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El camino a la servidumbre de John Locke

Traducción: Valentín Huarte

John Locke abogaba por un mundo fundado en la expropiación, la esclavitud y la servidumbre.

Hace pocos meses, examiné los motivos que llevaron a Locke, considerado muchas veces como el fundador del liberalismo clásico, a defender y beneficiarse personalmente del negocio de la esclavitud en las colonias americanas. Argumenté que no había en ello ninguna hipocresía: sucede que la posición teórica de Locke es una justificación de la expropiación de los pueblos nativos de las Américas y de la esclavitud de los negros de África.

El contraste entre la reputación de Locke como defensor de la libertad entre los ingleses y su apoyo a la esclavitud y la expropiación de los africanos y los pueblos nativos de las Américas, lleva a mucha gente a tildar al filósofo de racista.

Pero Locke era mucho más que un intolerante. Insatisfecho con su defensa de la esclavitud negra, Locke propuso reintroducir una forma de servidumbre entre los trabajadores blancos.

Como muestra el ejemplo de la esclavitud, existe una incongruencia palpable entre la posición de Locke en la política inglesa, donde se alineó con la oposición de clase media alta más radicalizada, y su posición en el caso de Estados Unidos, donde apoyó y quiso unirse a la aristocracia sureña. El mismo contraste surge si se analizan los argumentos de Locke cuando discute la relación entre amos y sirvientes.

A fines del siglo diecisiete, cuando Locke escribió su obra, la definición del término «sirviente» abarcaba a todo aquel que trabajaba, en general bajo el control directo de sus amos, a cambio de un salario. En el Tratado, Locke menciona apenas dos veces a los «sirvientes». La primera en el contexto inglés, cuando describe las condiciones típicas de la servidumbre. Aunque tiene muchas dificultades para distinguirla de la esclavitud, remarca los límites que enfrenta el poder de los amos y la finitud de los contratos de los sirvientes:

Amo y sirviente son nombres tan antiguos como la historia, pero dados a gentes de harto distinta condición; porque en un caso, el del hombre libre, se hace este servidor de otro vendiéndole por cierto tiempo los desempeños que va a acometer a cambio del salario que deberá recibir; y aunque ello comúnmente le introduce en la familia de su amo, y le pone bajo la ordinaria disciplina de ella, con todo no asigna al amo sino un poder temporal sobre él, y no mayor que el que se definiera en el contrato establecido entre los dos. Pero hay otra especie de servidor al que por nombre peculiar llamamos esclavo, el cual, cautivo conseguido en una guerra justa, está, por derecho de naturaleza, sometido al absoluto dominio y poder de victoria de su dueño. Tal hombre, por haber perdido el derecho a su vida y, con ésta, a sus libertades, y haberse quedado sin sus bienes y hallarse en estado de esclavitud, incapaz de propiedad alguna, no puede, en tal estado, ser tenido como parte de la sociedad civil, cuyo fin principal es la preservación de la propiedad.

El apartado es una excelente muestra del argumento general de Locke contra las teorías de la monarquía de Sir Robert Filmer, pues ilustra la voluntad del filósofo inglés de mermar el poder del pater familias y, consecuentemente, el del monarca.

Más interesante todavía es la cuestión de la apropiación de la tierra. La idea central de Locke es que la tierra solo debería ser adquirida a través del trabajo, especialmente del trabajo agrícola. En el contexto inglés, donde Locke está defendiendo derechos de propiedad de larga data, el asunto no plantea grandes problemas. La adquisición originaria de la tierra por parte de los ancestros de los propietarios actuales se perdía en un pasado mítico, que conectaba supuestamente con el período de Adán y Eva.

Cierto es que la teoría de Locke, es decir, la teoría de la propiedad heredada a partir de un pasado mítico, se presta al mismo tipo de escarnio que el filósofo aplica contra la pretensión filmeriana de justificar el poder monárquico mediante la invocación de la autoridad patriarcal de Adán. Como sea, esto a Locke lo tiene sin cuidado. Lo mismo vale para los «lockeanos» contemporáneos, como Robert Nozick, que simplemente esquivan el tema.

Pero cuando se pretende utilizar la idea de la adquisición de la tierra por medio del trabajo agrícola como un argumento para justificar la expropiación de los nativos americanos, bajo el supuesto —incorrecto en los hechos— de que eran meros cazadores-recolectores, el problema se vuelve evidente. Locke no era un trabajador de la agricultura, como tampoco lo eran sus lectores. Entonces, si no trabajaban, ¿cómo hacían estos caballeros para adquirir sus propiedades?

La solución de Locke es simple y se funda en la relación entre amos y sirvientes. Los trabajadores son sirvientes, es decir, según el análisis de Locke, son ganado humano. Entonces, por extensión, la propiedad que adquieren les pertenece en realidad a sus amos.

Vemos en los comunes, que siguen por convenio en tal estado, que es tomando una parte cualquiera de lo común y removiéndolo del estado en que lo dejara la naturaleza como empieza la propiedad, sin la cual lo común no fuera utilizable. Y el apoderamiento de esta o aquella parte no depende del consentimiento expreso de todos los comuneros. Así la hierba que mi caballo arrancó, los tepes que cortó mi sirviente y la mena que excavé en cualquier lugar en que a ellos tuviere derecho en común con otros, se convierte en mi propiedad sin asignación o consentimiento de nadie. El trabajo, que fue mío, al removerlos del estado común en que se hallaban, hincó en ellos mi propiedad. [Las cursivas son mías].

Como solución teórica, dirigida a una audiencia inglesa constituida por amos más que por sirvientes, el análisis funciona bastante bien. En la práctica, aplicado al caso de Estados Unidos, el problema se hizo evidente. Si hay tanta tierra disponible, ¿por qué un trabajador físicamente capaz terminaría cediéndosela a alguien más, en vez de apropiársela él mismo?

En su propuesta de Constitución del estado de Carolina, Locke abordó el problema con su típico método directo y brutal. Sugirió la creación del «leetmen», una clase hereditaria de trabajadores sin tierra, que estaría atada a ciertas regiones y sería obligada a trabajar para la aristocracia propietaria. En realidad, Locke no necesitaba inventar una palabra para designar su nueva institución. La figura fundante del liberalismo clásico proponía, literal más que metafóricamente, un camino a la servidumbre.

Como la mayoría de las ideas constitucionales de Locke, la servidumbre no funcionó en el contexto estadounidense. Con independencia de la legislación, cualquier trabajador estadounidense blanco, insatisfecho con sus condiciones de vida, tenía la posibilidad de escapar y perderse entre la multitud, o viajar al oeste y expropiar una porción de tierra de los nativos. Ese fue el motivo por el que fracasó el sistema de trabajo no remunerado, forma temprana de la esclavitud blanca sobre la que se fundaron las colonias estadounidenses. Pero también fue la única manera en que la teoría de la propiedad de Locke logró reconciliarse con el mantenimiento del sistema de clases existente.

Entonces, la inconsistencia entre la posición teórica de Locke y su práctica política en Estados Unidos es solo aparente. Su intento de crear una teoría de la propiedad fundada en la adquisición originaria, defendiendo al mismo tiempo los sistemas de propiedad realmente existentes, conduce inevitablemente a la expropiación, la esclavitud y la servidumbre.

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