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Manifestantes en una protesta el 21 de octubre de 2019. (Foto: Edgard Garrido / Reuters)

Notas sobre el proceso constituyente

En Chile se inicia el funeral del Estado de Pinochet y el fracaso de la propuesta Concertacionista, y comienza el pueblo a parir la Sexta República.

En Chile hoy conviven dos poderes paralelos. Por un lado, el poder del Estado (ejecutivo, legislativo y judicial). Por otro, la Convención Constitucional. El primero está a cargo de seguir administrando la legalidad vigente, mientras el segundo se prepara para discutir las nuevas reglas del juego que regirán el devenir del país.

El Estado, al día de hoy, goza de la peor crisis de legitimidad desde el inicio de la posdictadura. La Convención, en cambio, deslumbra con un gran apoyo popular, es depositaria de los anhelos de transformación social y es percibida por las mayorías como un instrumento llegado para terminar con la fiesta que unos pocos comenzaron el día 11 de septiembre de 1973.

La política del Estado responde directamente a los intereses de las grandes transnacionales estadounidenses, europeas y de la burguesía parasitaria nacional. La Convención responde a intereses diversos, no tiene una dirección única, está compuesta por partidos políticos y personas independientes, en su gran mayoría voceros y representantes de las demandas expresadas en la revuelta de octubre de 2019.

El Estado está y se mantiene gracias al sistema neoliberal, los partidos de la derecha, los cómplices civiles de la dictadura cívico-militar y la Concertación. La Convención existe como consecuencia de un cambio en la subjetividad de los y las chilenas, impulsado con sangre, sudor y lágrimas por parte de distintos movimientos sociales y partidos políticos de la clase trabajadora, y gracias al aporte de generaciones de luchadoras y luchadores, que encuentran su mayor confluencia el 18 de octubre de 2019.

El Estado mantiene la dirección de toda su estructura, con sus organismos represivos activos y recargados. La Convención debe mantenerse vigilante a todo el accionar de esas fuerzas apátridas y reaccionarias, porque su fuerza propia —hasta ahora— es el pueblo, compuesto por mujeres, hombres, niños y niñas, personas mayores, disidencias y naciones ancestrales dispuestos a entregarse por entero para que se cumplan en su totalidad las demandas que se dejaron escuchar aquel 18 de octubre.

Con los últimos movimientos que le quedan, el Estado hará todo lo que esté en sus manos para torpedear el trabajo de la Convención. Desde sus principales reductos, el poder político y económico comienza a subirle el volumen a su orquesta. Podemos ver a las iglesias bien silenciadas, casi transparentes… pero el silencio no otorga: algo está en curso.

Sacándole brillo al bototo está la casta militar, cuidando sin errores que no le aparezcan marxistas en sus filas. La tele no para. Aunque ciertos rostros se hayan tenido que ir para sus casas luego de las revueltas de hace dos años, resultaron ser los más hábiles en adaptarse, logrando a la fecha mantener su sintonía y seguir presentando la información como una fiesta del espectáculo.

La Convención sabe lo que hará el Estado. Es valiente y goza de una gran confianza y respaldo. Sin embargo, carece de milicia, iglesia y televisión. Ni siquiera los programas escolares están haciendo un alto en el funcionamiento de su currículo para reflexionar sobre este proceso. Requiere, por lo tanto, abrirse a la multiplicidad de intereses que son desatendidos por el Estado y que hoy están fuera del alcance de éste, para comenzar el resquebrajamiento de la Quinta República.

De la unidad de las fuerzas transformadoras y de la capacidad de despliegue que tenga la Convención en los territorios, es decir, de la auténtica y coherente canalización del sentir popular, dependerá el éxito de su cometido final; dependerá la superación del neoliberalismo y el avance a una democracia profunda de nuevo tipo.

Desde sus núcleos más firmes, el Estado busca no perder el control de sus filas, ordenando el naipe. De seguro, prontamente sus piezas se moverán a dividir. Sería importante saber qué visitas habrá tenido el embajador de Estados Unidos durante el último mes. A la fiesta de la libertad, entendida de la manera que ellos la entienden (esa que se tiene en la medida que puedas comprarla), parece que se le está cayendo la escenografía. Y algunos de sus parroquianos más destacados, amigos y amigas entrañables, comienzan a devorarse entre sí. Ello no implica —por ahora— una ruptura definitiva, pero muestra las vías que va adoptando la reconfiguración del partido del orden.

La Convención, con un bloque de conducción aún no muy claro, está haciendo sus primeros movimientos. Su primer desafío por delante es ordenar también sus filas y poner a prueba qué tan constituyente y antineoliberal será. Eso lo veremos más claramente cuando discuta su reglamento.

Esta dualidad de poderes se seguirá agudizando cada día más en la medida que el avance de las fuerzas antineoliberales y democráticas al interior de la Convención comiencen a chocar cada vez más frontalmente con las propuestas políticas y programáticas de la reacción interna y todos sus secuaces. La agudización del conflicto será constante, y las posibilidades de la Convención de prevalecer residen en el hecho de que el pueblo que se alzó el 18 de octubre se mantenga atento y vigilante del proceso constituyente, crítico a la vez que leal, y en pie de lucha en las calles y demás espacios de resistencia.

Hoy en Chile se inicia el funeral del Estado de Pinochet y el fracaso de la propuesta Concertacionista, y comienza el pueblo a parir la Sexta República.

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