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El expresidente brasileño Jair Bolsonaro se encuentra en la entrada de su casa, donde se encontraba bajo arresto domiciliario en Brasilia, Brasil, el 2 de septiembre. (Foto: Luis Nova/AP. Cortesía de NPR)

¿Por qué se pudo arrestar a Bolsonaro?

Traducción: Rolando Prats

La detención efectiva de Jair Bolsonaro fue posible por una combinación de numerosos factoores, que es necesario desentrañar y analizar. Pero las batallas decisivas son las que vienen.

Serie: Situación latinoamericana y elecciones argentinas 2025

El artículo a continuación forma parte de la serie Situación latinoamericana y elecciones Argentina 2025, una colaboración entre Revista Jacobin y la Fundación Rosa Luxemburgo.

 

1.

Pero, sobre todo, ¿qué tiene de particular el desenlace que culminara en el arresto de Jair Bolsonaro y sus generales? Cabe aducir al menos tres razones para considerar inusual el encarcelamiento de Bolsonaro:

a) En primer lugar, desde los años treinta hasta la época de la última dictadura, la norma que históricamente ha prevalecido ha sido la impunidad de las acciones criminales golpistas, siempre que sus protagonistas ocuparan posiciones de poder, especialmente en las Fuerzas Armadas.

La detención preventiva de Bolsonaro, debido a la infracción de las reglas que rigen el uso de la tobillera electrónica y al riesgo de fuga, es otro episodio insólito en ese largo proceso de investigación y condena de los máximos líderes de la corriente neofascista brasileña. Al mismo tiempo, no deja de ser sorprendente, pues se adelantó sólo por unos pocos días a lo que parecía inminente y confirmaba la inestabilidad psicológica de Bolsonaro.

b) En segundo lugar, la detención de Bolsonaro se produce en un contexto de tensiones políticas e institucionales y todavía preñado de riesgos, por cuanto la extrema derecha sigue detentando escaños en el Congreso, especialmente en la Cámara de Diputados, mantiene una considerable influencia entre los gobernadores estatales, sobre todo en el triángulo estratégico de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais, cuenta con el apoyo de la agroindustria y, lo que es igual de importante, goza de simpatías en el seno de las Fuerzas Armadas y de la Policía, además de que el bolsonarismo tiene el poder de definir quién será el candidato de la oposición contra la reelección de Lula.

c) En tercer lugar, el bolsonarismo es la expresión brasileña de un movimiento internacional de extrema derecha, pero hasta ahora los neofascistas han salido ilesos, como en el caso de Donald Trump tras el asalto al Capitolio. El encarcelamiento de Bolsonaro es una de las mayores victorias democráticas alcanzadas en las últimas décadas.

2.

Habida cuenta de las peculiaridades de Brasil, desenlace tan extraordinario puede explicarse sólo por una combinación de numerosos factores, tan entrelazados que desenredar los hilos exige un rigor minucioso. Es larga la cadena de azares de primer, segundo y tercer grado, o de factores determinantes a la vez económico-sociales, político-ideológicos, psicoculturales y hasta aleatorios o fortuitos.

Todo ello, sin desestimar las extravagantes peculiaridades de la personalidad de Jair Bolsonaro, el «infalible». El análisis debe realizarse con diferentes grados de abstracción. La lucha de clases estuvo en el centro de la disputa: la clase dominante se dividió, las clases medias se exasperaron, la clase trabajadora se reposicionó. La principal dificultad estriba en comprender que el ascenso y la ruina de Bolsonaro fue un proceso y que durante mucho tiempo todo permaneció, peligrosamente, indefinido.

Sin el impacto de diez años de prolongado estancamiento económico, iniciado por el choque del ajuste fiscal impulsado por Joaquim Levy durante el segundo mandato de Dilma Rousseff, profundizado durante el gobierno de Michel Temer y llevado al extremo por Paulo Guedes como ministro fuerte de Jair Bolsonaro, es imposible comprender la catástrofe social del país —aumento del desempleo, miseria extrema, desigualdad social— al final del mandato de Bolsonaro, lo que dificultó su reelección.

Sin el impacto, especialmente dramático, de la pandemia en Brasil a resultas de la política negacionista del gobierno, es imposible comprender la movilización Fora Bolsonaro (Fuera Bolsonaro) de 2021 y la victoria de Lula en las elecciones de 2022. Sin la derrota electoral de Bolsonaro, es imposible comprender su desesperado giro hacia el proyecto insurreccional; sin la división en la cúpula militar ante las presiones ejercidas por Joe Biden, es imposible explicar el fracaso de los planes golpistas; sin la delación de Mauro Cid, es imposible comprender la condena de Bolsonaro.

Pero no son pocos quienes han llegado a la conclusión de que el destino de Jair Bolsonaro y de los jefes militares golpistas quedó asegurado por la firmeza de Alexandre de Moraes o, desde una perspectiva menos personalista, que su detención confirmaría la fuerza de las instituciones, en especial la independencia del Tribunal Supremo Federal. Hay algo de verdad en esa interpretación, pero una explicación monocausal es errónea. Son exageraciones, o una ilusión óptica que la presión del presente ejerce sobre el pasado.

No deja de ser importante el el lugar que ocupan los individuos y es justo que, en cuanto tales, se valore su papel. Pero no es sensato ignorar que los juicios políticos están determinados, en primer lugar, por una relación social y política de fuerzas que trasciende el papel de las personalidades. El actual Tribunal Supremo Federal es el mismo tribunal que incendió el país durante la operación Lava Jato, legitimó el golpe institucional que derrocó al gobierno de Dilma Rousseff y fue cómplice de la condena de Lula en Curitiba a manos de Sergio Moro. Xandão fue el relator, y la primera sala del Tribunal dictó la sentencia.

Y, sin embargo, sería una superficialidad imperdonable olvidar que Jair Bolsonaro fue condenado legítimamente gracias a una nueva coyuntura política y, además de por el intento de golpe, porque unas setecientas mil personas habían perdido la vida innecesariamente, entre otros delitos. La decisión de arrestar a Bolsonaro y a sus generales forma parte de las prerrogativas del Tribunal Supremo Federal, pero fue el capítulo final victorioso de una tragedia política que movilizó a millones de personas y exigió, como nunca lo había hecho desde el fin de la dictadura militar, lucidez estratégica y coraje táctico de la izquierda brasileña.

3.

Sin embargo, estamos en presencia de una paradoja. Jair Bolsonaro está preso más por sus inenarrables crímenes que por un debilitamiento cualitativo de la corriente política que representa. La mayoría de los neofascistas apoyaron el intento de golpe. El encarcelamiento de Bolsonaro es una derrota «pesada», pero la extrema derecha mantiene una enorme fuerza social, política y electoral, el país sigue fragmentado y ni siquiera se han puesto en marcha negociaciones serias sobre el candidato en quien concentrar el apoyo.

Jair Bolsonaro está emocionalmente desesperado, pero no está políticamente «muerto». Nadie en su sano juicio puede anticipar cuál será el resultado de las próximas elecciones. Lula salió fortalecido en 2025, pero nada puede darse por sentado. El proyecto de una candidatura burguesa, simultáneamente contra Lula y contra el bolsonarismo, ya naufragó con Simone Tebet en 2022, y no son mejores las perspectivas para 2026.

Gilberto Kassab podrá soñar con una candidatura de Tarcísio de Freitas/Ciro Gomes que se incline hacia el «centro», pero ese «tren no saldrá de la estación». Sin el bolsonarismo, la fracción de la clase dominante que apuesta por un duro choque de austeridad con recesión y desempleo, como en 2015-2016, para recuperar las tasas medias de ganancia, es consciente de que será imposible derrotar la reelección de Lula en 2026.

El clan bolsonarista prefiere no arriesgar una candidatura de extrema derecha en pugna contra una candidatura rehén del centrismo, pero no es posible predecir qué actitud asumirá en la lucha por exigir el indulto de su fundador, cueste lo que cueste. El gobernador de São Paulo también prefiere no arriesgar una candidatura sin la bendición, desde la primera vuelta, de Jair Bolsonaro, sobre todo porque todavía puede aspirar a la reelección.

Una candidatura, sea de quien sea —Tarcísio de Freitas, Ratinho Jr., Romeu Zema, Ronaldo Caiado— sin el apoyo explícito de Bolsonaro podría incluso forzar una segunda vuelta, pero llegará por detrás de Lula y se tendrá que enfrentar a enormes dificultades para provocar un giro en menos de un mes. Por otro lado, la línea consistente en presentar a Bolsonaro como candidato hasta la fecha límite de inscripción legal en el Tribunal Superior Electoral, defendida durante muchos meses, ya no parece sostenible.

Por ahora nos encontramos en un punto muerto. El encarcelamiento de Jair Bolsonaro, incluso teniendo en cuenta la probable condena de su hijo Eduardo, que se quedará en Estados Unidos, no debe confundirse con el entierro del bolsonarismo. La extrema derecha sigue contando con el apoyo de Donald Trump y el año que viene ocurrirá «un poco de todo».

La cuestión decisiva es saber si la izquierda estará a la altura de una lucha titánica ineludible que definirá los destinos de Brasil. Dos lecciones se han impuesto en los últimos tres años. La primera es que un Frente Amplio en coalición con corrientes disidentes burguesas podría propiciar una victoria electoral circunstancial, pero entonces sería un obstáculo para gobernar, aun cuando se intentara hacerlo dentro de los límites de un reformismo «débil», como entre 2003 y 2013.

Ya no basta con un reformismo «débil», pues Brasil es otro país y la exasperación popular ha ido demasiado en aumento, y no estamos en 2005, sino en 2025, ante una situación internacional mucho más peligrosa. La segunda lección es que puede que la presencia de Geraldo Alckmin como vicepresidente de Lula haya sido decisiva para ganar en 2022, pero sin el Frente de Izquierda que construyó la campaña por la salida de Bolsonaro, en plena pandemia en 2021, tampoco habría sido posible salir de la terrible defensiva impuesta desde 2016.

De ello se deduce, pues, lo inaplazable de la batalla por un programa de reformas estructurales con una orientación revolucionaria en la lucha por transformar la vida. ¿Cuál será el programa capaz de encender la imaginación política de la juventud, las mujeres, los negros, los ecologistas y, sobre todo, la clase trabajadora? Es ese el desafío de la hora. Celebremos el encarcelamiento de Bolsonaro, porque las victorias son para ser celebradas. tra, no las que han quedado atrás.

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Publicado en Artículos, Brasil, Conservadurismo, Elecciones, Élites, homeCentroPrincipal, Partidos, Política and Situación latinoamericana y elecciones argentinas 2025

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