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Santiago Abascal (VOX) junto al actor y fundador del derechista «Movimiento Viva México», Eduardo Verástegui.

El anticomunismo al ataque

La extrema derecha mexicana se reunió recientemente con el español Santiago Abascal, de VOX, para formar un «frente anticomunista» internacional.

Hace treinta años desapareció la Unión Soviética, el primer Estado multinacional inspirado en el ideal comunista. Diez años atrás, el Partido Comunista Mexicano (PCM) se había disuelto para dar lugar al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), que heredó el registro al Partido Mexicano Socialista (PMS), el cual lo traspasó al Partido de la Revolución Mexicana (PRD), de donde se escindió el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). 

El trasvase no fue solo de siglas: el objetivo comunista se borró en las mudanzas sucesivas, de tal manera que en la declaración de principios de morena no existe mención alguna a la colectivización de los medios de producción, a la autogestión obrera o a la desaparición del Estado, aunque abundan las alusiones al bien común, a la moralidad pública, al Estado cual agente de la felicidad humana y a la disminución de la desigualdad social. 

Aunque hoy es más guadalupano que comunista, la ultraderecha nativa sigue viendo en el obradorismo a quienes le quitaron el sueño en el cardenismo. Lo sigue identificando con aquella mezcla de ateísmo y libertinaje que permea la caricatura de los militantes comunistas, que si algo tenían era disciplina, obediencia, abnegación y una lealtad partidaria envidiable para cualquier iglesia.

El anticomunismo es variopinto. Quienes lo suscriben no proceden de una matriz común, ni tampoco entienden lo mismo por el vocablo. Seguramente los sinarquistas pensaban más en las reformas cardenistas que en el estalinismo o la línea de la Tercera Internacional, mientras que los seguidores mexicanos de Ludwig von Mises estaban alarmados por la planificación soviética, la colectivización forzosa del campo, la estatización de la industria y el acotamiento del mercado. 

Los intelectualmente menos sofisticados abominaban el descreimiento religioso de los comecuras rojos. Aspectos tales como la inexistente pluralidad política en el bloque socialista cobraron importancia con los exilios de la disidencia comunista en la posguerra y acaso muy pocos se preguntaron en su momento por los motivos de la presencia de Trotsky en nuestro país. El liberalismo de la Guerra fría concentró los dardos en el totalitarismo del Este, a la vez que el anticomunismo del Frente Nacional Anti-AMLO (Frena) luce más próximo a la aversión antiestatalista de los libertarianos estadounidenses que a ser una rama del árbol sinarquista.

El ascenso de los populismos de izquierda en América Latina —también llamados progresismos— ha vuelto a sacar a la luz a un anticomunismo soterrado, tan impermeable al tiempo que ni siquiera registra el fin de la Guerra fría. 

Las voces tienen distintos registros y calidades intelectuales: van desde la denuncia del «totalitarismo» hasta prácticamente pedir a las familias que se guarden en sus casas entretanto pase el «ventarrón rojo». En esta tónica, la Fundación Internacional para la Libertad auspició en mayo de 2019 en Guadalajara el foro Desafíos a la Libertad en el siglo xxi, donde intelectuales públicos, académicos y analistas coincidieron en que los populismos contemporáneos se servían de la democracia para acabar con ella y las libertades, a lo que López Obrador añadía la pretensión espuria de construir una hegemonía transexenal (notable frase de quienes contribuyeron a crear otra). 

En su participación, El director de Letras Libres evocó el coloquio La Experiencia de la Libertad para ilustrar cómo la democracia representativa siempre está amenazada por las corrientes iliberales: el comunismo en el siglo XX (tema del coloquio de 1990), los populismos de derecha e izquierda y los fundamentalismos religiosos en el siglo XXI. Común a aquellos, además de las pulsiones dictatoriales y de la polarización discursiva, es prometer «el acceso a una utopía posible», de tal manera que un wittgensteiniano aire de familia los emparenta.

La Fundación Internacional para la Libertad (FIL) fue constituida por Mario Vargas Llosa en Madrid, en 2002, con el objeto de promover la libertad, la sociedad abierta, el Estado de derecho y la democracia a fin de atajar el ascenso populista en América Latina y sus gobiernos personalistas. Para alcanzar esa meta, la fil no dudaría en apoyar a las administraciones de Mauricio Macri y Sebastián Piñera en Argentina y Chile o la candidatura de Keiko Fujimori en el Perú. 

En el espaldarazo a la hija del dictador, Vargas Llosa precisó el tamaño de la gesta democrática de la candidata presidencial de Fuerza Popular: «estás enfrentándote a un adversario que puede acabar con la libertad en el Perú»; por tanto, «hay que salvar a nuestro país de un peligro enorme, que es un caer en manos del totalitarismo» si triunfaba Pedro Castillo (Perú Libre). «Totalitarismo», recordemos, es el concepto con el que Hannah Arendt homologó a fascismo y comunismo.

frena ostenta su anticomunismo con orgullo. Es infrecuente que las derechas recurran a la protesta callejera. Sin embargo, frena lo hizo a su manera, en caravanas de autos y ocupando las plazas públicas como recomendaba Gene Sharp, teórico de la resistencia pacífica. Clases medias y altas, del centro, el Bajío y el norte del país acudieron al llamado de la ultraderecha anticomunista. Entre mayo y julio de 2019, en las principales ciudades del país, el Frente realizó cinco paradas de autos exigiendo la renuncia de López Obrador y desempolvando frases tomadas del arsenal de Guerra Fría: «La capacidad destructiva de este cerdo comunista»; «Amigo, amiga de cualquier partido político o religión que amas tú familia únete a frena y defiéndela de este ataque comunista»; «Bien mexicanos, con la ayuda de la Virgen de Guadalupe nos libraremos del comunismo»; «No al socialismo del siglo xxi en México». 

Es más, cual indica el sitio oficial de frena, la agenda política del gobierno obedece a directrices trazadas desde fuera del país, dado que «la pandilla de morena se comprometió en La Habana, Cuba, a ejecutar, una vez en el poder, las políticas de tipo socialista, que solo han producido injusticia, pobreza, marginación, dependencia del gobierno y pérdida de libertad en diversos países desde el siglo pasado hasta la fecha».

El anticomunismo de frena está permeado por el soberanismo y un antiestatismo similares al de los libertarianos estadounidenses, sintetizado con el catolicismo y el clasismo autóctonos. México es para frena una patria católica y criolla, formada por ciudadanos industriosos y responsables, quienes deben de contar con la libertad económica para generar riqueza, con la religión católica como textura moral, y con libertad política para procurar el bien común. 

El Frente considera al Estado como una mera agencia para realizar los fines del homo economicus (estos no deben interferirse por ningún motivo) y a los gobernantes, como empleados de la ciudadanía. Al igual que en las empresas, los electores pueden despedirlos en cualquier momento si son ineficientes o corruptos. No es gratuito que la primera demanda de frena fuera la renuncia del presidente por incompetente. «Con respeto te digo, mañana en la mañanera quiero oír resultados, no excusas», sentenció el fundador de frena, quizá chasqueando los dedos.

El Frente no pretende convertirse en partido en la medida en que se considera «pueblo soberano» y, consecuentemente, se ampara en el artículo 39 constitucional para asumirse constituyente. El cometido de esa soberanía es justamente «rescatar a México de manos del comunismo», razón por la cual el organismo considera indispensable que «dimita el dictador bolivariano Andrés López». En vista de esto, frena rechaza la estrategia gradualista de la oposición partidaria —agrupada en Sí por México y con algunos simpatizantes en el foro de Guadalajara—, que busca contrabalancear el obradorismo con más curules o deponerlo mediante la revocación de mandato. Quienes piensan así «no caben aquí».

Juan Sandoval Íñiguez y su grey son fieles exponentes del anticomunismo del Bajío, acaso el más rancio. En una elección en la que ni siquiera el presidente respetó las reglas y el crimen organizado silenció candidatos, el excardenal dio rienda suelta a sus pasiones políticas convocando, junto con sacerdotes oficiantes de distintas diócesis, a votar contra el partido gobernante porque «se viene la dictadura o se pierde la libertad porque se trata de un sistema comunista, socialista que esclaviza». Sandoval Íñiguez considera que la desacertada conducción económica de la administración obradorista hará de México un país tan pobre como Cuba y Venezuela, aunado a que la ideología de género atenta contra la familia «porque este gobierno ha adoptado la ideología de género, que trae todas las barbaridades antinaturales que puedan desbaratar, puedan destruir la familia». 

Que el presidente exprese sus creencias religiosas pública y reiteradamente, que considere a la familia la institución de seguridad social más importante del país y depositaria de los valores morales de la comunidad, que rechace las reivindicaciones feministas o que sea un católico conservador como el prelado, es lo de menos. Lo que verdaderamente importa al exarzobispo de la diócesis de Guadalajara es afirmar sus prejuicios, así sea a costa de la evidencia fáctica o de la verosimilitud, convencido de que la izquierda no puede ser sino comunista.

El más reciente capítulo del anticomunismo vernáculo lo escenificaron los senadores del Partido Acción Nacional (pan), quienes recibieron al dirigente de vox, Santiago Abascal, en un encuentro a puertas cerradas para convenir la consolidación de un frente anticomunista capaz de contener a los miembros del Foro de São Paulo y del Grupo de Puebla. Solícitos, los tribunos panistas suscribieron la Carta de Madrid, fórmula de la ultraderecha española para contener la expansión comunista en la denominada Iberoesfera (neologismo nostálgico del imperio perdido). 

Un comunicado del pan definió el acto como la «alianza entre México y España» en defensa «de la libertad, la democracia y la propiedad privada». Engallados los senadores panistas, comandados por su coordinador Julen Rementeria, mandaron el mensaje al presidente López Obrador y a los «radicales» que le acompañan de que «México nunca va a ser comunista».

Potencialmente totalitario, enemigo de la libertad económica y política, cáncer de la democracia, corrosivo de la familia, estatista, irreligioso, foráneo, robachicos, abortista, polarizador… Sobran palabras, calificativos y anatemas para un comunismo realmente inexistente de no ser por acendrados reflejos anticomunistas, fácilmente activables en derechas y ultraderechas atrapadas todavía en las coordenadas discursivas del siglo XX

Tener un enemigo a quien se pueda responsabilizar de todos los males imaginables siempre es útil. Además, permite evadir las responsabilidades presentes y pasadas y ocultar las propias carencias reflexivas. Pensar que el anacronismo corresponde a un solo color del espectro político suena a una fantasía de las derechas reacias a revisarse, más que dispuestas ahora a contemporizar con la polarización política que decían rechazar. 

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Publicado en Artículos, Conservadurismo, homeIzq, Ideas, Mexico, Política and Sociedad

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