflexión marxista sobre China. Para facilitar la lectura, los datos, citas y referencias bibliográficas que sustentan una serie de afirmaciones del texto se presentarán en las notas al pie.

China: ¿un híbrido que avanza hacia dónde?

El milenario imperio chino, formado dos siglos antes de Cristo1, fue destruido y humillado por el imperialismo capitalista en los siglos XIX y XX2. En 1949, la Revolución Socialista triunfante liberó al país de la ocupación extranjera y abrió el camino al desarrollo económico y social sobre bases no capitalistas, es decir, mediante la apropiación pública de los medios de producción privados. La burguesía fue expropiada y huyó del país. Incluso antes de las grandes reformas iniciadas en 1978 por Deng Xiaoping, hubo una etapa de crecimiento económico significativo y mejoras sociales3.

Pero el enorme retraso heredado de la dominación y la explotación imperialista (China era considerada el país más pobre del mundo en 1949) pasó factura, junto con las nefastas consecuencias económicas derivadas del «Gran Salto Adelante»4 y la «Revolución Cultural»5. El país seguía siendo muy pobre a mediados de los años setenta, a pesar de los avances logrados desde la Revolución6. Al igual que ocurrió con la URSS, se puso de manifiesto una vez más en la historia que no era posible dar un salto directo de una economía capitalista rudimentaria y dependiente a una estructura productiva socialista rica y desarrollada.

Como sugieren la teoría marxista y la práctica histórica, la transición al socialismo implica necesariamente un largo período en el que los elementos del «viejo» sistema (el capitalismo) conviven con los del «nuevo» (el socialismo)7. En términos de dinámica, lo fundamental es identificar el sentido de la evolución de una determinada formación heterogénea. ¿Camina hacia la supresión de las relaciones capitalistas o, por el contrario, hacia la expansión de estas?

Otro aspecto fundamental que hay que analizar es el carácter de la relación recíproca entre los elementos económico-sociales de distintos sistemas. Por ejemplo, en una formación concreta, ¿el sector público-estatal está estructurado principalmente para servir a la acumulación privada de capital o al bienestar de la mayoría de la población? No menos importante es caracterizar la naturaleza de clase del Estado vinculado a esa formación económico-social. ¿Qué clase social detenta el poder político, controlando el aparato estatal en su conjunto?

Dejando a un lado el paréntesis teórico, volvamos a China. La decisión estratégica del Partido Comunista, a partir de 1978, fue iniciar una serie de reformas orientadas a la reanudación controlada de las relaciones económicas capitalistas. La restauración progresiva de la propiedad privada, la privatización de una parte considerable del parque productivo, el fin de la colectivización de la producción agrícola y el estímulo al capital extranjero fueron los motores de este proceso de apertura al capitalismo8.

La reconfiguración productiva se concibió para impulsar el crecimiento, sobre todo, a partir de la exportación de bienes industriales9. Un gigantesco flujo de capital extranjero afluyó al país para inversiones industriales, con predominio de las inversiones estadounidenses10. La mano de obra abundante y relativamente barata, los incentivos estatales y un vasto mercado interno fueron atractivos irresistibles para el gran capital10. En la actualidad, las empresas también se benefician de una mano de obra altamente cualificada y de una base tecnológica y de infraestructuras muy avanzada12.

Factores que elevan la productividad del trabajo y, con ello, los márgenes de rentabilidad de los negocios. China se convirtió primero en la «fábrica del mundo» y luego en el parque industrial más avanzado del planeta en términos de productividad e innovación tecnológica13.

Como productos sociales inequívocos de este grandioso proceso de transformación, en las últimas décadas ha surgido y florecido, por un lado, una robusta burguesía interna y, por otro, una gigantesca clase trabajadora en el sector privado, ya sea de propiedad extranjera o nacional14. Entre las dos clases fundamentales, surgió una capa media basada en las pequeñas y medianas empresas y en los puestos gerenciales, administrativos, científicos y técnicos15. La actual configuración de clases en China refleja la estructura social de una sociedad capitalista normal, incluso desde el punto de vista de la desigualdad social, que se amplió considerablemente entre los años 80 y 2008, y que ha disminuido ligeramente en la última década16.

La peculiaridad del caso chino reside, sin embargo, en el papel político y económico del Estado en la relación con y entre las clases sociales.

Las características específicas de este proceso de restauración capitalista son varias. Cito las dos más significativas. En primer lugar, en lo que se refiere al sector privado17. A pesar de su impresionante expansión, siempre ha estado sometido al control del sector estatal18. Es decir, la propiedad y la planificación estatales siguen dirigiendo la economía. Las proporciones entre lo público y lo privado han variado a lo largo de las últimas décadas, pero la posición de mando del Estado se ha mantenido hasta ahora19. Cabe señalar que el sistema financiero está hegemonicado por el Estado, lo que le permite controlar los flujos de capital20.

Segunda característica. Aunque el sector estatal ha conservado la dirección del complejo industrial y financiero, es indiscutible el carácter capitalista de la inserción china en la economía mundial21. El papel de China en el comercio mundial, como mayor exportador de mercancías del mundo, no permite otra conclusión, dado que el mercado mundial opera bajo una lógica intrínsecamente capitalista, basada en la ley del valor.

El entrelazamiento con el sistema capitalista mundial también se revela en las inversiones chinas en activos financieros y productivos en todo el mundo22. Desde hace años, empresas chinas —estatales, privadas o mixtas— están comprando reservas minerales y petroleras, puertos, aeropuertos, tierras cultivables e instalando fábricas de los más diversos sectores productivos en todos los continentes en términos directamente capitalistas23. Es decir, con el fin de obtener beneficios basados en la propiedad privada, la explotación de la fuerza de trabajo y las leyes del mercado. La relación desigual de intercambio con los países del Sur Global —en la que China, fundamentalmente, importa productos primarios y exporta bienes industriales— revela otra cara de esta inserción capitalista en el mercado mundial24.

Por lo tanto, para una evaluación correcta de la totalidad, es necesario observar la formación económico-social china también desde el ángulo de su integración en el circuito económico global del capitalismo, y no solo desde el punto de vista de su constitución interna. Elias Jabbour, en sus análisis, termina minimizando o desconsiderando el significado de la inserción de China en el sistema capitalista mundial.

Por ello, considero que la formación económico-social china está determinada por la intersección entre dos dimensiones fundamentales. Existe la dimensión propiamente capitalista, basada en la propiedad privada, extranjera o nacional. Y existe la dimensión «no capitalista», basada en la propiedad y la planificación estatales.

Describimos como «no capitalista» en la medida en que el enorme segmento público-estatal no opera fundamentalmente mediante la lógica de la acumulación privada de capital, aunque pueda ser funcional a la acumulación privada de capital, por medio del patrocinio de las relaciones capitalistas.

Como conclusión sintética provisoria, podemos clasificar a China como una «economía mixta» bajo el mando del Estado, si se hace hincapié en el carácter compuesto de las formas económicas internas; o como un «capitalismo de Estado», si el acento de la definición se centra en la dinámica capitalista impuesta por la incorporación del país al sistema económico global.

¿Transición controlada al capitalismo o desarrollo socialista original?

Valério Arcary sostiene que China es un híbrido económico-social que puede definirse mejor como un «capitalismo de Estado». Elias Jabbour, por su parte, argumenta que se trata de un modelo de desarrollo «socialista». Ambos reconocen los logros chinos, como la salida de más de 800 millones de personas de la pobreza25, el monumental desarrollo tecnológico26 y la adopción en las últimas décadas de una política económica distinta de la receta neoliberal hegemónica27. Sin embargo, discrepan en el sentido de la evolución de China.

Basándome en las pruebas disponibles, algunas de ellas presentadas en las notas al pie, considero que la dirección del movimiento económico-social de China desde 1978 da la razón a la caracterización central presentada por Valério. Esta dinámica se manifiesta notablemente en el expresivo crecimiento de las relaciones capitalistas en el interior de la economía china verificado en las últimas décadas, así como en el inevitable carácter capitalista de su inserción en el mercado mundial28.

Esta apreciación general no significa ignorar las características específicas y los ritmos propios de este proceso. Cabe señalar que la restauración capitalista aún no es completa, aunque es cualitativa, dada la magnitud que han adquirido las relaciones capitalistas en el conjunto económico-social. La restauración del capitalismo está limitada, por ahora, por la preservación de la posición dirigente del Estado en la economía. Esta condición singular, caracterizada por la subordinación del mercado al Estado, ayuda a explicar por qué China no ha experimentado ninguna caída anual del PIB en las últimas décadas29. Un caso excepcional.

Para tener un parámetro histórico comparativo, en contraste con la trayectoria ascendente de China, conviene tomar nota del colapso económico y social de Rusia (y de los demás países que conformaban la URSS) tras la terapia de choque neoliberal que presidió la restauración capitalista en ese país30.

En la antigua Unión Soviética, en los años noventa, el mercado privado se apropió vorazmente del aparato productivo y del sistema financiero. Se formó rápidamente una nueva y poderosa clase de oligarcas capitalistas, muchos de ellos procedentes de la alta burocracia del Partido Comunista, que se apropió directamente del poder estatal. El capitalismo pasó a prevalecer en la economía y la clase burguesa dominó el Estado.

La segunda peculiaridad del proceso de transición controlada al capitalismo en China, muy bien señalada en el texto de Arcary, es que no se produjo la recuperación del poder del Estado por parte de la clase capitalista, como ocurrió en Rusia. Es decir, la burguesía emergente china, que posee una enorme riqueza económica, no controla todavía el poder político del Estado, que está monopolizado por el Partido Comunista de China (PCCh).

El Estado, bajo el estricto control del PCCh, se eleva por encima de las clases sociales. La burocracia del partido-Estado, al manejar el conjunto de las instituciones, arbitra desde arriba los conflictos y los intereses del proletariado, la burguesía y las clases medias. La prosperidad material del país confiere al partido-Estado legitimidad política ante la población, en lo que podemos denominar la dimensión consensual de su dominación política.

A su vez, el carácter autoritario del régimen político garantiza al PCCh poderosos medios de coacción para hacer frente a los signos de insubordinación, ya sea de la clase obrera o de la burguesía. Se trata, por lo tanto, de una dictadura sobre todas las clases. Por ejemplo, el Estado a veces lleva a cabo acciones para limitar las ambiciones de los capitalistas chinos, imponiendo límites, castigos y controles31. En otros momentos, incentiva el desarrollo y el enriquecimiento de esa misma burguesía32.

A mediano y largo plazo, habrá que evaluar si la burocracia dirigente conducirá a la plena restauración del capitalismo, aunque se mantenga un régimen autoritario. En ese caso, la propia cúpula del partido se convertiría en una poderosa clase capitalista. Hay indicios de «aburguesamiento» de la élite dirigente del Estado, con muchos burócratas que se enriquecen por vías legales e ilegales (corrupción)33. Es sabido que hay miembros del Partido Comunista que se están convirtiendo en capitalistas y viceversa. Esta dinámica no podría ser diferente, dado que cualquier casta burocrática privilegiada tiende a aspirar a convertirse ella misma en una clase propietaria. Pero, aparentemente, no existe, por ahora, un proceso más amplio de conversión del mando partidista-estatal en grandes propietarios burgueses, como ocurrió en Rusia en los años noventa.

Se puede pensar en otra hipótesis de desenlace, que me parece improbable dada la dinámica actual, y es la siguiente. Ante un eventual ascenso político de la clase trabajadora y/o circunstancias excepcionales, como en el caso de una gran guerra y un conflicto agudo con el imperialismo hegemónico, el Estado volvería a dirigir la transición económico-social en sentido anticapitalista.

¿Democracia de base o régimen autoritario unipartidista?

Elias Jabbour es un conocido estudioso de la realidad china. Sus elaboraciones contribuyen a la comprensión del tema. Sin embargo, el autor parece caer a veces en la exageración propagandística del régimen chino, en una especie de apologismo acrítico. Esto queda claro cuando Jabbour describe el sistema político de China como una «vibrante democracia de base».

La existencia de mecanismos de consulta popular por parte del partido-Estado, aunque pueda permitir medir los sentimientos y opiniones existentes en la población, no constituye prueba alguna de que haya democracia en China, y mucho menos «de base» y «vibrante». Existe una contradicción absoluta entre el concepto de democracia (ya sea socialista o capitalista) y el monopolio del poder por un solo partido.

La dictadura de un solo partido puede ser más o menos popular, puede estar más o menos en sintonía con los sentimientos predominantes en la población, puede tener más o menos éxito en la gestión de la economía. Pero seguirá siendo una dictadura, como régimen político, si no existe el derecho a la organización de la clase trabajadora en diferentes partidos, si no existe el derecho a la libre organización sindical y de los movimientos sociales, si no existe el derecho a la libertad de expresión y de crítica para los trabajadores.

El proceso de transición hacia una sociedad socialista presupone la ampliación progresiva de la democracia, porque el socialismo como proyecto estratégico no representa únicamente la socialización de los medios de producción, sino también el control democrático del aparato estatal por parte del proletariado, de modo que el Estado, como fuerza coercitiva, pueda ir «desapareciendo» poco a poco, como bien señala Lenin en el libro El Estado y la revolución. La democracia socialista significa que la clase trabajadora, en toda su diversidad de opiniones, puede decidir libremente sobre los caminos del desarrollo económico, social, cultural, etc.

Jabbour termina, en tono apologético, saludando el aspecto político más regresivo de China, el mantenimiento de un régimen autoritario de partido único, sin libertades democráticas para la clase trabajadora. Aunque me parece un error calificar al régimen chino de totalitario o autocrático, como proclaman gran parte de los medios de comunicación y la intelectualidad liberal, ya que, dentro del PCCh, existen luchas políticas e ideológicas entre diferentes corrientes de opinión.

Los socialistas y comunistas son defensores intransigentes de las garantías democráticas en las sociedades capitalistas. Luchan por la preservación del derecho de los trabajadores a organizarse y votar a diferentes partidos, por el derecho a la libre organización sindical y de los movimientos sociales, por la libertad de manifestación, de expresión y de crítica.

Los logros democráticos bajo el capitalismo (incluido el sufragio universal), ahora amenazados por la extrema derecha, fueron en gran medida fruto de la lucha de la clase trabajadora y de la izquierda socialista, arrancados contra la voluntad de la burguesía. ¿Por qué, entonces, deberíamos saludar la existencia de un régimen de partido único que domina un Estado que supuestamente construye el socialismo? Se trata de un contrasentido con la propia idea de libertad y emancipación humana contenida en el proyecto comunista de Marx, Engels y Lenin.

China, ¿cómo descifrarla?

La dialéctica enseña que el objeto de análisis debe entenderse en el movimiento de sus contradicciones. El carácter híbrido de la formación económico-social china es presentado tanto por Arcary como por Jabbour. La cuestión polémica fundamental, por lo tanto, radica en la caracterización de la China contemporánea. ¿Socialismo en desarrollo o capitalismo de Estado?

El artículo que presentamos sostiene la hipótesis de que China se encuentra en un proceso singular de restauración del capitalismo, en una etapa concreta en la que las importantes relaciones capitalistas existentes están subordinadas al Estado, que dirige el proceso económico.

El «capitalismo de Estado» chino está promoviendo un desarrollo económico y tecnológico monumental, situando a China a la cabeza del comercio y la industria a escala mundial y en una reñida disputa con Estados Unidos por la hegemonía en otras muchas áreas. Por otro lado, crecen las contradicciones de clase en China, al tiempo que se hace visible el carácter capitalista de su inserción en el mercado mundial.

Las tensiones, los choques y los conflictos internos (entre las clases y entre la burocracia dirigente y las clases) y externos (sobre todo la encarnizada disputa con EE. UU.) determinarán la evolución de este proceso original.

A la izquierda marxista y socialista le corresponde una lectura realista de China y sus contradicciones. Ni demonizarla, ni deificarla. Comprenderla críticamente para formular la mejor política, velando por los intereses de la clase trabajadora y los pueblos oprimidos, dentro y fuera de China.

Notas

1 El año 221 a. C. suele considerarse el momento histórico en el que China se unificó en forma de gran reino o imperio, aunque ya existían varios estados y dinastías anteriormente. La dinastía Qin fue la responsable de esta unificación. China constituye la civilización ininterrumpida más antigua del mundo y fue pionera, mucho antes del surgimiento del sistema capitalista, en diversas innovaciones tecnológicas, entre ellas los cuatro grandes inventos (la brújula, la pólvora, el papel y la imprenta) y otros como el ábaco y la linterna de Kongming. China fue, sin duda, la economía más desarrollada del mundo durante un período de tiempo significativo. En el siglo XVIII, China era la mayor economía del mundo, con una rica cultura y un imperio próspero. A mediados del siglo XIX, fue superada por las potencias occidentales.

2 El punto culminante del inicio de la sumisión (y humillación) de China al dominio imperialista en el siglo XIX fueron las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860). Los conflictos armados entre Gran Bretaña y China dieron lugar a la apertura forzosa del comercio chino al Occidente y al establecimiento del imperialismo británico en la región.

3 Según datos recopilados por Michael Roberts: «Contrariamente a las opiniones actuales, el crecimiento económico en China antes de 1978, antes de las llamadas grandes reformas económicas, fue fuerte. Los datos oficiales chinos estiman que, de 1949 a 1978, el «valor de la producción social» total aumentó a una tasa media anual del 9 % y la tasa de crecimiento anual de la producción industrial fue del 11,4 %. En 27 años, la población aumentó en 400 millones. La esperanza de vida aumentó de 35 años en 1949 a 63,8 años en 1975. Estas cifras oficiales de crecimiento son cuestionadas por los análisis occidentales. Los más pesimistas son los proporcionados por Penn World Tables, que utiliza fuentes del Conference Board, donde el crecimiento de China se registra en solo un 2,4 % anual, lo que sitúa el período de crecimiento anterior a Deng en un nivel cercano al del G7, superior al de la India, pero inferior al de Japón, Asia Oriental y Brasil». Artículo completo en China as a transitional economy to socialism?

4 La política económica promovida por Mao Zedong, denominada «Gran Salto Adelante», implementada entre 1959 y 1961, cuyo objetivo central era el aumento abrupto de la producción de acero, tuvo un impacto económico desastroso. Se estima que hubo una caída del PIB del 5 % en 1960 y del 10 % en 1961. Se instaló una gran hambruna en el país, que provocó la muerte de millones de personas.

5 Los efectos de la «Revolución Cultural», liderada por Mao, que se llevó a cabo entre 1966 y 1976 y tuvo como lema la lucha contra los elementos «burgueses» y «pequeñoburgueses» presentes en el Gobierno y en la sociedad, provocaron el declive de la producción industrial y agrícola en el país, además de la desorganización económica en su conjunto. El inicio del periodo de grandes reformas, en 1978, se produce precisamente en el contexto de la crisis económica y política heredada de la Revolución Cultural.

6 Por ejemplo: en 1978, aproximadamente el 82 % de la población de China vivía en zonas rurales. El PIB per cápita del país en ese mismo año, en comparación con el de Brasil, por ejemplo, era considerablemente menor.

7 Trotsky, al referirse a la aplicación de la Nueva Política Económica (NEP) en la Rusia soviética, entre 1921 y 1928, aborda la necesidad de la existencia de elementos capitalistas durante el proceso de transición al socialismo: «El saneamiento de las relaciones económicas con el campo constituyó, sin duda, la tarea más urgente y espinosa de la NEP. La experiencia inmediata demostró que la propia industria, aunque socializada, necesitaba los métodos de cálculo monetario elaborados por el capitalismo; el plan no podía basarse únicamente en datos de inteligencia; el juego de la oferta y la demanda es, y seguirá siendo durante mucho tiempo, la base material indispensable y el correctivo salvador». Cita de La revolución traicionada, página 57, de León Trotsky, publicado por la editorial Sundermann (2005). Lenin, refiriéndose también a la NEP, va en el mismo sentido: «En Rusia predomina actualmente el capitalismo pequeñoburgués […]. Quien no lo comprenda comete un error económico imperdonable, ya sea por desconocer los hechos de la realidad […], ya sea por limitarse a oponer abstractamente el «capitalismo» al «socialismo», sin profundizar en las formas y etapas concretas de esta transición en nuestro país hoy en día». Cita extraída del texto Sobre el impuesto en especie (el significado de la Nueva Política y sus contradicciones).

8 Perry Anderson y Wang Chaohua abordan en detalle los procesos por los que se produjo la apertura del capitalismo en China a partir de 1978. Véanse los textos de los autores en el libro Dos revoluciones: Rusia y China, publicado por la editorial Boitempo (2018).

9 China lidera las exportaciones industriales mundiales y es el mayor exportador de bienes y servicios desde 2020. En 2023, el país también mantuvo el liderazgo en la producción mundial de bienes manufacturados, con más del 40 % de la producción de 500 productos industriales principales.

10 Luiz Gonza Belluzo analiza el papel fundamental (y sus amplias consecuencias) de las inversiones estadounidenses en China; «Así, desde una perspectiva geopolítica y geoeconómica, la inclusión de China en el ámbito de los intereses estadounidenses es el punto de partida para la ampliación de las fronteras del capitalismo, movimiento que culminaría con el colapso de la Unión Soviética y el fortalecimiento de los valores y las propuestas del ideario neoliberal. La nueva relación económica promovió el flujo de inversiones de Estados Unidos hacia China y, a la inversa, la exportación de manufacturas con ganancias de escala reflejadas en precios bajos». Cita extraída del prefacio de Belluzo (página 13) del libro Duas revoluções: Rússia e China, publicado por la editorial Boitempo (2018).

11 China cuenta con una variedad de incentivos estatales para atraer la inversión extranjera, que incluyen medidas fiscales, apoyo financiero y regulaciones más flexibles. Según el Gobierno chino, estos incentivos tienen por objeto promover la apertura económica, impulsar el crecimiento y diversificar la base industrial del país.

12 Tim Cook, director ejecutivo de Apple, afirmó en varias entrevistas que en China se podrían «llenar varios campos de fútbol» con ingenieros especializados, mientras que en Estados Unidos el número de ingenieros es mucho menor. También destacó que China ya no se considera un país con mano de obra barata, sino un país con una enorme cantidad de trabajadores altamente cualificados.

13 China es líder mundial en la producción y venta de coches eléctricos e híbridos, y la empresa BYD ha asumido recientemente el liderazgo mundial en ventas, superando a Tesla. China tiene la mayor cuota del mercado mundial de vehículos eléctricos, con el 62 % de las ventas mundiales en 2023 y en los primeros ocho meses de 2024, y casi el 70 % de las ventas de coches eléctricos e híbridos en 2024, según datos de diversas fuentes.

14 China tiene 516 multimillonarios en 2025, según Forbes. Esta cifra la sitúa como el segundo país con más multimillonarios del mundo, solo por detrás de Estados Unidos. Por su parte, el banco Credit Suisse afirma que China, en 2022, contaba con alrededor de 6,19 millones de millonarios, lo que representa el 0,6 % de su población adulta total. Esta cifra sitúa al país en el segundo lugar del mundo en cuanto a número de millonarios, solo por detrás de Estados Unidos. Por otro lado, cabe destacar el gigantismo de la clase trabajadora china. Según el Gobierno del país, en 2024, la industria china empleaba alrededor del 29,1 % de la población activa, lo que representa una parte significativa de la economía. El número total de personas empleadas en China era de 734,39 millones, de las cuales 473,45 millones trabajaban en zonas urbanas.

15 Según el informe del Centro Europeo para las Pymes, en 2022, el número total de micro, pequeñas y medianas empresas en China superó los 52 millones.

16 Carlos Aguiar de Medeiros e Isabela Nogueira de Morais demuestran con rigor en un artículo científico el avance de la desigualdad social en China desde los años 80 hasta 2008. «Al inicio de las reformas, en 1980, el coeficiente de Gini chino para la renta personal nacional era de 0,29, igual al de Alemania o Austria en 2000. En 2008, alcanzó 0,47, lo que equivaldría al de México en ese mismo año, siendo uno de los más desiguales de Asia. (…), desde 1984, se produjo una evolución persistente del índice de Gini. Del mismo modo, sobre todo en la década de 1990, la proporción de los salarios en la renta nacional disminuyó de forma persistente». A partir de 2008, la desigualdad ha disminuido y, en 2019, el índice se situaba en 0,465. Varias fuentes discrepan sobre la precisión de estos datos, pero la tendencia general es a la reducción de la desigualdad en la última década.

17 La economista china Keyu Jin analiza el desarrollo y el alcance del sector privado en la economía del país: «En 1990, las empresas privadas representaban una fracción ínfima de la producción económica china; veinte años después, representaban más de la mitad (…). Y a partir de ahí se convirtieron en la fuerza motriz de la economía china, responsables del 50 % de los ingresos fiscales, el 60 % del PIB, el 70 % de las innovaciones y el 80 % de los empleos urbanos». Cita (pág. 78) extraída del libro A nova China, publicado por la editorial Edipro (2023).

18 La planificación estatal desempeña un papel crucial en la economía china, coexistiendo con los mecanismos de mercado. El Gobierno chino utiliza la planificación como herramienta para orientar el desarrollo económico y social, definir objetivos y prioridades, y aplicar políticas destinadas al crecimiento y el desarrollo. La economista china Keyu Jin (en el mismo libro citado en la nota anterior) añade: «El Estado chino tiene tres características principales . La primera es su poder: dispone de recursos y capacidad administrativa para movilizar rápidamente una acción colectiva al servicio de los objetivos de la nación. La segunda es su estructura de centralización política, combinada con la descentralización económica, que da espacio para que se desarrolle una actividad empresarial local creativa al amparo de las orientaciones centrales. La tercera característica es su adaptabilidad». (Pág. 106).

19 Michael Roberts presenta información relevante sobre la participación estatal en la economía china: «Un informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad EE. UU.-China (Szamosszegi & Kyle, 2011: 1) constató que: «La parte de la economía china que está bajo propiedad y control estatales es grande. Sobre la base de premisas razonables, parece que el sector estatal visible —empresas estatales y entidades directamente controladas por empresas estatales— representaba más del 40 % del PIB no agrícola de China. Si se tienen en cuenta las contribuciones de las entidades indirectamente controladas, los colectivos urbanos y las empresas públicas de TVE, la parte del PIB de propiedad y control estatal es de aproximadamente el 50 %. Los principales bancos son estatales y sus políticas de préstamos y depósitos están dirigidas por el Gobierno (para gran disgusto del banco central chino y otros elementos procapitalistas).

Al mismo tiempo, el Partido Comunista/la maquinaria estatal se infiltra en todos los niveles de la industria y la actividad en China. Según un informe de Joseph Fan y otros (Fan & Morck, 2013), existen organizaciones partidistas dentro de cada empresa que emplea a más de tres miembros del Partido Comunista. Cada organización partidista elige a un secretario del partido. El secretario del partido es el eje central del sistema de gestión alternativo de cada empresa. Esto extiende el control del partido más allá de las empresas estatales, las empresas parcialmente privatizadas y las empresas propiedad de gobiernos locales o de aldeas, al sector privado o a las «nuevas organizaciones económicas», como se les denomina. En 1999, solo el 3 % de ellas tenían células del partido. Ahora, la cifra es de casi el 13 %. La realidad es que casi todas las empresas chinas que emplean a más de 100 personas tienen un sistema de control interno basado en células del partido. Esto no es una reliquia de la era maoísta. Es la estructura actual creada específicamente para mantener el control del partido sobre la economía». Lea aquí el artículo completo.

20 Michael Roberts, en el mismo artículo citado en la nota anterior, analiza los mecanismos de control estatal sobre los flujos de capital: «China sigue siendo la excepción flagrante, porque la ley del valor que opera en los mercados y en la inversión extranjera fue inicialmente bloqueada por completo y, posteriormente, restringida y controlada por un gran sector estatal, la planificación central y la política estatal, así como por la restricción de la propiedad extranjera de nuevas industrias y la imposición de controles sobre el flujo de capital hacia dentro y fuera del país. Como afirmó el renombrado economista chino Yu Yongding (2013): «China necesita mantener sus controles de capital en el futuro previsible. Si China perdiera el control sobre sus flujos de capital transfronterizos, esto podría provocar el pánico y, por lo tanto, las salidas de capital se convertirían en una avalancha y, eventualmente, derribarían todo el sistema financiero». Fueron estas mismas restricciones las que permitieron a China expandir la inversión y la tecnología, emplear grandes cantidades de mano de obra y, en general, evitar que las multinacionales controlaran su destino, hasta ahora».

21 Isabella M. Weber señala el peculiar proceso de incorporación de China al capitalismo global: «La China contemporánea está profundamente integrada en el capitalismo global. Sin embargo, el vertiginoso crecimiento chino no ha llevado al país a una convergencia institucional completa con el neoliberalismo. Esto desafía el triunfalismo de la posguerra fría, que preveía «la victoria incondicional del liberalismo económico y político» en todo el mundo. Cita (pág. 19) del libro Como China escapó de la terapia de choque, publicado por la editorial Boitempo (2023).

22 Bernardo Salgado Rodrigues y Bruno Hendle en un artículo académico (leer aquí) presentan la magnitud (ya muy significativa en la última década) de las inversiones extranjeras de China: «Los datos sobre la IED china en el mundo son significativos para comprender esta nueva etapa de acumulación de poder y riqueza fuera de sus fronteras nacionales: en 2013, China poseía la segunda mayor reserva de inversión extranjera directa del mundo, con aproximadamente 1,8 billones de dólares (GALLAGHER, 2016, p. 35); en 2014, los bancos de desarrollo chinos proporcionaron más financiación a América Latina que el Banco Mundial, el BID y el Banco de Exportación e Importación de Estados Unidos (US Ex-Im) juntos (GALLAGHER, 2016, p. 65); en 2015, China se comprometió a conceder préstamos por valor de 20 000 millones para la cooperación en materia de infraestructuras en América Latina, 10 000 millones en préstamos preferenciales y 5000 millones en un fondo de cooperación, todo ello en el marco de la cooperación China-CELAC».

23 Los mismos autores citados en la nota anterior (en el mismo artículo) presentan información sobre las inversiones de China en América Latina: «China ha expandido de manera significativa la inversión directa, especialmente en la segunda mitad de la década de 2000, cuyo interés principal se ha centrado en los recursos naturales y la energía (petróleo, cobre y hierro). La IED china en América Latina se concentró principalmente en el sector energético (54,6 % del total acumulado entre 2005 y 2013), de la cual el 40 % se destinó al segmento del petróleo. Las participaciones de otros sectores en los que operan las empresas chinas en América Latina fueron: 17,7 % en metales; 14 % en el sector del transporte (automóviles); 4,6 % en agricultura; 4,5 % en bienes inmuebles».

24 Como ejemplo de esta relación desigual, Brasil exporta a China, en gran parte, productos básicos, como soja, mineral de hierro, petróleo y carne bovina. La soja es el producto más exportado, seguido del mineral de hierro y el petróleo. Otros productos exportados son la carne de cerdo, el maíz, el azúcar, la celulosa y el algodón. Por su parte, China exporta a Brasil una amplia gama de productos, entre los que destacan los equipos de telecomunicaciones, las plataformas y embarcaciones, los componentes electrónicos, los productos químicos y diversos productos manufacturados. China también exporta vehículos eléctricos e híbridos a Brasil, y algunas empresas automovilísticas chinas han comenzado a fabricarlos localmente.

25 China ha experimentado un notable aumento del IDH, pasando de 0,410 en 1978 a 0,761 en 2020, lo que refleja mejoras en la salud, los ingresos y la educación. Durante este periodo, aproximadamente 850 millones de personas salieron de la pobreza, lo que representa uno de los mayores procesos de ascenso social de la historia.

26 China destaca en diversas tecnologías de vanguardia, entre las que se incluyen las energías renovables, los vehículos eléctricos, la robótica, el 6G, la computación cuántica, la moneda digital y la biotecnología. Otras áreas en las que China es líder son los drones, el aprendizaje automático, las baterías eléctricas, la energía nuclear, la energía fotovoltaica, los sensores cuánticos, la extracción de minerales críticos, el diseño y la fabricación de circuitos integrados avanzados, los sensores gravitacionales y la tecnología de lanzamiento espacial.

27 Contrariamente al dogma neoliberal, la política económica de China se basa en la presencia de un Estado fuerte, tanto por el peso de las empresas estatales (sobre todo en sectores estratégicos como la energía, las telecomunicaciones, el sistema financiero, la industria, etc.) como por el papel rector de la planificación estatal en la conducción de la economía en su conjunto.

28 En 2024, el comercio exterior chino alcanzó un nuevo récord, con un valor total de importaciones y exportaciones que superó los 43,85 billones de yuanes (aproximadamente 5,9 billones de dólares estadounidenses). China es el mayor exportador e importador de mercancías del mundo.

29 La última recesión anual de China fue en 1976.

30 El PIB ruso se redujo casi a la mitad entre 1992 y 1998. En 1998, la economía se contrajo un 5,3 %. La esperanza de vida disminuyó 5 años entre 1988 y 1994, pasando de 69 a 64 años. El 35 % de los rusos pasó a vivir por debajo del umbral de la pobreza.

31 Un reportaje de la CNN de octubre de 2023 daba la noticia: «Detenidos y desaparecidos: empresarios se enfrentan a una represión «agresiva» en China. Este año, más de una docena de altos ejecutivos de sectores como la tecnología, las finanzas y el inmobiliario han desaparecido, han sido detenidos o están siendo investigados por corrupción. Los líderes empresariales de China están bajo presión, a medida que el líder del país, Xi Jinping, regula las empresas y refuerza su control sobre la economía».

32 Reportaje de Exame de febrero de 2025 informaba: «El presidente chino, Xi Jinping, destacó este lunes 17 la importancia de promover el desarrollo saludable y de alta calidad del sector privado en el país. Xi hizo estas declaraciones durante una reunión con empresarios, donde discursó después de escuchar a representantes del mundo empresarial, incluidas las grandes tecnológicas».

33 Como expresión del aburguesamiento de parte de la clase dirigente china, Xi Jinping lidera desde 2012 una campaña permanente de lucha contra la corrupción en el partido-Estado. En enero de 2025, afirmó que la corrupción es la mayor amenaza para el Partido Comunista de China (PCCh).

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