Este año, los 91 millones de miembros del Partido Comunista de China (PCC) celebran el centenario del Primer Congreso del partido, organizado en julio de 1921, del que participaron solo doce delegados de siete regiones y que decía representar a 53 miembros a nivel nacional.
El Primer Congreso es el mito de fundación del PCC, no solo por la presencia de Mao Zedong, que durante los años 1920 era solo una figura de segunda línea en el partido. El mito se ha ido ajustando de acuerdo a los acontecimientos políticos: por ejemplo, Chen Duxiu, elegido como primer secretario general del partido, fue expulsado y se convirtió al trotskismo; alrededor de la mitad de los delegados fundadores terminaron abandonando el partido; y el rol de la Komintern controlada por los soviéticos siempre fue un tema delicado.
Pero transcurridos cien años, es un buen momento para volver sobre la creación del partido y sobre la primera etapa de su historia, cuando era parte de un frente único con el Partido Nacionalista (Guomindang) y su objetivo era fundamentalmente organizar a la clase obrera. La revolución nacional que se produjo entre 1925 y 1927 logró reunificar al país. El PCC y el ala izquierda del Guomindang (GMD) dirigieron importantes movilizaciones de obreros, campesinos, jóvenes y mujeres en las áreas liberadas por el Ejército Nacional Revolucionario (ENR).
Sin embargo, a partir de abril de 1927, la amenaza de revolución social planteada por los movimientos de masas llevó a Chiang Kai-shek, comandante en jefe del ENR, a destrozar a sus aliados comunistas. Maltrecho, el PCC tuvo suerte y logró sobrevivir. Pero tuvo que empezar de nuevo en una remota zona rural del sur de China.
La primera revolución de China
En 1911, una revolución derrocó a la dinastía Qing y fundó una república bajo la presidencia de Yuan Shikai. Pero el gobierno revolucionario no logró estabilizar las instituciones parlamentarias ni controlar las olas de provincialismo y militarismo. El intento de Yuan —en principio un reformador militar— de convertirse en emperador en 1915 fue un síntoma funesto de su fracaso.
Desencantados con la posibilidad de que la política fuese el modo de revertir la decadencia de China, un grupo de jóvenes radicalizados, dirigidos por Chen Duxiu, empezó a considerar la cultura como el terreno en el que China podría salvarse de la «extinción nacional». En 1915, Chen fundó el periódico Juventud, que se convirtió en el portavoz del Movimiento por la Nueva Cultura. La línea editorial embestía contra la tradición confuciana a propósito de la subordinación del individuo a la familia patriarcal y convocaba a la formación de una nueva cultura, occidentalizada y anclada en la ciencia y en la democracia.
En 1919, los intelectuales del Movimiento por la Nueva Cultura ampliaron su audiencia con el Movimiento del Cuatro de Mayo, luego de que la población china se enterara de que los mediadores de Versalles pretendían transferir a Japón los privilegios que Alemania tenía sobre China. En Beijing, los estudiantes tomaron las calles para exigir la renuncia de los «traidores», es decir, los ministros projaponeses del gobierno que se habían convertido en marionetas de las facciones militares rivales. Los estudiantes, los comerciantes y, por primera vez, los obreros se movilizaron para denunciar esta última instancia de «humillación nacional» por medio de un paro general y un boicot a los productos extranjeros.
El Movimiento del Cuatro de Mayo volvió a plantearle a la población nacionalista la inevitabilidad de la política. Entonces revivió el GMD, dirigido por Sun Yat-sen. Los jóvenes más radicalizados, en general provenientes de familias acomodadas, que no obstante haber entrado en decadencia, les habían garantizado una educación en las escuelas modernas, fundaron periódicos y grupos de estudio para discutir ideologías tan diversas como el anarquismo, el liberalismo, el marxismo, el socialismo de Estado, el socialismo gremial, el constitucionalismo y las teorías de la educación de John Dewey, todo con el objetivo de salvar a China.
El interés en la Revolución rusa estaba bastante extendido y se había avivado luego de que, en 1918, el gobierno bolchevique renunciara a los privilegios zaristas en China, decisión a la que Chiang Kai-shek se referiría todavía cuarenta años después como «la medida más noble de los anales de las relaciones internacionales». Quienes se veían atraídos por la revolución bolchevique eran seducidos por la oposición de los rusos al imperialismo, su compromiso con la revolución mundial, la aparente eliminación del capitalismo (sistema que la mayoría de las personas más radicalizadas en China concebía como prescindible), y, especialmente, por el modelo de un partido fuertemente centralizado y el ideal de la dictadura proletaria.
Estos elementos insinuaban que era posible escapar a las débiles y facciosas organizaciones que dominaban la política nacional. Es importante destacar que entre 1919 y 1927 se tradujeron más de treinta obras de Lenin al chino, mientras que se tradujeron tan solo diez obras de Marx.
El nacimiento del PCC
Más allá del interés en la Revolución rusa, lo cierto es que el PCC nunca hubiese existido sin la intervención de la Tercera Internacional —Komintern— fundada por el gobierno soviético en 1919. Fundamental fue la llegada a Beijing, en abril de 1920, de un grupo de revolucionarios rusos comandados por Grigorii Voitinskii, quien entonces tenía 27 años y había sido miembro del Partido Socialista de Estados Unidos desde 1913 hasta 1920. Conoció a Li Dazhao, importante intelectual del Movimiento por la Nueva Cultura de la Universidad de Pekín, quien a su vez lo puso en contacto con Chen Duxiu, de Shanghái. Junto a Voitinskii trabajaron para organizar en la ciudad una Liga Socialista de la Juventud y una escuela de lenguas extranjeras, con el fin de reclutar a los jóvenes más prometedores y llevarlos a formarse políticamente en Rusia.
En noviembre se fundó el Buró Revolucionario de Shanghái, hecho que puede ser considerado como la verdadera fundación del PCC. Sin embargo, la partida de Voitinskii en diciembre, sumada a la de Chen Duxiu, quien asumió un cargo en el gobierno supuestamente socialista del caudillo militar Chen Jiongming en Cantón, privó de dirección al «pequeño grupo» de Shanghái. Llegada la primavera de 1921, muchos jóvenes socialistas se habían establecido en la Unión Soviética, en Japón o en Francia. Zhou Enlai y Deng Xiaoping se contaban entre los 1600 estudiantes que participaron, entre 1919 y 1921, de un programa de trabajo y estudio en Francia.
Las preparaciones para realizar un congreso no se retomaron hasta junio de 1921, cuando llegó Maring, nuevo enviado de la Komintern cuyo nombre real era Hendricus Sneevliet. Maring, sindicalista holandés, había militado contra la dominación colonial en las Indias Orientales Neerlandesas desde 1913 hasta 1919. Fue él quien garantizó el impulso fundamental y el financiamiento para realizar el Primer Congreso, que empezó el 23 de julio en la Concesión Francesa de Shanghái. Junto a los doce (inicialmente trece) delegados oficiales, participaron Maring y V. A. Nikol’skii, quien se convertiría pronto en el representante de la Internacional Sindical Roja.
Probablemente fue su presencia la que alertó a la policía de la Concesión Francesa, que organizó una redada y forzó a realizar la séptima y última sesión a cien kilómetros al sur de Shanghái, en un lago cerca de Jiaxing. Es interesante notar que ni Chen Duxiu ni Li Dazhai estaban presentes y que solo tres de aquellos trece delegados estarían presentes cuando se celebrara el Segundo Congreso del PCC al año siguiente.
Cierto misterio rodea las resoluciones políticas aprobadas por el Congreso, pues priorizaban la lucha por la dictadura proletaria por sobre la estrategia de liberación nacional establecida en las «Tesis sobre la cuestión nacional y colonial», adoptadas por el Segundo Congreso de la Komintern en julio de 1920. A pesar de que habían suscitado algunas polémicas, las tesis de la Komintern delineaban una hoja de ruta para una revolución en dos etapas en el mundo colonial y semicolonial. Durante la etapa democrático burguesa, cuando la prioridad era alcanzar la soberanía nacional, los comunistas debían apoyar a los líderes nacionalistas burgueses sin perder su independencia política.
Por algún motivo, Maring, que estuvo presente en el Congreso, no logró comunicarles esta estrategia a los comunistas chinos, que probablemente habían sido influenciados por la lectura de publicaciones sobre comunismo en lengua inglesa. El Congreso también descartó cualquier tipo de alianza con el GMD. La Komintern no toleraría esta divergencia respecto de su línea durante mucho tiempo.
Desde adentro
Durante el verano de 1922, en una serie de charlas con Sun Yat-sen, Maring resolvió que los comunistas debían unirse al GMD y concedió al pedido de Sun de que lo hicieran a título individual. El holandés estaba impresionado por el apoyo que el GMD había garantizado a la huelga de los marineros de Hong Kong que se realizó ese mismo año. En julio de 1922, el Segundo Congreso del PCC, a pesar de aceptar de mala gana la acción conjunta con el GMD, se opuso enérgicamente a la estrategia de participar desde adentro del bloque. Pero Sun y Maring estaban convencidos de que la única posibilidad de reunificar China era mediante un partido único centralizado y respaldado por un ejército fuerte.
La reorganización militar, política e ideología del GMD empezó bajo el auspicio de Mikhail Bordodin, quien llegó a Cantón en octubre de 1923. El GMD adoptó entonces una estructura fuertemente centralizada. Sin embargo, los chinos sabían mejor que Moscú que el poder en la organización circulaba principalmente a través de redes personales y no de estructuras formales y conferencias. Además, al interior del GMD existía un importante agrupamiento anticomunista.
Más importante todavía fue que el gobierno soviético colaboró con enormes cantidades de dinero, con su pericia y con equipos a la creación del ENR. Entre 1924 y 1926, asesores soviéticos supervisaron el entrenamiento de más de seis mil oficiales en la Academia Militar de Whampoa (Huangpu). Las prioridades de Moscú estaban claras: el GMD recibió diez veces más apoyo financiero que el PCC durante los años previos a 1927.
La estrategia de Moscú —formulada sobre todo por la facción de Stalin, que entonces empezaba a dominar el partido— era que el PCC debía radicalizar al GMD desde dentro: «organizar a la izquierda, unirse con el centro y atacar a la derecha». En última instancia, la estrategia probó ser desastrosa, pero sería un error asumir que no conllevó ningún beneficio para el PCC. En algunos sectores del movimiento nacionalista, como los movimientos de mujeres y estudiantes, los dos partidos cooperaron de forma virtuosa. En Guangdong y en ciertas áreas bajo control del GMD, el ENR brindó protección política y militar a las organizaciones obreras y campesinas.
Sin embargo, el PCC enfrentaba un dilema: sus actividades de movilización de masas realzaban su influencia y llevaban a que los trabajadores se unieran al partido, pero esas actividades también exacerbaban la tensión con el ala derecha del GMD. En tres ocasiones, Chen Duxiu pidió a Moscú que se pusiera fin a la estrategia de participación en el bloque y se estableciera un tipo de alianza más libre.
La movilización de la clase obrera
La clase obrera de China era pequeña, aunque había pasado de 1,5 millones de trabajadores en 1919 a 3 millones a mediados de 1920. Aunque los jóvenes militantes de la Liga Socialista de la Juventud y del PCC dieron muestras de una enorme ingenuidad a la hora de hacer contacto con los obreros, los primeros intentos de crear sindicatos se hundieron solo luego de que, en febrero de 1923, el caudillo norteño Wu Peifu aplastó al sindicato de trabajadores ferroviarios de Beijing-Hankou. La izquierda logró abrirse paso recién en 1925.
Durante la primavera, el constante malestar que sufrían los trabajadores en la industria algodonera japonesa de Shanghái terminó con un trabajador muerto. El 30 de mayo se realizó una manifestación que concluyó con doce manifestantes muertos y diecisiete heridos en manos de la policía de la Concesión Internacional. No era la primera vez que los poderes extranjeros ejercían esos niveles de violencia, pero esta vez la situación marcó un punto de inflexión en la fortuna del imperialismo. Los acontecimientos precipitaron una huelga general, el cierre de las escuelas, las universidades, los comercios, los bancos y otros negocios, y un nuevo boicot a los productos extranjeros.
En Hong Kong, los trabajadores hicieron una huelga solidaria y el 23 de junio la policía abrió fuego contra una movilización cerca de Cantón, justo antes de que llegara a las concesiones internacionales: 52 manifestantes perdieron la vida y más de 100 resultaron heridos. En el sur, la huelga y el boicot duraron dieciséis meses —una de las huelgas más largas de la historia del movimiento obrero mundial— y tuvieron consecuencias serias para los negocios británicos. Los trabajadores estuvieron al frente del movimiento antimperialista a nivel nacional (fenómeno que no volvió a repetirse).
El PCC ayudó a los huelguistas a formular reivindicaciones salariales ambiciosas, a organizar piquetes y a crear sindicatos. Como resultado, la Federación Nacional de Sindicatos de China pasó de tener 540 000 miembros en mayo de 1925 a tener 1,24 millones en mayo de 1926 y 2,8 millones en junio de 1927. Por más poderoso que fuera este movimiento obrero, los sindicatos apoyados por el PCC nunca lograron desplazar los intereses particularistas de la fuerza de trabajo, basados en sociedades secretas, en lazos creados en función de la procedencia y redes clientelares con contratantes y capataces.
Además, el Movimiento del Treinta de Mayo no fue estrictamente un movimiento de clase. Su reivindicación más radical era la derogación de los tratados desiguales. Las huelgas se sostenían durante largos períodos de tiempo porque eran financiadas en parte por empresarios chinos, a los que les incomodaba que los conflictos se propagaran desde las compañías británicas y japonesas hacia las nacionales. El PCC promovió inteligentemente un discurso sobre la identidad nacional que posicionaba a China como víctima del imperialismo y alineaba su liberación con las luchas de los obreros y los campesinos.
Desde julio de 1926, el ENR comenzó su expedición hacia el norte para eliminar o incorporar a los caudillos militares. En diciembre se logró establecer un gobierno en Wuhan bajo control del ala izquierda del GMD. A medida que el ejército avanzaba, los comunistas y los militantes de izquierda del GMD fundaban pacientemente asociaciones y sindicatos.
Para la primavera de 1927, alrededor de quince millones de campesinos del sur y el centro de China se habían unido a alguna asociación. Esto implicaba un gran peligro para los terratenientes, los bandidos y las tríadas que controlaban los asuntos rurales. El movimiento empezó a ejercer una gran presión sobre Chiang Kai-shek para que girara a la izquierda en desmedro del apoyo que obtenía de los comerciantes y de los militares. Pero él se negó a reconocer al gobierno de Wuhan.
Desastre en Shanghái
A medida que el ENR se acercaba a Shanghái, el PCC empezó a preparar un levantamiento con el objetivo de derrotar a las fuerzas de los caudillos militares que controlaban las áreas chinas de la ciudad. Esperaban ser capaces de liberar a la ciudad antes de la llegada del ENR, con lo que fortalecerían la posición de la izquierda. En una huelga de cuatro días, que se extendió desde el 19 al 22 de febrero, 420 970 empleados industriales y de comercio abandonaron sus actividades. El paro fue más grande que el del Movimiento del Treinta de Mayo.
Sin embargo, el intento del PCC de tomar el poder en la ciudad fue contraproducente. El 23 de febrero se formó un comité especial, dirigido por Chen Duxiu, que encomendó a Zhou Enlai el entrenamiento de una verdadera milicia armada. Pero entonces los miembros de derecha del GMD de la ciudad empezaron a organizarse política y militarmente para resistir al PCC. En un intento desesperado de prevenir la ruptura del frente único, Moscú le ordenó al PCC que se abstuviera de criticar públicamente a Chiang Kai-shek, a quien se percibía en general como la personificación de la revolución nacional.
El 18 de mayo, el ENR montó campamento treinta kilómetros al sur de Shanghái. El PCC resolvió que el paro general y el levantamiento armado deberían comenzar el 21 de marzo. Ese día, 800 000 personas abandonaron sus actividades, cerraron sus comercios o no concurrieron a la escuela para demostrar su apoyo al ENR. Las autoridades británicas de la Concesión Internacional se alarmaron tanto como para ordenar que sus tropas desembarcaran de los treinta o cuarenta buques de guerra anclados en el río.
Las milicias obreras, con la asistencia tardía de un general del ENR, expulsaron a las fuerzas de los caudillos militares de Shanghái, y el 22 de marzo una exultante asamblea ciudadana declaró a la ciudad territorio liberado. Los dirigentes empezaron a planear la formación de un gobierno municipal radical y legalizaron el Sindicato General de Trabajadores de Shanghái, que contaba entonces con 821 000 miembros. El 26 de marzo las multitudes ocuparon las calles para recibir la llegada de Chiang Kai-shek.
No fue un buen signo que el dirigente decidiera reunirse en primer lugar con el líder de una de las principales sociedades secretas de la ciudad, la Banda Verde, quien también era detective de la policía de la Concesión francesa. Los dos hombres acordaron movilizar a las sociedades secretas para aplastar las milicias obreras. Conservando todavía expectativas de no romper la alianza, la Komintern ordenó que los comunistas escondieran sus armas. Los camaradas de Shanghái no obedecieron. La noche del 11 de abril, las sociedades secretas atacaron y liquidaron sistemáticamente a las milicias obreras.
De forma sorprendente, haciendo caso omiso al terror, los trabajadores hicieron otra huelga y la población nacionalista se movilizó. Sin embargo, este sería solo el comienzo de una larga ola de represión de la izquierda. El 15 de abril, el Sindicato General de Trabajadores anunció que trescientos sindicalistas habían sido asesinados, más de quinientos habían sido arrestados y cinco mil estaban desaparecidos. Fue el primer episodio de un baño de sangre que se propagó rápidamente hacia otras regiones y casi aniquiló al PCC.
Reinventar el PCC
Cuando empezó el Quinto Congreso del PCC en Wuhan el 27 de abril de 1927, el partido contaba con 57 967 miembros. La mayoría se habían unido a comienzos de ese mismo año. Casi la mitad de los miembros eran obreros, sobre todo jóvenes con pocos años de empleo en las fábricas de algodón. La gran mayoría del partido era joven.
El PCC, que había heredado el compromiso con la liberación de las mujeres del Movimiento por la Nueva Cultura, había destinado más energía al movimiento feminista de la que le había dedicado el partido bolchevique antes de la revolución. Sin embargo, aunque había algunas dirigentes mujeres destacadas, el PCC seguía siendo un partido fundamentalmente masculino. En el momento del Quinto Congreso, solo el 8% de los miembros eran mujeres.
Desde el Primer Congreso, el PCC había pasado de ser una congregación de grupos de estudio a ser un partido de masas, compuesto predominante aunque no exclusivamente por intelectuales que habían recibido entrenamiento ideológico, organizativo y militar en la Unión Soviética. La democracia interna en el partido era escasa, en parte porque las condiciones políticas de la mayor parte de China obligaban al trabajo clandestino.
A pesar de que se había establecido el estilo de la Komintern, según el cual no se alentaban los debates, la magnitud de los acontecimientos llevaba inevitablemente a que se generaran grandes conflictos al interior del partido. Además, los rasgos del Movimiento del Cuatro de Mayo no habían desaparecido del todo entre la juventud educada, que seguía vinculando su rebelión personal contra la cultura confuciana a la causa de la liberación nacional y de clase.
Desde 1926, la Oposición Unida del Partido Comunista Soviético empezó a discrepar fuertemente con la facción de Stalin en cuanto a la política de la Komintern en China y a criticar la estrategia de alianza con el GMD, que supuestamente limitaba las luchas campesinas. En cambio, proponía convocar a la formación de sóviets. El apoyo a Trotski de los miembros del PCC que habían recibido entrenamiento en Moscú era considerable. Sin embargo, aunque durante la primavera de 1927 Moscú exigió que el PCC mantuviera el frente único a toda costa, no sería adecuado definir la política de Stalin como «derechista», como lo hacían entonces los seguidores de Trotski.
La presión de Moscú, al menos desde 1924, no era a favor de apoyar al GMD, supuestamente «burgués», sino a favor de transformarlo en un «partido obrero y campesino». Este mensaje es el que parecía armonizar mejor con los dirigentes partidarios que sostenían la política en el territorio. En cambio, la presión a favor de un levantamiento armado en Shanghái parecía surgir fundamentalmente «desde abajo» y no provenía de Moscú.
Sin embargo, dado el balance de fuerzas militares y políticas, el triunfo de la revolución social no estaba escrito. Como reconoció Mao Tse-Tung en agosto de 1927, en una situación en la que el poder está fragmentado y el gobierno central es débil, «el poder nace del fusil». El PCC solo fue capaz de trazar un plan para salir del impase en el que se encontraba cuando se las arregló para construir una fuerza armada propia.
A la luz de esta primera etapa, lo que más sorprende, si se considera la historia posterior del PCC, es la capacidad que tuvo el partido para reinventarse de la forma en que lo hizo luego de 1927. Durante cien años, el PCC recurrió con frecuencia a la represión, pero su longevidad deriva menos de esta práctica que de su flexibilidad ideológica, su disciplina organizativa y su capacidad periódica para corregir su visión estratégica, tanto antes como después de tomar el poder.