El año pasado las secciones de comentarios y los buzones de correo electrónico de Jacobin se llenaron de preguntas básicas sobre el socialismo, formuladas por personas dispuestas a luchar por la justicia económica pero que no estaban seguras de cómo hablar de estas nuevas ideas con sus amigos, compañeros de trabajo y seguidores de Twitter. Así que Jacobin publicó El ABC del Socialismo, diseñado para responder a las preguntas más comunes y más importantes sobre la historia y la práctica de las ideas socialistas.
Coincidiendo con la segunda edición del libro, Jacobin está organizando una serie de charlas con los colaboradores del ABC. La primera fue una conversación con Jason Farbman, de Jacobin, y Vivek Chibber, profesor de sociología en la Universidad de Nueva York y autor de Postcolonial Theory and the Specter of Capital, sobre por qué los socialistas hablan tanto de la «clase obrera».
Después de todo, ¿quiénes son «los trabajadores»? ¿Por qué son importantes para el capitalismo y para los socialistas? ¿Cómo pueden los trabajadores utilizar su poder colectivo para hacer frente a la injusticia? A continuación, una transcripción editada de las observaciones de Chibber.
La cuestión que se nos plantea es por qué los socialistas se centran constantemente en la clase obrera como factor estratégico de la sociedad.
Para ir al grano, hay un par de razones fundamentales por las que los socialistas lo hacen, y creo que son razones muy sólidas. En primer lugar, es un diagnóstico de lo que está mal en la sociedad moderna y, en segundo lugar, es un pronóstico de lo que hay que hacer para mejorar las cosas. Ambos apuntan en la misma dirección.
Empecemos por el diagnóstico.
El diagnóstico se centra en qué tipo de cosas necesita la gente en su vida para tener una oportunidad decente de ser feliz, de tener unas relaciones sociales decentes con los demás, todas las cosas que forman parte de lo que llamamos justicia y equidad. Independientemente de lo demás que se necesite —y hay muchas cosas que son necesarias para la justicia social— hay dos en las que casi todo el mundo está de acuerdo.
Una es un mínimo de bienes materiales básicos. La gente no puede vivir una vida decente si está constantemente preocupada por tener suficiente para comer. No se puede vivir una vida decente si no se tiene salud básica, o vivienda, o ciertas provisiones materiales que permitan esforzarse por lo que se consideraría como fines superiores: creatividad, amor, amistad. Todas esas cosas son más difíciles de sostener si no se tienen ciertos bienes básicos, así que, en primer lugar, se necesitan esos bienes.
En segundo lugar, autonomía o libertad frente a la dominación. La idea básica es que si estás bajo el control de otra persona, si estás dominado por otra persona, siempre existe la posibilidad de que esa autoridad que alguien tiene sobre ti se convierta en abuso. Estar dominado por otra persona, por lo tanto, significa que las prioridades por las que vives no van a ser las tuyas. Van a ser las prioridades de esa persona que tiene poder sobre ti. Lo que significa que no puedes establecer tu propia agenda, sea cual sea.
Por lo tanto, si en la sociedad moderna las personas carecen de estos bienes materiales básicos y de autonomía, experimentan la dominación. Independientemente de lo que necesiten, en ese tipo de sociedad la justicia es muy difícil de alcanzar.
Intereses enfrentados
Los socialistas afirman que el capitalismo es un sistema social que priva sistemáticamente a las personas tanto de los bienes materiales que necesitan como de su autonomía. La razón es sencilla: el capitalismo se rige por el principio de la maximización de las ganancias: antepone las ganancias a las personas.
Ahora bien, ¿por qué eso socava tanto la autonomía como el acceso a los bienes materiales básicos? Bueno, la mayoría de la gente en una sociedad capitalista tiene que trabajar para ganarse la vida, y van a trabajar para otra persona. Mientras trabajan para otro, su empleador, las prioridades del empleador no están fijadas por lo que es bueno para los empleados que trabajan a sus órdenes sino por el objetivo de la empresa de maximizar los beneficios.
La razón por la que el empresario tiene que dar prioridad a la maximización de los beneficios es que si no lo hace, la empresa muere. La única forma para que la empresa sobreviva es exprimiendo todo el dinero posible de sus actividades económicas, para que el empresario pueda tomar ese dinero y aumentar la eficacia y otras ventajas competitivas de la empresa para superar a sus rivales.
Este es el problema fundamental: el empuje y la fuerza de la competencia obligan a los capitalistas a velar siempre por los resultados de los balances. Y estos resultados acaban siendo perjudiciales para todos los demás.
La otra cara de la maximización de la ganancia es la minimización de los costos. Toda empresa tiene que intentar mantener y contener sus costos para aumentar al máximo sus márgenes de ganancia. Pero la minimización de costos tiene un impacto inmediato en la vida de los trabajadores, porque lo que perciben como ingresos, que es su salario, es un costo de su empleador.
Por tanto, minimizar los costos implica que cada empresario intenta pagar lo menos posible a la hora de remunerar a sus trabajadores. Lo que significa que los medios básicos de subsistencia de los trabajadores no están determinados por lo que necesitan sino por lo que el empresario puede pagar. Este es el primer problema.
Segunda cuestión: mientras están trabajando, tienen que renunciar a su autonomía en favor de su empleador.
El contrato salarial dice esencialmente: «Iré a trabajar y trabajaré para ti. Me das algo de dinero, y mientras esté trabajando para ti, estoy bajo tu autoridad. Lo que hago con mi tiempo, dónde estoy, adónde voy, con quién hablo, cuántas veces voy al baño, dónde miro, a qué velocidad trabajo, todo eso no queda a mi discreción. Está a discreción tuya, como empleador».
Para la mayoría de la gente en el mundo ese tiempo de vigilia es la mayor parte de su día. Ese tiempo de trabajo comprende entre dos tercios o tres cuartas partes de todo el tiempo que están despiertos, lo que significa, efectivamente, que tres cuartas partes de su vida activa las pasan cediendo su autonomía a alguien cuyos intereses van contra sus propios intereses.
Esta falta de autonomía en el lugar de trabajo se ve a menudo agravada por el hecho de estar bajo el control del empleador fuera del lugar de trabajo. En las ciudades-empresa, o en las ciudades donde los jueces y los legisladores están comprados por el empresario, incluso la autoridad política está en manos del capitalista.
Por lo tanto, por estas dos razones, el hecho de que estas condiciones previas fundamentales para una sociedad justa sean sistemáticamente socavadas por las reglas del propio sistema está integrado a la estructura del capitalismo.
Quién tiene el poder
Lo que esto significa es que, para avanzar hacia un acuerdo social más justo, hay que encontrar la manera de conseguir que la gente tenga estas provisiones básicas y una mayor autonomía. Esta ha sido la lucha de los pobres desde el nacimiento del capitalismo: intentar establecer un acceso no mercantil, o al menos no contingente, a estas cosas que necesitan para llevar una vida decente.
El problema es que cada vez que los pobres han intentado defender, pedir o suplicar una mayor garantía para estas cosas, se han topado con la resistencia de sus empleadores.
Dentro del lugar de trabajo, si piden salarios más altos, si piden más control sobre el lugar de trabajo o si piden más autoridad sobre las decisiones de inversión, siempre se topan con la intransigencia de los empresarios. Si plantean esas reivindicaciones fuera del lugar de trabajo, chocan con el mayor poder social de los empresarios.
El problema básico es que el poder en el capitalismo no se distribuye de forma equitativa. Los empresarios no sólo marcan la agenda dentro del lugar de trabajo sino que también tienen la autoridad y el poder para marcar la agenda de la sociedad en general, debido a su control del Estado, a sus mayores recursos para ejercer presión y a su capacidad para comprar políticos. Fundamentalmente, mientras controlen la inversión, controlan la creación de toda la riqueza y todos los ingresos de la sociedad, por lo que todo el mundo tiene que preocuparse constantemente de si ellos están felices o no.
La oportunidad para los trabajadores
Esto nos lleva a un problema estratégico: si en una sociedad capitalista a la inmensa mayoría de la gente se le niegan los bienes básicos que son necesarios para la justicia social, y si cada vez que los piden les son negados por las autoridades políticas debido a la influencia de la clase capitalista, ¿cómo conseguirlos?
Esto nos lleva entonces al segundo factor después del diagnóstico: la previsión acerca de cómo arreglar las cosas.
La previsión es que, para que la inmensa mayoría de la gente tenga mejores oportunidades de vida, y puesto que los centros de poder no van a renunciar a él voluntariamente, habrá que arrancárselo a través de un poder compensatorio por parte de los pobres.
Es una cuestión práctica: si el Estado burgués y la clase capitalista que tiene el poder, no le permite al pobre conseguir las cosas básicas que necesita para una vida decente por generosidad, ¿dónde va a salir el poder para conseguir esas cosas de los capitalistas? La respuesta sólo puede ser: extrayéndoselo a ellos, a través de un poder compensatorio por parte de los pobres. Aquí es donde aparece la importancia estratégica y práctica de la clase obrera.
La clase obrera no se parece a ningún otro grupo social del sector no capitalista de la sociedad moderna. Por muy pobre que sea, por muy dominada que esté, por muy atomizada que esté, es la gallina de los huevos de oro. Es la fuente de los beneficios, porque a menos que los trabajadores se presenten a hacer su trabajo cada día y creen ganancias para sus empleadores, ese principio de maximización de las ganancias no puede llevarse a cabo. Sigue siendo letra muerta.
Los trabajadores, por tanto, tienen una oportunidad, si saben aprovecharla: tienen en sus manos la palanca del flujo de ganancias que mantiene en marcha el sistema. Los capitalistas tienen la autoridad sobre ellos pero si los trabajadores no accedieran a hacer lo que dicen sus empleadores, éstos se quedan simplemente con las manos vacías: no hay ganancias para ellos.
Los trabajadores, por lo tanto, son importantes por una razón estratégica, que es que son el agente —el único agente— que tiene un lugar estructural dentro de la sociedad que puede poner de rodillas a los centros de poder.
Esta es una capacidad que tienen, pero también tienen interés en utilizar esa capacidad. Todas esas responsabilidades, todas esas limitaciones previamente expuestas que se interponen en el camino hacia una sociedad más justa, las siente más intensamente la clase trabajadora en el conjunto de la sociedad. Ella conforma la inmensa mayoría de la sociedad moderna. También es allí donde resultan estar los más pobres, los que sufren cada día las indignidades, las privaciones, la pérdida de autonomía, el ritmo de trabajo agotador, la inseguridad y la ansiedad de qué hacer con sus vidas cuando están bajo el pulgar de otra persona.
Son los que más sufren bajo el capitalismo y, por lo tanto, no sólo tienen la capacidad, sino también el interés de unirse y luchar por aquellos fines que creemos que generarían acuerdos sociales más justos.
De los márgenes al centro
Esto tiene una implicación importante. Muchas de las personas que están leyendo esto están en la universidad o en sus alrededores y han sufrido la desgracia de asistir a clases de teoría social y todo eso en los últimos veinte años.
Entre los progresistas y en la izquierda radical, la categoría clave en los últimos veinticinco años han sido los márgenes: la marginalidad, abrazar los márgenes, abogar por los márgenes, ser los márgenes, amar los márgenes. Si es marginal, es bueno.
No es que haya nada malo con los márgenes. Pero entiendan esto: la razón por la que la clase trabajadora es importante es porque no es marginal. Vas a tener que superar tu amor por los márgenes si quieres hacer política efectiva.
Esto no significa que relegues a la insignificancia a otros grupos socialmente oprimidos. Todo lo contrario: cualquiera que luche por una sociedad justa tiene que considerar que todas las formas de marginación y opresión son increíblemente importantes.
Pero hay que entender que la política no es sólo defensa moral. También se trata de los aspectos prácticos de alcanzar el poder contra los centros de poder en un mundo injusto.
Lo que hace importante a la clase obrera es que es la categoría social y el grupo social central dentro del capitalismo (sólo superada por el capital, por supuesto). Esto significa, por tanto, que la razón por la que se va a por ella es por su centralidad en el sistema, no por su marginalidad.
Esto significa que el tenor de los debates políticos tiene que cambiar. Hoy en día, a menudo entras a una reunión y la discusión gira en torno a si este grupo está luchando por los márgenes, está buscando los márgenes o está atrayendo a los márgenes. Eso está muy bien, si es una palabra clave para decir que tenemos que asegurarnos de que cada indignidad, cada injusticia sea algo que nos preocupa.
Pero hay que entender que también es necesario preguntarse: ¿quiénes son los actores centrales y clave en esta sociedad que pueden aportar el tipo de cambios que necesitamos?
Tenemos que ir más allá de las obsesiones con los márgenes, no sólo en nuestra política sino en nuestra comprensión del sistema. Tenemos que empezar a pensar en el núcleo, en el núcleo y los cimientos de la sociedad moderna, y construir y establecer el poder dentro de esos cimientos.
Ahora mismo, en este momento, la izquierda está en su momento de mayor debilidad desde su nacimiento, y una de las razones por las que ha abrazado los márgenes es porque ese es el espacio que habita. Pero el hecho de que haya sido empujada a los márgenes no significa que deba abrazarlos.
La agenda de la izquierda en el futuro inmediato va a pasar por averiguar cómo salir de los márgenes y entrar en los centros neurálgicos del capitalismo. Porque ahí es donde está el poder. Y hasta que no seas capaz de agregar y utilizar ese poder para diferentes fines, no vas a conseguir el tipo de sociedad que la mayoría de la gente moral quiere. Por eso los socialistas se centran en la clase obrera.