«La democracia no es solo el arte de aceptar que has ganado, también es la humildad de aceptar que has perdido», insiste Jean-Luc Mélenchon. Hablaba el sábado, en la primera manifestación desde que el presidente Emmanuel Macron nombró primer ministro de Francia al derechista Michel Barnier.
Ciento sesenta mil personas, según France Insoumise —veintiséis mil según las autoridades— acudieron a expresar su rabia ante una negación de la democracia. Cuando las organizaciones estudiantiles y France Insoumise convocaron la concentración la semana anterior, su objetivo era presionar al presidente para que nombrara a un primer ministro de izquierdas de la alianza Nouveau Front Populaire (NFP). Esta fue la coalición que logró el mayor número de diputados después de que Macron convocara elecciones anticipadas en junio.
Sosteniendo un cartel de cartón con la foto del septuagenario Barnier junto a una de Joe Biden con la inscripción «Es el primer ministro más viejo que ha tenido la V República» y algunos titulares del día de su nombramiento, el profesor David Brunet dijo que la elección era «una mierda». «Por ahora, la Agrupación Nacional [de Marine Le Pen] va a ser el árbitro, si no emite un voto de “no confianza” contra el Gobierno de Barnier. La izquierda por sí sola no bastará para derrocarlo», explicó. En esta situación, dice, es difícil que salga una estrategia del Parlamento. «No habrá nuevas elecciones al menos de aquí a un año, podrán llevar a cabo una política de derechas y de extrema derecha utilizando el 49.3 [aprobación de proyectos de ley por decreto], así que es en la calle donde tenemos que estar para expresar nuestro descontento».
El resultado de las elecciones de julio dejó a Francia en la incertidumbre sobre lo que vendría después. El NFP, que reúne a los principales partidos de izquierda, obtuvo 193 escaños en la Asamblea Nacional, lo que le convierte en la primera fuerza, por delante de los centristas de Macron (166) y de Rassemblement National y sus aliados (142).
Los principales partidos del NFP (France Insoumise, Partido Socialista, Verdes y Comunistas) tardaron dos semanas en ponerse de acuerdo sobre un candidato a primer ministro que se encargaría de aplicar su programa. Finalmente eligieron a la funcionaria, economista y defensora de los servicios públicos Lucie Castets. Pero a finales de agosto, Macron rechazó su nombre.
Desde el nombramiento de Barnier el pasado jueves, los partidos del NFP han reaccionado de forma unánime. El Parti Socialiste afirmó en un comunicado que sus diputados votarán a favor de censurar al nuevo Gobierno. Mélenchon y varias figuras de France Insoumise dijeron que era un golpe de Macron y una negación de la democracia. Tanto la secretaria nacional de los Verdes, Marine Tondelier, como su homólogo comunista, Fabien Roussel, dijeron que el nombramiento de Barnier iba en contra de los resultados de la votación y respaldaron las manifestaciones. Sin embargo, los socialistas no se sumaron a la convocatoria a la protesta del sábado, afirmando que utilizarían medios parlamentarios para oponerse al nuevo Gobierno.
Unidad de la izquierda
Muchos se han preguntado si la alianza del NFP tiene futuro, dado que la anterior alianza entre estos partidos —que unió a la izquierda tras la reelección de Macron en 2022— no duró mucho. Esta vez, la izquierda ha destacado la razón de su alianza: su base en un programa, que ha sido ferozmente negociado, detallado y aprobado por los economistas. Entre los principales objetivos del documento figuran la anulación de la impopular reforma de las pensiones, la subida del salario mínimo y el restablecimiento de un impuesto sobre el patrimonio.
Lisa Debaud, una joven de dieciocho años presente en la protesta, cree en esta alianza: «Por ejemplo, en esta alianza, sabemos que a los Verdes y a los Socialistas se les da bien salir y hablar, “darse la mano” y ser tajantes en sus relaciones políticas, mientras que otros partidos como el NPA [Nouveau Parti Anticapitaliste] y France Insoumise tienen una fuerza militante muy grande y muy interesante para salir a debatir, informar y discutir, así que creo que en el esfuerzo militante nos complementamos bien».
Para Debaud, esta manifestación es una muestra de rabia y también una forma de recordar a los partidos de izquierda lo que se espera de ellos. «Esta manifestación debería servir para presionar a la izquierda en el Parlamento para que se mantenga firme… hay una especie de desesperación, hemos tenido los Chalecos Amarillos, hemos tenido la reforma de las pensiones, tenemos instituciones que se cierran a la opinión pública, y nuestra voz no se escucha», dijo, mientras sostenía una petición pidiendo la destitución de Macron.
Aunque todos los partidos de la alianza acordaron votar en contra del gobierno de Barnier, solo France Insoumise y parte de los Verdes piden activamente la destitución del presidente. Este procedimiento requeriría una mayoría de dos tercios de la Asamblea Nacional y el Senado para votar contra el presidente si ven un «incumplimiento de deberes manifiestamente incompatible con el ejercicio de su mandato». Este procedimiento nunca se ha utilizado durante la V República y, por ahora, su éxito parece muy dudoso dada la composición de las dos cámaras.
Uno de los principales interrogantes es si el nombramiento de Barnier reforzará la alianza de la izquierda en un grupo fuerte de la oposición, o simplemente sembrará la frustración. Una narrativa, impulsada por los centristas y algunos miembros del ala derecha de los socialistas, acusa a este partido de ser el responsable del nombramiento de Barnier porque rechazó la posible candidatura de Bernard Cazeneuve. Antiguo miembro del Parti Socialiste, fue primer ministro en los últimos meses de la presidencia de François Hollande que terminó en 2017. Una de las críticas fue la de la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, que declaró a Libération que su partido había impedido la candidatura de Cazeneuve.
Sin embargo, muchos en la izquierda vieron la difusión del nombre de Cazeneuve como una forma de que Macron rompiera la alianza del NFP y empujara a los socialistas a unirse a una coalición centrista y distanciarse de France Insoumise. En una entrevista televisiva, Olivier Faure, actual presidente del Parti Socialiste y uno de los artífices de la alianza, declaró: «Se quería romper el Nouveau Front Populaire sin ni siquiera tener la seguridad de que Bernard Cazeneuve estaría en Matignon [el despacho del primer ministro]. ¿Se imaginan lo que eso significa? (…) ¿Cómo se puede pensar por un momento que fue la decisión de los socialistas la que guio la elección del presidente?».
La alianza divide a los socialistas desde 2022 y volvió a abordarse durante la reunión anual del partido, el 29 de agosto. Entre los agravios contra la estrategia de Faure, sus oponentes dicen que hay una clara incompatibilidad con La France Insoumise en asuntos como asuntos exteriores y laïcité (laicidad de Estado). También aluden a sus perspectivas para las próximas elecciones presidenciales de 2027, dado el resultado relativamente bueno de la lista socialista encabezada por el más liberal Raphaël Glucksmann en las elecciones de junio, con un 14%, mientras que France Insoumise solo obtuvo un 10%. El congreso del partido que debería celebrarse en 2025 podría agitar el avispero, ya que algunos candidatos a la presidencia del partido predican distanciarse de France Insoumise, y podrían romper la alianza.
El inicio de la próxima sesión parlamentaria está previsto para el martes 1 de octubre. Hasta entonces, cada partido intentará encontrar estrategias para navegar en esta nueva configuración. Pero la postura de Macron y el nombramiento de Barnier seguramente han impedido que el equilibrio de poder se traslade al Parlamento, como suele ocurrir cuando el partido gobernante carece de mayoría. Para la izquierda, esto supone un reto considerable.