El Primer Congreso de la Internacional Comunista, celebrado en marzo de 1919, codificó en las “Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado”, que resumen el contenido del famoso libro de Lenin El estado y la revolución, las diferencias que separan a los revolucionarios del reformismo parlamentarista de la Segunda Internacional.
Esta división entre Partidos Socialistas y Comunistas, históricamente necesaria porque la mayoría de las organizaciones socialdemócratas se habían pasado al campo del nacionalismo burgués con el estallido de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914, atrajo al campo de los revolucionarios una serie de tendencias políticas que, a pesar de su internacionalismo, tenían poco en común con el bolchevismo y llamaban, entre otras cosas, a boicotear las elecciones y a abandonar los sindicatos reformistas como una cuestión de principio. Esas tendencias ultraizquierdistas fueron expulsadas del Partido Comunista de Alemania (Kommunistische Partei Deutschlands, KPD) durante su segundo congreso, celebrado en Heidelberg del 20 al 24 de octubre de 1919, que adoptó los “Principios rectores de los preceptos y de la táctica comunistas” (también conocidos como las “Tesis de Heidelberg”) a petición de Paul Levi, el heredero político de Rosa Luxemburg después del asesinato de esta última en enero de ese mismo año. Cinco meses después, Lenin emprendió una campaña internacional contra esas tendencias en su libro, El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo, de abril de 1920.[1]
El enorme entusiasmo que despertó la revolución bolchevique entre las masas trabajadoras llevó a algunas organizaciones de masas, como el Partito Socialista Italiano (PSI) y el Partido Socialista Independiente de Alemania (Unabhängige Sozialdemokratische Partei Deutschlands, USPD), a solicitar la membresía en la Internacional Comunista. En su libro Moscú bajo Lenin, Alfred Rosmer recordó que, en 1920, “el partido socialista italiano y el partido comunista alemán eran, además del partido comunista ruso, los dos partidos importantes de la Internacional” (Rosmer 1982, 97). Esto, sin embargo, planteó el problema de expulsar a los líderes del ala reformista de dichas organizaciones, tales como Eduard Bernstein, Rudolf Hilferding y Karl Kautsky en el USPD y Filippo Turati en el PSI. Esta política se codificó en las 21 “Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista”, redactadas por Lenin y Zinoviev y adoptadas por el Segundo Congreso de la Internacional Comunista en julio de 1920 (Pasado y Presente 1973, 109-114).
La purga de la Internacional Comunista de elementos oportunistas y sectarios, sin embargo, no fue más que una condición previa para su tarea principal, que era la conquista de la mayoría de la clase obrera para la causa del comunismo. Era necesario desarrollar una táctica que permitiera a las masas descubrir la verdadera naturaleza de sus liderazgos tradicionales y acercarse al comunismo a través de su propia experiencia. La iniciativa para desarrollar la táctica de frente único no fue adoptada por el Partido Comunista de Rusia sino por el Partido Comunista de Alemania a instancias de Paul Levi. En este trabajo analizamos los eventos que llevaron al desarrollo de la política de frente único por parte del Partido Comunista de Alemania en el período comprendido entre marzo de 1920 y enero de 1921, así como los motivos de la posterior expulsión de Levi del KPD y de la Internacional Comunista.
La revolución alemana, el congreso fundacional del KPD, el levantamiento espartaquista y la república soviética de Baviera
La revolución alemana pasó por tres fases principales desde noviembre de 1918 hasta octubre de 1923. La primera fase se desencadenó en noviembre de 1918, con una serie de eventos que comenzaron con el motín de los marineros de la marina alemana en Kiel, el colapso del ejército alemán y el fin de la Primera Guerra Mundial, la formación de consejos de los delegados de trabajadores y soldados, la huida del Kaiser Wilhelm II y la proclamación de la república. Un Congreso Nacional de Consejos de Trabajadores y Soldados (Reichskongress der Arbeiter-und Soldatenräte), celebrado del 16 al 21 de diciembre de 1918, se disolvió después de que el líder del Partido Socialdemócrata Alemán (Sozialdemokratische Partei Deutschlands, SPD), Friedrich Ebert, lo persuadiera de entregar el poder a un gobierno provisional burgués, irónicamente llamado, siguiendo el ejemplo soviético, Consejo de Comisarios del Pueblo (Rat der Volksbeauftragten). A este último gobierno también perteneció, hasta el 29 de diciembre de 1918, el USPD, una escisión centrista-pacifista del SPD creada en abril de 1917, que originalmente incluía también a la Liga Espartaco (Spartakusbund) de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht (Weber 1969, Levi 2011, 35-42).
El Congreso fundador del Partido Comunista de Alemania (Liga Spartacus) [Kommunistische Partei Deutschlands (Spartakusbund), KPD(S)] creado por la escisión de la Liga Espartaco del USPD, tuvo lugar en un congreso celebrado del 30 de diciembre de 1918 al 1º de enero de 1919. En dicho congreso, a pedido de Rosa Luxemburg, Paul Levi pronunció un discurso en el que abogó por la participación del KPD(S) en las elecciones a la Asamblea Constituyente que redactó la Constitución de Weimar, no porque albergara ilusiones parlamentarias, sino para llegar a los trabajadores con un mensaje que rompiera con el consenso contrarrevolucionario en torno a una república democrático-burguesa como alternativa al movimiento soviético que se desarrollaba entonces en Alemania. El congreso fundador de la KPD(S) desafortunadamente rechazó esta posición, condenándose al aislamiento político en un momento crucial en la historia de Alemania y del mundo.
Cuatro días después del Congreso Fundador de KPD, el 5 de enero de 1919, el abortado Levantamiento Espartaquista (Spartakusaufstand) en Berlín resultó en el asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht por bandas paramilitares (Freikorps) el 15 de enero de 1919. Cuatro días después, el 19 de enero de 1919, tuvieron lugar las elecciones a la Asamblea Constituyente, finalmente convocada en Weimar, una ciudad provincial separada de la agitación revolucionaria de la capital, que confirmó la posición de Ebert como Reichspräsident.
Una consecuencia del levantamiento espartaquista fue la serie de revueltas conocida como la República Soviética de Baviera o de Múnich (Münchner Räterepublik), que tuvo lugar entre el 7 de abril y el 2 de mayo de 1919, y que culminó en el breve régimen comunista dirigido por Eugen Leviné y Max Levien. La represión de la República soviética bávara, que cerró la primera fase de la revolución alemana, convirtió a Múnich en un caldo de cultivo para todo tipo de organizaciones de derecha, incluyendo al Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP) de Adolf Hitler. Levi criticó duramente a la República Soviética de Baviera y al papel de los comunistas en su segunda fase como un acto de aventurerismo político que iba en detrimento de los intereses del proletariado.[2] Este documento, titulado “La experiencia de Múnich: una visión opuesta”, así como la polémica con Karl Radek sobre “Las lecciones de la revolución húngara”, muestran a Levi en el papel que jugó principalmente durante este período: el del flagelo de las tendencias de ultraizquierda (Levi las llamó “sindicalistas”) dentro del KPD y de la Internacional Comunista (Levi 2011, 47-53, 70-78). Las tendencias de ultraizquierda del KPD finalmente se separaron y formaron el Partido Obrero Comunista de Alemania (Kommunistische Arbeiterpartei Deutschlands, KAPD) el 3 de abril de 1920, después de la celebración del Segundo Congreso del KPD en Heidelberg.
Paul Levi y las “Tesis de Heidelberg” (24 de octubre de 1919)
Los días 20 y 24 de octubre de 1919, el KPD celebró su Segundo Congreso en Heidelberg. El congreso aprobó, por iniciativa de Paul Levi, las llamadas “Tesis de Heidelberg”, oficialmente llamadas “Principios Rectores de los Preceptos y Tácticas Comunistas” (Leitsätze über kommunistische Grundsätze und Taktik) (Levi 2011, 67-69).
Levi desarrolló extensamente su crítica a la izquierda sindicalista de la KPD(S) en un discurso de octubre de 1919, pronunciado durante el segundo Congreso de la KPD(S) y titulado “La situación política y el KPD” (KPD 1919). El Congreso de Heidelberg expulsó a la tendencia de ultraizquierda agrupada en torno a Heinrich Laufenberg y Fritz Wolffheim, a quienes Levi llamó “los de Hamburgo”, un grupo que después de su expulsión se desvió hacia el “bolchevismo nacional” y, en última instancia, hacia el ala izquierda del Partido Nazi. En dicho discurso, Levi criticó duramente la idea de un “sindicato general de trabajadores”, que el grupo de Hamburgo había importado como algo nuevo de los Estados Unidos, ya que Wolffheim había estado en contacto con los Trabajadores Industriales del Mundo (Industrial Workers of the World) en California en 1912-13. En realidad, argumentó Levi, la idea de un “sindicato general de trabajadores surgió en Inglaterra con el movimiento cartista, y cayó en el olvido junto con el movimiento cartista mismo” (Levi 2011, 60). Las tendencias sindicalistas llevaron al grupo de Hamburgo a predicar el federalismo como forma de organización política. Para Levi (como en 1903 para Lenin) el federalismo significaba “la muerte de la unidad y determinación del Partido y de la acción política resuelta del proletariado”. En opinión de Levi, eso era precisamente lo que querían hacer los de Hamburgo: reemplazar al partido político como un instrumento revolucionario por “un gran sindicato”. El documento concluye con los siete “Principios rectores de los preceptos y de la táctica comunista”, generalmente conocidos como las “Tesis de Heidelberg”, que apuntan en contra de “la opinión de que una revolución económica conduce a una revolución política” y aboga por “la centralización más estricta” del partido (Levi 2011, 67-69).
Pierre Broué destacó el significado de las “Tesis de Heidelberg” en las siguientes palabras:
El 1 de enero de 1919, el Congreso fundacional de la KPD(S) presentó el espectáculo de una organización que se parecía poco a un partido, y que no tenía nada en común con lo que un Partido Comunista en Alemania podía y debía haber sido. En otras palabras, el KPD(S) cuando se formó fue efectivamente tanto espartaquista como [ultra] izquierdista, una contradicción viviente. Sin embargo, el Segundo Congreso, celebrado en Heidelberg en octubre de 1919, mostró una profunda transformación, al menos en la actitud de su liderazgo. Las resoluciones fueron el primer intento sistemático de asegurar la adopción de los principios y de las tácticas de los bolcheviques en Rusia. Este fue un avance considerable en comparación con el Primer Congreso (Broué 2005, 854-855, énfasis mío).
La adopción de estas tesis, que indicaban que el partido no podía renunciar a participar en las elecciones parlamentarias como una cuestión de principio, que convocaban a formar secciones comunistas en los sindicatos burocratizados y que condenaban cualquier tipo de federalismo en la organización del partido como lo proponía el ala sindicalista del KPD(S), condujo a la escisión de estos elementos para formar el Kommunistische Arbeiterpartei Deutschlands (KAPD) el 3 de abril de 1920. La escisión de Heidelberg fue una sangría grave para el KPD. Según Helmut Gruber, “la membresía se redujo de 107.000 a menos de la mitad”, un alto precio que Levi estaba dispuesto a pagar para luchar contra el sectarismo (Gruber 1967, 395). Claramente, sería erróneo atribuir a Levi cualquier tendencia a un mitológico “espontaneísmo luxemburguista”.
Karl Radek había apoyado los mismos argumentos que Levi ante el Congreso de Heidelberg, calificando las ideas de la oposición como una “ensalada de anarquismo y sindicalismo”, pero se opuso a la iniciativa de Levi de eliminar al anarco-consejismo del KPD (S) (Radek 1919, 9). Lenin apoyó a Radek en esta posición y se pronunció a favor de retener al KAPD como un “miembro simpatizante de la Internacional Comunista”, aunque más tarde describió esta decisión como un error, declarando el 10 de junio de 1921: “Veo claramente mi error en la votación para la admisión de la KAPD. Deberá rectificarse de la manera más rápida y completa posible” (Lenin 1977, 319).
El Putsch de Kapp y los “Nueve puntos de los sindicatos” (19 de marzo de 1920)
Del 13 al 17 de marzo de 1920, tuvo lugar el Putsch de Kapp-Lüttwitz, un golpe militar provocado por la demanda del Tratado de Versalles de disolver a los Freikorps, especialmente a las bandas paramilitares bálticas que lucharon contra el Ejército Rojo y tomaron Riga en mayo de 1919. El golpe fracasó debido a una huelga general declarada a iniciativa de Carl Legien, el burócrata que dirigía la Confederación General de Sindicatos Alemanes (Allgemeinen Deutschen Gewerkschaftsbund, ADGB), la federación de sindicatos socialdemócratas.
Como resultado de la huelga general organizada contra el Putsch de Kapp-Lüttwitz, Alemania fue cubierta en marzo de 1920 por una red de “consejos ejecutivos” o “comités de acción” (Vollzugsräte) formados por los partidos obreros y por los sindicatos. En la lucha contra el golpe de estado, dichos comités desempeñaron el papel de centros revolucionarios, planteando de manera práctica, en el curso de la huelga general, el problema del poder en general y la cuestión más inmediata de la naturaleza del gobierno. El líder de la burocracia sindical socialdemócrata, Carl Legien, argumentó que existía una posibilidad inmediata de formar un gobierno de trabajadores (Arbeiterregierung) reformista, conformado por representantes de los sindicatos y de los dos partidos socialdemócratas. Ni el USPD ni el KPD aprovecharon la oportunidad, y dicho gobierno nunca se formó.
Los “nueve puntos de los sindicatos”, apoyados por la Confederación General de Sindicatos Alemanes, la Federación de Empleados Generales No Afiliados (Allgemeine freie Angestelltenbund, AfA) y la Confederación General de Funcionarios Públicos Alemanes (Allgemeine Deutsche Beamtenbund, ADB), que Legien exigió como condición al gobierno para poner fin a la huelga general el 19 de marzo de 1920, decían:
Los representantes aquí reunidos de los partidos de gobierno instarán a sus facciones parlamentarias a defender los siguientes principios:
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- En la formación inminente de los gobiernos en el Reich y en Prusia, el personal será seleccionado por los partidos de común acuerdo con las organizaciones sindicales de los trabajadores, empleados y funcionarios públicos que tomaron parte en la huelga general, y a dichas organizaciones se les concederá una influencia decisiva en la reorganización de la legislación económica y social, respetando los derechos del Parlamento.
- Inmediata detención y castigo de todos los culpables del putsch o del derrocamiento de gobiernos constitucionales, así como de los funcionarios públicos que se pusieron a disposición de gobiernos ilegítimos.
- Una limpieza a fondo de toda la administración pública, y de los consejos directivos de las empresas, de personalidades ligadas a la contrarrevolución, especialmente aquellos que desempeñan altos cargos, y su sustitución por personas de confianza. Reincorporación en el servicio público de todos los representantes de organizaciones perseguidos por su actividad política y sindical.
- Aplicación inmediata de la reforma administrativa de manera democrática, con la participación de las organizaciones económicas de los trabajadores, empleados y funcionarios públicos.
- Aplicación inmediata de las leyes existentes, y aprobación de otras nuevas, que garanticen a los obreros, empleados y funcionarios públicos la igualdad social y económica. Aprobación inmediata de una ley liberal de la función pública.
- Comienzo inmediato de la socialización en todas las industrias maduras para ello, sobre la base de las decisiones de la Comisión de Socialización, en consulta con las asociaciones profesionales. Convocatoria inmediata de la Comisión de Socialización, y asunción del control de los consorcios del carbón y del potasio por el estado.
- La requisa y, de ser necesario, la expropiación de todos los alimentos disponibles, y la intensificación de la lucha contra la usura y la especulación en las zonas rurales y urbanas, asegurando el cumplimiento de las obligaciones de entrega de alimentos mediante la creación de organizaciones de suministro y la imposición de sanciones drásticas a las violaciones maliciosas de dichas obligaciones.
- Disolución de todas las formaciones militares contrarrevolucionarias que no se mantuvieron fieles a la Constitución y su sustitución por formaciones reclutadas entre los círculos de la población republicana fiable, en particular de los trabajadores organizados, de los empleados y de los funcionarios públicos, sin lesionar ningún estamento (Stand). Con esta reorganización, los derechos legales adquiridos por las tropas y fuerzas de seguridad que se mostraron leales permanecen intactos.
- Dimisión de [los ministros] Noske y Heine, que ya han presentado sus solicitudes de renuncia (Spartacus 1921, p. 157).
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La cuestión crucial, desde el punto de vista de los comunistas, era el armamento de los trabajadores y el desarme de la contrarrevolución, tal como se indica en el punto 8 de los “nueve puntos de los sindicatos”.
La crítica de Paul Levi a las posiciones sectarias de KPD durante el Putsch de Kapp (16-17 de marzo de 1920)
Cuando estalló el Putsch de Kapp, Levi estaba en la prisión de Moabit en Berlín, de la cual fue liberado el 24 de marzo de 1920. Mientras estaba en la cárcel, se enteró de la reacción de la Zentrale del KPD (S) ante la declaración de huelga general por los sindicatos, la cual había argumentado que “la clase obrera es incapaz de actuar” y que “el proletariado no levantará un dedo por la república democrática”. Levi envió una carta furiosa denunciando el contenido de los volantes escritos por la dirección de la KPD (S) el 13 de marzo de 1920, que se publicó más tarde en el órgano oficial del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Die Kommunistische Internationale. La premisa de la crítica de Paul Levi a las posiciones sectarias de KPD era muy simple: “Si se desata un golpe contrarrevolucionario, entonces [debemos emprender una] acción conjunta también con el Partido Socialdemócrata, porque el Partido Socialdemócrata se romperá en la acción”. Levi proseguía:
Acabo de leer los volantes. Mi veredicto: el Partido Comunista de Alemania está amenazado por la bancarrota moral y política. No puedo entender cómo alguien puede escribir en esta situación frases como la siguiente: “La clase obrera no puede actuar en este momento. Hay que decirlo con claridad”. “El mero hecho de que Lüttwitz y Kapp hayan tomado el lugar de [Gustav] Bauer y [Gustav] Noske [dos líderes socialdemócratas, el segundo responsable directo de los asesinatos de Rosa Luxemburg y Karl Libeknecht]. . . no cambió nada de inmediato. . . en el estado de la lucha de clases en su conjunto”. Nos hemos convertido en proveedores de las noticias más tristes al movimiento obrero, siempre gritando: “¡Realmente no tiene ningún propósito!” Ahora lo tienen por escrito del Partido Comunista. Después de negar en el primer día la capacidad [de la clase obrera] para actuar, al día siguiente el partido publica un volante [que dice]: “Ahora el proletariado alemán finalmente debe emprender la lucha por la dictadura del proletariado y la república comunista soviética”. El volante luego habla. . . de la huelga general (la clase obrera había sido considerada incapaz de actuar). Al mismo tiempo (cuando la huelga general sacó a las masas de las fábricas) [el volante llama a] las elecciones de soviets (Räte), [y a la convocación de un] congreso soviético central. En resumen, nuestros “mandamases” rompen el cuello de la huelga general organizativa y políticamente. También lo hacen moralmente. Considero que es un crimen, ahora, romper la acción [huelguística] diciendo: “El proletariado no levantará un dedo para la república democrática”. ¿Saben lo que eso significa? ¡Esto es una puñalada por la espalda a la acción más grande del proletariado alemán!
Levi procedió a hacer algunas observaciones generales sobre la actitud a adoptar en este tipo de eventos, que recuerdan la actitud adoptada por los bolcheviques ante el intento de golpe de estado por parte del general Kornilov:
Siempre pensé que éramos claros y estábamos de acuerdo en lo siguiente: si se desata una acción, ¡incluso para el objetivo más estúpido! (la revolución de noviembre [de 1918] no tenía una meta razonable, o más bien ninguna meta) ¡debemos apoyar esa acción y elevarla por encima de su objetivo estúpido por medio de nuestras consignas, [para] acercar a las masas a la meta real a través de la intensificación de la acción! Y no proclamar desde el principio que “no levantaremos un dedo” si no nos gusta el objetivo. En medio, se deben encontrar consignas concretas. ¡Digan a las masas lo que debe hacerse en el momento mismo! Las consignas deben, por supuesto, ser intensificadas, [pero] gradualmente. La república soviética es la últimaconsigna, no la primera. Me parece que ahora nadie piensa en la elección de los soviets. El eslogan en el momento presente sólo puede ser: el armamento del proletariado.
En contra de la convicción metafísica de la Zentrale de que un gobierno socialdemócrata siempre se mantendría igual a sí mismo, Levi indicó que su carácter estaría determinado por las fuerzas sociales en las que se apoyaba:
Si, después de la supresión del propio golpe militar, tenemos de nuevo un gobierno Bauer-Ebert-Noske, ya no sería idéntico al anterior, porque habría perdido su apoyo en la derecha, así como no fue el mismo en enero de 1919, después de haber perdido el apoyo de la izquierda. ¡Por lo tanto, ahora es imperativo ante todo intensificar la acción para aplastar el golpe sin compromisos! Si tenemos éxito, cualquier futura “república democrática” se deslizará hacia la izquierda, porque perdería su apoyo en la derecha. ¡Sólo entonces llegará el momento en el que podemos desarrollarnos nosotros mismos! Ahora tenemos que emprender una acción conjunta – también con el SPD … Consigna inmediata: ¡Ningún compromiso! [con los golpistas] (Levi 1920a, p. 148).
En una carta escrita el día siguiente, Levi precisaba esta consigna (“Inmediata detención de los líderes del golpe de Estado y su condena por un tribunal proletario, porque un tribunal militar [sería una] comedia”), agregando:
Lo que la Zentrale del KPD escribe en su folleto de 16 de marzo [1920] es inútil. “República Soviética” y “Congreso de los Soviets” tampoco son demandas, mientras el pueblo se aboque a su concreción. “¡Abajo la dictadura militar”!, “¡Abajo la democracia burguesa!”, tampoco son demandas de la huelga, sino frases. … ¡No debemos demandar la “dimisión” del gobierno Kapp sino su arresto! ¡Los traidores no “renuncian”! ¡El “desarme del ejército”! En este momento, esta demanda es un disparate, porque empuja a las unidades del ejército que están en contra del golpe de estado al campo contrario. Esa demanda se dirige contra una parte de las fuerzas con las que el proletariado debe contar en este momento. “Confiscación inmediata de las armas de la burguesía, formación de un ejército de la clase obrera”: estas dos demandas no pueden ser satisfechas de la noche a la mañana, [porque] su implementación necesita semanas —por lo tanto no pueden representar demandas de la huelga (Levi 1920a, p. 149).
Levi concluía su carta con una serie de indicaciones prácticas sobre las actividades que el partido debía realizar:
Una vez al día, o dos veces, dependiendo de la situación, un volante general; no un “compendio comunista”, sino cuatro frases sobre la situación, una frase conteniendo la conclusión, y las demandas de la huelga. En particular, [el volante debe incluir] críticas a la dirección de la huelga, que va a querer llegar a un acuerdo [con los golpistas]. Un volante para los soldados. Un volante dirigido al SPD. Un volante para los funcionarios públicos, escrito de manera explicativa. Un volante para los trabajadores de los ferrocarriles, correos y telégrafos. 2. Intensificación de la acción. Las manifestaciones deberían concentrarse en el parque de Treptower [en Berlín], sin enfrentamientos armados. 3. Instrucción militar de los cuadros, pero sin armas. Cuando las tropas procedentes del exterior choquen con las tropas locales, la ciudad no debe permanecer en silencio (Levi 1920a, p. 150).
La publicación de esta carta en el órgano oficial del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Die Kommunistische Internationale, junto con otras críticas a la posición de la Zentrale escritas por Clara Zetkin, Ernst Meyer y Karl Radek, indica claramente que los líderes bolcheviques estaban dispuestos a adoptar una posición laxa ante violaciones de la disciplina partidaria con tal de combatir las tendencias sectarias. Este respaldo de la dirección de la Internacional Comunista a su lucha contra las tendencias de ultraizquierda en el KPD sin duda alentó a Paul Levi a dar su siguiente paso, que también generó mucha resistencia dentro de su partido y de la propia Internacional.
Paul Levi y la “Declaración de Oposición Leal” (23 de marzo 1920)
A iniciativa de Levi, el KPD(S) publicó en su periódico Die Rote Fahne, el 26 de marzo de 1920, una declaración de “oposición leal” a un gobierno de los trabajadores (reformista) como el propuesto por Legien después del putsch de Kapp. La “Declaración de Oposición Leal” fue un primer, aunque tardío, intento de aplicar una consigna transicional central: el apoyo, en determinadas condiciones, a la creación de un gobierno de partidos y organizaciones obreras reformistas —una táctica que sería oficialmente adoptada por la Internacional Comunista en su cuarto congreso, celebrado en 1922 (Riddell 2011). Este documento dice lo siguiente:
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- El golpe militar de Kapp-Lüttwitz significa el colapso de la coalición socialista-burguesa.[3]La lucha del proletariado contra la dictadura militar fue una lucha contra la coalición socialista-burguesa y tuvo como propósito ampliar el poder político de la clase obrera hasta la completa eliminación de la burguesía.
- La dictadura proletaria puede erigirse sólo como una dictadura de los sectores cruciales del proletariado y requiere de un fuerte Partido Comunista, apoyado por la conciencia revolucionaria de la población trabajadora, que se comprometa abiertamente con la dictadura del proletariado.
- La etapa actual de la lucha, en la que el proletariado todavía no dispone de suficiente poder militar, en la que el Partido Socialdemócrata de la mayoría [SPD][4]todavía tiene una fuerte influencia sobre los funcionarios, empleados y ciertos sectores de los trabajadores, en la que el USPD tiene detrás de sí a la mayoría de los obreros urbanos, es una indicación de que aún no existe la base objetiva para la dictadura del proletariado.
- Para conseguir que las masas proletarias adhieran a la causa del comunismo es un elemento de importancia inmensa, desde el punto de vista del desenvolvimiento de la dictadura del proletariado, que pueda ser utilizado ilimitadamente el estado de cosas creado por la libertad política y que la democracia burguesa no pueda manifestarse como dictadura del capital.
- El Partido Comunista considera que la formación de un gobierno socialista del que estén excluidos los partidos capitalistas burgueses es una situación deseable para la autoafirmación de las masas proletarias y para su maduración para el ejercicio de la dictadura del proletariado. Actuará ante tal gobierno como una oposición leal, siempre que dicho gobierno otorgue garantías para la actividad política de la clase obrera, combata la contrarrevolución burguesa por todos los medios disponibles, y no inhiba el fortalecimiento social y organizativo de la clase obrera.
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Por “oposición leal” entendemos: renuncia a la preparación de un derrocamiento violento, obviamente reteniendo la libertad de agitación política del partido para sus objetivos y consignas (Die Rote Fahne, 23. März 1920, reeditado en Spartakus 1920, p. 161).
La “Declaración de ‘Oposición Leal’” a un gobierno de trabajadores (Arbeiterregierung) conformado por los partidos obreros reformistas, propuesto por el líder de la burocracia sindical socialdemócrata Carl Legien, fue rechazada por el Zentrale de la KPD (S) por doce votos contra ocho, y también se opusieron a ella en la Internacional Comunista Béla Kun, Nikolai Bujarin y Karl Radek (Broué 2005, 371).[5] Sin embargo, fue respaldada críticamente por Lenin en su trabajo El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo, como veremos de inmediato.
La “Declaración de ‘Oposición Leal’” y el golpe de estado de Kornilov
Las razones para la adopción de esta táctica se exponen en un artículo sobre el Putsch de Kapp publicado en Die Kommunistische Internationale bajo el seudónimo Spartakus, pero escrito por el comunista polaco Mieczysław Broński, quien apoyó la posición de Levi.[6] Broński argumentó que la controversia sobre la “Declaración de ‘Oposición Leal’” dentro del KPD era “una disputa sobre táctica”:
Se trata de la cuestión: ¿puede el Partido Comunista acordar en una lucha con una propuesta de compromiso que representa una mejora en comparación con la situación anterior, pero que está lejos de alcanzar los objetivos y las consignas del partido? A los críticos que dicen que el momento de la Declaración [de “oposición leal”] de la Zentrale fue inapropiado, es decir, prematuro, solo podemos responder: la Declaración no fue una iniciativa del KPD, sino la respuesta a una propuesta que le hizo al Partido Comunista el ala izquierda del USPD (Spartakus 1920, 164).
Respecto al mejor resultado posible de la iniciativa, la sustitución del gobierno de Ebert-Bauer por un “gobierno de Hilferding-Legien” (Spartakus 1920, 165), Broński explicó la lógica política de Levi de la siguiente manera:
Si el ala derecha de la USPD hubiera formado, junto con el ala izquierda de los Socialistas Mayoritarios [SPD], un gobierno puramente socialista, eso no hubiera significado en modo alguno un freno a las masas actualmente bajo la influencia del ala izquierda del USPD por la dirección del ala derecha, como se ha afirmado, sino por el contrario, el resultado habría sido un desplazamiento sistemático de los trabajadores actualmente bajo la égida de la USPD a la órbita de la KPD. Habría sido una oportunidad de dejar que los Hilferdings y los Kautskys se arruinaran a los ojos de las masas por su actividad práctica, de la misma manera que el Partido Socialista Mayoritario ha sido comprometido y arruinado por su actividad gubernamental (Spartakus 1920, 165).
El documento de Broński tranquilizó a los activistas del partido que temían que el KPD atara sus manos “actuando como partera en el desarrollo de semejante gobierno puramente socialista” e incluso “prometiéndole lealtad”:
¿Puede decirse que nos comportamos de manera acrítica hacia el llamado gobierno puramente socialista, que esperamos de él la solución a todos los problemas, que creemos que este gobierno es capaz de realizar el socialismo, tal como lo entendemos? ¡De ningún modo! ¡Todo lo contrario! El gobierno socialista que trata de eliminar la oposición entre capital y trabajo de manera democrática se encuentra en una situación en la que su quiebra es inevitable. No podrá realizar seriamente la socialización. No será capaz de prevenir a fondo y seriamente el desempleo y la inflación.
Pero lo que puede y debe hacer a fondo es dar un ejemplo de la imposibilidad de alcanzar el socialismo sin la dictadura del proletariado. Esta enseñanza es tan valiosa para la minuciosa preparación ideológica de la clase obrera para la dictadura soviética que tenemos todas las razones para alcanzar esta situación política, precisamente desde el punto de vista del partido que se coloca constantemente en el terreno de la dictadura del proletariado (Spartakus 1920, 166-167, énfasis en el original).
Según Broński, la lógica de la táctica del “gobierno puramente socialista” era exactamente la misma que la del eslogan bolchevique “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”. Durante la Revolución rusa:
También en Rusia, después del golpe Kornilov, hubo una situación en la que el Partido Bolchevique pidió al gobierno de Kerensky que rompiera la coalición con la burguesía, en cuyo caso el partido prometió no derrocar al gobierno por medios violentos. Sin embargo, Kerensky y los mencheviques se negaron a abandonar la coalición con la burguesía, y luego tuvieron que aceptar las consecuencias de su política (Spartakus 1920, 167).
Curiosamente, el documento utiliza la expresión “Frente Único” (Einheitsfront), que reaparece en el artículo de Clara Zetkin sobre el Putsch de Kapp, escrito poco después.[7]
Lenin sobre la “Declaración de ‘Oposición Leal’” de Paul Levi (abril de 1920)
En el apéndice de su obra El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo, de abril de 1920, Lenin escribió:
Esta declaración es absolutamente justa tanto en la premisa fundamental como en su conclusión práctica. La premisa fundamental es que, en el momento actual, no existe “base objetiva” para la dictadura del proletariado, por cuanto la “mayoría de los obreros urbanos” apoya a los independientes. Conclusión: promesa de constituir una “oposición leal” [es decir, renuncia a preparar “un derrocamiento violento”] a un “gobierno socialista si éste excluye a los partidos burgueses-capitalistas”.
En lo fundamental, esta táctica es sin duda acertada. Sin embargo, aun sin detenernos en pequeñas inexactitudes en las formulaciones, es imposible silenciar el hecho de que no se puede llamar “socialista” (en una declaración oficial del partido Comunista) a un gobierno de socialtraidores; de que no se debe hablar de exclusión de “los partidos burgueses-capitalistas”, cuando los partidos tanto de los Scheidemann como de los Kautsky y los Crispien son partidos pequeñoburgueses-democráticos; que jamás se deben escribir cosas como las que contiene el párrafo cuarto de la declaración, que dice: “Un estado de cosas en el que se goce sin restricciones de libertad política y en el que la democracia burguesa no pueda actuar como la dictadura del capital, es de la mayor importancia, desde el punto de vista del desarrollo de la dictadura del proletariado, para seguir ganando a las masas proletarias para el comunismo. . .”
Semejante estado de cosas es imposible. Los dirigentes pequeñoburgueses, los Henderson (Scheidemann) y los Snowden (Crispien) alemanes, no van ni pueden ir más allá de los límites de la democracia burguesa, que, a su vez, no puede dejar de ser la dictadura del capital. Para lograr los resultados prácticos que ha estado buscando con absoluto acierto el CC del Partido Comunista, no había ninguna necesidad de escribir esas cosas, erróneas por principio y políticamente perjudiciales. Habría bastado decir (si se quería dar muestras de cortesía parlamentaria): mientras la mayoría de los obreros urbanos siga a los independientes, nosotros, los comunistas, no debemos hacer nada por impedir que esos obreros se desembaracen de sus últimas ilusiones democrático-pequeñoburguesas (es decir “burguesas-capitalistas”) haciendo la experiencia de tener un gobierno “propio”. Esto es motivo suficiente para un compromiso, que es verdaderamente necesario y que debe consistir en renunciar durante cierto tiempo a todo intento de derrocamiento violento de un gobierno que cuenta con la confianza de la mayoría de los obreros urbanos. Pero en la agitación diaria de masas, en la que no nos ata la cortesía parlamentaria oficial, podría, naturalmente, agregarse: dejemos que miserables como los Scheidemann y filisteos como los Kaustky y los Crispien muestren con sus actos hasta dónde han sido engañados y hasta dónde engañan a los obreros; su gobierno “limpio” hará la labor “más limpia” de todas al “limpiar” los establos de Augías del socialismo, de la socialdemocracia y demás variedades de socialtraición (Lenin 1921a, 217-218).
Hemos citado los pasajes de Lenin sobre la “Declaración de ‘Oposición Leal’” de Paul Levi íntegramente para mostrar su apoyo crítico a las iniciativas políticas de Levi durante 1919 y 1920.
Paul Levi en el Segundo Congreso de la Internacional Comunista (julio-agosto de 1920)
Las organizaciones de izquierda perdieron la oportunidad de convertir al Putsch de Kapp en un paso adelante para la revolución alemana; no obstante, la huelga general de masas contra el golpe marcó el comienzo de una nueva ola de militancia de los trabajadores. Los meses de marzo-abril de 1920 también fueron testigos de la lucha del llamado “Ejército Rojo del Ruhr” (Rote Ruhrarmee) contra los grupos paramilitares de los Freikorps y el Ejército. En las elecciones del Reichstag celebradas en junio de 1920, Levi y Zetkin fueron elegidos diputados y el KPD obtuvo más de 442.000 votos. El USPD, que Levi consideraba la fuente futura de la fuerza comunista, recibió 4,9 millones de votos. El voto del SPD declinó a 5,6 millones de los 11,5 millones que había recibido en 1919 (Gruber 1967, 397).
En julio de 1920 Levi partió para el Segundo Congreso de la Comintern en Moscú con grandes esperanzas de obtener la aprobación para su programa. Cuatro representantes de la USPD fueron invitados como observadores. En la discusión del informe de Levi al Congreso, sus acciones fueron aceptadas como correctas. En el Segundo Congreso, Levi intervino personalmente seis veces, la primera en la sesión de apertura del 19 de julio y la última en la sesión de clausura del 4 de agosto. Defendió las tácticas adoptadas en el Congreso de Heidelberg con las siguientes palabras:
El Partido se marchitará y se convertirá en una secta si descuida encontrar formas de penetrar en la vida de las masas revolucionarias. […] La cuestión principal para nosotros es cómo encontramos el camino a las masas, y opino que debemos intentar tomar todos los caminos que conducen a las masas. Estos son los sindicatos, los consejos de trabajadores donde surjan tales organizaciones, el campo de batalla parlamentario e incluso las organizaciones no partidarias, en la medida, al menos, en que surjan del subsuelo de la vida social, de la estratificación social y económica de la sociedad… Es por estas reservas que creo que debo diferir del orador principal cuando dice en el punto seis de las Tesis: “Los comunistas apoyan en todos los aspectos la formación de amplias organizaciones de trabajadores que no son partidarias, además del Partido Comunista” (Comintern 1977, 65).
Levi temía que esto llevara a la reactivación de los intentos de establecer “sindicatos rojos” como los patrocinados por sus antiguos rivales, ahora reunidos en el KAPD:
Me parece que algo debe decirse al respecto, para que la formación de facciones de trabajadores y de organizaciones de trabajadores no partidarias no se convierta simplemente en un juego, y de que no inventemos nuevas formas organizativas que no surjan pura y simplemente de la necesidad económica y social. Debemos tener cuidado en el más alto grado en la formación de nuevas organizaciones, y donde existan tales organizaciones debemos evitar difundirlas de manera arbitraria e incondicional. Al decir esto, estoy pensando particularmente en Alemania, donde los sindicatos han aumentado a casi 9 millones de miembros y donde a pesar de eso hubo camaradas que fueron tan lejos en la campaña por nuevos tipos de organización que intentaron engañarnos a los comunistas para que abandonemos este gran campo de trabajo (Comintern 1977, 66).
Por otro lado, en sus polémicas con los representantes del USPD, Levi señaló que el Partido Comunista no podía simplemente apoyar a las masas, sino que tenía que conducirlas a la toma revolucionaria del poder:
¿Cuál es realmente el significado profundo de las controversias con [Wilhelm] Dittmann y [Arthur] Crispien que tuvieron lugar ayer? Es el hecho que repitieron hasta el cansancio: “Tuvimos una relación con las masas, permanecimos donde estaban las masas, nuestra actitud fue aprobada por las masas”. Este es un error fundamental en relación con el papel que debe jugar el partido en su relación con las masas. Porque si bien es cierto que el partido no puede librar la lucha revolucionaria sin las masas, es igual de fatal para un partido limitarse todo el tiempo a preguntar “¿Qué están haciendo las masas?” Y en todo momento decir sólo lo que adulará a las masas. Ese ha sido hasta ahora el método político de la USPD, que incluso se jactó del hecho de que en cada punto sólo ha representado lo que quieren las masas. Así, su historia es una historia de errores y fracasos, la historia del fracaso de las masas alemanas en general. Donde las masas fallaron, los independientes alemanes también fallaron. Donde las masas no eran conscientes de su fuerza, los independientes no les pedían que fueran fuertes, sino que se debilitaban con las masas (Comintern 1977, 278).
Levi criticó el “Programa de Acción” del USPD por ser tan amplio que cualquiera podía “estar de acuerdo” con él, y agregó: “en lugar de un Programa de Acción que puede extenderse para incluir a Hilferding y Stöcker y consiste sólo de frases, dennos un programa político real”. La Internacional Comunista tenía que obligar a los líderes del ala derecha del USPD a decirle a las masas con claridad lo que querían:
Y creo que esa será la tarea principal del Congreso: hablar en palabras claras y comprensibles a los trabajadores alemanes que simpatizan con nosotros y decirles qué es, dónde y cómo está el ala derecha, que hasta ahora ha estado escondiéndose tan hábilmente encontrando frases revolucionarias cuando las masas las necesitaban. Es en este marco que, hasta ahora, he concebido la lucha contra los independientes alemanes. Debemos expresar con palabras claras la crítica que las personas en las filas del USPD aún no han encontrado el coraje y la fuerza para pronunciar, el sentimiento de insatisfacción sombría, la voluntad de ir más allá del marco que el USPD ha brindado hasta ahora. Así es como debemos servir a nuestro partido y a las masas del USPD y continuar con nuestras críticas. Debemos decirles a las masas lo que aún no han escuchado de sus propios líderes, incluso de los de izquierda (Comintern 1977, 283-284).
En sus polémicas con el delegado holandés David Wijnkoop, quien se había opuesto al hecho de que cuatro representantes de la USPD habían sido invitados al Congreso, Levi hizo una declaración cuyo significado completo solo se aclararía después de la “Acción de marzo” de 1921:
Retoma el argumento del ala izquierda del USPD, con el que hemos luchado continuamente. Esta ala también siempre está diciendo: “No queremos dejar al descubierto nuestras diferencias; no queremos decir nada sobre ellas cuando otros están presentes”. Decimos que esta posición implica un malentendido fatal de la importancia de las controversias en el proletariado alemán. Si se han cometido errores, se deben dejar al descubierto, ya sea que haya enemigos presentes o no (Comintern 1977, 277).
La publicación en Die Kommunistische Internationale de un informe de Paul Levi sobre la situación política alemana en septiembre de 1920 es una clara indicación de que la dirección de la Internacional Comunista, por iniciativa de Lenin, siguió respaldando su línea política inmediatamente antes de que se celebrara el Congreso de la USPD en Halle, que fue el mayor triunfo político de Levi (Levi 1920b).
El Congreso de Halle del USPD (octubre de 1920) y la “Carta abierta” de la Zentrale del VKPD (8 de enero de 1921)
Del 12 al 17 de octubre de 1920, el USPD celebró un congreso en Halle que dio lugar a una escisión entre sus alas derecha e izquierda y al nacimiento del Partido Comunista Unificado de Alemania (Vereinigte Kommunistische Partei Deutschlands, VKPD), después de la unificación de la izquierda del USPD con la Liga Espartaquista en diciembre de 1920. El USPD, con sus 700.000 miembros y más de 50 periódicos, era la mayor formación centrista en el movimiento obrero mundial. Este enorme contingente de trabajadores militantes ¿elegiría unirse a la Internacional Comunista o seguiría vacilando entre el comunismo y la socialdemocracia? Esa era la cuestión crucial que el Congreso de Halle tenía que decidir. En dicho congreso oraron no solamente los representantes de la socialdemocracia y del comunismo alemán, sino también Martov y Zinoviev, lo que da cuenta de la significación internacional del evento. El resultado de la táctica implementada por Paul Levi fue la formación del partido comunista más grande del mundo fuera de las fronteras de Rusia: el VKPD llegó a tener 350.000 miembros antes de la “acción de marzo” de 1921 (Lewis and Lih 2011).
La siguiente movida político de Levi fue la publicación de la “Carta Abierta (Offener Brief) el 8 de enero de 1921 en el órgano del Partido Comunista alemán Die Rote Fahne. La “Carta abierta” fue la primera declaración pública de lo que luego se conocería como Einheitsfrontpolitik o “política de frente único”. Como lo indicó Pierre Broué, la primera iniciativa importante en la dirección de la política que Levi esbozó provino de los militantes de base del Partido Comunista, más específicamente del sindicato de trabajadores metalúrgicos en Stuttgart:
En Stuttgart, el Partido había conquistado posiciones sólidas en el sindicato de trabajadores metalúrgicos, que era presidido por uno de sus miembros, Melcher, y en la federación sindical local. Los comunistas locales eran sensibles a las demandas que se planteaban entre los trabajadores no comunistas, en particular, a su anhelo por la unidad de la clase trabajadora. Se aseguraron el acuerdo de los organismos sindicales que lideraban para exigir a los dirigentes nacionales del sindicato de trabajadores metalúrgicos, el DMV y el ADGB, que emprendieran de inmediato una lucha conjunta por el mejoramiento concreto de las condiciones de vida de los trabajadores. Se llevó a cabo una reunión general, en el curso de la cual Melcher y sus compañeros recibieron más apoyo que Robert Dissmann, el socialdemócrata independiente de derecha, que apareció en persona. La reunión exigió, en nombre de los 26.000 miembros del sindicato de trabajadores metalúrgicos de Stuttgart, que se organizara una lucha conjunta en torno a cinco demandas básicas:
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- Precios más bajos para la comida.
- Abrir los libros de los capitalistas, y una mayor asignación por desempleo.
- Menores impuestos sobre los salarios y mayores impuestos a los ricos.
- Control obrero del suministro y de la distribución de materias primas y alimentos.
- Desarme de las bandas reaccionarias, y armamento de los trabajadores.
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La Zentrale aprobó esta iniciativa y publicó el llamamiento de los trabajadores metalúrgicos de Stuttgart (Die Rote Fahne, 2, 10 de diciembre de 1920). Además, alentó a la organización, en todas las localidades y lugares de trabajo, de reuniones de trabajadores a fin de formular demandas comunes de esta manera, y de decidir los medios por los cuales luchar por ellas. Una nueva táctica estaba tomando forma (Broué 2005, 468-469).
En la “Carta abierta”, el Partido Comunista alemán propuso a todas las organizaciones de trabajadores, partidos y sindicatos emprender acciones conjuntas sobre los puntos sobre los cuales era posible llegar a un acuerdo. Su programa de acción conjunta incluía: demandas de pensiones más altas para los veteranos de guerra discapacitados; eliminación del desempleo; mejora de las finanzas del país a expensas de los monopolios; introducción del control de los comités de fábrica sobre todas las existencias de alimentos, materias primas y combustible; reapertura de todas las empresas cerradas; control sobre la siembra, cosecha y comercialización de todos los productos agrícolas por consejos de campesinos junto con las organizaciones de trabajadores agrícolas; desarme inmediato y disolución de todas las organizaciones paramilitares burguesas; organización de la autodefensa de los trabajadores; amnistía para todos los presos políticos; reanudación inmediata de las relaciones comerciales y diplomáticas con la Rusia soviética.
Aunque la “Carta abierta” fue rechazada por el liderazgo de las organizaciones a las que estaba dirigida, Lenin la llamó una “táctica perfectamente correcta”, y agregó: “He condenado la opinión contraria de nuestros ‘izquierdistas’ que se opusieron a esta carta” (Lenin 1921b, énfasis en el original). En otra parte, Lenin se expresó con más fuerza sobre este tema. En sus “Comentarios sobre el proyecto de Tesis sobre táctica para el Tercer Congreso de la Internacional Comunista” del 10 de junio de 1921, escribió:
La táctica de la Carta Abierta sin duda se debe aplicar en todas partes. Esto debe ser dicho directamente, con claridad y exactitud, porque las vacilaciones en torno a la “Carta Abierta” son extremadamente nocivas, muy vergonzosas y muy extendidas. Todos aquellos que no han comprendido la necesidad de la táctica de la Carta Abierta deberían ser expulsados de la Internacional Comunista dentro de un mes después de su Tercer congreso. Veo claramente mi error en la votación para la admisión de KAPD. Tendrá que ser rectificado tan rápida y completamente como sea posible (Lenin, 1921c: 319).
Dada la significación histórica de la Carta Abierta, la hemos traducido en su totalidad para el apéndice documental del presente artículo. La táctica de la “Carta Abierta” del 8 de enero de 1921 fue desarrollada más tarde en las “Tesis sobre la unidad del frente proletario”, adoptadas por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en diciembre de 1921, luego refrendadas por la primera Sesión Plenaria Ampliada del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, que se reunió en Moscú desde el 21 de febrero hasta el 4 de marzo de 1922 y por el Cuarto congreso de la Internacional Comunista en noviembre de 1922.[8]
La escisión de Livorno (21 enero 1921) y la formación del Partido Comunista italiano
El 21 de enero de 1921 tuvo lugar la escisión del Partido Socialista Italiano en su congreso celebrado en Livorno. Alimentando la división estuvieron dos enviados de la Internacional Comunista: el húngaro Mátyás Rákosi y el búlgaro Hristo Kabakchiev. El Congreso de Livorno de la PSI condujo a la formación del Partido Comunista Italiano por parte de la antigua ala izquierda de la PSI, liderado por el sectario Amadeo Bordiga, una medida a la que Levi, quien asistió al congreso como representante del Partido Comunista alemán, objetó tanto que esto llevó a su renuncia al Comité Central del VKPD. La posición de Levi merece un examen cuidadoso, porque tenía un interés sostenido en la izquierda italiana, y porque no se puede argumentar que era un hombre débil que se amedrentaba ante la perspectiva de una ruptura.[9] De hecho, durante los cuatro años anteriores Levi había participado o sido instrumental en cuatro escisiones: la del USPD del SPD en 1917, la del KPD del USPD en 1918, la expulsión de la ultraizquierda del KPD en el Congreso de Heidelberg en 1919, y finalmente la escisión entre las alas de izquierda y de derecha del USPD en su Congreso de Halle en octubre de 1920.
Levi estuvo presente en el Congreso de Livorno e incluso apareció en la plataforma, como representante del Partido Comunista Unificado de Alemania, para abrir el debate y pedir la expulsión de los reformistas. Levi afirmó que “en la historia del proletariado, llega el momento en que debemos reconocer que el hermano de ayer no es el de hoy, ni el de mañana” (Cammett 1967, 144). Palmiro Togliatti, que estaba publicando L’Ordine Nuovo en la ausencia de Gramsci, hizo que la declaración de Levi se imprimiera en negrita en la primera página del ejemplar del 16 de enero de 1921 (Cammett 1967, 258, n. 8). Sin embargo, Levi se opuso a la forma torpe y sectaria en que se llevó a cabo la escisión bajo la influencia de los enviados de ECCI, Mátyás Rákosi y Hristo Kabakchiev, es decir, a través de la expulsión, no sólo del ala derecha liderada por Filippo Turati, sino también del ala centrista dirigida por Giacinto Serrati, quien se llevó consigo a la mayor parte del proletariado italiano organizado.
El 20 de enero de 1921, un día antes de la escisión, Levi envió un informe sobre el Congreso de Livorno al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. En ese momento, Levi no se dirigía al Comité Ejecutivo como un oponente, ni mucho menos como un disidente, sino como el líder del Partido Comunista Alemán y como miembro de este mismo Comité Ejecutivo al que había sido elegido por el Segundo Congreso de la Internacional Comunista. Según los editores de la versión en inglés del informe:
Paul Levi comprendió desde el principio que el asunto de Livorno no era puramente una cuestión italiana, sino que tenía implicancias para la Internacional Comunista en su conjunto. Su intervención en Livorno, sus fuertes reacciones ante su regreso a Berlín y su discurso sobre el mismo tema el mes siguiente (febrero de 1921) ante la Zentrale del Partido Comunista Alemán, sólo pueden entenderse bajo esta luz (Levi 1966, 272).
Levi apoyó los objetivos de la Internacional Comunista en el congreso del Partido Socialista francés en Tours veinte días antes y en el Congreso de los Socialistas Independientes Alemanes en Halle en octubre de 1920, a saber, provocar una escisión en dos partidos que no eran miembros de la Internacional Comunista y atraer a sus mayorías hacia la misma (un objetivo que se logró en ambos casos). Pero el objetivo en Livorno era “provocar una escisión en un partido que había pertenecido a la Internacional Comunista desde 1919 y, además, atraer sólo a una minoría a la Comintern y perder a la gran masa de adherentes, que anteriormente había estado en la Comintern”. Este error táctico le pareció imperdonable a Levi porque sentía que la mayoría del proletariado socialista italiano no seguiría a los disidentes comunistas. También se preguntaba “qué efecto tendrá esta escisión en otros países, donde ya debemos asumir la responsabilidad de escindir al proletariado” (Levi 1966, 273, 281-282).
Levi creía que “el núcleo de la izquierda del USPD en Alemania es equivalente al grupo de Serrati”, y que, por lo tanto, fue “un grave error de parte de la Internacional Comunista empujar a ese núcleo hacia la derecha por obstinación y por la fuerza” (Cyr 2012, 148). Levi creía que “los compañeros complicarán su tarea de manera inconmensurable si, en las condiciones que prevalecen en Italia, excluyen no solo a los reformistas sino también al campo de Serrati”. Llegó a la conclusión de que “sin el ala izquierda de Serrati al partido le faltará un núcleo” y que “si esta ala izquierda sólo puede ganarse pagando el precio de aceptar a Serrati, Serrati debe ser aceptado en el trato, incluso si uno ve a su persona con más desagrado que yo” (Levi 1966, 278, 281).
Mátyás Rákosi, Karl Radek, Béla Kun y la renuncia de Paul Levi del Comité Central del Partido Comunista alemán (22 de febrero de 1921)
Levi desarrolló estas ideas en un discurso pronunciado en la reunión del Comité Central del Partido Comunista alemán celebrada el 24 de febrero de 1921[10] y convocada a petición del delegado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Mátyás Rákosi, que se detuvo en Berlín en ruta de Italia a Rusia. Rákosi fue apoyado por Karl Radek, quien, luego de oponerse inicialmente a la escisión de Livorno, había cambiado de bando. Radek atacó a Levi por su actitud en Livorno y organizó una facción anti-Levi dentro del VKPD.[11]
El análisis de Levi sobre la escisión de Livorno en Die Rote Fahne, publicado el 22 de enero de 1921, dio lugar a una discusión pública con Radek, quien defendió la posición del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en el periódico cuatro días después y se enfrentó personalmente con él en una reunión tormentosa de la Zentrale. Radek acusó a Levi de apoyar al centrista Serrati (quien, a su vez, se había negado a “romper con la burocracia sindical reformista”), y de ayudarlo a “sabotear las resoluciones del Segundo Congreso de la Internacional Comunista en la redacción de las cuales él mismo colaboró” (Radek 1967, pp. 310, 312). Sin embargo, miembros prominentes de la Zentrale como Clara Zetkin y su copresidente Ernst Däumig apoyaron a Levi.
El 22 de febrero de 1921 Mátyás Rákosi (más tarde conocido como “el mejor discípulo de Stalin”) pronunció un discurso ante al Comité Central del Partido Comunista alemán, defendiendo la escisión de Livorno e insistiendo en la necesidad de aplicar las tácticas de escisión contra los líderes centristas en general.
En su discurso ante el Comité Central, Levi criticó la forma “mecánica” en que se había llevado a cabo la división de Livorno, lo que significaba que la Internacional Comunista había abandonado no sólo a Serrati, sino también a las masas que estaban detrás de él. Esto planteaba “la cuestión fundamental: ¿cómo vamos a proceder a la construcción de un partido comunista en Europa Occidental?” (Levi 2011, 103). Según Levi:
Una cosa debería estar clara: existen dos formas de lograr un mayor grado de experiencia comunista en estas masas relacionadas organizativamente con la Tercera Internacional. Una forma de llevar a cabo esta educación implica nuevas escisiones; la otra manera implica que entrenamos políticamente a las masas que han encontrado su camino hacia nosotros, experimentamos con ellas la época actual, la revolución, y de esta manera llegamos a una etapa superior, junto con las masas y dentro de ellas (Levi 2011, 106).
La Internacional Comunista había elevado al rango de principio la idea de crear partidos “no a través de un crecimiento orgánico con las masas, sino a través de escisiones deliberadas” (Levi 2011, p. 108). Levi creía que “las escisiones en un partido de masas […] no pueden llevarse a cabo sobre la base de resoluciones, sino sólo sobre la base de la experiencia política” (Levi 2011, 109). Los debates debían girar en torno a cuestiones políticas, no organizacionales, con el fin de dar lugar a un proceso de educación política. Levi predijo que “si la Internacional Comunista funciona en Europa Occidental en términos de admisiones y expulsiones como un cañón de retroceso” experimentaría “el peor de los reveses” (Levi 2011, 108).
Rákosi obtuvo el apoyo del Comité Central por una pequeña mayoría. Levi y Däumig renunciaron a la Zentralejunto con Clara Zetkin, Otto Brass, Adolf Hoffmann y Curt Geyer (que estaba en Moscú), mientras que Heinrich Brandler, uno de los líderes de la facción anti-Levi organizada por Radek en el Partido Comunista alemán, emergió como líder efectivo del partido.
Lenin, que valoraba mucho el juicio de Levi, criticó su actitud con las siguientes palabras:
Considero que tus tácticas con respecto a Serrati son erróneas. Cualquier defensa o incluso semi-defensa de Serrati fue un error. ¡Pero retirarse del Comité Central! ¡Ese, en cualquier caso, fue el mayor error! Si toleramos la práctica de que los miembros responsables del Comité Central se retiren de él cuando quedan en una minoría, los Partidos Comunistas nunca se desarrollarán normalmente ni se harán fuertes. En lugar de retirarse, hubiera sido mejor discutir la cuestión controvertida varias veces, conjuntamente con el Comité Ejecutivo (Lenin 1921b).
Ahora que los que Radek llamó los “Leviten” habían sido excluidos de la dirección del partido, fue posible implementar la estrategia basada en la “teoría de la ofensiva” que Zinoviev patrocinaba en la Comintern. Según Gruber:
Heinrich Brandler, August Thalheimer y Paul Frölich se habían hecho cargo del liderazgo después de que Levi renunciara en febrero y estaban decididos a llevar adelante un programa de acción. Calificaron la política de frente único de Levi como oportunista y buscaron contrarrestarla con una “teoría de la ofensiva”. […] Esta visión de los acontecimientos parece haber sido compartida por Zinoviev y el Comintern Executivo de la Internacional Comunista; en los primeros días de marzo de 1921, Béla Kun, Pogany y Guralski fueron enviados desde Moscú para impulsar a la izquierda alemana a la acción. Con la ayuda y el consejo de Kun, los líderes del Partido Comunista alemán hicieron planes para comenzar una ofensiva en algún momento después de Pascua.[12]
La carta de Paul Levi a Lenin sobre los orígenes de la “Acción de marzo” de 1921
Según una carta enviada por Levi a Lenin el 27 de marzo de 1921, es decir, poco después del putsch, la “Acción de marzo” fue diseñada por el delegado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Béla Kun, para “aliviar” a Rusia durante la crisis del comunismo de guerra:
Usted sabe que hace cuatro semanas un compañero de la Internacional Comunista [Béla Kun] fue enviado a Alemania. Yo mismo tuve una entrevista con él hace unos 10 días, hasta ahora la única. Antes de reunirse conmigo, él había tenido reuniones con los miembros del Comité Central, reuniones cuyo contenido no conozco, y que sólo puedo deducir de la conversación que tuvo con la camarada Clara [Zetkin], que precedió la entrevista conmigo en 9 días. El contenido de las conversaciones conmigo y con la camarada Clara, quien me lo informó de inmediato, fue el siguiente: el compañero [Béla Kun] declaró: Rusia se encuentra en una situación extraordinariamente difícil. Es absolutamente necesario que Rusia sea aliviada por los movimientos en Occidente, y por esta razón, el Partido alemán debería entrar en acción instantáneamente. El Partido Comunista alemán contaba ahora con 500.000 miembros, con los cuales uno podría arrastrar alrededor de 1.500.000 trabajadores, lo cual es suficiente para derrocar al gobierno. Por lo tanto, compañero [Béla Kun] se declaró a favor del comienzo inmediato de la lucha con el lema: ¡Derrocar al gobierno! Tanto la compañera Clara como yo subrayamos ante el compañero que también conocíamos la dificultad de la situación en Rusia, incluso si no conocíamos los detalles, y que, aparte de la situación momentáneamente difícil por la que atraviesa Rusia, también queríamos abreviar tanto como fuera posible el período en el que Rusia se encuentra, en cierta medida, sola. Pero ambos opinamos que no sólo no ayudaría, sino que sería el golpe más serio para la Rusia soviética, si lanzáramos en Alemania acciones que no conduzcan una victoria, sino a un colapso del movimiento alemán. El compañero, por el contrario, se mantuvo firme en la idea de que las acciones debían iniciarse de inmediato, incluso si solamente eran, como él dijo, “acciones parciales”, y por su consejo y ante su insistencia, la Zentrale convocó a la reunión del Comité Central que se celebró el 17 de marzo de este año, en la que se pidió a “la clase obrera” que comenzara de inmediato acciones para llevar adelante una serie de demandas, al frente de las cuales se encontraba: derrocar al gobierno.
Los eventos tomaron el siguiente curso: el 17 de marzo, se llevó a cabo la reunión del Comité Central, en la que las sugerencias e instrucciones de los compañeros enviados desde Rusia se convirtieron en política. El 18 de marzo, Die Rote Fahne se adaptó a esta nueva resolución y convocó a la lucha armada, sin decir primero con qué objetivos, adhiriendo a esta línea durante unos días. Esto y las instrucciones del representante del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Béla Kun, fueron la única preparación política para lo que vino después. […] Con esta acción no sólo se hizo naufragar a las acciones parciales, en el mejor sentido de la palabra, que eran factibles en Alemania central, sino que los frutos de una lucha de dos años y el trabajo de dos años del Partido Comunista en Alemania han sido, en mi opinión, destruidos.[13]
Béla Kun confirmó que estas entrevistas tuvieron lugar en una carta enviada a Lenin desde Viena el 6 de mayo de 1921, agregando una observación que da cuenta de su vileza personal: “la anciana [Clara Zetkin] sufría de demencia seniles y es la prueba viviente de que Lofargne [Lafargue] con su esposa actuaron de una manera completamente correcta” cometiendo suicidio en la vejez.[14]
Según los chismes políticos de aquel entonces, Kun estaba siguiendo las instrucciones de Zinoviev, quien estaba asustado por las dificultades internas de Rusia (Zinoviev fue presidente del soviet de Petrogrado durante la rebelión de Kronstadt) y quería “forzar” una crisis revolucionaria en Alemania para impedir que los comunistas rusos se vieran obligados a implementar la retirada conocida como la Nueva Política Económica, finalmente adoptada por el Décimo Congreso del Partido Comunista Ruso que tuvo lugar en el momento de la revuelta de Kronstadt (7-17 de marzo de 1921):
La gente en el entorno de Zinoviev decía libremente que, aunque no fueran victoriosas, las grandes luchas del proletariado internacional permitirían a Rusia evitar tener que recurrir a la Nueva Política Económica. […] Podemos considerar plausible que aquellos que apoyaban la estrategia de la “ofensiva” en la Internacional desearan sinceramente romper a toda costa el aislamiento que condenó a los bolcheviques al costoso retiro estratégico de la NEP, forzando, si era necesario, el desarrollo y la aceleración artificial de la velocidad de la revolución (Broué 2005, 494, 532).
La “Acción de marzo” en Alemania (17-29 de marzo de 1921)
El 16 de marzo de 1921, Otto Hörsing, el gobernador (Oberpräsident) socialdemócrata de Sajonia, anunció que pretendía ocupar con la policía varias zonas industriales, incluido el distrito minero de Mansfeld-Eisleben, claramente para desarmar a los trabajadores (que había retenido sus armas después del Putsch de Kapp) y quebrar de esta manera un bastión comunista. Los líderes del Partido Comunista en Halle, que incluía al área de Mansfeld, recibieron la orden de convocar una huelga general tan pronto como la policía ocupara una fábrica y de prepararse de inmediato para la resistencia armada. La convocatoria a una huelga general se publicó el 20 de marzo de 1921 como un ultimátum a los trabajadores no comunistas. Sin embargo, en la mañana del 22 de marzo, la huelga fue sólo parcial. Claramente, la masa de los trabajadores no estaba siguiendo a la vanguardia comunista y, por lo tanto, las condiciones no eran adecuadas para la organización de un levantamiento. Sin embargo, eso es exactamente lo que hicieron los líderes del Partido Comunista alemán con el apoyo del KAPD (Kun había llegado en Berlín a un acuerdo para una acción conjunta entre los dos partidos comunistas), con resultados desastrosos.
El 24 de marzo de 1921, los comunistas utilizaron todos los medios, incluida la fuerza, para intentar iniciar una huelga general. Grupos de activistas intentaron ocupar las fábricas por sorpresa para evitar la entrada de las masas de trabajadores no comunistas, a los que llamaron “rompehuelgas”. En otros lugares, grupos de desempleados se enfrentaron con trabajadores en su camino al trabajo o en las fábricas. El resultado general fue insignificante. Las estimaciones pesimistas indicaron 200.000 huelguistas; las optimistas, medio millón. En Berlín, la huelga fue prácticamente inexistente, y la manifestación conjunta del Partido Comunista alemán y del KAPD ni siquiera atrajo a 4.000 personas, mientras que unas semanas antes, en las elecciones al Landtagde Prusia el 20 de febrero de 1921, el Partido Comunista alemán había recibido 200.000 votos. Contra las órdenes de la Zentrale, los líderes comunistas del Ruhr dieron la señal de regresar al trabajo, pero fue sólo el 1 de abril de 1921 que un llamamiento de la Zentrale dio la orden de terminar la huelga.
Los días que siguieron a la derrota de la “Acción de marzo” revelaron el alcance del desastre que los líderes del Partido Comunista alemán habían infligido a su partido. El Partido Comunista alemán fue temporalmente ilegalizado; sus periódicos fueron prohibidos y sus líderes arrestados, incluyendo a Brandler. Lo más importante es que la membresía del partido cayó de aproximadamente 375.000 miembros antes de la “Acción de marzo” a 160.000 en agosto de 1921 y a 140.000 en noviembre de 1921 (Bayerlein und Albert 2014, 156). La pérdida masiva de afiliados del Partido Comunista alemán después de la “Acción de marzo” marcó el fin de la segunda fase de la revolución alemana (la primera culminó con el Levantamiento Espartaquista y con el asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht): la tercera y última fase comenzaría con la ocupación francesa y belga de la cuenca del Ruhr en enero de 1923 y se cerraría con el fallido “octubre alemán” de 1923 (Bayerlein et al. 2003).
El folleto de Paul Levi: Nuestro camino: Contra el putschismo (abril de 1921)
Paul Levi ofreció una aguda crítica a la “acción de marzo” en el folleto Nuestro camino: Contra el putschismo(Unser Weg: Wider den Putschismus), escrito del 3 al 4 de abril de 1921, y en el discurso “¿Cuál es el crimen: La ‘acción de marzo’ o su crítica?”, pronunciado en una sesión del Comité Central del Partido Comunista Unificado de Alemania celebrada el 4 de mayo de 1921.
La introducción al folleto de Levi Nuestro camino: Contra el putschismo muestra el tono agudo en el que su crítica a la actuación del Partido Comunista alemán, y al papel de la Internacional Comunista en la misma, fue formulada: “Se debe poner fin a los juegos irresponsables con la existencia de un partido, con las vidas y los destinos de sus miembros. Son los miembros del partido los que tendrán que ponerle fin, ya que los responsables todavía se niegan a ver lo que han hecho” (Levi 2011, 119-120).
Según Levi, el Partido Comunista alemán recibía alrededor de la quinta parte de los votos de los trabajadores, y sus miembros constituían aproximadamente 1 de cada 16 obreros organizados en sindicatos (o sea, el 6,25% de los trabajadores sindicalizados). Fuera del centro de Alemania, donde el Partido Comunista alemán poseía una mayoría numérica, no había ningún distrito en Alemania donde tuviera esa mayoría, y no controlaba ninguno de los distritos esenciales, tales como Berlín o Renania-Westfalia, donde una acción de masas podía destruir al estado burgués de inmediato. Además, el Partido Comunista alemán no tenía un apoyo importante en el ejército (que había sido convertido en un ejército “profesional” por el tratado de Versalles) o entre los trabajadores de los ferrocarriles, y, en general, su influencia era mucho mayor entre los desempleados que entre los trabajadores organizados en sindicatos. Estaba por lo tanto obligado a colaborar y trabajar en conjunto con el proletariado en general, y sólo podía actuar como una vanguardia si la propia clase obrera entraba en acción. Por último, el Partido Comunista alemán no tenía ningún apoyo significativo entre las clases medias, que tendían a reunirse en torno a los partidos y grupos armados de la derecha nacionalista. En esas circunstancias, Levi sostenía, era una locura organizar un levantamiento como el que el Partido Comunista alemán realizó en marzo de 1921.
“¿Cuál debería ser la relación de los comunistas con las masas en una acción?”, se preguntaba Levi.
Una acción que corresponde simplemente a las necesidades políticas del Partido Comunista, y no a las necesidades subjetivas de las masas proletarias, está condenada de antemano. Los comunistas no tienen la capacidad de actuar en lugar del proletariado, sin el proletariado, y en última instancia, incluso contra el proletariado, especialmente cuando todavía constituyen una minoría dentro del proletariado. Lo único que pueden hacer es crear situaciones, utilizando los medios políticos descritos anteriormente, en las que el proletariado vea la necesidad de la lucha y la lleve adelante, y, en estas luchas, los comunistas pueden entonces dirigir al proletariado con sus consignas (Levi 2011, 146, énfasis en el original).
Un ultimátum como el lanzado a los trabajadores no comunistas durante la “acción de marzo” (“¡Quien no está con nosotros está contra nosotros!”) estaba completamente fuera de lugar. Die rote Fahne, bajo la autoridad de la Zentrale, había
declarado la guerra a los trabajadores al comienzo de la acción, como una forma de empujarlos a la acción. Y comenzó la guerra. Los desempleados fueron enviados con antelación como columnas de asalto. Ocuparon las puertas de las fábricas. Irrumpieron en las plantas, iniciaron incendios en algunos lugares, y trataron de expulsar a los trabajadores fuera de las instalaciones. Una guerra abierta estalló entre los comunistas y los trabajadores (Levi 2011, 148, énfasis en el original).
Según Levi, las “características anarquistas de este levantamiento de marzo”, tales como “la lucha de los desocupados contra quienes tenían trabajo, la lucha de los comunistas contra los proletarios, la aparición del lumpenproletariado, los ataques con dinamita”, fueron todas consecuencias lógicas de esta actitud básica errónea.
Levi llegaba a la siguiente conclusión: “Todo esto caracteriza el movimiento de marzo como el mayor putsch bakuninista en la historia hasta la fecha [….] Llamarlo blanquismo sería un insulto a Blanqui”. Levi sacó la siguiente conclusión política de esta debacle: “Nunca más en la historia del Partido Comunista debe suceder que los comunistas declaren la guerra a los trabajadores. [….] El Partido Comunista es sólo la vanguardia del proletariado, y no puede ser lanzado contra el proletariado; no puede marchar si ha perdido la conexión con la fuerza principal” (Levi 2011, 148, 157, énfasis en el original).
Levi culpó a los emisarios del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en Alemania por el levantamiento. En una clara referencia a Zinoviev, argumentó que “algunos círculos del Comité Ejecutivo mostraron cierto recelo ante de la ‘inactividad’ del Partido alemán. Aparte de los graves errores cometidos por el Partido durante el golpe de Kapp, sin embargo, el Partido Comunista Alemán no podía ser acusado de fallas reales. Existía, pues, una presión fuerte sobre la Zentrale para emprender una acción ahora, inmediatamente y a cualquier precio” (Levi 2011, 138, énfasis en el original).
Levi rechazó la “teoría de la ofensiva” de Zinoviev y Bujarin, respaldada por el argumento de que la Rusia soviética se encontraba en un momento crítico y que existía una necesidad urgente de alivio desde el exterior. Según Levi, era necesario acabar con “el sistema de agentes confidenciales” que había causado tanto daño en Italia y Alemania. Europa Occidental y Alemania se habían convertido en “un banco de pruebas para todo tipo de estadista en miniatura” como Mátyás Rákosi, el plenipotenciario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en Livorno. “No tengo nada en contra de estos turquestanos,” sostuvo Levi (en una referencia a Béla Kun, cuyas ejecuciones de presos blancos durante la guerra civil rusa habían enfurecido a Lenin, quien lo envió en una misión al Turquestán), pero “harían menos daño con sus trucos sucios en su propio país” (Levi 2011, 18).
Levi llamó al “método de enviar personas irresponsables, que más tarde pueden ser aprobadas o desautorizadas a voluntad”, un “juego frívolo” que sería “fatal para la Tercera Internacional”. Un efecto todavía más perjudicial del “sistema de delegados” era el “contacto directo y secreto entre estos delegados y los dirigentes de Moscú”. Dichos delegados del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista
nunca trabajan con la Zentrale del país de que se trate, sino siempre a sus espaldas y, a menudo, incluso en contra de ella. Ellos encuentran personas en Moscú que les creen, otros no. Es un sistema que socava inevitablemente toda confianza para el trabajo mutuo entre ambas partes, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista y los partidos afiliados. Estos camaradas son generalmente inadecuados para el liderazgo político, además de ser muy poco confiables. Todo esto conduce a la falta un verdadero centro de liderazgo político (Levi 2011, 163, énfasis en el original).
El lenguaje desmedido de Levi anunciaba ya su próxima separación de la Internacional Comunista: “El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista funciona más o menos como un Cheka proyectada más allá de las fronteras de Rusia -una situación imposible. La demanda de que esta situación cambie, y de que el liderazgo en ciertos países no sea asumido por delegados incompetentes, la exigencia de que exista un liderazgo político y no una policía partidaria, no es una reivindicación de autonomía” nacional (Levi 2011, 164).
El discurso de Levi ante el Comité Central del Partido Comunista Alemán sobre la “Acción de marzo” (4 de mayo de 1921) y su ruptura con la Internacional Comunista
En su discurso en la reunión del Comité Central del Partido Comunista alemán del 4 de mayo de 1921 (llamado “¿Cuál es el crimen: La ‘acción de marzo’ o su crítica?”) Levi desarrolló las ideas contenidas en su folleto Nuestro camino: Contra el putschismo. Comparó el desarrollo del comunismo en Rusia y Europa Occidental, arguyendo que, debido a las trayectorias históricas divergentes seguidas por ambas sociedades, éstas requerían diferentes formas de organización. Mientras que el bolchevismo se había desarrollado en una sociedad mayormente feudal, con una burguesía muy débil, en Europa Occidental “el proletariado se enfrenta a una burguesía totalmente desarrollada, y por ende a las consecuencias políticas del desarrollo de la burguesía, es decir, a la democracia, y, en democracia, o lo que se entiende como tal bajo el gobierno de la burguesía, la organización de los trabajadores asume formas diferentes de las que asume bajo la forma estatal del feudalismo agrario, que es el absolutismo” (Levi 2011, 182-183). En Europa Occidental la forma de organización sólo podía ser “la de un partido de masas que no está cerrado en sí mismo. Partidos de masas de este tipo nunca se pueden mover a las órdenes de un Comité Central, a las órdenes de una Zentrale, la única manera en que se pueden mover es en el fluido invisible en el que están situados, en la interacción psicológica con la totalidad de la masa proletaria fuera del partido” (Levi 2011, 183).
Había, además, otra diferencia fundamental: mientras que el marxismo en Rusia se había desarrollado en el seno de una clase trabajadora políticamente virgen, en Alemania y en Europa Occidental ya estaba organizada una gran parte del proletariado. Esto creaba la peligrosa posibilidad de una separación entre los trabajadores organizados, que permanecían unidos a los viejos partidos reformistas y a sus sindicatos, y los trabajadores no organizados o desempleados, que abrazaban el comunismo. En tal escenario, “el Partido Comunista no es lo que debería ser, la organización de una parte del proletariado -la parte más avanzada, pero una parte que atraviesa a todo el proletariado-, sino que se convierte en una parte del proletariado verticalmente dividida de acuerdo a aspectos socialmente diferenciadores” (Levi 2011, 183).
Alemania era, pues, una especie de laboratorio histórico en el que las tácticas necesarias para ganar a los proletarios agrupados en torno a las organizaciones de masas reformistas tenían que ser desarrolladas y probadas por primera vez. A fin de hacer esto, los comunistas tenían que llegar “en términos políticos a algún tipo de conexión con estas organizaciones”, a fin de “ganar influencia política en ellas”. El Partido Comunista alemán se había embarcado en este camino con la “Carta Abierta”, que había planteado la consigna de la unidad debido a que “sólo es posible acercarse a las masas organizadas de los trabajadores, no simplemente luchando contra ellos, sino relacionándose con sus propias ideas, aun si éstas son erróneas, y ayudándoles a superar el error por su propia experiencia” (Levi 2011, 184).
Levi cerró su discurso denunciando los trucos sucios empleadas en la polémica en su contra, sobre todo por Radek: “Si alguien ha cometido un error, entonces debe atacar tres veces más a la persona que critica el error al tiempo que lo corrige en silencio. Es la táctica que utilizan para mantener su propia infalibilidad” (Levi 2011, 203). Levi denunció todos los intentos de llegar a un acuerdo privado, con el argumento de que “los errores de los comunistas son un componente de la experiencia política de la clase proletaria tanto como sus logros. Ni los unos ni los otros pueden o deben ser ocultados de las masas” (Levi 2011, 204).
En una carta a Paul Levi y Clara Zetkin fechada el 16 de abril de 1921, Lenin reiteró su apoyo a la política de frente único iniciada por Levi, afirmando que la Carta Abierta es “una táctica perfectamente correcta (he condenado la opinión contraria de nuestros ‘izquierdistas’ que se opusieron a esta carta)”, y reconoció que la crítica de Levi a la “Acción de marzo” era correcta, declarando: “Creo que el representante del Comité Ejecutivo [Béla Kun] defendió las tácticas tontas, que eran demasiado izquierdistas —a fin de tomar medidas inmediatas ‘para ayudar a los rusos’: este representante es muy a menudo demasiado izquierdista” (Lenin 1921b). Sin embargo, el intento de Lenin de llegar a un acuerdo entre las facciones del Partido Comunista alemán fracasó.
La expulsión de Paul Levi del Partido Comunista alemán y de la Internacional Comunista
El 15 de abril de 1921, la Zentrale votó expulsar a Levi del Partido Comunista alemán por indisciplina, y le exigió que renunciara a su puesto como diputado en el Reichstag. Levi apeló de inmediato ante el Comité Central contra la decisión de la Zentrale. El 16 de abril de 1921, ocho líderes conocidos y miembros responsable del Partido declararon su solidaridad con él, y se ofrecieron como garantes de que estaba diciendo la verdad: Ernst Däumig, Clara Zetkin, Otto Brass y Adolf Hoffman, que habían renunciado con él a la Zentrale en febrero de 1921; Curt Geyer, el delegado del Partido en Moscú; y tres figuras destacadas de la comisión sindical, ex-líderes de los delegados revolucionarios [Revolutionäre Obleute]: Paul Neumann, Heinrich Malzahn y Paul Eckert. Por lo tanto, todo un sector de la dirección comunista alemana se negó a aceptar la expulsión de Levi y las razones expuestas para justificarla.
En su sesión del 29 de abril de 1921, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista aprobó una moción para aprobar la expulsión de Paul Levi del Partido Comunista alemán y, por lo tanto, de la Internacional Comunista. En una apelación dirigida al Presídium del Tercer Congreso Mundial y fechada el 31 de mayo de 1921, Levi afirmó: “mi crítica de la ‘Acción de marzo’ del Partido Comunista de Alemania es comunista”, argumentando que solo había criticado la “Acción de marzo” porque constituía “una ruptura con todo el pasado del partido”. Levi creía que “estos ‘nuevos principios’ representan en realidad un abandono de las concepciones comunistas”. Levi defendió los contenidos de su folleto Nuestro camino: contra el putschismo y de su discurso del 4 de mayo de 1921, señalando que “los hechos no han sido seriamente cuestionados por nadie en ningún lugar” (Riddell 2015, 1094, 1090, 1902). Levi también ofreció una evaluación matizada del papel del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista en todo este asunto lamentable:
También sostengo lo que dije con respecto a la influencia del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, aunque hay varias cosas que deben decirse en defensa del Ejecutivo que no subrayé lo suficiente en lo que escribí. En realidad, el Ejecutivo se limitó a proporcionar un estímulo. (Esto no se aplica a sus representantes en Alemania, que fueron mucho más lejos). El Ejecutivo supuso que este estímulo sería revisado en Alemania, y posiblemente modificado o rechazado, por personas independientes y competentes capaces de tomar sus propias decisiones. Admito que el Ejecutivo tal vez no haya tenido en cuenta la posibilidad de que la Zentrale del Partido Comunista alemán se tragaría indiscriminadamente todo lo que se les ofrecía en nombre del Ejecutivo. Pero en cuanto al hecho de que los representantes del Ejecutivo ejercieron una influencia del tipo que describí -de hecho, que intervinieron independientemente de la Zentrale o incluso a sus espaldas- no hay ninguna duda al respecto (Riddell 2015, pp. 1094-1095, énfasis en el original).
En cuanto a la acusación de que el folleto apareció en un momento en que Alemania estaba atravesada por el terror blanco y proporcionó pruebas para el procesamiento, Levi argumentó que se sintió obligado a publicarlo porque el Partido Comunista alemán “estaba lejos de haber haberse percatado de la locura de tal acción”, y por lo tanto “existía el peligro de que se embarcara en nuevas locuras”. Levi también recordó que “no se ha citado un solo caso en el que la fiscalía tomó medidas debido al folleto”, y fue más allá para plantear una cuestión de principio:
Todos hemos reconocido desde el principio que el bienestar del partido no puede sacrificarse para evitar que los compañeros pierdan su libertad o incluso algo peor. Esta concepción también guió a la Zentrale cuando puso en marcha la “Acción de marzo”, que costó a muchos camaradas su libertad y sus vidas. Si es cierto que la “Acción de marzo” fue un error desastroso y que era políticamente indispensable que el partido corrigiera ese error, entonces el folleto debía publicarse incluso a riesgo de que los responsables se vieran obligados a pasar a la clandestinidad. No puedo aceptar ninguna regla para el Partido Comunista según la cual las consecuencias de los errores desastrosos son asumidas solo por los miembros y no por los líderes que cometieron los errores en primer lugar (Riddell 2015, 1095).
Levi creía que, como resultado de la Acción de marzo, “la Zentrale del partido alemán y, junto con él, el partido en su conjunto, se vieron comprometidos ante el proletariado alemán e internacional”, concluyendo:
Si el partido hubiera reunido el coraje para admitir los errores públicamente, aceptar todas las consecuencias y reparar el daño, esto habría eliminado una gran parte del daño causado por la “Acción de marzo”. Este daño se puede expresar en estadísticas, pero va mucho más allá. El daño se expresa en una pérdida de prestigio y autoridad moral entre las masas proletarias; una pérdida sufrida por los comunistas, el Partido Comunista y la Internacional Comunista, una pérdida que no se puede medir ni calcular. Cuánto de la pérdida se puede reparar ahora depende del Congreso. Puede lograr mucho, siempre que identifique libre y abiertamente los errores y los responsables, al mismo tiempo que se aleja de ellos. Por eso considero que es mi deber presentar mi “caso” también al congreso (Riddell 2015, 1096).
Lamentablemente sus esperanzas se vieron decepcionadas.
El compromiso en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista (22 de junio-12 de julio de 1921)
Las “Tesis sobre la táctica” adoptadas por el tercer congreso de la Internacional Comunista dicen, increíblemente: “El 3° congreso de la Internacional Comunista considera la acción de marzo del Partido Comunista Unificado de Alemania como un paso adelante” (Pasado y Presente 1973, 51). Esto fue escrito, recordémoslo, luego de un intento de golpe de estado, llevado a cabo contra la voluntad de la mayoría de la clase obrera alemana, como consecuencia del cual la Internacional Comunista perdió 200.000 militantes obreros en el corazón industrial de Europa en el transcurso de unas pocas semanas. La “Resolución sobre la acción de marzo y sobre el Partido Comunista Unificado de Alemania”, adoptada por el mismo congreso, a su vez afirma:
El Tercer Congreso mundial comprueba con satisfacción que las resoluciones más importantes y particularmente el fragmento de la resolución sobre la táctica concerniente a la ardientemente discutida acción de marzo, han sido adoptadas por unanimidad, y que hasta los representantes de la oposición alemana, en su resolución sobre la acción de marzo, se ubicaron de hecho en un terreno idéntico al del Congreso […]
El Congreso espera de la Dirección central (la Zentrale) y de la mayoría del Partido Comunista Unificado de Alemania una actitud tolerante con respecto a la antigua oposición, puesto que aplica lealmente las decisiones adoptadas por el Tercer Congreso. Está además persuadido de que la Dirección Central hará todo lo posible para unificar a todas las fuerzas del Partido.
El Congreso solicita a la antigua oposición que disuelva inmediatamente toda organización de fracción, que subordine absoluta y totalmente su fracción parlamentaria a la Dirección Central, que supedite por entero la prensa a las organizaciones respectivas del Partido, que suspenda inmediatamente toda colaboración (en revistas, etc.) con Paul Levi, expulsado del Partido y de la Internacional Comunista (Pasado y Presente 1973, 106).
¿Por qué el congreso adoptó esta actitud? Recordemos que, durante el Putsch de Kapp, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista publicó en su órgano oficial, Die Kommunistische Internationale, la furiosa carta que Paul Levi dirigió a la Zentrale del KPD desde la prisión de Moabit (la cual constituyó una falta de disciplina no menos grave que la publicación del folleto Nuestro camino: Contra el putschismo), acompañándola con una nota que rezaba:
Nuestros enemigos, naturalmente, habrán de alborozarse por los desacuerdos dentro del Partido Comunista de Alemania. ¡Allá ellos! Nosotros, los comunistas, nunca hemos temido a la autocrítica. Los editores de Die Kommunistische Internationale están de acuerdo con la idea central de la crítica contenida en las tres cartas [el número incluía también cartas de Clara Zetkin y Ernst Meyer] y en el artículo del camarada Radek reproducido después de ellas (Levi 1920a, 147).
La cuestión de la disciplina era, entonces, secundaria. El secreto de la negativa de la Internacional Comunista a hacer un balance crítico de la “acción de marzo” está en la adopción de las resoluciones “por unanimidad”, es decir, en el marco de un compromiso entre las fracciones existentes en el seno de la Internacional Comunista. Mientras que la posición sectaria adoptada por el Partido Comunista alemán durante el Putsch de Kapp había sido responsabilidad exclusiva de la Zentrale, toda la dirección de la Internacional Comunista estaba comprometida con la “Acción de marzo”, por lo que un balance serio de la misma hubiera implicado limpiar los establos de Augías de la Internacional. Esto hubiera tenido un efecto devastador sobre la reputación y la autoridad de personajes como Zinoviev, Bujarin, Karl Radek, Béla Kun y Mátyás Rákosi, los cuales, a su vez, tenían el apoyo de secciones nacionales importantes como la italiana. Dado el efecto disruptivo que esto habría tenido en la Internacional, Lenin y Trotsky consideraron que el mal menor era rescatar la táctica del frente único (el slogan adoptada por el tercer congreso fue “¡A las masas!”, indicando la necesidad de conquistar una mayoría de las masas trabajadoras antes de contemplar la conquista del poder político), aun a precio de sacrificar a quien la desarrolló originalmente.
Incluso después de la expulsión de Levi de la Internacional Comunista, Lenin argumentó que “Levi esencialmente tiene razón en muchos aspectos de su crítica a la acción de marzo de 1921 en Alemania”, aunque había “revestido su crítica en una forma inadmisible y perjudicial […] defendí y tuve que defender a Levi por cuanto sus adversarios se limitaban a vociferar acerca del ‘menchevismo’ y del ‘centrismo’, y se negaban a ver los errores de la acción de marzo y la necesidad de explicarlos y corregirlos” (Lenin 1921d, 433-434).
En cuanto a Karl Radek, en la primera sesión del Segundo Pleno Ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, celebrado el 7 de junio de 1922, presentó un informe en el cual recordó “las diversas etapas del desarrollo de nuestras tácticas de frente único”, aunque sin mencionar a Paul Levi como redactor de la Carta Abierta:
Recordarán que fue el Partido Comunista alemán, impulsado por sus propias experiencias, el que en enero de 1921 sugirió en una Carta Abierta a los partidos socialistas y a los sindicatos crear, mediante un acuerdo con los partidos no comunistas, un Frente único proletario para la lucha por nuestras demandas inmediatas y específicas. Esta propuesta del PC alemán se encontró con el rechazo no sólo del SPD sino también del Partido Socialista Independiente de Alemania [USPD], un adherente de la Internacional 2½, que nació como “unificadora”. Les recuerdo que, en su resolución del Tercer Congreso, la Internacional Comunista acogió con beneplácito este paso e incluso dijo que podía servir de ejemplo para todos los demás países. (Taber and Riddell 2019, 254)[15]
El “Colectivo de trabajo comunista” (Kommunistische Arbeitsgemeinschaft) del Paul Levi (verano de 1921-1922)
El congreso del Partido Comunista Alemán celebrado en Jena del 22 al 26 de agosto de 1921 expulsó a Curt y Anna Geyer, precipitando la partida de tres diputados que habían estado indecisos hasta entonces, Ernst Däumig, Marie Mackwitz y Adolf Hoffmann, quienes se unieron a Levi para formar el “Colectivo de trabajo comunista” (Kommunistische Arbeitsgemeinschaft), que duró poco tiempo. La ruptura significó una sangría severa para la representación parlamentaria del KPD, porque Levi se llevó consigo a la mayoría de la delegación del partido en el Reichstag.
Las demandas del “Colectivo de trabajo comunista” incluían cinco puntos que, además del rechazo al putschismo y a la interferencia externa irresponsable en el liderazgo de los partidos comunistas, subrayaban la hostilidad de Levi hacia la Internacional Sindical Roja (Profintern), establecida formalmente en julio de 1921:
1) Completa independencia material de la Internacional Comunista;
2) Toda la literatura de organizaciones comunistas extranjeras (incluidos los órganos de la Internacional Comunista y de la Internacional Sindical Roja) que aparezca [en Alemania] se colocará bajo el control conjunto del liderazgo del partido alemán;
3) Garantías contra toda intervención organizativa abierta u oculta por parte del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, ya sea junto a los órganos de la sección alemana, fuera de ellos o en contra de ellos;
4) Adopción de un programa con una política que haga posible la colaboración de todos los trabajadores revolucionarios en Alemania, con renuncia expresa a todos los intentos de putsch tales como la Acción de marzo;
5) Establecimiento de una política sindical que, independientemente de todos los objetivos revolucionarios, mantenga la unidad organizativa y la coherencia de los sindicatos alemanes.
Esta petición de “autonomía nacional” y esta adaptación a la burocracia sindical allanaron el camino para el regreso de Paul Levi a la socialdemocracia. La publicación por parte de Levi, poco tiempo después, del manuscrito de Rosa Luxemburg sobre la revolución rusa condujo a una furiosa polémica con Clara Zetkin, recientemente traducida al inglés (Levi 1922, Zetkin 1922).
Conclusión
Paul Levi fue un dirigente político talentoso, forzado contra su voluntad a asumir una tarea histórica para la cual no era adecuado teóricamente ni temperamentalmente, que desempeñó un papel destacado como líder comunista durante un par de años hasta que decidió romper con la Internacional Comunista. Según el testimonio de Trotsky:
En las conferencias restringidas al tema de los acontecimientos de marzo de 1921 en Alemania, Lenin declaró sobre Levi: “este hombre ha perdido definitivamente la cabeza”. Es cierto que Lenin añadía también con malicia: “Por lo menos tenía algo que perder, pero no podemos decir lo mismo de otros muchos”. Entre los “otros” figuraban Béla Kun, Thalheimer, etc. (Trotsky 1932, 172).
La eventual deriva política de Levi hacia la socialdemocracia, sin embargo, no exime a la Internacional Comunista de su responsabilidad por la catástrofe que sufrió el proletariado alemán durante la “Acción de marzo” de 1921. Primero, porque permitió que Zinoviev y Bujarin desarrollaran en su medio la “teoría de la ofensiva” de ultraizquierda, cuya culminación lógica fue el putsch de marzo de 1921 en Alemania.[16] En segundo lugar, por enviar a Mátyás Rákosi (en palabras de Pierre Broué, “una de las personas más limitadas y brutales producidas por el movimiento comunista”[17]) a causar estragos en Livorno y luego en Berlín, forzando la renuncia de Paul Levi, Ernst Däumig, Clara Zetkin, Otto Brass, Adolf Hoffmann y Curt Geyer de laZentrale del Partido Comunista Unificado de Alemania. Tercero, por haber permitido a Karl Radek formar una facción anti-Levi dentro del Partido Comunista alemán, que incluía a Paul Fröhlich, August Thalheimer, Walter Stöcker y Heinrich Brandler, la persona que reemplazó a Levi al frente de la dirección del partido después de la intervención de Rákosi.[18] Cuarto, al enviar a otra persona brutal y limitada, Béla Kun, y a un aventurero político como József Pogány, para organizar el putsch en Alemania. Y, finalmente, debido a la manera en que la Internacional Comunista evitó realizar un balance serio de la desastrosa experiencia alemana.
Hemos mencionado ya que, en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista, Lenin y Trotsky llegaron a un acuerdo con los ultraizquierdistas, por el cual se rescató la táctica del frente único al precio de sacrificar a la persona que la desarrolló originalmente. Es dable preguntarse si este compromiso fue una decisión acertada, dada la señal que envió a los militantes comunistas: las personas obedientes a las directivas de Moscú, aun si éstas eran dañinas para los intereses de la clase obrera, fueron premiadas, mientras que los críticos fueron denostados y expulsados (Zinoviev más tarde sistematizaría esta práctica en el marco de la política conocida como “bolchevización”, que condujo a la expulsión de los partidarios de Trotsky de la Internacional Comunista y de sus secciones nacionales). Más aún, la nueva dirección del Partido Comunista alemán, consolidada al precio de semejante sacrificio, probaría no estar a la altura de las circunstancias cuando la historia le ofreció una segunda oportunidad, en octubre de 1923 (Broué 1997, 293–349). De todas maneras, los elementos positivos de la experiencia alemana quedaron plasmados en dos resoluciones adoptadas por el cuarto congreso de la Internacional Comunista: las “Tesis sobre la unidad del frente proletario” (Pasado y Presente 1973, 191-200), válidas para los países imperialistas, y las “Tesis generales sobre la cuestión de Oriente”, cuya sección sexta indica la táctica a seguir en los países semicoloniales, el “frente antiimperialista único” (Pasado y Presente 1973, 231-233).
Apéndice I: La “Carta al Comité Central del Partido Comunista de Alemania” de Paul Levi sobre el golpe de estado de Kapp (16 de marzo de 1920)
Introducción de los editores de la revista Die Kommunistische Internationale
La “Carta al Comité Central del Partido Comunista de Alemania” de Paul Levi se publicó en el órgano oficial del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Die Kommunistische Internationale, junto con un artículo de Ernst Meyer titulado “Sobre la ‘Declaración de lealtad’ del Partido Comunista”, otro de Clara Zetkin sobre “La situación en Alemania”, y uno final de Karl Radek sobre “El Partido Comunista de Alemania durante el golpe de estado de Kapp Putsch: un examen crítico”. La “nota del editor”’ dice:
Para una elucidación completa e integral de las tácticas de los comunistas durante el golpe de estado de Kapp, presentamos en este número tres cartas muy importantes de miembros influyentes de la Zentrale del Partido Comunista de Alemania: el camarada Levi (que estaba en ese momento en la cárcel), la camarada Clara Zetkin y el camarada Ernst Meyer.
El tono apasionado de las cartas, particularmente el de la carta del camarada Levi, que éste escribió desde una celda de prisión, es muy comprensible.
Nuestros enemigos naturalmente tratarán de alegrarse por los desacuerdos dentro del Partido Comunista de Alemania. ¡Déjenlos! Los comunistas nunca hemos temido la autocrítica.
Los editores de Die Kommunistische Internationale coinciden con la idea central de los críticos en las tres cartas y con el artículo del camarada Radek impreso inmediatamente después de ellas.
Una crítica abierta de los errores de la Zentrale del Partido Comunista de Alemania solo contribuirá a permitir la fusión de los trabajadores revolucionarios que pertenecen al KAPD con nuestros compañeros en las filas de un solo Partido Comunista.
Die Kommunistische Internationale, 2. Jg. 1920, Nr. 12, S. 147.
Carta al Comité Central del Partido Comunista de Alemania.
Fuente: Paul Levi, ‘Der Kapp-Lüttwitz-Putsch und die Kommunistische Partei Deutschlands. Brief an das Zentralkomitee der Kommunistischen Partei Deutschlands’, Die Kommunistische Internationale. Organ des Executivkomitees der Kommunistischen Internationale, 2. Jg. 1920, Nr. 12, S. 147–50.
Acabo de leer los volantes. Mi veredicto: el Partido Comunista de Alemania está amenazado por la bancarrota moral y política. No puedo entender cómo alguien puede escribir en esta situación frases como la siguiente: “La clase obrera no puede actuar en este momento. Hay que decirlo con claridad”. “El mero hecho de que Lüttwitz y Kapp hayan tomado el lugar de Bauer y Noske [dos líderes socialdemócratas, el segundo responsable directo de los asesinatos de Rosa Luxemburg y Karl Libeknecht]… no cambió nada de inmediato… en el estado de la lucha de clases en su conjunto”. Nos hemos convertido en proveedores de las noticias más tristes al movimiento obrero, siempre gritando: “¡Realmente no tiene ningún propósito!” Ahora lo tienen por escrito del Partido Comunista. Después de negar en el primer día la capacidad [de la clase obrera] para actuar, al día siguiente el partido publica un volante [que dice]: “Ahora el proletariado alemán finalmente debe emprender la lucha por la dictadura del proletariado y la república comunista soviética”. El volante luego habla… de la huelga general (la clase obrera había sido considerada incapaz de actuar). Al mismo tiempo (cuando la huelga general sacó a las masas de las fábricas) [el volante llama a] las elecciones de soviets (Räte), [y a la convocación de un] congreso soviético central. En resumen, nuestros “mandamases” rompen el cuello de la huelga general, organizativa y políticamente. También lo hacen moralmente. Considero que es un crimen, ahora, romper la acción [huelguística] diciendo: “El proletariado no levantará un dedo para la república democrática”. ¿Saben lo que eso significa? ¡Esto es una puñalada en la espalda de la acción más grande del proletariado alemán! Siempre pensé que éramos claros y estábamos de acuerdo con lo siguiente: si se desata una acción, ¡incluso para el objetivo más estúpido! (la revolución de noviembre [de 1918] no tenía una meta razonable, o más bien no tenía ninguna meta) ¡debemos apoyar esa acción y elevarla por encima de su objetivo estúpido por medio de nuestras consignas, [para] acercar a las masas a la meta real a través de la intensificación de la acción! Y no llorar al principio “no levantaremos un dedo” si no nos gusta el objetivo. En el ínterin, se deben encontrar consignas concretas. ¡Digan a las masas lo que debe hacerse en el momento mismo! Las consignas deben, por supuesto, ser intensificadas, [pero] gradualmente intensificadas. La república soviética es la última consigna, no la primera. Me parece que ahora nadie piensa en la elección de los soviets. El eslogan en el momento presente sólo puede ser: el armamento del proletariado.
Comparen esto con el artículo que apareció en Die Rote Fahne el domingo [bajo el título]: “¿Qué hacer?” No debería haber ninguna duda de que si, después de la represión del golpe militar, un gobierno Bauer-Ebert-Noske vuelve a existir, ya no sería el antiguo, porque habría perdido su apoyo de la derecha, así como ya no era el antiguo en enero de 1919, después de perder su apoyo de la izquierda. Por lo tanto, ¡es imperativo hacer todo lo posible para intensificar la acción, para aplastar el golpe sin compromiso! Si tenemos éxito, cualquier “república democrática” futura se deslizará hacia la izquierda, porque perderá su pie derecho. ¡Solo entonces llegará el momento en el que podamos desarrollarnos! Ahora debemos [emprender] la acción conjuntamente, también con el SPD, [mientras mantenemos] las consignas por separado también del USPD (¡si tan solo tuviéramos consignas [que se originaron] en las calles y no se buscaron en los libros!). El golpe en cualquier caso [debe ser] aplastado, porque todo lo demás debe seguir casi por necesidad [de su derrota]. Consigna inmediata: ¡Contra cualquier compromiso! Me entristece profundamente [escuchar que ha habido] negociaciones con la pandilla [de Kapp-Lüttwitz].
Ahora tuvimos la oportunidad de que el partido consolidado desempeñara un papel destacado como lo hizo en 1918, a través de unos pocos volantes. ¡En cambio, [publicamos] estas ridiculeces infantiles! No puedo enumerar todos los detalles, sobre los cuales cada uno de nosotros debería llorar. No veo cómo el partido puede recuperarse de este golpe. ¿Cuántas veces hemos discutido esto antes? Si viene el golpe contrarrevolucionario, entonces –acción conjunta también con el Partido Socialdemócrata, porque el Partido Socialdemócrata se romperá en la acción.
¿Y ahora? “No levantaremos un dedo”. ¡Un eslogan comunista! No dormí ayer, la primera vez desde que estoy aquí [en la cárcel de Moabit], sobre esta historia, y ahora quiero agregar algo a lo que escribí. Lo que ayer por la noche fue una profunda decepción, ¡hoy es pura rabia! Pero me abstendré de cualquier cosa personal. Así que ahora vamos al punto central.
A: Supongo que también la Zentrale del Partido Comunista ha notado que el proletariado alemán, y especialmente el proletariado de Berlín, es sorprendente. Aunque la dirección del Partido Comunista alemán haya diagnosticado la “incapacidad para actuar” [del proletariado], no puede dejar de discernir ahora que, efectivamente, hay una acción [huelguística]. ¡Las huelgas requieren demandas! Uno debe saber qué se debe lograr directamente con la huelga (y además qué quieren nuestros oponentes). Las demandas deben ser planteadas por el Partido Comunista alemán, porque el Vorwärts [el órgano del Partido Socialdemócrata] (sabiamente) no lo ha hecho. Estas demandas son:
(1.) El armamento del proletariado para asegurar la república, es decir, la distribución de armas a los [trabajadores] organizados políticamente, porque el Vorwärts (sabiamente) no lo ha solicitado. Esta demanda es de la mayor importancia. ¡Al parecer, ya ha sido escamoteada!
(3.) Arresto inmediato de los líderes del golpe militar y su sentencia por un tribunal proletario, porque un tribunal militar [sería] una broma. ¡Y nada más!
Lo que la Zentrale del Partido Comunista escribe en su folleto del 16 de marzo [de 1920] es inútil. La “República Soviética” y el “Congreso de los Soviets” no son demandas, mientras el pueblo no luche por su implementación; particularmente porque no son demandas [dirigidas] contra nuestros oponentes. “¡Abajo la dictadura militar!”, “¡Abajo la democracia burguesa!”, tampoco son demandas de la huelga, sino frases. Lo que se incluyó como demandas positivas en el volante, y entonces (¿por qué?) se eliminó de nuevo, también era inútil. ¡No la “renuncia” del gobierno de Kapp, sino su “arresto”! ¡Los culpables de alta traición no “renuncian”! ¡El “desarme del ejército”! Por el momento, esto no tiene sentido, porque la demanda atraviesa aquellas partes del ejército que están en contra del golpe de estado. Esa demanda se dirige contra una parte de las fuerzas con las que el proletariado debe contar en la actualidad. La confiscación inmediata de las armas de la burguesía, la formación de un ejército de la clase trabajadora, son demandas que no pueden satisfacerse de la noche a la mañana, su implementación necesita semanas, por lo tanto, no son demandas de la huelga general. No conozco ninguna demanda que uno pueda oponerse razonablemente a las tres mencionadas anteriormente.[19] Pero tal vez aún surjan otras demandas de la acción que no puedo juzgar desde aquí.
B) Con esas consignas, el Partido Comunista alemán debe dar a la huelga un carácter que hasta ahora no ha tenido. Con esas consignas, después de algún tiempo, se logrará el resultado que la Zentrale del Partido Comunista ha colocado en la base de su pensamiento político: ¡que el Partido Socialdemócrata no cooperará o, más bien, que no resistirá! Entonces, pero solo entonces, llegará el momento de decirle a las masas: las metieron en este problema y ahora las traicionan nuevamente.
Entonces, y solo entonces, cuando las masas asuman nuestras demandas y los “líderes” se nieguen a cumplirlas o incluso a traicionarlas, ¡la inclusión de demanda adicionales, es decir, de soviets, se seguirá de la acción! Los soviets, el congreso soviético, la república soviética, “¡Abajo la república democrática!”, etc., todas estas demandas surgirán naturalmente cuando se cumplan las demandas de la huelga. Pero ahora, todo debe estar concentrado en estas demandas de la huelga. Si se cumplen, la república debe deslizarse hacia la izquierda. E incluso si Noske permanece, no podría hacer nada. Porque si las demandas de la huelga se cumplen, las fuerzas que apoyan a la república estarán en el proletariado, y el gobierno, como se llame, tendrá que apoyarse en esta [disposición de] fuerzas sociales, completamente diferente. ¡Desde entonces hasta la república soviética, un período de seis meses sería un desarrollo normal!
Organizacionalmente, tenemos que hacer [lo siguiente]:
(1.) Una vez al día, o dos veces, según la situación, sacar un volante general, no un “compendio comunista”, sino cuatro oraciones sobre la situación, una oración que contenga la conclusión, y las demandas de la huelga. En particular, [el volante debe incluir] críticas al liderazgo de la huelga, que querrá llegar a un acuerdo [con los líderes golpistas].
[También sacar] un volante dirigido a los soldados. Un volante dirigido al Partido Socialdemócrata. Un volante dirigido a los empleados estatales, escrito de forma explicativa. Un volante dirigido a los trabajadores ferroviarios, postales y telegráficos.
(2.) Intensificación de la acción [huelguística]. Asambleas con manifestaciones en el parque Treptower [en Berlín]. No [llamar a] choques frontales.
(3.) Preparación [militar] de cuadros, aunque sin armas. Cuando las tropas que vienen de afuera choquen con las tropas locales, la ciudad no debe permanecer en silencio. Al menos debe haber cuadros presentes para que la muchedumbre no se agolpe detrás de las tropas y no tengamos que sangrar por ello.
Paul Levi
Celda de prisión, Lehrterstrasse,
Berlín, 16 de marzo de 1920
Apéndice II: Carta abierta de la Zentrale del Partido Comunista Unificado de Alemania, 8 de enero de 1921
Fuente: “Offener Brief der Zentrale der Vereinigten Kommunistischen Partei Deutschlands”, Die Rote Fahne(Berlin), 8. Januar 1921. Reproducido en Hermann Weber (hrsg.), Der deutsche Kommunismus: Dokumente 1915-1945, Köln: Kiepenheuer & Witsch, 1973, pp. 168-169.
Carta abierta de la Zentrale del VKPD a la Federación General de Sindicatos Alemanes, la Asociación de las Ligas de Empleados Socialdemócratas, la Unión General de Trabajadores, el Sindicato de Trabajadores Libres (sindicalista), el Partido Socialdemócrata de Alemania, el Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania, y el Partido Comunista Obrero de Alemania:
El Partido Comunista Unificado de Alemania considera que es su deber, en este momento grave y difícil para todo el proletariado alemán, apelar a todos de los partidos y sindicatos socialistas.
La descomposición progresiva del capitalismo, las repercusiones de la crisis mundial incipiente sobre los efectos de la crisis alemana especial, la devaluación creciente de la moneda y el progresivo aumento en el precio de todos los alimentos y bienes de consumo, el aumento del desempleo y el empobrecimiento de las masas, todos los cuales continúan avanzando en Alemania, hacen necesario que la clase proletaria en su conjunto se defienda a sí misma; no sólo el proletariado industrial sino todas las capas que recién ahora despiertan [a la vida política] y toman conciencia de su carácter proletario. El proletariado es mantenido en esta situación insoportable por la reacción creciente, que especula con su falta de unidad y le impone siempre nuevas trabas a través de la Orgesch[20], de los asesinatos, del poder judicial que encubre a todos los asesinos.
Por lo tanto, el VKPD propone que todos los partidos socialistas y las organizaciones sindicales se reúnan sobre las bases siguientes, dejando para más adelante la discusión detallada de las acciones individuales a realizar:
I.
a) Introducción de luchas salariales uniformes para asegurar la existencia de los trabajadores, empleados y funcionarios públicos. Combinación de las luchas salariales individuales de los trabajadores ferroviarios, los funcionarios públicos, los mineros y otros trabajadores industriales y agrícolas en una lucha única conjunta.
b) Aumento de todas las pensiones de las víctimas de guerra, los jubilados y pensionados en proporción a los aumentos de sueldos demandados.
c) Regulación uniforme del seguro de desempleo para todo el país, en base a los ingresos de los empleados a tiempo completo. Todo el costo de esta operación debe ser afrontado por el estado federal [Reich], que debe imponer impuestos solamente al capital para dicho propósito. Dicha operación debe controlada por los desempleados a través de los consejos especiales de desempleados, conjuntamente con los sindicatos.
II Medidas para reducir el costo de vida, a saber:
a) Entrega de alimentos subsidiados a todos los asalariados y a quienes perciben estipendios bajos (pensionistas, viudas, huérfanos, etc.) bajo la supervisión de las cooperativas de consumo y el control de los sindicatos y comités de empresa. Los medios [financieros] necesarios deben ser proporcionados por el estado federal.
b) Confiscación inmediata de todos los cuartos habitables disponibles, con derecho no sólo a la ocupación compulsiva, sino también al desalojo forzoso de las familias pequeñas de apartamentos y casas de gran tamaño.
III. Medidas para la provisión de alimentos y bienes de consumo:
a) Control de todas las materias primas existentes, carbón y fertilizantes por parte de los consejos de trabajadores. Puesta en funcionamiento de todas las fábricas productoras de bienes de consumo que se encuentren paradas, distribución de los bienes así producidos de acuerdo con los principios detallados en II. a).
b) Control del cultivo, la cosecha y la venta de todos los productos agrícolas por los consejos de pequeños campesinos y los consejos rurales [Gutsräte], conjuntamente con las organizaciones de trabajadores agrícolas.
IV.
a) Desarme inmediato y disolución de todas las milicias burguesas, y creación de organizaciones de autodefensa proletarias en todos los estados [Länder] y comunidades.
b) Amnistía para todos los delitos cometidos por razones políticas o por causa de la pobreza general existente. Liberación de todos los presos políticos.
c) Supresión de las prohibiciones de huelga imperantes.
d) Establecimiento inmediato de relaciones comerciales y diplomáticas con la Rusia soviética.
Al proponer estas bases para la acción, no ocultamos en ningún momento, ni a nosotros mismos ni a las masas trabajadoras, que estas demandas que planteamos no pueden eliminar la pobreza. Sin sacrificar por un momento nuestra lucha por inculcar en las masas trabajadoras la idea de la lucha por la dictadura [del proletariado], el único camino a la salvación, sin dejar de pedir a las masas trabajadoras en cada momento oportuno que estén dispuestas a la lucha por la dictadura y sin renunciar al liderazgo de la misma, el Partido Comunista Unido está dispuesto a trabajar con los otros partidos obreros para emprender conjuntamente acciones que conduzcan a la consecución de las medidas mencionadas anteriormente.
No ocultamos las diferencias que nos separan de dichos partidos.
Declaramos, por el contrario: exigimos a las organizaciones a las que apelamos no comprometerse sólo verbalmente a las bases de acción propuestas, sino llevar adelante las acciones necesarias para conseguirlas.
Preguntamos a los partidos a las que nos dirigimos: ¿Consideran que estas demandas son correctas? Suponemos que lo hacen.
Les preguntamos: ¿Están ustedes dispuesto a emprender con nosotros una lucha sin cuartel para la consecución de estas demandas?
A esta pregunta clara y sin ambigüedades, esperamos una respuesta igualmente clara y sin ambigüedades. La situación requiere una respuesta rápida. Por lo tanto, esperamos una respuesta hasta el 13 de enero 1921.
En caso de que los partidos y los sindicatos a los que nos dirigimos no estén dispuestos a asumir la lucha, el VKPD se considerará obligado a librar esta batalla solo, y está convencido de que las masas trabajadoras lo seguirán. Hoy el VKPD invita a todas las organizaciones proletarias del país, y a las masas trabajadoras que las apoyan, a expresar su voluntad para la defensa común contra el capitalismo y contra la reacción, para la defensa común de sus intereses.
Dirección central [Zentrale] del Partido Comunista Unificado de Alemania
Republicación de revista Izquierdas.cl , número 22, enero 2015, ISSN 0718-5049, Santiago de Chile, pp. 20-47.
Referencias
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Notas
[1] Las “Tesis de Heidelberg”, junto con otros 25 documentos de Paul Levi, están disponibles en inglés (Levi 2011, 67-69).
[2] ‘The Munich Experience: An Opposing View’, in Levi 2011, 47-53.
[3] Una referencia al gobierno presidido por Gustav Bauer del SPD, una coalición del SPD, el Zentrum católico y Deutsche Demokratische Partei (DDP) liberal. Dicho gobierno, conocido como el Kabinett Bauer, duró desde el 21 junio de 1919 hasta el 27 marzo de 1920. Cayó diez días después del colapso del putsch de Kapp y fue reemplazado por el primer gobierno presidido por Hermann Müller. El Kabinett Müller I fue también una coalición del SPD, el Partido del Centro y el DDP.
[4] El nombre que se utilizaba para diferenciar al Partido Socialdemócrata (SPD) del Partido Socialdemócrata Independiente (USPD).
[5] Ver el artículo ultraizquierdista de Radek condenando la “Declaración de ‘Oposición Leal’”, donde declaró ominosamente que “la activación de la política del comunismo alemán es una cuestión vital para la Internacional” y concluyó con una advertencia “contra el peligro del posibilismo comunista”. (Radek 1920, 165, 173).
[6] La nota biográfica en La revolución alemana de Broué dice: ‘Braun, M.J. (Mieczysław Broński, 1882-1937). Polaco, socialdemócrata en 1902, participó en la Revolución de 1905, cumplió un año de prisión. Emigró a Suiza en 1907, participó activamente en el Partido Socialdemócrata de Suiza y, en oposición a Rosa Luxemburg y Leo Jogiches, apoyó al Comité de Varsovia, que también fue poyado por Radek. Cercano a Lenin, participó en las Conferencias Zimmerwald y Kienthal, y fue uno de los líderes de la Izquierda de Zimmerwald. Acompañó a Lenin en “tren sellado” en abril de 1917, participó en la Revolución rusa. Nombrado representante consular en Berlín en 1918, se puso en contacto con los revolucionarios alemanes. Deportado en noviembre. Regresó a Alemania en 1919, fue miembro de la Secretaría de Europa Occidental y del liderazgo de KPD (S) bajo un seudónimo. Fue criticado duramente por la posición de la Zentrale al comienzo del Putsch de Kapp y llamado a Moscú poco después. Dictó conferencias en la Universidad de Moscú, estuvo activo en el Partido Comunista de Polonia, se unió a su Buró Político. Detenido y ejecutado durante las Grandes Purgas de Stalin” (Broué 2005, 961).
[7] “Die einmal geschaffene Einheitsfront, die Machtentfaltung der Arbeiterschaft in niedagewesener Tiefe ermöglichte, kann durch gegenrevolutionäre Maßnahmen der bürgerlich-sozialistischen Regierung nicht ausgetilgt werden” (Spartakus 1920, 169). “Die sozialpatriotischen Drahtzieher suchten die Bedeutung der revolutionären Einheitsfront des Proletariats geflissentlich zu verwischen und zu verhüllen” (Zetkin 1920, 157).
[8] Gruber 1967, 362-371. Ver también las “Tesis sobre la unidad del frente proletario” en Pasado y Presente 1973, tomo 2, 191-200.
[9] Ver la posición de Levi sobre la ocupación de las fábricas que tuvo lugar en Italia en septiembre de 1920 en la entrevista que le concedió a Avanti! el 14 y 15 de septiembre de 1920, su declaración de apertura en el Congreso de Livorno reproducida en L’Ordine Nuovo el 16 de enero de 1921, su informe al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista sobre el Congreso de Livorno, escrito poco después de su regreso a Berlín (reproducido en Drachkovitch y Lazitch 1966, 271-282), y su artículo sobre el Congreso de Livorno “Der Parteitag der italienischen Partei”, en Die Rote Fahne, IV. Jahrg., Nr. 37, 23 de enero de 1921.
[10] “El Comité Central o Zentralausschuss, compuesto por delegados de cada uno de los veintiocho distritos del partido, fue un nuevo instrumento de liderazgo creado por el KPD a fines de 1920. Posteriormente, se tomaron decisiones políticas importantes en reuniones conjuntas del Comité Central y de la Zentrale, que se convirtió en un órgano ejecutivo. El Comité Central no solo sirvió como un grupo de control de la Zentrale, sino que, dada su representación más amplia, también se convirtió en el caldo de cultivo de las facciones disidentes” (Gruber 1967, 313).
[11] Ver los documentos en Waldemar, “Behind the Scenes of the March Action”, Unser Weg (Sowjet): Zeitschrift für Kommunistische Politik, III (Aug., 1921), en Gruber 1967, 346-350.
[12] Gruber 1967, 403. August Guralsky era un seudónimo de Abraham Heifetz. József Pogány más tarde desempeñó un papel vergonzoso en el Partido Comunista de Estados Unidos bajo el seudónimo de John Pepper (Cannon 1962).
[13] Bayerlein und Albert 2014, 141-142: Dok. 35: ‘Die Frucht eines zweijährigen Kampfes wird zerstört’: Paul Levis Brief an Lenin zur Kritik der ‘Märzaktion’, [Berlin], 27.3.1921.
[14] Bayerlein und Albert 2014, 155: Dok. 43: “Persönlicher Brief des ‘Spaniers’ (d.i. Béla Kun) an Lenin über die gescheiterte Märzaktion in Deutschland”, [Wien], 6.5.1921.
[15]“La carta abierta del Partido Comunista Unificado de Alemania puede servir como modelo de un punto de partida para las campañas” (Taber and Riddell 2019, 136, citando a Riddell 2015, 940). El pasaje, tomado de la edición alemana de las “Tesis sobre la táctica”, no aparece en la edición española contenida en Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista: Segunda Parte, Buenos Aires: Ediciones Pasado y Presente, 1973.
[16] « La surestimation des états d’esprit ‘nationaux’ de la classe ouvrière correspond au cri des opportunistes sur les insurrections dites prématurées » (Boukharine 1921, 220).
[17] « Râkosi était l’un des plus bornés et des plus brutaux individus qu’ait jamais produit le mouvement communiste » (Broué 1997, 207).
[18] La opinión de Rosa Luxemburg sobre Karl Radek era la siguiente: “Radek pertenece la categoría de las putas. Con él puede suceder cualquier cosa, y por eso es mucho mejor tenerlo lejos” (Nettl 1974, 380).
[19] Parece que hay un error en la enumeración de las demandas, ya que Levi solo menciona dos. (ed.)
[20] La “Orgesch” (una abreviación de “Organización Escherich”, así llamada por el político de derecha Georg Escherich, un líder del Bayerische Volkspartei) fue un grupo paramilitar anticomunista y antisemita que operó en Baviera en 1920-1921.