A fines de mayo, Die Linke se reunió en Chemnitz para celebrar su congreso bajo el lema «Organizar la esperanza». Este eslogan habría parecido fuera de lugar la última vez que hubo una reunión de este tipo, en octubre de 2024. Por aquel entonces, los militantes se mostraban esperanzados con el futuro de Die Linke, a pesar de la perjudicial escisión del Bündnis Sahra Wagenknecht (BSW). Sin embargo, en muchas encuestas, el partido ni siquiera figuraba, y se temía que desapareciera por completo del Parlamento.
¿Qué ocurrió para cambiar el estado de ánimo? Entre los dos congresos, el Gobierno del canciller Olaf Scholz se derrumbó y se convocaron elecciones anticipadas para febrero de 2025, en las que Die Linke obtuvo uno de sus mejores resultados, un 8,8% de los votos a nivel nacional. A diferencia de las reñidas elecciones federales de 2021, en las que debió valerse de un fino tecnicismo para volver al Bundestag, aquella noche de febrero el escrutinio se vivió en la sede de Die Linke con un ambiente festivo.
El congreso de Chemnitz vio, pues, a un partido cuya suerte había cambiado casi de la noche a la mañana. Pero para que el éxito durara, también era decisivo ponerse de acuerdo sobre lo que había funcionado y cómo se podía replicar en el futuro.
Explicaciones simplistas
Según gran parte de la prensa mainstream y, de hecho, los oponentes políticos de Die Linke, el partido debería agradecer su resurgimiento a la figura más improbable. Ellos afirman que fue el líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de centroderecha, Friedrich Merz, hoy canciller de Alemania, quien sacó a Die Linke del abismo.
Según esta narrativa, lo que marcó la diferencia fue la decisión de Merz, en plena campaña, de impulsar una resolución parlamentaria que dependía de los votos de Alternativa para Alemania (AfD), de extrema derecha. La ruptura de un tabú por parte de Merz (era la primera vez que se aprobaba una resolución del Bundestag gracias a los votos de la AfD, aunque los avances de la CDU hacia la ultraderecha tienen una larga historia) ofreció una oportunidad a la candidata conjunta de Die Linke, Heidi Reichinnek, para brillar en su discurso denunciando la medida, lo que la convirtió en un icono popular entre los votantes progresistas. Con su decisiva intervención, revivió un partido que, de otro modo, probablemente habría caído por debajo del 5% de los votos.
Al menos, esa es la versión dominante de cómo Die Linke dio un giro a su suerte. Las 30 millones de visitas que recibió el discurso de Reichinnek en solo una semana proporcionaron una visibilidad con la que antes Die Linke solo podía soñar. Pero hay razones sólidas para creer que el discurso de Reichinnek simplemente aceleró y amplificó una tendencia ya existente. Al fin y al cabo, los votos de la CDU junto con los de la AfD se produjeron a finales de enero de 2025, cuando Die Linke ya llevaba todo el mes en alza en las encuestas.
En la narrativa dominante no se mencionan las razones por las que el discurso de Reichinnek tuvo tanta repercusión. La primera de ellas es el hecho de que el voto conjunto de la CDU y la AfD pretendía imponer un freno efectivo a la llegada de solicitantes de asilo a Alemania. Esto ayuda a entender por qué, cuando los socialdemócratas (SPD) y los Verdes también denunciaron a Merz por tender la mano a la AfD, sus acusaciones sonaron un tanto huecas. Durante la administración de Scholz, ambos partidos del Gobierno habían presidido sucesivas restricciones de las prestaciones para los solicitantes de asilo y habían impuesto controles en algunas de las fronteras alemanas (posteriormente, en todas) en septiembre de 2024.
Mientras tanto, en la oposición, Die Linke defendió el derecho de asilo, a pesar de que se estaba volviendo cada vez más impopular (una encuesta realizada en enero de este año indicaba que el 68% de los alemanes quería aceptar menos refugiados). El BSW de Wagenknecht, escisión de Die Linke, defendió, en este punto en otros casos, una política más conservadora (en este caso, medidas de inmigración más restrictivas).
En segundo lugar, el líder de la fracción parlamentaria del SPD podría haber acusado a Merz de haber abierto «las puertas del infierno» al tender la mano a la AfD, con una retórica solo un poco menos dura por parte de los Verdes. Pero ambos partidos se mantuvieron abiertos a formar un Gobierno con la CDU tras las elecciones en nombre de la «asunción de responsabilidades». Ningún votante podría temer que Die Linke convirtiera en canciller al profundamente impopular Merz. En resumen, mientras que el SPD y los Verdes tenían un problema de credibilidad, el airado discurso de Reichinnek criticando a Merz no solo estaba bien articulado, sino que también era auténtico, porque se basaba en la trayectoria previa de Die Linke.
Teniendo en cuenta las concesiones políticas que el SPD y los Verdes habían hecho en el Gobierno tanto a su socio neoliberal (el FDP) como a la oposición de derecha, los observadores solo podían preguntarse qué estarían dispuestos a hacer para convertirse en el socio menor de la CDU. Al unirse a los demócratas cristianos de Merz en el Gobierno esta primavera, el SPD ha aceptado de hecho políticas como rechazar a los solicitantes de asilo en las fronteras alemanas y sustituir la regulación de la jornada laboral de ocho horas por un máximo semanal.
La campaña electoral de Die Linke se vio favorecida por los errores del SPD y los Verdes (los antiguos votantes de estos partidos fueron los principales contribuyentes al aumento de los votos de Die Linke), como reconocen en privado los principales miembros de la campaña del partido de izquierda. Tras años preocupados principalmente por los ataques de la oposición de derecha, el SPD y los Verdes se vieron obligados a contrarrestar una campaña ágil y eficiente en redes sociales de Die Linke, centrada en temas descuidados como el aumento de los precios de los productos de supermercado y los alquileres o la falta de impuestos justos para los ricos.
La campaña de Die Linke se focalizó en unos pocos mensajes clave a los que se aferraron los militantes, como la necesidad de limitar los alquileres y eliminar los impuestos sobre los productos básicos. La creación, por parte de Die Linke, de una aplicación para controlar los precios abusivos de la calefacción y los alquileres en algunas de las principales ciudades también fue clave para entrar de forma positiva en el debate mediático y demostrar que el partido podía ayudar de forma práctica a la clase trabajadora.
Los retos que se avecinan
Una medida del reciente éxito de Die Linke es que, a diferencia del anterior congreso celebrado en Halle, en la edición de este mes en Chemnitz apenas se habló del BSW. El partido fundado por Wagenknecht obtenía alrededor del 8% de los votos en las encuestas del otoño pasado, pero finalmente sacó solo un 4,98% en las elecciones federales de febrero, quedando a poco más de 9000 votos del umbral del 5% necesario para entrar en el Parlamento.
Las elecciones no solo recompensaron las propuestas programáticas de Die Linke en comparación con las del BSW, sino que también demostraron el valor de su modelo de organización partidaria. Mientras que el BSW, altamente centralizado, cuenta con alrededor de mil miembros, cada uno de ellos aprobado individualmente por su dirección, en 2025 Die Linke pasó de casi 60 000 miembros a los 100 000 antes de las elecciones (actualmente cuenta con 112 000). La intensa campaña callejera y puerta a puerta de Die Linke contrastó con la escasa visibilidad del BSW en las calles, salvo por los carteles electorales. Tras la campaña, uno de los principales retos a los que se enfrenta Die Linke hoy en día es integrar la oleada de nuevos afiliados, que han rejuvenecido el partido y le han aportado una composición más femenina.
El congreso de Chemnitz también estuvo marcado por la tensión permanente entre la línea de oposición de Die Linke a nivel nacional y su participación en el Gobierno de algunos estados federados. Las elecciones de febrero dieron a los partidos rivales de la oposición, AfD y Die Linke, una minoría combinada de un tercio en el Parlamento y, con ello, el poder de facto para bloquear los cambios constitucionales, en particular el «freno al endeudamiento», que limita el déficit público. Sin embargo, tras las elecciones —pero antes de que se reuniera el nuevo Parlamento—, los demócratas cristianos, los verdes y el SPD lograron una mayoría de dos tercios en el antiguo Parlamento para eximir el gasto militar del freno al endeudamiento y aprobar un fondo especial para infraestructuras.
En el Bundestag, Die Linke criticó las reformas porque mantienen el freno al endeudamiento para los gastos no militares, mientras que el gasto en el ejército es ahora teóricamente ilimitado. Sin embargo, los miembros de Die Linke en los gobiernos de Bremen y Mecklemburgo-Pomerania Occidental votaron a favor del paquete en el Bundesrat (la institución que representa a los estados federados, donde también deben aprobarse los cambios constitucionales). Los miembros de Die Linke en ambos estados argumentaron que los fondos para los gobiernos regionales y municipales incluidos en el paquete de infraestructuras aprobado eran esenciales en tiempos de austeridad. Sin embargo, su decisión fue claramente contraria a la línea del partido y frustró a la dirección nacional.
Los cambios constitucionales se habrían aprobado incluso sin los votos de Die Linke, y sus últimas encuestas siguen siendo sólidas tanto en Bremen como en Mecklemburgo-Pomerania Occidental. Aun así, el partido puede estar agradecido de que las controvertidas votaciones se celebraran cuando el BSW, que ha criticado duramente la remilitarización, todavía se está recuperando de la decepción de no haber entrado en el Parlamento. Lo que los representantes de Die Linke en ambos gobiernos regionales no pudieron evitar fueron las importantes críticas que recibieron en el congreso de Chemnitz. Los militantes lamentaron haber pasado la campaña electoral colocando carteles contra el aumento del gasto militar para que luego los gobiernos de Bremen y Mecklemburgo-Pomerania Occidental votaran a favor de destinar más dinero al ejército.
La relación de Die Linke con la CDU
El congreso también abordó la conflictiva cuestión de la relación de Die Linke con la CDU. El 6 de mayo pasado Merz se convirtió en el primer canciller que necesitó dos rondas de votación en el Bundestag antes de ser elegido. Al menos dieciocho miembros de la mayoría parlamentaria del Gobierno no le expresaron su confianza. Para organizar una segunda votación el mismo día, Merz necesitaba una mayoría de dos tercios para cambiar las normas de procedimiento de la sesión parlamentaria, lo que requería la ayuda de Die Linke o de la AfD. Aunque la CDU de Merz descarta «coaliciones y otras formas de cooperación en materia de contenido» con ambos partidos, los conservadores mantuvieron conversaciones con Die Linke y el partido de izquierda decidió permitir la segunda votación.
Es discutible si votar juntos para cambiar las normas de procedimiento constituye una cooperación. Pero está claro que, sin los votos de Die Linke, Merz habría tenido que posponer sus primeras visitas internacionales y esperar al menos tres días más, hasta el 9 de mayo, para ser elegido canciller. Habría habido una presión creciente para saber si Merz contaba realmente con la mayoría y qué legisladores no lo habían apoyado. La votación también habría coincidido con el primer día del congreso de Die Linke.
¿Fue acertada la decisión de permitir su elección anticipada? Una delegada del congreso de Fráncfort no lo creía así. Afirmó que habría sido bueno «que Alemania hubiera vivido tres días sin rey». Según se informa, el grupo parlamentario de Die Linke estaba relativamente dividido sobre si permitir que se celebrara la votación, pero prevaleció el «sí». Denegar la repetición anticipada de la votación habría reforzado el perfil antisistema de Die Linke, un atributo nada desdeñable en tiempos de escaso apoyo popular al statu quo. Sin embargo, no está claro cómo habría soportado tres días siendo acusado de paralizar el país (aunque la situación era mucho menos dramática, ya que Scholz habría seguido como canciller en funciones).
Igualmente importante es que no se puede predecir cuál habría sido el comportamiento de la CDU durante esos tres días. Merz es conocido por su impulsividad y podría incluso haber impulsado la convocatoria de nuevas elecciones, con la AfD lista para engrosar aún más sus filas. Estos tres días también habrían abierto una ventana de oportunidad para aquellos miembros de la CDU que, de todos modos, preferían un gobierno en minoría con el apoyo extra gubernamental de la AfD, si fuera necesario.
Se espera que la conversación sobre la relación de la CDU con Die Linke resurja pronto, ya que el Bundestag necesita elegir a tres nuevos miembros para el Tribunal Constitucional Federal y estos deben ser aprobados por una mayoría de dos tercios. En Sajonia y Turingia, donde la AfD superó el 30% de apoyo en las elecciones regionales del año pasado y la CDU gobierna sin mayoría, el partido de centroderecha lleva mucho tiempo en conversaciones con Die Linke para aprobar sus presupuestos.
La polarización entre la CDU y Die Linke tiene el aspecto positivo de mostrar que los votantes disponen de opciones muy diferentes sin tener que optar por la AfD. No obstante, la nueva aritmética parlamentaria, tanto a nivel regional como nacional, probablemente obligará a la CDU y a Die Linke a dialogar con más frecuencia.
Una estrategia de la oposición
«Die Linke ha regresado» fue una frase recurrente en la intervención de la copresidenta del partido, Ines Schwerdtner, en el congreso de Chemnitz, así como en los comentarios de Reichinnek. Al menos a nivel nacional, la estrategia inmediata de Die Linke busca una oposición frontal al nuevo Gobierno de la CDU y el SPD. En Chemnitz, por ejemplo, otro de los líderes de Die Linke, Jan van Aken, acusó a los partidos gobernantes de estar alejados de la realidad de la gente común, ya que en su acuerdo de coalición ni siquiera se mencionan la inflación y los altos precios de los alimentos.
A diferencia de los Verdes, que querían permanecer en el Gobierno y tendrán que justificar su reciente trayectoria en el cargo durante algún tiempo, Die Linke se beneficia de haber estado mucho tiempo en la oposición y actualmente obtiene entre un 10% y un 11% en las encuestas. Además, los Verdes y el SPD no parecen tener interés en cubrir su flanco izquierdo y, en cambio, buscan votantes centristas. Políticos verdes como Ricarda Lang y socialdemócratas como Saskia Esken, que representaban el ala izquierda de sus partidos, han quedado relegados a un papel secundario. En cambio, los Verdes parecen seguir el camino de su único presidente regional, el centrista Winfried Kretschmann en Baden-Württemberg, mientras que el SPD está firmemente controlado por el vicecanciller y ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, miembro de la facción conservadora del partido, el Seeheimer Kreis.
Teniendo en cuenta esto y la fuerza interna de Die Linke, las esperanzas expresadas en el congreso del partido para las elecciones de 2026 no son infundadas. El año que viene intentará entrar por primera vez en los parlamentos occidentales de Renania-Palatinado y Baden-Württemberg y quedar en primer lugar en las elecciones de Berlín, tras obtener la mayoría de los votos en la capital en las elecciones federales de febrero.
Sin embargo, será en Sajonia-Anhalt y Mecklemburgo-Pomerania Occidental donde será más importante el objetivo de Die Linke de recuperar a los votantes de clase trabajadora de la AfD. En estos dos estados, que también votan en 2026, la AfD duplicó en votos a los partidos que quedaron en segundo lugar en febrero. El caso de Sajonia-Anhalt es especialmente preocupante. La AfD obtuvo allí el 37% de los votos y goza de una fuerza inusual incluso en las ciudades más grandes. En 2026, los titulares llamativos para Die Linke podrían provenir de Alemania occidental y Berlín. Sin embargo, es en el este del país donde los votos ganados con esfuerzo a la AfD pueden impedir que se elija al primer presidente regional de extrema derecha desde 1945.