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Pierre Naville, como muchos surrealistas, llegó a la conclusión de que no se podía revolucionar el arte sin revolucionar la sociedad. (Bill Smith / Flickr)

Pierre Naville forjó un camino surrealista hacia el marxismo

La rebelión artística poco convencional del surrealismo puede parecer muy alejada del trabajo sobrio y disciplinado de los revolucionarios marxistas. Pero el escritor francés Pierre Naville unió surrealismo y marxismo en medio de la agitación de la Europa de entreguerras.

En los años posteriores al fin de la Primera Guerra Mundial hubo movimientos de revuelta tanto política como cultural, lanzados por una nueva generación decidida a que no se repitiera la horrible matanza. La Revolución Rusa de 1917 condujo a la creación de un movimiento comunista internacional, con partidos de masas en Francia, Alemania, Italia y otros lugares.

A partir de la crítica de las ideas tradicionales del arte por parte de los dadaístas, el grupo de los surrealista, bajo el liderazgo de André Breton, atrajo a poetas y pintores que defendían un arte que se originaba en el inconsciente. Su uso de yuxtaposiciones inesperadas desafiaba las asociaciones convencionales aceptadas. Breton definió al surrealismo como «anticonformismo absoluto».

Los dos movimientos, el político y el artístico, no solo coincidieron en el tiempo, sino que también hubo un solapamiento de personalidades entre ellos. Pierre Naville fue una figura importante en esta interacción del surrealismo y el comunismo y llegó a ser un conocido activista de la izquierda francesa a lo largo de siete décadas.

Un grito del espíritu

Nacido en 1904, Naville, poeta y pintor, se unió al grupo surrealista de París en 1924. Los surrealistas buscaban desafiar todas las convenciones existentes; llegaron a la conclusión de que no podían revolucionar el arte sin hacer también una revolución en la sociedad.

Como decía su declaración de enero de 1925: «El surrealismo no es una forma poética. Es un grito del espíritu (…) decidido a romper sus cadenas. Si es necesario, con martillos materiales». Pero, ¿dónde se encontraban esos «martillos materiales»? Los surrealistas se limitaron a la política gestual, por ejemplo, escribiéndole cartas abiertas a algunas odiadas figuras de autoridad, como el Papa.

En 1925, Naville fue llamado a filas. Mientras estaba en el ejército, tomó la arriesgada decisión de militar activamente como comunista, distribuyendo panfletos en los cuarteles en contra de la guerra colonial de Francia en Marruecos y fue encarcelado durante un mes. Allí comenzó a buscar una salida más allá de la revuelta surrealista y se unió al Partido Comunista Francés (PCF) en 1926.

Ese mismo año escribió un panfleto, La revolución y los intelectuales, que tendría una influencia considerable en el entorno surrealista. Naville había decidido comprometerse con la actividad política en el movimiento comunista y desafiaba a sus amigos surrealistas a seguir su ejemplo.

Quería que superaran un enfoque negativo y anarquista en favor de una acción disciplinada de la lucha de la clase trabajadora, y que se comprometieran con lo que él consideraba como el único camino revolucionario, es decir, el marxista. Recordó a sus camaradas surrealistas que «la burguesía no teme a los llamados intelectuales de izquierda (…). Las masas son agentes de la fuerza revolucionaria; no necesitan la siempre sospechosa ayuda de los intelectuales».

También les planteó la siguiente pregunta:

¿Creen los surrealistas en la liberación del espíritu antes de la abolición de las condiciones burguesas de la vida material, o consideran que un espíritu revolucionario solo puede crearse después de que se haya logrado la revolución?

Su argumento claramente tuvo un impacto, ya que en 1927 cinco surrealistas, entre ellos Breton, Louis Aragon y Paul Éluard, se unieron al PCF.

Comunismo y trotskismo

Como comunista, Naville se convirtió en una figura clave en la revista Clarté, lanzada en 1919 por el novelista antibelicista Henri Barbusse en apoyo de la Revolución Rusa. Pero también se convirtió en activista: en su autobiografía, describe su trabajo en la célula del partido adscrita a la fábrica de aviones Farman en Billancourt, París, repartiendo folletos, celebrando reuniones en las puertas de las fábricas y vendiendo periódicos en las estaciones de metro.

Es interesante comparar la evolución política de Naville con la de otros surrealistas, como Breton y Aragon. Breton se unió brevemente al PCF, pero se sintió incapaz de informar sobre la situación económica en Italia en una reunión de la célula de trabajadores del gas. Aragon se convirtió en comunista de por vida, pero también en un estalinista leal que abandonó todos los principios surrealistas.

Las ideas revolucionarias de Naville pronto lo llevaron a entrar en conflicto con el cada vez más estalinista Partido Comunista Francés. Visitó Rusia en 1927, en el momento de la expulsión de León Trotsky del partido. Allí conoció a Trotsky y también a Víctor Serge, periodista revolucionario y figura destacada de la Oposición de Izquierda.

Bajo la influencia de Naville, Clarté se convirtió en una revista de la Oposición de Izquierda trotskista, cambiando su nombre a Lutte de Classes. En la revista renombrada, publicó una sección del libro de Serge El año uno de la Revolución Rusa, que contrastaba los primeros años de la revolución con su posterior degeneración. Clarté ya había publicado el relato de Serge sobre la fallida revolución china en 1927.

Naville fue expulsado del Partido Comunista en 1928. Pero el PCF aún no había sido totalmente tomado por el estalinismo. Su sección local pasó dos días enteros debatiendo su expulsión y las cuestiones que surgieron a partir de ella.

También rompió con el grupo surrealista, que Breton dirigía cada vez más como si fuera una secta política. Breton denunció a Naville por la extraña razón de que estaba recibiendo dinero de su padre, que era banquero, para financiar publicaciones revolucionarias. ¿No era acaso una actividad encomiable desviar dinero de un capitalista para utilizarlo en una causa revolucionaria? Pasó algún tiempo antes de que Breton rompiera también definitivamente con el estalinismo, aunque finalmente se identificó con Trotsky y se unió a él para publicar un manifiesto sobre el arte revolucionario.

En 1929, Naville, junto con su esposa Denise, visitó a Trotsky, que estaba exiliado en Turquía. Hablaron de un plan por el cual Trotsky escaparía a Francia en yate, aunque no llegó a nada. Se volvió activo en el movimiento trotskista internacional; en 1930, estaba en Berlín, ayudando a organizar la Oposición de Izquierda allí.

En los primeros años del movimiento trotskista, Naville trabajó en estrecha colaboración con Alfred Rosmer, un antiguo sindicalista revolucionario y veterano de la Internacional Comunista. En un momento dado, Trotsky pareció desconfiar de Naville por ser demasiado intelectual, prefiriendo el entusiasmo juvenil de Raymond Molinier. La esposa de Rosmer, Marguerite, le escribió a Trotsky defendiendo a Pierre y Denise Naville: «Venden periódicos a las 6:00 de la mañana en las puertas de la fábrica de folletos; eso es lo que los desintelectualiza, se lo aseguro».

En 1934, Naville se opuso a la decisión de los trotskistas franceses de trabajar dentro del Partido Socialista. Sin embargo, aceptó la disciplina de la organización y siguió activo en el movimiento trotskista.

En 1938, Rudolf Klement, el hombre responsable de organizar la conferencia fundacional de la Cuarta Internacional, lanzada por Trotsky como alternativa al estalinismo, fue secuestrado por agentes soviéticos, decapitado y arrojado al río Sena. Como resultado, gran parte del trabajo de secretaría relacionado con la fundación de la Cuarta Internacional recayó sobre los hombros de Naville. En particular, preparó un informe de afiliación en el que se identificaban los pequeños grupos de revolucionarios antistalinistas en países de todo el mundo.

Denise Kahn

Naville se había casado con Denise Kahn en 1926, y ella sería su compañera y camarada hasta su muerte en 1969. Su desarrollo durante esos años reveló las profundas ambigüedades en la actitud surrealista hacia las mujeres: no había mujeres en el grupo original de Breton.

Denise fue bien recibida por los surrealistas, aclamada como musa. Breton, Aragon y Éluard le escribieron poemas. Pero no se la animó a convertirse en escritora «creativa»; en cambio, trabajó como traductora.

Nacida en el seno de una familia francófona residente en Alemania, era perfectamente bilingüe en francés y alemán, y durante los siguientes cuarenta años tradujo una amplia gama de textos literarios, políticos y sociológicos, haciendo una importante contribución a la vida intelectual francesa. Entre sus traducciones se encuentran obras de Friedrich Engels (La dialéctica de la naturaleza) y Nikolai Bukharin, así como De la guerra de Carl von Clausewitz.

Mientras Pierre pasaba del surrealismo al trotskismo, Denise se mantuvo activa junto a él y puso su talento al servicio del movimiento. Visitó a Trotsky en el exilio y le ayudó a preparar las versiones alemanas de sus libros.

En 1934, acompañó a Trotsky a Copenhague, donde dio una conferencia sobre la Revolución Rusa ante una audiencia de más de dos mil personas. Tradujo numerosos artículos para la prensa trotskista y organizó la publicación en Francia de material de la Oposición de Izquierda rusa.

Un marxista independiente

Sin embargo, Pierre Naville no permaneció mucho tiempo en el movimiento trotskista. En 1939, ante el inminente estallido de la guerra, Trotsky instó a sus seguidores en Francia a unirse a la nueva organización formada por Marceau Pivert, cuyos seguidores habían sido excluidos del Partido Socialista. El líder trotskista estadounidense James P. Cannon vino a París para hacer cumplir esa táctica. Naville se negó a seguir la nueva línea y rompió sus vínculos con el trotskismo organizado. Sin embargo, siguió comprometido con el marxismo y continuó teniendo en alta estima a Trotsky como individuo.

Después de ser reclutado por el ejército francés en 1939, pasó algún tiempo en un campo alemán de prisioneros durante la guerra, pero fue liberado por motivos de salud. Bajo la ocupación alemana de Francia, publicó dos libros.

Uno fue un estudio del filósofo del siglo XVIII Paul-Henri d’Holbach, en el que Naville afirmaba que las ideas de Marx se debían más al materialismo de la Ilustración que al filósofo idealista alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel. El otro fue un estudio de la psicología conductista de J. B. Watson. Ambas obras pretendían servir como defensa del materialismo frente a las ideas idealistas y religiosas promovidas por el régimen proalemán de Vichy, cuyo lema era «Trabajo, familia y patria».

Durante el resto de su vida, Naville escribió prolíficamente, publicando libros sobre psicología, sociología y estrategia militar. Contribuyó ampliamente a la prensa de izquierda, polemizando con el filósofo Jean-Paul Sartre y otros en defensa de su comprensión del marxismo.

Estaba particularmente interesado en examinar la teoría de la explotación de Karl Marx, considerando que era más significativa que la preocupación del joven Marx por la alienación. También se preocupaba por los salarios y las horas de trabajo e insistía en que el control obrero debía estar en el centro mismo del proyecto socialista. Naville escribió extensamente sobre los estados del bloque del Este, especialmente en su obra de siete volúmenes El nuevo Leviatán, donde condenaba al régimen de la URSS como imperialista y como un obstáculo para la renovación socialista.

Al mismo tiempo, nunca abandonó el activismo político. Al final de la guerra, lanzó una nueva publicación, La Revue Internationale. La Liberación fue un período de efervescencia intelectual, y la revista de Sartre Les Temps modernes tuvo una influencia considerable. El objetivo de Naville era producir una revista rival que fuera explícitamente marxista.

La revista mantuvo un alto nivel de calidad, publicando, por ejemplo, los escritos de David Rousset sobre sus experiencias en un campo de concentración alemán. Sin embargo, se enfrentó a continuos problemas financieros y no logró despegar, cesando su publicación en 1951.

Memorias combativas

Naville también quería ayudar a desarrollar una alternativa política a las principales organizaciones de la izquierda francesa: el PCF, irremediablemente estalinista, y el Partido Socialista, cada vez más comprometido con el colonialismo francés y sus guerras en Indochina y Argelia.

En 1960, un grupo considerable de miembros del Partido Socialista que ya no podían tolerar la política argelina de su partido se fusionó con otros grupos de izquierda para fundar el Parti Socialiste Unifié (Partido Socialista Unificado o PSU). Naville ayudó a redactar la declaración fundacional del PSU y fue miembro de la dirección del partido, presentándose dos veces como candidato parlamentario. En los años sesenta y setenta, el PSU tuvo una influencia considerable en el desarrollo de un polo de izquierda independiente en Francia.

Aunque se podrían criticar algunas de las posturas intelectuales y políticas particulares de Naville, está claro que se mantuvo fiel a los principios que lo inspiraron desde la década de 1920 en adelante. En el prefacio de un libro sobre surrealismo, publicado poco antes de su muerte en 1993, escribió:

No se trata simplemente de mantener vivos los recuerdos: también es muy necesario recurrir a estos recuerdos como fuente de acción combativa capaz de resistir la opresión de todo tipo. Seguimos siendo, y lo seguiremos siendo durante mucho tiempo, las víctimas rebeldes de esta opresión.
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