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La vicepresidenta Kamala Harris durante el debate presidencial con Donald Trump en el Centro de la Constitución Nacional el 10 de septiembre de 2024, en Filadelfia, Pensilvania. (Win McNamee / Getty Images)

¿Esto es todo?

Traducción: Natalia López

En el debate de anoche, Kamala Harris insistió, con razón, en que gran parte de Estados Unidos está agotado de Trump y listo para pasar página. Pero es necesario algo mejor y más sustancioso que lo que Harris ofreció.

Uno de los momentos más extraños del debate de anoche entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump se produjo cuando Trump mencionó al padre de Harris, un respetado economista de izquierdas. En realidad, Donald Harris parece tener una relación tirante con su hija, debido al menos en parte a sus profundas diferencias políticas. Durante las primarias demócratas de 2020, el profesor Harris criticó públicamente a Kamala por hacer llamamientos baratos basados en «políticas de identidad».

En la imaginación de Trump, sin embargo, padre e hija coinciden: «Todo el mundo sabe que es marxista. Su padre es un profesor de economía marxista. Y le enseñó bien».
También la retrató como profundamente solidaria con la difícil situación de los palestinos asesinados, mutilados o desplazados de sus hogares por el ejército israelí. Y al final del debate, la acusó de querer dar a todos los estadounidenses «asistencia sanitaria gubernamental» gratuita. (¡El horror!)

Aunque cueste recordarlo, sólo han pasado dos meses y medio desde el debate entre Donald Trump y Joe Biden. Aquella velada fue tan catastrófica para el presidente, en rápido declive, que tuvo que abandonar la carrera.

Las actuaciones de Trump en los dos debates fueron indistinguibles. En ambos casos, su instinto una y otra vez fue pivotar hacia la xenofobia histérica sobre la supuesta «invasión» de inmigrantes y refugiados, incluso cuando respondía a preguntas que no tenían nada que ver con la inmigración. En ambos casos, acusó extrañamente a la administración Biden/Harris de tener un sesgo pro-palestino a pesar del hecho de que Joe Biden ha estado armando a Israel hasta los dientes para su asalto genocida a Gaza. En el debate de julio, dijo que Biden se había convertido en «un palestino», concretamente en «un mal palestino». Anoche, dijo que Harris «odia a Israel».

Y en ambos debates, la persona de la que más le apetecía hablar era Biden. Pero la diferencia entre las actuaciones de Biden y Harris fue de la noche al día. Comentaristas conservadores como Ben Shapiro se vieron reducidos a refunfuñar sobre los moderadores, siempre una señal de que tu equipo está perdiendo el partido.

En julio, Biden divagó y tropezó, y a menudo parecía tener problemas para recordar lo que había empezado a decir. Anoche, Harris estuvo mucho más aguda y centrada que Trump. Estaba bien preparada con líneas de ataque y respuestas prefabricadas a los ataques de Trump, y tenía un mensaje cuidadosamente calibrado sobre cómo «el pueblo estadounidense está cansado» de las payasadas tóxicas del expresidente. Harris habla a menudo de haber sido fiscal antes que política; viéndola anoche, era fácil creer que era buena en eso.

Trump, por su parte, sonó más que desquiciado cuando despotricó sobre Ashli Babbitt, una alborotadora abatida por la policía el 6 de enero y convertida posteriormente en mártir por la extrema derecha, y repitió una leyenda urbana racista sobre refugiados haitianos en Ohio que se comían a los perros y gatos domésticos de los estadounidenses. Así que, aunque está por ver si esto influirá en su posición en las encuestas, parece claro que Harris «ganó» retóricamente el debate.

Pero, ¿es eso lo único que importa? Unos medios de comunicación que se centran obsesivamente en la cobertura de la «carrera de caballos» nos animan a todos a considerarnos mini expertos, que reaccionamos ante acontecimientos políticos como los debates presidenciales prediciendo lo que otros pensarán de ellos en lugar de lo que nosotros pensamos.

Hay que resistirse a ese instinto. Se supone que el trabajo de los políticos en una democracia es entusiasmar a los ciudadanos con lo que van a hacer por nosotros. Y debería molestarnos lo poco que Harris se molestó en darnos anoche. ¿Es mejor que Trump en la mayoría de los temas? Por supuesto que sí. Pero parecía dedicada a demostrar que ese listón está muy bajo.

En política exterior, prometió continuar las guerras proxy en Gaza y Ucrania, y dijo la mentira descarada de que el ejército estadounidense no había entrado en combate bajo Biden. (Chequeo: la Marina estadounidense fue enviada al Mar Rojo para proteger a Israel durante el asalto a Gaza, varias milicias de la región les han atacado y Estados Unidos bombardeó Yemen durante todo el verano). En cuanto a la política económica, su principal énfasis se centró en promover la poco convincente propuesta económica de crear abundantes viviendas sin tener que hacer nada más que algunas exenciones fiscales y cierta desregulación de la zonificación.

Y en cuanto a las armas y la inmigración, su mensaje era Trump-lite. Cuando Trump la acusó de querer «confiscar las armas», ella ni siquiera se molestó en defender el tipo de leyes sobre armas que son comunes en otras democracias avanzadas, o en hacer la observación que mil políticos liberales han hecho antes de que hay una razón por la que los tiroteos masivos son mucho más comunes en Estados Unidos que en muchas otras sociedades. Solo dijo que tanto ella como su compañero de fórmula eran propietarios de armas y que no aprobarían «quitar» las armas.

Y cualquiera que tenga edad suficiente para recordar 2018 recordará que la principal razón por la que los liberales pensaban que Trump era un fascista en ese momento era su crueldad con los inmigrantes. Pero anoche, aparentemente respaldó la falsa narrativa de la derecha que culpa a los cruces fronterizos ilegales de la crisis del fentanilo, y culpó a Trump por no estar dispuesto a apoyar un proyecto de ley bipartidista de «seguridad fronteriza» que habría destrozado los derechos de los solicitantes de asilo.

Sé que hay muchas familias viendo esta noche que se han visto personalmente afectadas por el aumento del fentanilo en nuestro país. Ese proyecto de ley habría destinado más recursos a permitirnos perseguir a las organizaciones criminales transnacionales por tráfico de armas, drogas y seres humanos. Pero, ¿saben qué pasó con ese proyecto de ley? Donald Trump tomó el teléfono, llamó a algunos congresistas y les dijo que acabaran con el proyecto de ley. ¿Y saben por qué? Porque prefirió hacer campaña sobre un problema en lugar de arreglar un problema.

En definitiva, la prioridad de la vicepresidenta Harris parece ser presentarse como razonable ante los republicanos de «Nunca Trump» de los suburbios. Quizá esa estrategia dé resultado esta vez, aunque ciertamente ha fracasado antes. Supongo que ya veremos. Pero, ¿es eso lo único que importa?

Estados Unidos en una sociedad profundamente desigual y militarista. Es el único país desarrollado donde los diabéticos sin dinero mueren por intentar racionar su insulina. Los multimillonarios realizan vuelos espaciales privados, mientras que la clase trabajadora es una de las únicas del mundo a la que no se le garantiza ni un solo día al año de vacaciones pagadas. Y mientras los estadounidenses discuten sobre qué leer en los sondeos más recientes de Pensilvania, las bombas suministradas por Estados Unidos desmembran niños en Gaza.

En este contexto, resulta amargamente irónico que Trump «acusara» a Harris de oponerse a la ayuda estadounidense al ejército israelí, de estar influida por las opiniones de economistas socialistas como su padre y de querer proporcionar asistencia sanitaria a todos y cada uno de los estadounidenses, y que todas estas acusaciones fueran falsas. Ella no se equivoca en que gran parte del país está agotado de Trump y listo para pasar página. Pero nos merecemos algo mucho mejor que lo que se nos ofreció anoche.

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