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Ofelia Fernández es legisladora de la Ciudad de Buenos Aires por el Frente Patria Grande en el Frente de Todos. (Foto: Bárbara Leiva)

«Reestructurar nuestras sociedades no es un sueño abstracto»

UNA ENTREVISTA CON

Conversamos con Ofelia Fernández, la legisladora más joven de América Latina, sobre el movimiento feminista, el rol de la juventud y los debates urgentes en nuestra región.

Entrevista por Camila Baron

«Lo único más grande que el amor a la libertad, es el odio a quien te la quita». Con esa frase poderosa de Ezra Pound cerraba Ofelia Fernández su intervención en el plenario de comisiones en la Cámara de Diputados en 2018, año en el que por primera vez se votó una ley de interrupción voluntaria del embarazo en Argentina. Ofelia tenía por entonces diecisiete años, y hace cinco que militaba en el movimiento estudiantil de la Ciudad de Buenos Aires.

Entre las muchísimas exposiciones a favor y en contra por parte de médicxs, curas, psicólogxs, activistas, abogadxs, exfuncionarixs, etc, su intervención fue destacada. Era la marea verde (en alusión al pañuelo creado por la Campaña Nacional por el Aborto Legal Seguro y Gratuito), esa ebullición de activismo que colmó las inmediaciones del Congreso, la que empujaba a Ofelia desde las calles hasta las comisiones del Congreso y la que la llevaría, apenas un año después, a convertirse en la legisladora más joven de América Latina.

Durante meses, el debate sobre el aborto estuvo en la primera plana: se discutía en las escuelas, en la televisión, en las calles, en todos lados. Se convirtió en una excusa para potenciar demandas infinitas. Asunto de salud pública pero también de autonomía, de deseos, de libertad, de acompañamiento, de redes colectivas. En ese proceso de discusión profunda, cientos de miles de adolescentes se acercaron por primera vez a la política de la mano de una reivindicación histórica de los feminismos.

Al año siguiente Ofelia se incorporó –como parte del Frente Patria Grande– al Frente de Todos, un armado electoral que tuvo por objetivo terminar con los cuatro años de gobierno neoliberal de Mauricio Macri en la Argentina.

«Nunca nadie escuchó tanto a la política como nosotras en esas vigilias frente al Congreso. ¿Y saben qué? Les perdimos un poco el respeto después de escuchar las barbaridades que tenían para decirnos. Nadie nos puede venir a decir que nos falta capacidad, experiencia, ni formación para ocuparlos nosotras mismas», decía Ofelia durante la campaña electoral de 2019, un año después de que el Senado rechazara la ley.

Entre las masivas movilizaciones bajo la consigna #NiUnaMenos, que comenzaron en 2015, y la marea verde de 2018, los feminismos en Argentina cobraron un protagonismo novedoso en la política. En pocos días, el Senado volverá a decidir si aprueba o rechaza una ley de interrupción voluntaria del embarazo. Ofelia se muestra confiada en que, esta vez, será ley.

Camila Baron conversó con ella a pocas horas de la votación en el Senado. Contó cuáles cree que son los desafíos para el movimiento feminista si se lograra al fin esta conquista, por qué la desigualdad debería ser lo que más nos preocupe y cómo piensa la representación después de «perder el respeto» por ciertos diputados y senadores que demostraron no tener preparación alguna para ocupar esos cargos.

 

CB

El feminismo fue clave en tu trayectoria política. ¿Cómo ves al feminismo hoy? A dos años de esa gran marea verde, ¿creés que ese movimiento sigue siendo tan potente como entonces?

 

OF

Mi acercamiento no es necesariamente con la ola feminista de 2015 en Argentina. En realidad, yo empiezo a militar en 2013, sin tener el feminismo en el primer plano de mis convicciones, de mis motivos, mis razones para organizarme. Es en ese camino militante, que había iniciado por otras cuestiones, que me cruzo con esa perspectiva.

Creo que, generacionalmente, se puede hablar de dos momentos fundamentales para la juventud argentina: primero, uno relacionado al «legado democrático» de Néstor (Kirchner) y Cristina (Fernández de Kirchner). Me refiero a herramientas como la Ley de centros de estudiantes o la instauración del voto opcional para jóvenes de dieciséis años, que interpelaban a la juventud como sujeto de participación y organización. Luego hay una segunda etapa, de incorporación más masiva, que es la ola feminista. Yo me veo en el cruce de esos procesos.

Creo que la potencia del feminismo continúa. Quizás sea más difícil de ver en un año como este, tan desgastante y complejo. Complejo, sobre todo, para los movimientos, que tenían en la calle, en los encuentros presenciales, sus momentos culmines. Un movimiento que se forjó en los Encuentros [1], en los lugares de trabajo, en las escuelas… pretender tener un nivel de intervención organizado y fuerte es difícil en este contexto.

Pero estoy convencida de que la fuerza sigue estando, y a veces incluso logró hacerse visible. Eso es lo que pasó con un tema como el aborto: volvimos a desplegar todas nuestras fuerzas, nuestra movilización, para empujar el proyecto de ley. A pesar de que es muy cansador volver a tener este debate, porque los casos siguieron sucediendo, porque siguieron sin cumplirse las interrupciones legales que la legislación ya habilita (en caso de riesgo de la salud o en caso de violación), volvimos a hacer ese ejercicio, esa demostración de fuerza contundente. Y se vio hace unos pocos días, cuando obtuvimos nuevamente la media sanción en Diputados.

A partir de esa conquista, vamos a tener que empezar a medir qué otra reivindicación central buscaremos instalar. Una reivindicación, por supuesto, que nos permita también dar otras discusiones, que nos permita volver a encontrarnos… Hay que pensar nuestra próxima propuesta. Porque nuestras instancias de denuncia siguen siendo relevantes e importantes; lo que hay que afinar es lo programático, lo propositivo.

[1] N. de la E.: En Argentina existen los Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries, que hace más de 35 años reúnen a organizaciones de mujeres y feministas una vez por año, en distintos lugares del país, para debatir sobre todas las problemáticas que las atañen. En uno de esos Encuentros nació, por ejemplo, la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito.

 

CB

Si conquistáramos el aborto, ¿cuál creés vos, personalmente (incluso como expresión de deseo), que debería ser la próxima lucha de los feminismos?

 

OF

En lo inmediato, después del aborto, creo que lo principal pasa por el seguimiento de la implementación de la ley. Y eso implica, también, el seguimiento de la Educación Sexual Integral, que aún sigue siendo opcional en el armado institucional argentino.

Tengo la idea de que hay tres ejes fundamentales. El primero tiene resulta ineludible, debería ser la conclusión obligatoria de un año como este, en el que el debate público giró en mucha mayor medida que en otros momentos en torno al crecimiento de los niveles de desigualdad. Creo que hay muchas herramientas, de cara a lo que sigue, para plantear debates relacionados con cuál es la cara más hostil, más extrema de esta etapa de profunda desigualdad que estamos atravesando en función de la pandemia y de la crisis económica que conlleva.

Hay que ver cuáles son nuestras primeras disputas económicas. Cómo generamos y le damos prioridad a un Sistema Nacional de Cuidados, que reconozca como trabajo las tareas de cuidado. La cuarentena, más allá de lo sanitario, sirvió para poner de relieve que sostener el hogar, la crianza, etc. son una jornada laboral. Y no solo en las casas, también en los barrios.

El Estado no reconoce hoy actividades barriales que, en general, hacen mujeres: sostener comedores, merenderos y ollas en los barrios. ¿Por qué no reconocer esa jornada comunitaria? ¿Cómo no tenemos una ley de reconocimiento económico del cuidado comunitario? En ese debate aparecen muchísimas otras discusiones, como el caso de la enfermería. Necesitamos un mapeo de esa situación de precarización particular que nos permita, de abajo para arriba, ir generando pisos de dignidad y de reconocimiento económico, que nos conduzcan poco a poco a discutir la distribución de la riqueza en general.

Un segundo debate es la necesidad de una reforma judicial con perspectiva feminista. Creo que la posición en relación a los femicidios y los casos de violencia ya harta. Porque hay emergencia: es como un loop en el que recordamos, homenajeamos, repudiamos… pero en definitiva, en lo tangible, si quienes se tienen que ocupar no se ocupan, salir de eso es muy difícil. Entonces, instalar una reforma judicial feminista, que plantee a la justicia como una herramienta (que no sea la única, ni siquiera en términos condenatorios) de condena.

Yo no quiero solo que condenen a los femicidas. Quiero que los condenen, pero lo que prefiero es que el femicidio no suceda. Eso no se va a solucionar solamente con la dimensión de la justicia; pero una dimensión restaurativa de la justicia va a ayudar a que las compañeras cuenten con esa herramienta, confíen en denunciar y que esa justicia tenga una agencia preventiva. La justicia no es un ente abstracto: son personas de carne y hueso, formadas con valores profundamente patriarcales. Se necesita otro ordenamiento. Muchas veces, por acción u omisión, son casi tan femicidas como el femicida mismo.

Un tercer eje, finalmente, tiene que ser el ir más a fondo con los derechos de la población travesti trans. En todo lo que tiene que ver con el mercado de trabajo, los números son escandalosos. El 90% no tiene acceso al mercado formal de trabajo. Ni hablar de una vivienda propia, ni siquiera alquileres formales: están siempre al borde del desalojo. Hay una emergencia laboral, habitacional, médica, con números muy distintos al resto de la sociedad. ¡Estamos halando de que solo el 10% tiene acceso a derechos humanos básicos!

 

CB

¿Qué pensás que tienen de especial, de particular, los feminismos en Argentina?

 

OF

Si bien tengo contacto, no tengo un pulso de los feminismos en otros lugares. No me atrevo a caracterizar matices en profundidad. Pero, de alguna manera, hay algo que de alguna manera distingue a Argentina, creo yo, en relación al temperamento, al tono en el que se dan los debates, los procesos de transformación. Porque somos un país de enorme tradición militante; no debemos ser los únicos, pero en particular, en el desarrollo de esos procesos, creo que ahí hay una cuestión que no es un dato de color sino que, de hecho, es una pieza fundamental en la construcción de estrategia.

Por algo la simbología del pañuelo verde terminó siendo la simbología de toda América Latina. El pañuelo por la lucha por el aborto refiere a los pañuelos blancos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, una lucha imprescindible en nuestra historia y en nuestra tradición de lucha por los derechos humanos.

Ese simbolismo tiene una clara finalidad estratégica: coordinar una reivindicación común que desde abajo no tenía una coordinación tan clara. Creo que es pionera en encarar un debate que se da en todos lados. No quiero ponerme en una posición de vanguardismo, si bien en el caso del movimiento feminista incluso se lo ha reconocido como tal. Pero sí creo que hay cierta efectividad, en el caso del movimiento feminista, que es muy contagiosa. Se genera un efecto contagio, de sintonía, incluso sin tenerlo planificado.

 

CB

Sabiendo que es un movimiento amplio, ¿en qué tradición de los feminismos te ubicás?

 

OF

Si tengo que elegir una categoría, es el feminismo popular. Así nos nombramos. La característica principal es su foco práctico. Es difícil dar una definición más teórica, pero fundamentalmente tiene que ver con comprender que si ser mujer en este mundo es complejo, más difícil es ser mujer y pobre, o ser mujer, pobre y migrante, o ser mujer, trans, pobre y migrante, y así sucesivamente. El concepto de interseccionalidad viene a nombrar un poco esto. Un feminismo que discuta hasta sus propios privilegios.

En términos prácticos –que son los términos que más interesan el feminismo popular– significa un tipo de actividad feminista que se desarrolla en sintonía con la lucha contra las diferentes formas de opresión. Puede tomar la forma de casas de mujeres autogestivas en los barrios, o el trabajo de cuidado comunitario, como las ollas populares que mencioné. Puede adoptar la forma de cooperativas de trabajo para ayudar a las mujeres recientemente encarceladas a volver a entrar en la fuerza laboral, o programas dirigidos por organizaciones políticas que ayudan a las mujeres a lidiar con los problemas de drogas y adicciones y las formas en que esos tipos de experiencia impactan a las mujeres de manera diferente de los hombres. Y la lista sigue.

 

CB

En estos años, ¿qué creés que le aportó el feminismo a la política en general y a la política institucional en particular?

 

OF

La incorporación del feminismo a la agenda pública se dio de manera abrupta. A veces da la impresión de que en muy poco tiempo hemos avanzado mucho, pero creo que tenemos potencial como para ir mucho más allá. Lo que es seguro es que no veríamos ningún cambio institucional si el movimiento no fuera tan dinámico.

Podemos ver el feminismo tanto por las feministas que definieron el camino institucional y están ahí, como por los aportes que hace el movimiento. Ambos aportan a la agenda pública algo que antes no estaba. Al menos, no nombrado como tal: porque en términos de políticas de distribución del ingreso había iniciativas previas a la masificación del feminismo. Pero que no eran nombradas o no se pensaban desde ahí. Ahora tal vez sí. Yo creo que ese es un balance positivo.

Que se haya creado el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad es el reconocimiento concreto de que el feminismo tiene que ser parte de las políticas públicas. A mí interesa más que haya feministas en todos los ministerios, más que el hecho de que exista un ministerio para las feministas. De alguna manera, eso nos resta posibilidad de inserción y de participación en las decisiones. O no nos resta, pero nos permite un solo plano en su definición, que no es como lo concibo. Creo que el feminismo tiene una agenda, una perspectiva que debe atravesar, como tal, todos los ámbitos de decisión. Hoy contamos con esa incorporación, pero me resulta indispensable ir a fondo.

 

CB

En 2018 remarcábamos lo pobre que fue el debate en el Congreso y cómo también a las feministas y a la juventud en general se les puso de manifiesto que esos y esas representantes dejaban mucho que desear. ¿Viste alguna diferencia en el debate de 2020 con respecto al de 2018?

 

OF

Creo que hubo igual cantidad de barbaridades que en 2018, pero ahora es peor porque lo estamos discutiendo por segunda vez. Y si no hubo ninguna evolución en el camino…

Dos años más de clandestinidad no tuvieron ningún impacto en una práctica que siguió existiendo. Solo lograron mayor agresividad. El tema de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE), que ya existe para causales, es elemental para ver como avanzó el debate. Porque cuando traíamos a colación la ILE en 2018 nos trataban de tramposas: «eso ya está legislado», los casos de violación, los casos de salud ya están legislados, «nadie está bloqueando», nos decían.

Pero pasaron dos meses del rechazo en el Senado y ya vimos que se estaban movilizando masivamente para hacer retroceder el acceso a ese derecho. Reivindicaban la privación al derecho de interrupción del embarazo para niñas que había sido violadas. Quienes se oponen y militan en contra son efectivamente reaccionarios, y en tanto ven que se avanza, van a intentar retener para atrás. Es muy desesperante ver la impunidad que tienen para bloquear derechos.

 

CB

¿Cómo incorporaste la agenda del cambio climático, la agenda ambiental?¿Y cómo pensás que podría trabajarse desde el Sur, desde un lugar como Argentina, con la complejidad que tiene ser un país agroexportador y productor de materias primas?

 

OF

Así como la militancia me llevó a cruzarme con el feminismo, hace un tiempo me condujo también a cruzarme con el ambientalismo. La primera interpelación que sentí en relación a esa agenda fue a partir de una interacción bastante permanente con Jóvenes por el Clima, que es una organización que protagoniza un ambientalismo más bien popular y no liberal.

Después están las organizaciones que lo ponen en práctica, como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), que construyen lo ambiental en los hechos, a partir de prácticas transformadoras que resultan un punto clave de cara a la discusión estructural.

A mí lo que me parece importante de estas agendas es la articulación de justicia social con la justicia ambiental. Poder comprender que la injusticia ambiental refuerza desigualdades preexistentes, en la misma clave que todo el sistema. Se sostienen los privilegios de unos pocos en desmedro de la expectativa y calidad de vida de las grandes mayorías.

Lo vemos, por ejemplo, en la producción de alimentos. Esa industria no está pensada para alimentar a todos los argentinos y todas las argentinas; está pensada para multiplicar las ganancias de quienes monopolizan la producción alimenticia. Entonces no te vas a encontrar con prácticas «amables», por decirle de alguna manera.

¿Quiénes pagamos el precio? Quienes tendremos que habitar este mundo por más tiempo, quienes van a las escuelas rurales y tienen que respirar cotidianamente agrotóxicos… En definitiva, creo que es fundamental incorporar esta agenda en función de lo que nos fueron enseñando los distintos movimientos. El ambientalismo popular, los feminismos populares… queremos que se discutan estos temas.

 

CB

¿Cómo se expresan en tu trabajo legislativo las alianzas, el trabajo con los movimientos sociales?

 

OF

Soy defensora del conocimiento situado. En ocasiones cuento con un conocimiento más propio y puedo pensar las políticas en primera persona del plural. En los ejes más vinculados al feminismo, a lo educativo… Después, hay otros temas en los que no. Pero no diría «esta no es mi agenda porque yo no vengo de ahí». Me pasa, por ejemplo, con los temas de vivienda, de promoción social, etc. Los pienso en contacto directo con actores sociales y, casi siempre, señalo esa circunstancia de manera explícita en mis intervenciones en la legislatura.

Si bien yo puedo comprender el debate político sobre la vivienda y ponerme a disposición de los colectivos correspondientes, me interesa mucho más que las representaciones se formulen en primera persona. Y que las problemáticas que son tan elementales en nuestros terrenos de legislación tengan su propia vocería. Alguien que venga de ahí, que no pueda claudicar en esas convicciones, que tenga compañeros y compañeras que le exijan un nivel de compromiso y eficiencia en el desarrollo de propuestas que permitan avanzar más rápido para solucionar un tema estructural.

Mientras tanto, intento llevar esa «representación indirecta» lo mejor posible.

 

CB

¿Cómo es la experiencia de ser la legisladora más joven (y, encima, mujer)?¿Cómo es el trato con los varones y, sobre todo, con los que integran las alianzas más conservadoras?

 

OF

Y… es difícil. Más que por lo que pasa adentro, por lo que pasa afuera. Yo no quiero ser leída siempre en clave de víctima, de alguien a quien atacan todo el tiempo. No quiero que me traten con ternura, necesariamente, pero es tanta la hostilidad que rodea mi nombre todo el tiempo, son tantos los que se cuelgan de esa violencia para militar sus propias prácticas, que del otro lado muchas veces aparece como una cosa así, paternal, que es un poco estresante también.

Obvio que también hay compañeros y compañeras de la legislatura que consideran muy legítimos mis planteos, que discuten permanentemente conmigo, y ahí funciona perfecto. Pero hay de todo. Tiene sus dificultades, claro está, pero nada para lo que no me haya preparado.

 

CB

¿Un referente o referenta que admires?

 

OF

Pienso mis referencias en varios planos. Me contiene mucho pensar en Cristina (Fernandez de Kirchner, actual vicepresidenta). También en Juan Grabois, que es el referente de mi espacio político dentro del Frente de Todos, alguien con quien tengo muchos matices –incluso de disputa directa– pero que, sin embargo, creo que desarrolla una posición super valiosa y que es una de las personas más transparentes para el debate público. Hay otros nombres, claro, referencias de luchadoras por los Derechos Humanos… Nora Cortiñas, por ejemplo, que desde que tengo doce años que la escucho y me emociono.

Greta Thumberg, si bien es un caso muy específico (y estoy en una situación muy asimétrica en mi grado de conocimiento), representa una irreverencia generacional y un grado de compromiso con las agendas que buscamos que se incorporen en la agenda política.

Alexandria-Ocasio Cortez… reina, ídola. Es un emblema indiscutible en relación con la representación, en la disputa por esa representación. Es una referente para pensar con qué impronta, con qué carácter una representa. La escucho siempre: la diferencia de escalas, de recorridos, a mí me sirve mucho. Me veo muy contenida en su trabajo.

También tengo referencias que no vienen estrictamente de la política. Considero referentes, también, a bandas que escucho, que me disparan personalidad y también reivindicaciones.

 

CB

¿Estás en contacto con dirigentes y dirigentas de otros países? ¿De América Latina y del resto del mundo?

 

OF

A veces cuesta sostenerlo. Por ahora es muy espontáneo, me cruzo en un panel, flasheamos con los puntos en común que se dan naturalmente, quedás en contacto… Pero falta una estrategia, más deliberada, de comulgar todos esos recorridos y laburos. Espero que se dé. Es de lo que más me conmueve de las oportunidades que se me presentan a partir de lo que vengo haciendo: tener ese contacto y sorprenderme por el nivel de coordinación improvisada.

Este año pude hacerlo mucho más, porque no hubo que viajar para encontrarse. La virtualidad fue una oportunidad en ese sentido, aunque no estar ahí es una limitación. Pero creo que los contactos están, y cuando haya una dinámica más calmada podremos encontrarnos y conversar más y mejor.

 

CB

2019 y 2020 fueron años muy particulares por el nivel de movilización, sobre todo, de la juventud en América Latina. El estallido en Chile, las movilizaciones antirracistas en Estados Unidos… ¿Qué creés que nos dejan esos eventos de cara al futuro?

 

OF

De alguna manera, son la expresión clara y fuerte de que hay un eje potente de este lado de la disputa. Si consideramos la crisis como una oportunidad, creo que hay dos soluciones muy opuestas e igual de posibles. Está la opción de asumir, luego de todo este período, que arriba están los más «aptos», que hay que ordenar a nuestra sociedad en su devoción por quienes concentran la riqueza… una cuestión más culturalmente meritócrata y de protección de esa riqueza o de ese privilegio.

Pero hay otra, que se hace oír cada vez más fuerte, que busca que esta crisis explosiva sirva para preguntarnos cómo es posible que tanta gente termine tan hundida, sin pisos mínimos de dignidad. Hay metáforas que lo expresan muy claramente. En Argentina hay barrios privados con lagos enormes y barrios populares sin agua potable.

Creo que son esos los dos caminos posibles, a grandes rasgos. Lo lindo es que esas movilizaciones muestran que pensar en reestructurar buena parte de nuestras sociedades y de nuestras vidas no es un sueño abstracto. Que, por el contrario, tenemos esa capacidad colectiva; que podemos conseguir transformaciones concretas de la realidad tal cual la conocemos. Espero que podamos ir avanzando en ese sentido.

 

CB

¿Cuál fue la mejor política que hubo durante este año en Argentina y cuál la que no existió pero te hubiese gustado que sucediera?

 

OF

Podría mencionar varias, porque pasaron muchas cosas durante el año. Algunas se me van olvidando, pero creo que la consigna que más nos va a permitir discutir de acá en adelante es el Impuesto a las Grandes Fortunas, que se hizo desear pero finalmente llegó.

 

CB

El último libro que leíste y más te haya gustado…

 

OF

Una lectura feminista de la deuda, de Lucía Cavallero y Verónica Gago [Fundación Rosa Luxemburgo, 2019]. Es un libro cortito que me permitió extraer cuestiones prácticas de manera muy sencilla.

 

CB

¿Una película o serie que recomiendes?

 

OF

Attack on taitens. Es una serie animada, japonesa, muy rara y perturbadora también. Trata temas de ciencia ficción, pero que dialogan muy bien con el presente que vivimos.

 


 

Sobre la entrevistadora:

Camila Baron es economista por la Universidad de Buenos Aires y militante feminista. Su columna en el suplemento feminista «LAS12» del periódico Página 12 se titula «El cuerpo de los números».

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Publicado en Argentina, Entrevistas, Feminismo, homeIzq and Política

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