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El libro de G. A. Cohen ¿Por qué no el socialismo? ofrece un argumento sencillo y contundente contra el capitalismo. (Universidad de Oxford)

G. A. Cohen demostró por qué todos deberíamos ser socialistas

Traducción: Valentín Huarte

Justo antes de morir, el filósofo marxista G. A. Cohen escribió un breve libro titulado ¿Por qué no el socialismo? Es una introducción perfecta que permite entender por qué es necesario ir más allá de la economía capitalista.

En el comienzo de su breve libro ¿Por qué no el socialismo?, G. A. Cohen pide que el lector piense en un grupo de amigos que sale de camping. No describe nada fuera de lo común. Los amigos encuentran un sitio y arman la carpa. Algunos pescan, otros cocinan, todos salen a caminar, etc.

Cohen quiere que el lector note que la forma que adopta este viaje es bastante parecida a la sociedad que imaginan los socialistas. Los utensilios de cocina y las pelotas de fútbol, por ejemplo, son tratados como propiedad colectiva (aun cuando son pertenencias de los campistas individuales). Cuando pescan y cocinan, todos se benefician por igual de los resultados del esfuerzo colectivo sin ningún tipo de cargo. Los campistas hipotéticos de Cohen no actúan de esta manera porque sean especialmente nobles: es la forma en que actuaría cualquier grupo de amigos en un viaje de campamento.

Más tarde, con el fin de enfatizar su argumento, Cohen nos invita a imaginar un campamento bastante menos normal, orientado en función de los principios de una economía de mercado capitalista. Una de las campistas (Silvia) descubre un manzano. Cuando vuelve a contarles la historia a los otros, todos se entusiasman con la idea de beber jugo de manzana y comer tarta y estrúdel. Por supuesto que lo harán —dice Silvia— siempre que «reduzcan mi carga laboral, y/o me brinden más lugar en la carpa, y/o más tocino en el desayuno».

Harry, otro campista, es muy bueno pescando y por lo tanto, a cambio de sus servicios, exige cenar exclusivamente perca en vez de la mezcla de perca y bagre que comen todos. Después viene Morgan, otro campista más, y exige una olla con pescado especialmente bueno porque dice que su abuelo había almacenado mucho alimento en un viaje de campamento anterior.

Ninguna persona normal, dice Cohen, toleraría este tipo de comportamiento. En cambio, insistirían en lo que él define como un «modo de vida socialista». Pero, entonces, ¿por qué no organizar toda la economía en función de los mismos principios?

Muchos defensores del capitalismo insistirían en que, más allá de lo detestable y odioso que sería tratar así a los amigos, las personas tienen derecho a reclamar la propiedad privada —incluso en el caso de los medios de producción— y que sería inaceptablemente autoritario que una sociedad socialista futura limitara esos derechos. Cohen no desperdicia ni una página de ¿Por qué no el socialismo? en este argumento, tal vez porque es un tema que trató en otros dos libros, Propiedad de sí, libertad e igualdad y History, Labour, and Freedom.

En cambio, dedica los últimos capítulos de ¿Por qué no el socialismo? a las objeciones que plantean incluso algunos progresistas contra la idea de que los principios socialistas pueden ampliarse a partir de un viaje de campamento hasta abarcar toda una economía. ¿Es posible extender lo que vale en el caso de un pequeño grupo de amigos a toda una sociedad? ¿Qué sucede con los problemas del cálculo económico? ¿Y con la naturaleza humana?

Cohen asume estos desafíos con seriedad, pero advierte contra todo derrotismo prematuro. Admite que lo más parecido a una planificación económica sin mercado modelada en función del viaje de campamento es alguna forma de socialismo de mercado (aunque también sostiene que es demasiado pronto como para descartar la posibilidad de ir todavía más lejos).

En cualquier caso, la perspectiva de Cohen es que se trata de un ideal por el que vale la pena luchar. Y aun si no llegamos hasta el final, una sociedad que se parezca un poco más a la forma de vida del campamento será mejor que una que se aleje de ese modelo.

La respuesta de los libertarios

¿Por qué no el socialismo? se publicó en 2009, el año en que Cohen murió. Cinco años después, el filósofo libertario Jason Brennan publicó una crítica titulada Capitalismo, ¿por qué no?.

Brennan argumenta que, en vez de considerar las fallas del socialismo y del capitalismo realmente existentes, Cohen contrapone un socialismo ideal a un capitalismo con todos sus defectos.  Y sostiene que una comparación tan asimétrica no prueba nada.

Brennan ilustra este punto sirviéndose de uno de los dibujos animados de Disney, La casa de Mickey Mouse (que no debe ser confundida con El club de Mickey Mouse, un programa más viejo). En una parodia del capítulo de Cohen sobre el campamento, Brennan describe el programa de Disney tal como aparece: todos parecen ser amigos de todos y no existe ningún tipo de pobreza ni de sufrimiento social, pero todo indica que los personajes viven en una economía de mercado normal. Minnie Mouse es dueña de una fábrica y comercio de moños [bows] llamado Bowtique, la Vaca Clarabelle es una emprendedora relativamente exitosa (es dueña de un pequeño comercio llamado Moo Mart y de la fábrica Moo Muffin), y el Pato Donald y Willie el Gigante tienen tierras y campos.

Entonces Brennan pide que el lector imagine una versión hipotética del pueblo de La casa de Mickey Mouse donde algunos de sus habitantes empiezan a hacer lo mismo que hicieron los regímenes estalinistas en nombre del socialismo. Donald somete todas las tierras a una colectivización forzada, como hizo Stalin en 1929; la Vaca Clarabelle funda una fuerza de policía secreta, etc. Por supuesto, ¡eso sería horrible!

Ahora bien, si uno considera que esta hipótesis no prueba nada sobre el capitalismo ni sobre el socialismo, escribe Brennan, habría que decir lo mismo del campamento de Cohen. En ambos casos, el problema es que no se comparan cosas equivalentes. Y después Brennan sostiene que, considerado en tanto ideal, el capitalismo es mejor que el socialismo, porque en un mundo de capitalismo laissez-faire cualquiera que quisiera separarse y formar una comuna con sus propias reglas podría hacerlo.

El argumento de Brennan tiene tres problemas. Primero, en su intento de satirizar a Cohen, Brennan no compara cosas equivalentes. Después de todo, Cohen no describe una fantasía idealizada de campamento; describe el tipo de campamento que miles de personas hacen todos los años. Todos los campamentos funcionan como el que describe Cohen. El pueblo de La casa de Mickey Mouse es una fantasía psicodélica de ciencia ficción donde un grupo de animales interactúa en una sociedad más o menos imaginaria en la que no está claro si existe el Estado ni cuáles son las leyes laborales o las regulaciones que hipotéticamente impone. Para comparar cosas equivalentes, Brennan habría debido encontrar una experiencia mundana que los lectores conocieran, o, cuando menos, una que les fuera familiar, y que demostrara que el «modo de vida capitalista» es preferible frente a cualquier otro.

Segundo, Cohen no compara la implementación a pequeña escala de los ideales socialistas con las peores cosas que se hicieron en nombre del capitalismo. La insistencia de Silvia en sus derechos de propiedad impide que los otros campistas coman estrúdel de manzana (no que se queden sin medicamentos fundamentales porque no pueden pagarlos). Nadie contrata a otros campistas para apilar leña ni compra después el favor de policías privados para matar o golpear a esos trabajadores en caso de que hagan huelga. Cohen no propone una versión campamento de la Compañía Británica de las Indias Orientales o de los cerramientos que despojaron a los campesinos de sus tierras y los hicieron llegar a tal punto de desesperación que tuvieron que aceptar los empleos que ofrecían las primeras fábricas, o del Estado de excepción declarado por Hitler para proteger a Alemania de la amenaza de una revolución de izquierda.

En cambio, todos los ejemplos de Cohen son ejemplos de personas que defienden exactamente el tipo de derechos económicos que los defensores del capitalismo están dispuestos a sostener, ¡esos que todo el mundo tendría en el ideal capitalista libertario de Brennan! El abuelo de Morgan legó su propiedad a sus parientes, Silvia ejerce sus derechos de propiedad sobre los medios de producción de estrúdel de manzana por haber descubierto por primera vez el árbol y los otros dos simplemente intentan conseguir el mejor trato posible en un mercado libre.

Si Brennan hubiese querido discutir con seriedad el argumento de Cohen, habría tenido que explicar por qué, una vez aceptado que no está bien actuar de esa forma en un campamento, no sería ni siquiera deseable intentar descubrir una mejor manera de organizar una sociedad.

Las conclusiones de Cohen

Cohen piensa que está mal introducir el «modo de vida capitalista» en el campamento —y, consecuentemente, tomarlo como principio orientador de una economía— porque el capitalismo nunca está a la altura del ideal que sus partidarios suelen defender: la igualdad de oportunidades. En todos los casos a algunas personas les va mejor que a otras debido a factores que están fuera de su control (no haber visto primero el manzano, no haber tenido un abuelo que legara el mejor estanque para pescar, o simplemente no haber nacido con las mismas habilidades que sus compañeros).

Por eso Cohen piensa que, de modo similar, nadie merece una vida peor solo porque no tuvo la suerte de haberse criado en una familia rica o de haber nacido con las habilidades que hacen que ciertas personas mejoren su posición social. Confronta la «igualdad de oportunidades burguesa», es decir, la idea de que no existen impedimentos formales que obstaculicen el éxito de nadie (por ejemplo, la discriminación racial), e incluso la «igualdad de oportunidades liberal de izquierda», que intenta superar la igualdad burguesa con planes sociales que compensan ciertas desventajas sociales, con la «igualdad de oportunidades socialista», es decir, el principio de que nadie debería tener una vida peor debido a factores que están fuera de su control.

Por ejemplo, si distintas personas quieren tomar decisiones distintas sobre la cantidad de horas que trabajan y el tiempo de ocio del que gozan, no es injusto que los que se esfuerzan más tengan más posibilidades de consumir. Pero nadie debería tener una vida peor en función de la familia en la que nació o de los resultados de sus exámenes. Cohen complementa esto con un principio socialista comunitario: si uno reconoce que otras personas son parte de su propia comunidad, intentará garantizar que no sufran demasiado incluso en caso de que tomen malas decisiones en función de su libre arbitrio.

Por mi parte, pienso que, en un sentido, la lista de principios de Cohen está incompleta. En efecto,  además de lo que dice Cohen, los socialistas siempre enfatizaron —y con buenos motivos— la igualdad de poder (aunque, siendo justo, debo admitir que en otra parte Cohen escribió elocuentemente sobre la falta de libertad de los trabajadores en el capitalismo).

También me habría gustado que Cohen estudiara otros modelos de socialismo. Como ideal intermedio entre el capitalismo y un socialismo sin mercado ni dinero del tipo campamento, Cohen discute el esquema de John Roemer, según el cual cada ciudadano recibe una cantidad igual de propiedad. Pero Cohen no parece considerar, por ejemplo, la concepción ligeramente más radical del socialismo de mercado que propone David Schweickart. Y me habría gustado que lo hiciera, porque cuando está en juego la implementación del control democrático en los lugares de trabajo, la concepción de Schweickart se acerca más al ideal de Cohen sin dejar de parecer más realista en el corto plazo.

En cualquier caso, independientemente de estos defectos menores, ¿Por qué el socialismo? es una excelente introducción a los ideales socialistas. La forma de presentación es intuitiva y hasta engañosamente simple, dado que los argumentos subyacentes son prudentes y sofisticados. El libro se termina en una hora, pero el argumento de Cohen permanece durante años en la cabeza. Por eso vale la pena leerlo.

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Publicado en homeCentro3, Ideología, Política, Reseña and Teoría

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