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El neoliberalismo no es solo una teoría económica, ni una ideología, tampoco son ideas parciales respecto del retiro del Estado, de su reducción al mínimo o eliminación. El neoliberalismo es un proyecto de sociedad.

El gran ensayo del neoliberalismo en Chile

El neoliberalismo no se borra de un plumazo. En tanto proyecto de sociedad y máquina de reproducción de instituciones y subjetividades, superarlo se parece mucho más a desmontar una pared bloque a bloque que a derribar un castillo de naipes.

El texto que sigue es un fragmento adaptado de El gran ensayo. Génesis social, consolidación y crisis del neoliberalismo en Chile (Tiempo robado editoras, 2022). En España distribuye Traficantes de sueños, Virus editorial en Cataluña.

 

El despertar de la larga noche neoliberal

Tras el ciclo de movilizaciones iniciado en los años 2010-2011, una serie de investigaciones ha intentado abordar el escenario en que estas se desarrollaron y comprender en términos estructurales aquello frente a lo que se levantaron. En torno a esta cuestión se instaló un concepto que terminó ingresando al glosario común para explicar la emergencia de las movilizaciones: «el modelo neoliberal». Sin embargo, la flexibilidad con que este concepto ha sido tratado (el «omnívoro de nuestros tiempos», se le ha llamado), así como la poca rigurosidad para definirlo ha implicado que en el intento de generar un concepto capaz de explicarlo todo, ha terminado explicando muy poco.

El impulso original que motivó esta investigación tenía que ver con esa necesidad de saber con mayor profundidad qué era esto que llamábamos neoliberalismo, cómo había sido su proceso de instalación –reconocido mundialmente como el laboratorio que facilitó su ensayo global– y cuál era la profundidad con la que se había arraigado en el país. Por entonces, el año 2015, la pregunta principal tenía que ver con su resiliencia. Es decir, cómo era posible que habiendo pasado todo lo que había pasado el «modelo» siguiera en pie (definitivamente, no se había derrumbado). 

Pero la sociedad chilena, como si estuviera montada sobre una montaña rusa, se encontró con un giro sorpresivo y una caída que aceleró espectacularmente el curso de los hechos. En un lapso de dos años vertiginosos, lo que eran verdades asentadas comenzaron a fracturarse y otras formas de organizar la sociedad empezaron a aparecer como posibles. Cuando estas líneas introductorias fueron escritas por primera vez, se vivía en el país un verdadero «estallido social», iniciado hacia fines del año 2019 y que a su vez dio paso a una revuelta popular que impugnó las estructuras fundamentales del orden hegemónico, con toda la furia de una población desplazada por décadas de los avances de un crecimiento económico que era disfrutado por muy pocos. Si bien todavía es muy pronto para dar cuenta con profundidad y rigurosidad analítica de los eventos en curso, parte de las consignas principales que emergieron durante esos días dan algunas pistas: observar la articulación de la idea de que «Chile despertó» junto con que «no son 30 pesos, son 30 años», permite pensar que efectivamente de lo que Chile despertó es de una larga noche neoliberal. 

Como resultado de esa revuelta, hoy el país vive un proceso constituyente inédito, en el que las fuerzas políticas tradicionales se encuentran minoritariamente representadas y que, prefigurando el ordenamiento político que se espera sea su resultado, se organizó de manera paritaria y plurinacional, para diseñar la Carta que estructure el país y sus relaciones de poder de una manera diferente, más humana, más inclusiva, más respetuosa de la naturaleza, de sus pueblos y de su propia diversidad. 

Sin embargo, esta introducción debió ser escrita una segunda vez. Nuevamente la secuencia acelerada de los acontecimientos dio un golpe de timón al proceso político poniendo todavía con más fuerza al proyecto neoliberal contra las cuerdas. En realidad, pareciera estar ya tendido sobre la lona esperando el fin de la cuenta regresiva. Ese golpe definitivo, dado por sobre el proceso constituyente ya en curso, fue la elección presidencial de diciembre de 2021. En ella, el candidato de la coalición de izquierdas Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, se impuso por un amplio margen al candidato ultraderechista José Antonio Kast. Con esta victoria, no solo se consolida un proceso de cambios que abiertamente se presentó como antineoliberal y que ahora llega a instalarse en La Moneda, sino que también comienza a tomar una forma más sólida un cambio de ciclo político. Desde la Unidad Popular, en los lejanos años setenta, que no había una coalición de izquierdas en el gobierno. La llegada de esta ha sido leída como el comienzo de una nueva etapa en el país, donde el desmonte del neoliberalismo aparece como un horizonte posible. 

Esta secuencia de hechos interpela a este libro: ¿Qué sentido tiene hablar del proyecto neoliberal, de sus orígenes y de su consolidación, cuando hoy pareciera que justamente, y al fin, podría comenzar a derrumbarse?[1]La publicación de este libro se realiza unos meses antes del plebiscito que finalmente rechaza la propuesta de Constitución elaborada por la Convención Constitucional. Sin embargo, esto no ha … Continue reading

Desde mi perspectiva: todo el sentido. Es que el neoliberalismo, y este es justamente el argumento central del libro, sencillamente no se borra de un plumazo. Dado el carácter que este ha adquirido, en tanto proyecto de sociedad y máquina de reproducción de instituciones y subjetividades, superar el neoliberalismo se parece mucho más a desmontar una pared bloque a bloque, que a un derrumbe similar al que ocurre cuando a un castillo de naipes se le saca una de las cartas de su base. Por lo tanto, pensar en la construcción de un orden posneoliberal requiere en primer lugar conocer a fondo el orden neoliberal y sus mecanismos de reproducción. Si estos no son reemplazados por mecanismos institucionales de reproducción social y de creación de nuevas subjetividades, entonces la posibilidad de regresión está siempre presente. De hecho, en los procesos globales de crisis del neoliberalismo, la norma ha sido, antes que su derrumbe su fortalecimiento (pensemos en la Grecia de Syriza, por ejemplo) pues, como han planteado investigaciones recientes sobre el neoliberalismo, una de sus principales características es, precisamente, su resiliencia (Madariaga, 2020). 

Comprender, entonces, de qué se trata esto que llamamos «modelo neoliberal» hoy es imperativo, no solo para abordar sociológicamente lo que ha estado sucediendo en el país, sino que principalmente porque solo su comprensión así como el modo en que este se enraizó en la sociedad chilena, la profundidad con la cual le dio forma al mundo que habitamos, pero también a las estructuras subjetivas que nos hacen ser como somos, nos permitirá pensar seriamente en la posibilidad de construir una sociedad posneoliberal. 

Lo anterior supone, por tanto, que la situación actual es que no sabemos a cabalidad ni con toda la profundidad necesaria qué y cómo es la sociedad neoliberal a la que hemos sido arrojados, donde nos hemos socializado y que día a día se presenta frente a nosotros. Comprenderlo entonces, no solo es imperativo, es urgente. Los momentos en que los regímenes de dominación se abren y desnudan son fugaces y la arbitrariedad que los sostiene rápidamente vuelve a ser recubierta –si sus mecanismos de reproducción no son transformados– por el pesado manto de la normalidad y la naturalización. 

La literatura que aborda de manera exhaustiva el problema del neoliberalismo en el país en sus diversas dimensiones analíticas, así como en la profundidad de sus consecuencias sociales, es menos voluminosa de lo que quisiéramos. Y lo es en dos sentidos particulares. Primero, porque es poca la que se ha detenido en una caracterización teórica profunda del neoliberalismo, tanto en el reconocimiento de sus principios, contenidos y dimensiones, como en la identificación de las diferentes corrientes, sus diferencias y similitudes. Y, segundo, saliendo del país, las caracterizaciones hasta ahora existentes tienden a establecer una separación generalmente tajante entre sus planos económicos y políticos (interpretaciones unilaterales). Así, si bien en ambos planos es posible encontrar una literatura específica que ha significado grandes aportes a la caracterización del neoliberalismo, el ejercicio de vincular ambos planos ha sido realizado con poca frecuencia o de manera más bien superficial. 

Este problema se traspasa al análisis propiamente sociológico, tanto a nivel general, global, como en particular respecto del estudio del neoliberalismo en Chile. Así, si bien se cuenta con trabajos importantes respecto de la instalación del neoliberalismo en el país desde una perspectiva histórica, así como una aproximación sociológica a éste a partir de sus primeras consecuencias sociales, cuando se estudia el neoliberalismo propiamente tal, el análisis vuelve a focalizarse principalmente en el punto de vista económico, en el político o en los procesos de subjetivación/individuación. En este sentido, nuevamente son escasos los trabajos que desarrollan un análisis sobre el neoliberalismo en Chile a partir de la articulación de la dimensión económica y la dimensión política o los procesos de subjetivación.

Por tanto, lo que aquí se busca es abordar el neoliberalismo respondiendo precisamente a aquellas carencias de la literatura actual y para ello partiré desde una hipótesis fundamental: el neoliberalismo no es solo una teoría económica, ni una ideología, tampoco son ideas parciales respecto del retiro del Estado, de su reducción al mínimo o eliminación. El neoliberalismo es un proyecto de sociedad y como tal, se trata de un proyecto con perspectiva de totalidad. Más concretamente, se trata de una racionalidad o una razón-mundo que, desde ahí, informará estructuralmente tanto el mundo objetivo que habitamos como a los sujetos que lo habitan y que son necesarios para que ese mundo objetivo se reproduzca. 

Es decir, se abordará el neoliberalismo desde la articulación de las dos perspectivas planteadas, económica y política para una mejor caracterización y con ello una mayor capacidad explicativa. Se intentará en todo momento evitar la «tentación de la unilateralidad» que busque explicar el fenómeno mediante la subordinación de una de las perspectivas a la otra, tratando así de ser explícitos en la relación recíproca y continua que constituye este proyecto societal en su complejidad. Estas dos perspectivas adoptan una forma específica, por un lado, un determinado modelo de acumulación (la acumulación por desposesión) y, por el otro, una determinada forma de gobierno (una gubernamentalidad neoliberal que se relaciona con los procesos de subjetivación). 

De este modo, se observa el neoliberalismo y su implementación histórica desde una perspectiva compleja, comprendida como dos momentos de una unidad que se presentan de manera conjunta y, lo que es central, articulados en una misma lógica o racionalidad. Es decir, este determinado modelo de acumulación requiere de determinadas técnicas de gobierno y una determinada arquitectura institucional y, a la inversa, esta gubernamentalidad no se entiende sino es en el marco de un determinado modo de acumulación. El momento de la articulación estará constituido por una lógica o racionalidad que llamaremos lógica de la ilimitación, o por su reverso, de la desposesión continua.

Lo común como racionalidad alternativa 

El Chile actual es una sociedad estructurada según el canon del proyecto neoliberal. Si bien entre el pensamiento «crítico» se ha sostenido con relativo consenso la idea de que en el país predomina el neoliberalismo o que durante los años de dictadura se implementó en Chile un neoliberalismo radical, al mismo tiempo se ha intentado defender que durante los gobiernos democráticos se habría matizado. 

Por mi parte, me parece que hay razones suficientes para sostener que Chile es un ejemplo de una sociedad propiamente neoliberal, ni corregida, ni humanizada. Tras esta insistencia no hay majadería ni fetichismo conceptual. Los conceptos son sociológicamente útiles en la medida que permiten describir la realidad social, lo cual, creo, es el caso. La razón entonces de insistir en el grado de penetración de los principios neoliberales en la sociedad chilena es comprensiva y por tanto apegada a la labor sociológica. Considerar nuestra sociedad de este modo dice cosas y dice cosas importantes sobre ella que permiten su mejor comprensión, pero sobre todo pensar desde ahí alternativas. Por eso es que la insistencia en la profundidad del enraizamiento del proyecto neoliberal en la sociedad chilena es también programático-política, cuestión que adquiere toda su relevancia en el contexto actual, donde parece ser cierta la posibilidad señalada durante la revuelta iniciada en octubre de 2019 de que el país donde fue implementado el gran ensayo global del proyecto neoliberal, pueda ser también su tumba. Comprender a cabalidad lo que implica este «orden actual» es condición de esta posibilidad de pensar una alternativa que lo supere también a cabalidad.

Por último, la insistencia responde a que, desde mi perspectiva, hasta ahora no se ha tomado con real importancia la profundidad con la cual el proyecto neoliberal se consolidó y naturalizó en el país. El peso de la doxa neoliberal y la dificultad de imaginar desde fuera del pensamiento neoliberal (fruto de la incorporación de los esquemas mentales y disposiciones mediante los propios procesos de socialización en este orden) ha tenido el efecto de ocultar lo profundo de este enraizamiento. Sin duda, este hecho limita las posibilidades de transformación y como se ha podido ver en otras sociedades, de las crisis el neoliberalismo ha salido radicalizándose, aun cuando en cada una de esas crisis se le haya sentenciado de muerte. Y es que como ha sido mostrado en distintos trabajos, el neoliberalismo se ha caracterizado por una muy particular resiliencia. 

A pesar del pesimismo que parece teñir los párrafos anteriores, el objetivo no puede estar más lejos de una renuncia a la acción o una declaración de impotencia. Al contrario, para decirlo gramscianamente, se trata de adoptar hasta las últimas consecuencias el pesimismo de la razón como condición de posibilidad del optimismo de la voluntad y, por lo tanto, de la acción. Sostener que la sociedad chilena es una sociedad en que el neoliberalismo se vive naturalizadamente y sus principios y mecanismos de reproducción no solo operan de manera explícita y visible sino que principalmente en la articulación de las estructuras institucionales y mentales («la oscuridad de los esquemas prácticos del habitus», en palabras de Bourdieu) y que, por tanto, esa sociedad genera los sujetos neoliberales (que somos nosotros mismos) solidarios con su mantención y reproducción, es condición de posibilidad para la acción política efectiva orientada a su superación. 

Desde una perspectiva antineoliberal, decir que en Chile los sujetos se han neoliberalizado no implica que estos sujetos se transformen en enemigos o antagonistas de una política antineoliberal, sino que por el contrario deben ser a quienes precisamente se oriente esta política. El llamado de la sociología es precisamente a correr los velos, develar, mostrando con ello la arbitrariedad del dominio y del orden vigente. La idea de que otro mundo es posible, en realidad, es fundante de la actividad sociológica y mucho más si esta quiere ponerse a disposición de los procesos de emancipación. Lo relevante es que ahora comprendemos mejor el escenario donde esa acción política debe desplegarse y las dificultades reales que debe enfrentar. Podemos mencionar una de inmediato: si los procesos de transformación posneoliberales no alteran los mecanismos de subjetivación mediante los cuales se reproduce una subjetividad neoliberalizada, entonces las transformaciones alcanzadas corren el riesgo de la regresión. 

Como vimos, una de las principales limitaciones en los diversos diagnósticos sobre el neoliberalismo en Chile, más allá del compromiso político de algunos autores con el periodo transicional, tiene que ver con no haberlo observado como una racionalidad, es decir como un proyecto de totalidad, que se expresa tanto en el plano económico como el político. Esta cuestión es fundamental por dos razones. La primera es que esta perspectiva nos ha permitido comprender cómo este proyecto de sociedad y sus manifestaciones concretas ha penetrado en lo más profundo de la trama de las relaciones sociales del país, en base a los principios de la competencia y economizando parte importante de las relaciones sociales. De esta forma, además de traducirse en el ordenamiento económico mediante el predominio de la acumulación por desposesión, en el ámbito gubernamental se ha orientado a constituir la sociedad y los sujetos necesarios para que esta racionalidad pueda funcionar de manera inercial, dóxica y sin cuestionamiento sobre su naturaleza u origen. Dimensión gubernamental y dimensión económica se articulan refiriéndose mutuamente, operando como principios estructurales y estructurantes de esta sociedad. 

La segunda razón es que esta comprensión nos permite pensar en una alternativa que lo confronte desde ambas esferas, pero principalmente que sea capaz de contraponerle una racionalidad otra que opere también en ambos planos. Foucault tiene toda la razón cuando en su seminario Seguridad, territorio y población critica al socialismo indicando que careció de una gubernamentalidad propia y esta habría sido una de sus principales debilidades. La perspectiva determinista económica dominante implicó, por acción u omisión, que la esfera política fuera generalmente considerada como un mero derivado de la económica, lo que en la práctica implicó que no se desarrollaran formas de gobierno propias (en el sentido también foucaultiano de conduite des conduites) y por tanto que se necesitara recurrir a gubernamentalidades ajenas, de otros proyectos y relacionadas con otras racionalidades. 

Esta no compresión de la racionalidad del neoliberalismo ha significado errar en las propuestas para su superación. En el peor de los casos, durante las últimas décadas, las denominadas «centroizquierdas» sucumbieron frente a la cuestión del «derrumbe de las ideologías» y la hegemonía del «there is no alternative», traducido políticamente en la Tercera Vía y en Chile en la Concertación, donde los límites de lo pensable coinciden con los límites impuestos por el propio proyecto neoliberal. Se invierte, de este modo, la cuestión de los proyectos socialistas para pensar la crítica únicamente desde la dimensión política, sin tocar el dogma neoliberal en lo económico, lo que en la práctica ha construido un pensamiento y acción política que lo han legitimado. Las perspectivas de izquierda tampoco han sido capaces de superar esta unilateralidad. Esta se ha expresado, por ejemplo, en la impugnación al neoliberalismo a partir de una supuesta contraposición entre democracia y neoliberalismo, contraposición que puesta de ese modo no se cuestiona la existencia de una racionalidad que informe a ambas. Sin embargo, creo haber demostrado acá que el neoliberalismo efectivamente desarrolla su política y su democracia (aunque sea en una forma antipolítica y desdemocratizada) acorde a la lógica de la ilimitación que da forma al proyecto de sociedad neoliberal en su conjunto. 

El error de fondo que han cometido los esfuerzos por «corregir» el neoliberalismo o darle un «rostro humano» es que no han cuestionado la lógica que opera tras éste, y por tanto no han reparado en el modo que esta ha permanecido intacta y, más aún, se ha visto reforzada. Una alternativa de superación del proyecto neoliberal requiere pensar una racionalidad alternativa que pueda oponerse antagónicamente en ese plano. Mi planteamiento es que el principio fundamental de esta racionalidad debe ser el principio de lo común.

El principio de lo común 

El principio de oposición al neoliberalismo debe ser uno que exprese una perspectiva de totalidad, uno que pueda constituirse en principio de una racionalidad alternativa y antagónica a la razón neoliberal, que pueda ser principio de otra forma de acumulación y de otra gubernamentalidad. Un principio de estas características es el principio de lo común que se materializa en la lógica de la comunidad, que opera como un «principio primero», es decir, uno que ordena, rige y domina lo que le sigue. Si en el caso del neoliberalismo la competencia es el fundamento del vínculo social y su resultado es la catalaxia o el orden espontáneo, en este caso es lo común y su resultado la comunidad. El común opera como una base alternativa para el vínculo social y para la construcción de un proyecto de sociedad antagónico al neoliberal. 

Sin embargo, no se debe entender la comunidad como regreso a un tiempo pretérito, a una comunidad cuya esencia prístina hubiera que recuperar trayéndola de algún modo a este presente, sino como principio político, uno que, mirando al futuro, reconstruye lo propiamente político degradado en el orden neoliberal. Lo común, contra todo atomismo, reivindica el hacer-en-conjunto (el poder como poder-hacer) y la obligación, que es una coobligación proveniente de la coactividad que es su fundamento. El contenido de este vínculo queda bien enmarcado en el munus que da forma al común. Laval y Dardot (2015) se explayan elocuentemente en este punto: 

el munus incluido en el término «común» significa a un tiempo la «obligación» y la «actividad» o «tarea». De ello resulta que ninguna pertenencia puede constituir en sí misma el fundamento de la obligación política. La obligación política procede enteramente del actuar común, extrae toda su fuerza del compromiso práctico que vincula a todos aquellos que han elaborado juntos reglas de su actividad y sólo es válida respecto de los coparticipantes de una misma actividad (661).

Entender el común de este modo permite situarlo como un principio articulador para una racionalidad alternativa a la razón-mundo neoliberal. Como lo plantea Álvaro García Linera (2010), la comunidad debe apropiarse de aquello que la civilización del valor ha desplegado de modo irreversible: su universalidad totalizante. Es decir, esta totalización universal –cosificada, enajenada, etc.– solo puede ser superada por otra igualmente universal, pero en sentido inverso: comunitaria. 

Notas

Notas
1 La publicación de este libro se realiza unos meses antes del plebiscito que finalmente rechaza la propuesta de Constitución elaborada por la Convención Constitucional. Sin embargo, esto no ha cerrado el proceso constituyente y actualmente se debate en el país el modo cómo este proceso continúa. La pregunta por el neoliberalismo, por tanto, sigue vigente, en la medida que por estos días el país camina siendo jalonado al mismo tiempo por fuerzas sociales antagónicas que buscan, por un lado, superar el neoliberalismo, mientras que otras buscan salir de la crisis actual restaurándolo. El resultado del plebiscito constituyente ha dejado más que claro lo que aquí se indica: el neoliberalismo no se borra de un plumazo.
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Publicado en Chile, Crisis, Estrategia, Fragmento, homeIzq and Política

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