El partido de izquierdas alemán Die Linke está en declive, y muchos de sus miembros entienden que es necesario un cambio fundamental si quiere sobrevivir. Su debilidad quedó patente en las elecciones de 2021, cuando sufrió una derrota catastrófica, cayendo por debajo del 5% de los apoyos. De no ser por algunas victorias en las elecciones locales, Die Linke habría quedado fuera del Parlamento federal, el Bundestag.
Desde entonces, los exponentes de las distintas corrientes de Die Linke han publicado numerosos análisis. En su contribución a este debate para la Fundación Rosa Luxemburg —el think tank de Die Linke—, Carsten Braband muestra que el electorado de Die Linke no solo se ha reducido, sino que también se ha desplazado decididamente hacia la clase media.
Las derrotas de Die Linke no se deben solo a circunstancias desfavorables, sino también al resultado de su propia orientación estratégica. Al señalar estos hechos, Braband echa por tierra dos de los mitos que obstaculizan los esfuerzos por reconstruir el partido.
Hechos, no palabras
En la reciente conferencia del partido en Halle, las menciones a «clase», «política de clase» y «perspectiva de clase» se ganaron un sonoro aplauso. Pero entre los intelectuales del partido, la cuestión de si Die Linke sigue teniendo raíces de «clase» es un tema muy debatido. En el fondo, se trata de una cuestión empírica, por lo que resulta sorprendente que haya tantas respuestas diferentes. Si se examina más de cerca, queda claro que esta controversia se debe en gran parte a la dependencia de diferentes conjuntos de datos, pero también a que los distintos bandos de este debate utilizan marcos conceptuales muy diferentes.
El año pasado, uno de estos intelectuales del partido, Mario Candeias, negó rotundamente que Die Linke hubiera perdido su base obrera. Según Candeias, la mayoría del electorado potencial del partido —quienes dicen que considerarían la posibilidad de votar a Die Linke— se identifican como Angestellte (empleados de cuello blanco) y no como trabajadores. Pero esta identificación no refleja hechos objetivos.
Que la gente no se identifique como obrera puede considerarse una expresión de la realidad de que la mayoría no ve el mundo a través de categorías marxistas. Los empleados de cuello blanco tampoco son una clase en el sentido de un grupo con intereses objetivos en una relación de explotación. Podríamos dudar de hasta qué punto las afirmaciones sobre el peso relativo de los diferentes grupos dentro del electorado potencial de Die Linke nos dicen algo sobre su declive absoluto en los diferentes segmentos de la sociedad.
Braband adopta un enfoque diferente en su artículo. En lugar de analizar el potencial electoral de Die Linke, examina sus resultados electorales desde 2009. Divide al electorado entre clase trabajadora y clase media, así como en diferentes categorías profesionales dentro de estas clases: la clase trabajadora está formada por trabajadores industriales así como de los servicios y las oficinas, y la clase media por «semiexpertos socioculturales», «expertos socioculturales», «(semi)expertos técnicos», así como por mandos intermedios y superiores.
Sus conclusiones son dramáticas. En 2009, alrededor del 20% de los trabajadores del sector manufacturero seguían votando a Die Linke. En 2021, apenas un 4%. Entre los trabajadores del sector servicios, la cuota de voto del partido experimentó un descenso masivo de 12 puntos porcentuales. Por el contrario, Die Linke todavía hizo avances entre los votantes de clase media en 2017, a pesar del estancamiento de los resultados electorales en general. Entre los «expertos socioculturales» siguieron ganando en 2021.
Debido a sus pérdidas entre los votantes de clase trabajadora, dice Braband, el electorado de Die Linke es más académico hoy que en cualquier momento del pasado. Lo que también llama la atención es que el cada vez más reducido electorado del partido se desplaza cada vez más hacia las rentas medias. Entre 2009 y 2021, Die Linke sufrió sus mayores pérdidas en el cuartil más bajo de la distribución de ingresos.
Todo lo que va, vuelve
Estos acontecimientos son una acusación condenatoria para un partido político socialista y se les ha restado importancia dentro de Die Linke. No parece que los responsables de la estrategia del partido en el pasado se hayan dado cuenta de que han cometido graves errores. El estudio de Braband muestra ahora que determinadas posiciones adoptadas por Die Linke han contribuido a sus derrotas.
Identifica posiciones ganadoras y perdedoras entre los votantes potenciales de Die Linke en varios ámbitos políticos, así como compensaciones electorales, es decir, posiciones que atraen a determinados grupos de votantes pero resultan desagradables para otros. En términos de política social, entre los potenciales votantes de Die Linke, así como en el conjunto del electorado alemán, existe un amplio apoyo al aumento sustancial del salario mínimo, al control de los precios del alquiler, la electricidad y los alimentos básicos, y al aumento de los impuestos a los ricos. Entre las reivindicaciones sociales de Die Linke no hay posiciones perdedoras: solo el aumento generalizado de las prestaciones por desempleo es una posible compensación.
Por el contrario, las posiciones favorables a la inmigración son ampliamente rechazadas. Los votantes reales de Die Linke están mucho más abiertos a facilitar la inmigración a Alemania que los votantes del electorado potencial del partido. Esto indica que sus posiciones en política migratoria son una de las razones por las que algunos votantes potenciales acaban por no elegir a Die Linke.
En la cuestión de los envíos de armas a Ucrania, tanto el electorado de Die Linke como los votantes potenciales están divididos. Pero los datos muestran claramente que la mayoría de los votantes del Partido Verde apoyan dichos envíos de armas, mientras que la mayoría de las personas que votan al nuevo partido de la exreferente de Die Linke Sahra Wagenknecht están en contra.
Eso significa que aquí también hay una clara compensación electoral. Sin embargo, los actuales no votantes también están divididos respecto a nuevas entregas de armas. Lo que también es interesante es que el electorado de Die Linke es, con diferencia, el más crítico con el aumento del gasto militar. En esta cuestión existe una gran brecha entre el propio partido y sus votantes potenciales, lo que probablemente convierte su postura actual en una posición perdedora.
En el debate sobre el estudio, la atención se centró comprensiblemente en las implicaciones estratégicas de sus conclusiones, pero algunas de las interpretaciones más comunes son, de hecho, algo descabelladas. El periódico de izquierdas ND, por ejemplo, afirmó que Braband sugiere que Die Linke debería buscar «concesiones parciales a la derecha». Pero lo que la investigación aporta, ante todo, es conocimiento empírico. Las implicaciones estratégicas del trabajo de Braband dependen a su vez de los valores y de los objetivos que Die Linke quiera perseguir.
No dejarse «provocar»
Una de las principales conclusiones del libro Triggerpunkte (literalmente, «puntos desencadenantes», como en el estrés postraumático) de Steffen Mau, Thomas Lux y Linus Westheuser, que recibió mucha atención en el discurso de la izquierda alemana el año pasado y al que Braband hace referencia en varios pasajes de su estudio, es que, contrariamente a lo que se suele afirmar, la sociedad no está cada vez más polarizada. De hecho, existe un amplio consenso social en muchos temas. Solo ciertas cuestiones «desencadenantes» son fuente de fuertes conflictos. No es impensable que Die Linke evite precisamente estas cuestiones en su comunicación política sin hacer concesiones sustanciales.
A los ojos de muchos izquierdistas, restar énfasis retórico a cuestiones como la migración ya significa comprometer tu posición, porque ven el actual ascenso de la extrema derecha y el retroceso en los derechos de los solicitantes de asilo principalmente como fenómenos discursivos. Si, por el contrario, los ven como una forma de «golpear hacia abajo», con causas a un nivel más material, un enfoque estratégico en los intereses de clase podría ser una forma de desarmar políticamente el bandazo del país hacia la derecha. En el pasado, muchas personas han votado a Die Linke incluso considerándose más conservadoras en materia de migración de lo que percibían que era el partido.
Sobre todo, la existencia de compensaciones electorales significa que si Die Linke quiere volver a tener éxito, tiene que alejarse de su enfoque de «todo lo anterior». Si un votante potencial del Partido Verde, que se siente atraído por un cartel con un mensaje a favor de la inmigración, se ve desanimado por uno en contra de los envíos de armas en el poste de al lado, y lo contrario ocurre con un simpatizante de Wagenknecht, el resultado final solo puede ser una debacle en las urnas. Si Die Linke habla de los intereses materiales que unen a la clase obrera y evita los «puntos desencadenantes» que la dividen, puede ser una forma de frenar el declive del partido.
Los nuevos presidentes de Die Linke, Ines Schwerdtner y Jan van Aken, parecen ser conscientes de ello. Ambos se han manifestado a favor de una mayor concentración política, que se centraría en un pequeño número de reivindicaciones económicas clave. El enfoque político también podría ser una forma de resolver las tan denostadas disputas entre facciones de Die Linke. En términos de trabajo, rentas y Estado de bienestar, el partido siempre ha estado bastante unido. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Mientras Die Linke tenga pocas raíces en los barrios obreros y en la fuerza de trabajo, solo podrá influir en el cambio mediante intervenciones periódicas en el discurso político. Y estas solo reciben atención si tocan precisamente los «detonantes» que sería mejor evitar.
Die Linke no solo tiene que hacer política para su clase, sino desde dentro de ella. Esto requerirá años de trabajo paciente y un estilo político fundamentalmente diferente. Sigue siendo una incógnita si el partido podrá lograrlo. Pero la conferencia del partido en Halle, ha marcado un giro en la dirección correcta.