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El nuevo gobierno de Colombia tiene por desafío poner sobre la mesa varias deudas históricas que el ciclo progresista anterior dejó inconclusas. (Foto: Colprensa)

El triunfo de Petro anuncia un nuevo ciclo progresista

UNA ENTREVISTA CON

La victoria de Gustavo Petro fue un momento histórico no solo para Colombia sino para toda la región. Aunque el gobierno del Pacto Histórico marca el inicio de un nuevo ciclo progresista, también será definido por la derrota decisiva del intervencionismo estadounidense.

Entrevista por
Nicolas Allen

Quizá pocas noticias de 2022 hayan sido tan alentadoras como la victoria progresista de Gustavo Petro en Colombia. El exguerrillero derrotó a Rodolfo Hernández en la segunda vuelta electoral el pasado 19 de junio para convertirse en el primer presidente de izquierdas de la historia del país, acompañado nada menos que por la destacada activista afrocolombiana Francia Márquez como vicepresidenta.

Para comprender la magnitud histórica de la victoria de Petro, la situación actual del país y los retos que le esperan al gobierno entrante, Nicolas Allen, editor de Jacobin, conversó con la filósofa Luciana Cadahia. La experiencia de Cadahia en Colombia ha sido típica de muchos izquierdistas. Partidaria de Petro desde hace mucho tiempo, sus opiniones políticas acabaron enfrentándose a la administración de la Universidad Pontificia Javeriana y a las fuerzas de la derecha reunidas en torno al expresidente Álvaro Uribe.

Hoy es profesora de Filosofía en la Universidad de Chile, coordinadora de la red «Populismo, Republicanismo y Crisis global» y coautora de Siete ensayos sobre el populismo. En entrevista exclusiva con Jacobin, habló sobre lo que podemos esperar del primer gobierno de izquierdas en Colombia.

 

NA

En cierto modo, la victoria de Gustavo Petro parecía un triunfo anunciado. Al fin y al cabo, estaba muy por delante en las encuestas durante los meses anteriores a las elecciones. Tal vez valga la pena recordar, recuperando una perspectiva más histórica, por qué su victoria no era nada previsible.

LC 

Para comenzar a responder esta pregunta, quizá sea interesante poner varias piezas sobre la mesa que ayuden a entender, por un lado, por qué es tan importante el triunfo del Pacto Histórico que encarnan Gustavo Petro y Francia Márquez y, por otro, gracias a qué factores el progresismo logró llegar a las instituciones en un país tan complejo como Colombia. Primero, es importante recordar que Colombia tiene una larga tradición de insurgencias, resistencias y organización popular. Eso se puede perder de vista en un país como Colombia, es decir, en un país visto por muchos como «de derecha». Pero, al mismo tiempo, Colombia es uno de los países del mundo en los que se asesinan al mayor número de líderes políticos, territoriales y sociales.

Para dar un ejemplo concreto, en el siglo XX en Colombia se asesinaron cinco candidatos a la presidencia. Todos ellos se perfilaban como líderes populares que buscaban revertir la lógica de poder oligárquico en el país. Los casos más conocidos son los del liberal izquierdista Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y el candidato liberal Luis Carlos Galán en 1989. Pero también fueron asesinados el candidato presidencial y ex M-19 Carlos Pizarro (el papá de la actual representante a la cámara María José Pizarro), y Bernardo Jaramillo y Jaime Pardo de la Unión Patriótica, el partido formado de la unión entre las FARC y el Partido Comunista.

Varios de estos líderes fueron asesinados en los años 90, es decir, al mismo tiempo que en Europa caía el muro de Berlín y se anunciaba el fin de la historia, el cierre de la guerra fría y el ingreso indiscutible a una democracia (neo)liberal de mercado. Es decir, mientras pasaba eso, en Colombia seguían masacrando a la gente de izquierda y a los líderes sociales y territoriales.

En ese sentido, Gustavo Petro forma parte de ese largo legado de candidatos populares con vocación de disputar a las élites el sentido de la República, de desactivar los siglos de racismo estructural y de despojo territorial a las comunidades. Lo que diferencia a Petro de los otros candidatos es que hemos tenido la suerte de que esta vez, a diferencia de otros momentos de la historia, el candidato popular no fue asesinado.

 

NA

Y su victoria también fue importante para el proceso de paz, ¿no?

LC

Exacto, es un hito. No se puede entender el triunfo del Pacto Histórico sin conectarlo con el proceso de paz que inició el gobierno de centroderecha de Juan Manuel Santos. Sus dos mandatos, a pesar de ser afín a una democracia de libre mercado, lograron interrumpir la hegemonía paramilitar del Álvaro Uribe y orientar al país y las instituciones hacia un proceso de paz sin precedentes en la historia de Colombia. Entre 2010 y 2018 hubo una negociación muy importante entre la guerrilla, el Estado y diferentes actores de la sociedad civil. Durante casi diez años el pueblo colombiano advirtió que sí era posible el cambio, que era factible acabar con el conflicto armado y desatar uno de los nudos de sus violencias sistémicas.

El triunfo de Iván Duque en el 2018, como representante del uribismo, supuso un retroceso a todo este proceso social, político, cultural y económico hacia el que venía orientándose la sociedad colombiana. Ese corte abrupto con el proceso de paz y la reactivación de la lógica de la guerra, junto con la agudización del narcotráfico, fue muy traumática para el pueblo, sumada a la crisis económica resultado de la pandemia. Todo ello produjo un hartazgo social que culminó en el estallido social de 2021.

Visto así, el triunfo de Petro es un avance y también una manera de retomar el proceso de paz que fue descarrilado por el uribismo durante el gobierno de Duque. Agregaría aquí que no es solo la implementación de los Acuerdos de Paz lo que está en juego; la otra hoja de ruta que ya viene marcada por la sociedad colombiana es el cumplimiento de la constitución de 1991, una constitución bastante progresista que resultó de los acuerdos entre el M-19 y el Estado colombiano.

La constitución del 91 ha sido uno de los primeros procesos constituyentes de finales de siglo XX y principios del XXI en América Latina. Cuando se piensa en la «marea rosa» y las constituyentes andinas (Venezuela, Ecuador y Bolivia), suele dejarse fuera de escena a Colombia. Y creo que eso es un error porque, por un lado, inspiró a las constituyentes posteriores y, por otro, porque esta constituyente fue el resultado de un pacto social muy importante, que incluyó a los desmovilizados del M-19 (guerrilla urbana a la que perteneció Petro). Es decir, fue una Constitución en la que participó la izquierda desmovilizada y democrática del país.

Hoy, Gustavo Petro, tiene la oportunidad histórica de hacer cumplir ese pacto social imaginado y truncado décadas atrás. Colombia, a través del Pacto Histórico, tiene la oportunidad democrática de materializar tanto los acuerdos de paz como de hacer cumplir (y mejorar) su constitución.

 

NA

El propio Petro ha defendido que el proceso de paz debe ir más allá de la desmovilización de los combatientes armados y abordar las verdaderas causas sociales del conflicto violento.

LC

Efectivamente, si logramos que se materialicen esos acuerdos estaríamos hablando de que sería posible llevar a cabo la reforma agraria. No olvidemos que la reforma agraria, la tenencia de la tierra, es uno de los nudos ciegos de Colombia y de toda América Latina. Las élites colombianas asesinaron a Gaitán porque él iba a llevar a cabo esa reforma. Y las guerrillas nacen como movimiento campesino para exigir esa reforma agraria truncada por la muerte de Gaitán. O sea, en cierta medida, tanto la violencia como el reclamo de paz comienzan y terminan con la cuestión del acceso a la tierra.

 

NA

Mencionaste las protestas de 2021. ¿Hasta qué punto fueron decisivas en estas elecciones?

LC

Colombia —al igual que Ecuador, Chile y Haití— fue uno de los epicentros de los estallidos sociales latinoamericanos del 2019. Las juventudes, formadas durante la época del santismo que recién mencioné, sentían la lógica de la guerra y del fascismo como algo que no coincidía con la promesa de futuro que venían experimentando. Este fue un elemento disparador que también ayudó a darle nuevos aires a las resistencias indígenas y al movimiento negro, cuyo paro cívico del 2014 también debemos tener presente.

Así, con el estallido social del 2019 vinieron a coincidir las resistencias sindicalistas, indígenas, campesinas y afrocolombianas con las nuevas resistencias de las juventudes y, posteriormente, de los sectores populares y de clase media que se fueron sumando. Todo esto quebró el sentido común hegemónico y configuró una correlación de fuerzas simbólicas y políticas como para que se hiciera viable la idea de que alguien como Gustavo Petro podía llegar a ser presidente de la Colombia. Era el único capaz encarnar las demandas populares que se expresaron en las calles y, a la vez, el único candidato que tenia muy claro cuáles eran las deudas históricas del país.

 

NA

¿Cómo llegó Petro a convertirse en una figura tan influyente y popular en la política colombiana?

LC

Tras la destitución fallida de Gustavo Petro como alcalde progresista de Bogotá (2012-2015) en el año 2013, su figura no hizo más que crecer a nivel nacional. Esto fue así porque Petro tuvo la inteligencia y la capacidad pedagógica para explicar en qué sentido su destitución había sido resultado de una lógica inmunitaria de las élites colombianas, un mecanismo de exclusión sistemático que sufrían las fuerzas progresistas y de izquierda en Colombia.

Supo mostrar que ese modo de operar de la derecha y las oligarquías no era otra cosa que el corazón de la guerra y que una paz verdadera pasaba no tanto por «ganar la guerra» contra la guerrilla sino, más bien, por saldar las deudas históricas con el pueblo colombiano. Poco a poco, todo este discurso progresista empezó a echar raíces entre los colombianos, históricamente atrapados en el discurso del enemigo interior a combatir. Y en las elecciones de 2018, Petro y Ángela María Robledo lideraron un proyecto político que logró pasar a la segunda vuelta electoral. Si bien en el 2018 perdió ante Iván Duque, se estima que el fraude sistemático en Colombia pudo haber sido un factor importante para torcer por el triunfo del uribismo.

En ese sentido, podríamos decir que Petro viene configurando un gran acumulado político, lo cual le permitió encarnar, a partir del 2018, un movimiento nacional o plurinacional popular con la Colombia Humana (y ahora con el Pacto Histórico). Este pacto fue organizado por diferentes partidos políticos de izquierda (Colombia Humana, MAIS, Unión Patriótica, Polo Democrático, Movimiento soy porque somos, Poder Ciudadano, los desmovilizados del M-19, etc.), al que luego se sumaron integrantes de fuerzas políticas más tradicionales (como el Partido de la U, el liberalismo e, incluso, actores de la derecha). Esto creó algo que, en términos gramscianos, podría ser pensado como un gran pacto político transversal que obligó a sus adversarios a hablar en los propios términos del progresismo.

 

NA

Y, sin embargo, Petro ganó por un margen bastante estrecho. Eso sugiere una fuerte oposición una vez que asuma el cargo el próximo 7 de agosto, ¿no?

LC

Claro, del otro lado de la contienda, todavía contamos con más de 10 millones de votantes que o bien pertenecen al uribismo o bien experimentaron miedo ante la idea de que el Pacto Histórico pudiera llegar a la presidencia. Pero sería un error creer que eso votantes representan una fuerza homogénea y una ideología clara. Son votos dispersos, apolíticos en varios casos, y que expresan sensibilidades muy diferentes entre sí. Muy distinto a los más de 11 millones de votantes del Pacto Histórico, que sí expresan una orientación política definida, que podríamos resumir en dos elementos fundamentales: implementar los acuerdos de paz y garantizar la justicia social y territorial.

Si bien puede haber un núcleo ideológico asociado al uribismo que se decantó por Rodolfo Hernández en la segunda vuelta, también es verdad que la estigmatización que ha sufrido la figura de Petro a lo largo de esta década por parte de los medios hegemónicos y el establishment político ha influido muchísimo para que la ciudadanía experimente cierto tipo de reservas por este candidato. Igualmente es interesante ver el mapa de los votantes en el país, porque en las zonas más golpeadas por la violencia, el Sur Occidente y el Caribe, el voto fue mayoritariamente petrista.

 

NA

Dado que la carrera electoral se redujo a dos candidatos no uribistas, muchos anunciaron el fin del uribismo en la política colombiana. ¿Qué te parece esa lectura?

LC

Entre los años 2002 y 2010  Álvaro Uribe logró construir una narco-hegemonía de derechas en Colombia.  Es decir, un régimen institucional, político y económico alrededor de la economía del narcotráfico. Su gran triunfo, al que llamaría «nacional popular de derechas», consistió en afinar los vínculos entre el crimen organizado y el Estado (eso que se ha dado en llamar Narco-Estado) y en generar, a partir de estos vínculos, una movilidad social ascendente que beneficiaba a muchos sectores populares y clases medias.

El relato fundacional de esta hegemonía (que tiene sus antecedentes conservadores en Julio César Turbay Ayala en la década de 80), y que por tanto permitía construir una identidad colectiva y sentido de pertenencia, era la lucha contra el enemigo interior. Y este enemigo era una mezcla difusa entre la guerrilla, la izquierda, el terrorismo y el narcotráfico (al cual, paradójicamente, el mismo Uribe pertenecía). Pero en realidad era un mecanismo inmunitario —propio de las lógicas  fascistas— que consistía en crear los mecanismos sociales para exterminar todo aquello que se oponga al uribismo, tanto en el plano simbólico y cultural como en el político y económico.

Pondría al año 2010 como la fecha en la que este régimen comienza un lento pero firme derrumbamiento. Juan Manuel Santos, el «supuesto» sucesor de Uribe, gana la presidencia y de inmediato se ubica como opositor del uribismo, abandona el discurso del enemigo interior y asume el proceso de paz como bandera de sus dos mandatos.

La derrota del plebiscito por la paz en 2016 y el triunfo de Iván Duque en el 2018 le dieron un balón de oxígeno a este proyecto conservador que representaba Uribe. Pero el reverso tuvo lugar en medio de un país que ya había cambiado gracias al proceso de paz. Las nuevas generaciones experimentaron el retorno del uribismo como algo ajeno a sus biografías (crecieron en el santimo) y no estaban dispuestas a naturalizar la lógica de la guerra. Todo esto, sumado al estallido social y la pandemia, crearon las condiciones para que las fuerzas históricas progresistas quedaran en el centro de la escena del cambio.

 

NA

¿Crees que la victoria de Petro se debió en gran medida al colapso del uribismo?

LC

Creo que este contexto no explica por sí solo el triunfo de Gustavo Petro. Creo que él supo gambetear muy bien el sentimiento antipetrista que los medios hegemónicos y las oligarquías intentaron construir en la sociedad colombiana. Petro fue muy paciente, supo hacer alianzas inteligentes y no se enfrascó en ninguna de las posiciones en las que lo quisieron poner. Al contrario, atravesó con humor todas estas «caricaturizaciones» sobre él gracias a la fuerza propositiva de su campaña.

Y los resultados de esta forma de encarar las cosas saltan a la vista: si en 2018 su campaña giró en torno a «dar explicaciones» de por qué no era una amenaza, quedando así en una posición «defensiva», en 2022, por el contrario, determinó la agenda de casi todos los debates políticos, al punto de que las otras coaliciones políticas fueron imitando sus movimientos y los temas por él planteados.

Petro estableció una votación interna al pacto para definir su candidato presidencial (operación imitada por las demás coaliciones nacionales que terminó por funcionar como unas primarias para definir a los candidatos de las diferentes fuerzas que pasarían a la primera vuelta electoral), marcó el estilo de debates e introdujo la agenda feminista, educativa, ambiental, financiera y de políticas públicas. Para decirlo en lenguaje futbolero: marcó la cancha en la que debía jugarse el partido y todos lo demás (partidos políticos y medios de comunicación) lo siguieron, sin ser muy conscientes de ello.

 

NA 

¿En donde crees que reside el mayor potencial de un gobierno como el de Petro? ¿Qué podemos esperar de esta nueva etapa en Colombia?

LC

Me parece que el triunfo del Pacto Histórico pone a Colombia como nuevo líder regional. Es el país que puede articular Centroamérica, el Caribe, los Andes y el Cono Sur, tanto del lado del Atlántico como del Pacífico. Y el problema de la Amazonía será clave en todo esto.

Al conectar las diferentes regiones del continente, puede funcionar como puente para varias cosas. En el plano más inmediato, puede ayudar a controlar la red de narcotráfico regional. En otro aspecto, puede destrabar el conflicto con Venezuela y liderar la transición energética entre el Pacífico y el Atlántico. Y, en un sentido más amplio, puede ayudar a conectar imaginarios políticos y culturales que hoy en día se viven fragmentarios pero que en Colombia se reúnen como parte de un mismo acumulado regional con diferentes rostros. Podemos empezar a pensar, por ejemplo, que el Caribe (lo cual incluye hasta los Estados Unidos) y los Andes tienen más lazos de lo que hoy podemos imaginar.

Al mismo tiempo, el progresismo colombiano pondrá en el centro de la escena varias deudas históricas que el ciclo progresista anterior dejó inconclusas: la transición energética de la economía fósil extractiva a un nuevo modelo sostenible; el rol central del Caribe y de los afroamericanos en la contienda política (además de los indígenas, campesinos y sectores populares urbanos, más presentes del ciclo anterior); un nuevo pacto hemisférico que no suponga ni un liderazgo de Estados Unidos ni un rechazo de ese país como actor clave del continente.

Creo que estamos a las puertas de un nuevo pacto continental. Y esto pasa por una relación más democrática con Estados Unidos también, que integre en pie de igualdad a indígenas, afroamericanos, latinos y anglosajones. México, Colombia (y posiblemente Brasil) van a exigir una revisión de la correlación de fuerzas Norte-Sur en América. Quizá estos son los primeros síntomas del fin de la Doctrina Monroe. Desde esta doctrina, el Caribe y América Latina, quedaron supeditadas a la política norteamericana, sin capacidad de revertir las decisiones económicas (FMI y diferentes presiones para el endeudamiento) o las decisiones políticas (golpes de Estado, Plan Cóndor, etc.) que los Estados Unidos crearon para controlar la región.

De manera que las grandes desigualdades, las interrupciones de nuestros Estados de derecho y las políticas de guerra y narcotráfico están vinculadas estrechamente, por un lado, a la implementación del neoliberalismo y, por otro, al control de los Estados Unidos sobre el continente. En estos momentos, y con el triunfo del progresismo en Colombia, México, Honduras, Perú, Argentina, Bolivia y Chile (y muy posiblemente en Brasil) estemos en condiciones de empezar a revertir esta política imperial de los Estados Unidos y comenzar un diálogo continental más igualitario. Un triunfo del progresismo en los Estados Unidos sería clave para comenzar a transitar la verdadera senda democrática del continente entero, una vieja deuda del siglo XIX.

 

NA

Petro ha anunciado recientemente un gabinete que contiene una mezcla de figuras políticas más tradicionalesvarias de ellas han servido en administraciones anterioresy otras que provienen de movimientos sociales. ¿Qué nos dice esa composición del gabinete?

LC

Me parece que la elección de su gabinete ha sido muy inteligente porque a veces existe cierta creencia naif de pensar que los cambios reales solo pasan por poner gente que nunca ha ocupado cargos en el estado o que no tiene experiencia en políticas públicas. Y eso es un gran error. En ese sentido, creo que Petro logró un equilibrio muy oportuno entre personas con gran experiencia en lugares estratégicos (como José Antonio Ocampo en el Ministerio de Economía o Álvaro Leyva Durán en el de Relaciones Exteriores) y otras personas con mucho peso simbólico en cargos vinculados a la unidad plurinacional (como Patricia Ariza en Cultura o Francia Márquez en Igualdad).

Finalmente, el nombramiento de Susana Muhamad en Medioambiente es clave, ya que se trata de una activista medioambiental que tiene experiencia en el Estado y con las ideas muy claras sobre cómo comenzar a transitar hacia otro tipo de relación con la naturaleza. Este equilibrio le garantizará gobernabilidad en medio de un escenario donde la derecha internacional buscará desestabilizar al Pacto Histórico por la vía mediática o judicial.

 

NA

Entre los principales retos a los que puede enfrentarse Petro en sus primeros meses de mandato, lidiar con la derecha debe estar entre los primeros, ¿no?

LC

Gustavo Petro y Francia Márquez tienen muchos desafíos ahora mismo en Colombia. Lo primero que tiene que garantizar el Pacto Histórico es la gobernabilidad. En América Latina las oligarquías suelen ser feroces, y les cuesta mucho ceder algo de sus privilegios. Están dispuestas a implementar todos los recursos mediáticos, políticos y económicos para neutralizar a los gobiernos populares, y más aún en un país como Colombia, donde a todos esos elementos se suma las alianzas de ciertas élites con el crimen organizado.

No obstante, y a diferencia de otros países progresistas, la ventaja que tiene Petro es que esta gobernabilidad se puede construir a partir de la narrativa de los Acuerdos de Paz. Este es el significante sobre el cual pueden organizarse los cambios estructurales que necesita Colombia. Y digo que es una gran ventaja porque permite poner sobre la mesa un tema que antecede al líder popular y que, por tanto, no será visto por los demás como algo del orden de la voluntad personalista de un líder. Es una hoja de ruta que ya fue consensuada y sobre la cual las diferentes partes tienen que sentarse a materializar.

Elegir a Alejandro Gaviria, el Ministro de Educación, para liderar este gran acuerdo nacional me pareció una decisión muy inteligente, porque tiende una mano a los que se asumen perteneciendo a un progresismo más moderado que el mismo Gaviria expresa.

El otro gran frente abierto, y más inmediato, es el déficit fiscal que sufre ahora mismo Colombia y la reforma tributaria que ha quedado pendiente en el país. Es decir, ¿sobre quiénes van a recaer los impuestos: las élites o los sectores populares?  La decisión de Petro es clara: sobre los qué más tienen. Pero la pregunta es si podrá hacerlo. En países como Ecuador o Argentina casi destituyen a sus presidentes por decisiones similares.

Luego vienen los desafíos estructurales: educación, salud, reconocimientos a las identidades históricamente excluidas y reforma agraria. Pero creo que todos ellos podrán ir cobrando forma con la materialización de los Acuerdos de Paz. Finalmente viene el desafío epocal, global y más difícil de implementar: la transición de una economía fósil a otra sustentable. Ojalá que Petro pueda ir abriendo un debate continental sobre la necesidad de un nuevo pacto ambiental y ayude a materializar los primeros pasos en esa dirección.

Creo que los primeros pasos en esta dirección los dio Rafael Correa durante sus dos mandatos en Ecuador, con su apuesta por cobrar un impuesto global para preservar la Amazonía y también con su apuesta por un cambio en la matriz productiva a través de una articulación muy inteligente entre educación, nuevas tecnologías y prácticas ancestrales. Las reformas educativas en Ecuador fueron impresionantes. Yo misma formé parte de ese proceso liderado por el entonces Secretario de Senescyt (equivalente a Ministro de Educación) René Ramírez. Sería interesante que Petro recogiera ese legado para Colombia.

 

NA

¿A qué tipo de músculo político tendrá que recurrir Petro para enfrentarse a sus adversarios?¿Qué canales tiene Petro para dialogar y movilizar a la sociedad a su lado?

LC

Desactivar a la extrema derecha pasa por construir un sentido común alternativo. Es decir, por poner en el centro del debate nacional una agenda diferente a la retórica de la guerra y el enemigo interno. Y, para eso, es necesario contar con todos los actores políticos y empresariales que estén a favor del proceso de paz. Pero, al mismo tiempo, es necesario abrir el juego a los movimientos y activistas sociales. Esto es, que sean estos sectores populares los que también vayan dando forma a los debates públicos.

Creo que en Colombia hay una deuda histórica con estos sectores y sería muy importante ver cómo los movimientos indígenas, afrocolombianos, feministas, sindicales y colectivos LGBTIQ+ tomen la palabra pública y orienten los debates. Y más interesante aún sería verlos en las instituciones republicanas, cambiando las narrativas y las correlaciones de fuerza en el país. Necesitamos muchos Márquez y Petro en el Estado colombiano. Petro acaba de abrir una puerta al futuro para que los pueblos afrocolombianos, indígenas, campesinos y feministas puedan gobernar Colombia.

Y también acaba de abrir una puerta para dejar de pensar la cultura y el arte como un espacio conservador o un conjunto de clichés. El vínculo entre literatura y poder hizo mucho daño en Colombia, al punto de que todavía no se ha podido romper eso que Ángel Rama, tras vivir en Bogotá, llamó la «ciudad letrada»: la idea de que en América Latina la cultura es un instrumento de dominación; una combinación perversa, irradiada desde Bogotá, que dinamitó y excluyó las fuerzas más vivas y vanguardistas del pensamiento y la cultura.

Hoy las figuras hegemónicas de la cultura, la literatura o la academia (aunque siempre hay excepciones) son una mezcla rara entre decoración de interior, neoliberalismo y farándula. Lo mejor del arte, la literatura y el pensamiento aún está por descubrirse en Colombia. Están allí, a la vista de todos, más vivas que nunca, pero sin ser ubicadas en el lugar que corresponden, es decir, en ese lugar que generan las sinergias necesarias entre pueblo y cultura. Esto es, una circulación viva que opere como fuerza transformadora para Colombia y no como un cliché que termina por folklorizar todo y reafirmar las fuerzas más retrógradas de la sociedad.

 

NA

La victoria de Petro y Francia se dio después del triunfo de Gabriel Boric en Chile y a meses de una elección en la que Lula es el favorito para ganar. ¿Cómo caracterizarías el actual momento político en América Latina, que varios ya califican como una segunda onda progresista o «marea rosa»?

LC

También considero que ya es momento de hablar de dos ciclos del progresismo en América Latina y el Caribe. Lo importante, primero, es delimitarlo. El primero se abre con el triunfo de Hugo Chávez y el proyecto de un socialismo del siglo XXI en el año 1999. El segundo lo inaugura Gabriel Boric  en 2021 y viene a reforzar el proyecto que encarnan Gustavo Petro y Francia Márquez. En medio, se combina el auge de la extrema derecha y la fundición de los dos ciclos con triunfos como el de AMLO en México, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y la recuperación del poder del MAS en Bolivia y del Frente de Todos en Argentina. Así, tenemos un primer ciclo progresista que va de 1999-2016, seguido por un impasse entre 2017-2020, y luego un segundo ciclo que empieza en 2021.

El primero se caracterizó por poner un límite a las políticas del FMI y la injerencia norteamericana, la consolidación de la integración regional y la expansión de políticas redistributivas y reparadoras del Estado hacia sectores populares, el movimiento indígena y las clases medias. Los puntos ciegos que puede empezar a trabajar este segundo ciclo giran en torno al extractivismo, las demandas identitarias irresueltas y la falta de imaginación —como bloque continental, no solo regional, es decir, concentrado en Sudamérica— para construir procesos de integración sólidos y duraderos.

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Publicado en Colombia, Entrevistas, Estado, Estrategia, homeCentro3 and Política

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