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Foto: Ariel Feldman

Evo Morales habla con Jacobin: “vamos a ganar”

El 10 de noviembre de 2019 un golpe orquestado por los sectores más reaccionarios de la sociedad boliviana puso fin a casi catorce años de gobierno de Evo Morales en Bolivia. El gobierno de facto no demoró en evidenciar sus motivos, y a la feroz represión de los movimientos sociales se sumaron políticas económicas que desandaron velozmente todo lo construido. Pero la batalla no está perdida, y el 18 de octubre próximo hay elecciones.

Por Bruno Sommer y Denis Rogatyuk

El destino de Evo Morales luego del golpe militar del 10 de noviembre de 2019 y su posterior exilio en Argentina sigue el mismo oscuro patrón de otras tantas experiencias progresistas, de izquierda o antiimperialistas en la región. Pueden pensarse paralelismos con la forma en que los militares pusieron fin al gobierno de Salvador Allende en Chile el 11 de septiembre de 1973, así como también con el intento de golpe frustrado a Hugo Chávez en la Venezuela de abril de 2002 o el que sufrió Rafael Correa en Ecuador solo ocho años más tarde. Incluso podrían encontrarse puntos en común más atrás en la historia, por ejemplo, con el golpe de Estado que en 1955 depuso a Juan D. Perón en la Argentina, forzando su exilio y poniendo en práctica una política de censura tan brutal como irracional (y, visto en retrospectiva, también vana).

Hoy, Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) se encuentran en una situación que, no por conocida, deja de sorprender. El período desde el golpe de Estado de noviembre ha estado definido por una feroz represión, por la masacre de decenas de militantes y activistas, por los intentos de proscribir al MAS de cara a las próximas elecciones y por una campaña de manipulación mediática y fakenews sin precedentes, destinada a tergiversar, manchar y demonizar los catorce años de gobierno de Evo Morales.

A pesar de todo ello, el MAS continúa representando la mayor fuerza política en el país. Las últimas encuestas indican que Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, candidatos por el Movimiento al Socialismo, ganarían las elecciones en primera ronda con un 44,4% de intención de voto, imponiéndose –una vez más– por sobre Carlos Mesa, quien ya había resultado perdedor en las elecciones de octubre de 2019. Este panorama, sin embargo, aparece empañado por una constatación: unas elecciones libres y limpias se presentan como algo poco probable, y la repetición de un escenario que involucre la presencia e interferencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) a través de su Secretario, Luis Almagro, es una posibilidad certera.

Desde Jacobin América Latina conversamos con Evo Morales Ayma sobre estos temas y sobre lo que cabe esperar en el futuro para Bolivia, pero también sobre su historia personal, sus primeros pasos en política y los planes que tiene para lo que vendrá.

 

BS

Durante las guerras del agua de Cochabamba usted fue un líder sindical que resistía al gobierno neoliberal de Jorge Tuto Quiroga. ¿Se puede comparar la lucha de esos años con la actual resistencia en el trópico de Cochabamba?

EM

Ha habido distintas fases de lucha a partir del año 1995 que recuerdo perfectamente… antes eran golpes y golpes. En el año 1978, yo prestaba el servicio militar obligatorio en las Fuerzas Armadas. Un pequeño paréntesis: fui el único presidente civil que había ido al cuartel; los presidentes civiles del pasado siempre compraron libretas del servicio militar porque para ser autoridad electa es importante contar con libreta de servicio militar. En el ‘78, estando de soldado, conocí tres presidentes: Hugo Banzer Suárez, cuando entré al cuartel. Al medio año hubo un golpe, quedando Juan Pereda Asbún. Y, al final, en noviembre, me especializaron en Policía Militar; estaba dando seguridad en el Comando General del Ejército de Miraflores, estado mayor del Ejército. En la noche, dejé al general [David] Padilla Arancibia de comandante y al día siguiente me despierto y el comandante ya era presidente. Ese año, tres presidentes. Al año siguiente me licencié, cuatro presidentes, golpe de Estado… [Alberto] Natusch Busch y todos los partidos de derecha participaron en ese golpe de Estado.

Por ejemplo –los bolivianos lo saben muy bien–, había un famoso dirigente del MNR, Guillermo Bedregal, canciller de Natusch Busch, que dio golpe de Estado. Ese golpe de Estado duró apenas dos semanas. El frente campesino y la central obrera boliviana empezaron con bloqueos de caminos y paro general indefinido. Hubo 200, 300 muertos y el golpe fracasó… pero intentamos recuperar la democracia.

Largo sería comentarle todo, pero en el ’85 empieza el modelo neoliberal y hubo maestros con mucha fuerza pidiendo mayor atención a la educación porque la estaban privatizando. La guerra del agua, la guerra del gas, la guerra de la hoja de coca… yo diría, sobre todo, que la guerra de la hoja de coca tenía una importancia muy significativa: no solamente era defender la economía. Fundamentalmente, era defender la dignidad de la soberanía, porque so pretexto de la lucha contra el narcotráfico, instalaron una base militar en Chimore. Entonces, para mí, la lucha contra el narcotráfico sigue un objetivo: son intereses de carácter geopolítico, de control territorial, so pretexto de la lucha contra el narcotráfico. Existen incluso muchos exagentes de la DEA que denuncian como falsa la guerra a las drogas.

Pero vale la oportunidad para conversar lo siguiente: un grupo de jóvenes dirigentes campesinos, indígenas, desde finales de la década de los ‘80 y parte de los ‘90, nos hemos venido preguntado hasta cuándo… ¿hasta cuándo nos van a gobernar desde arriba, hasta cuándo nos van a gobernar desde afuera? ¿Cuándo llegará el turno de gobernarnos nosotros mismos? ¿Hasta cuándo van a seguir llegando planes y políticas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial? ¿Por qué esas políticas no pueden ser de los bolivianos? Bolivia siempre tuvo poder social, poder sindical, poder comunal. Pero a la hora de preguntarse cómo nacionalizar nuestros recursos naturales y nuestros servicios básicos, con el poder comunal o el poder social no era suficiente. Era fundamental impulsar un instrumento político. Y desde el movimiento campesino del trópico, pero sobre todo Quechuas, Aymaras, más de treinta nacionalidades nos lo hemos propuesto: hay que gestar, hay que impulsar, hay que organizar un instrumento político de la liberación, del pueblo, para el pueblo, con un programa del pueblo.

Aquí, quiero que sepan, tuvimos que romper con la doctrina del sistema capitalista. En el sistema capitalista los movimientos sociales somos terroristas. Dicen, además, que el sindicato no puede hacer política, so pretexto de una supuesta «independencia sindical» y «pluralismo ideológico». Pero dijimos «no», nosotros desde el campo dijimos «si nos hemos organizado en un movimiento social, es por reivindicaciones ante el patrón privado y ante el patrón Estado». También dijimos «tenemos derechos políticos, no podemos solamente quedarnos con los gremiales… si queremos transformaciones realmente profundas, es importante buscarlas también en las estructuras». E incluso tuvimos problemas con algunos obreros, que seguían convencidos, por ese discurso de la independencia sindical, de que el sindicato no podía hacer política. Desde el movimiento indígena dijimos «nosotros tenemos derecho a hacer política, tenemos derecho a que sean otros quienes voten por nosotros y no ser siempre nosotros quienes votamos por otra gente, gente que después nos daña, nos abusa, saquea nuestros recursos naturales».

Llegaron al gobierno [Hugo] Banzer y [Jorge] Tuto Quiroga, que privatizaron la luz, las telecomunicaciones, entregaron a las transnacionales nuestros recursos naturales (como el gas)… Fueron varias las veces que, con los dirigentes nacionales de la COB, como así también con los de las confederaciones de campesinos, fui a negociar. Nuestro planteo hacia los gobiernos neoliberales era siempre el mismo: la necesidad de la nacionalización de los recursos. Y la respuesta que obteníamos también era la misma: que cuando está bajo el suelo el gas es de los bolivianos, pero que una vez que sale a la superficie ya no nos pertenece. Los contratos –inconstitucionales– decían textualmente: «el titular adquiere el derecho de propiedad en boca de pozo». ¿Quién es el titular? La transnacional. No había control del Estado sobre la producción, sobre cuántos millones de metros cúbicos por día, sobre nada… Y ahí viene nuestra propuesta: 82% de los ingresos para la petrolera y 18% para los bolivianos.

Así es que en 2005, para las elecciones, teníamos propuestas muy sencillitas: en lo político, la refundación de Bolivia; en lo económico, la nacionalización; en lo social, la redistribución de la riqueza. Lo primero iba a ser difícil. Durante la Asamblea Constituyente, los grupos conservadores no querían dejar el Estado colonial para tener un Estado plurinacional. Fueron tres años de lucha, de intentos de golpe de Estado… Intentaron dividir Bolivia, pero gracias a la unidad del pueblo, ganamos.

El tema de la nacionalización resultó más sencillo: al ganar, firmé el decreto supremo de nacionalización. Fue el 1º de mayo de 2006. Y no me tembló la mano. Para empezar, el tema del gas. Y qué dijimos: «si las petroleras quieren quedarse en Bolivia, es en tanto socios, no como patrones ni como dueños de nuestros recursos naturales». Primera condición. Segunda: si se quedan, lo hacen con un 18%; ahora el 82% es para el Estado. Algunas empresas se han ido, otras se quedaron. La inversión privada, sea nacional o internacional, está garantizada por la Constitución. Porque somos una economía plural por Constitución, pero bajo las normas del Estado boliviano. Y a partir de ese momento cambió la situación económica del país. Entonces, no solo era una lucha por el agua, por el gas, sino un conjunto de luchas por acabar con esa doctrina norteamericana. Repito nuevamente: para el sistema capitalista, los movimientos sociales somos terroristas y no tenemos derecho a hacer política. Bueno, está equivocado.

DR

En las elecciones presidenciales de 2002 usted fue derrotado por Gonzalo Sánchez de Lozada. Hubo una campaña de falsificaciones, de miedo, de intimidación en contra suyo y del MAS. En la actualidad se observa algo similar. ¿Qué aprendizajes recupera para el presente mirando en retrospectiva esa campaña electoral de 2002?

EM

En el ‘97 me habían propuesto que sea el candidato de la presidencia. Yo recibía muchas acusaciones, mucha difamación por parte del gobierno de Sánchez de Lozada; me proclamaron y renuncié a la candidatura. Su discurso era: «¿cómo un narcotraficante, un asesino, puede ser presidente?». Entonces yo rechacé esa vez, era demasiada la difamación. Pero en 2002 el consenso para que fuera candidato ya era mucho mayor. Yo tenía dudas sobre si podría obtener una buena votación. Solo una prensa internacional dijo que el MAS podía obtener 8%; todas las demás encuestas anunciaban un 3% o 4%. Para esa elección, Gonzalo Sánchez de Lozada se alió con el Movimiento Bolivia Libre, que antes, en el ’89, estaba en la izquierda unida, los socialdemócratas. Y era un partido en base a las ONG, especialmente de capitales europeos… hacer política con plata, en mi experiencia, no sirve. Se terminó Bolivia Libre, ya no existe ese partido. Pero en aquel momento estaba vigente y en alianza con Partido Socialista, otro partido de Oruro… Eran cinco partidos legalmente reconocidos por la ex Corte Nacional Electoral, y nosotros solos.

Recuerdo que el embajador de Estados Unidos, Manuel Roche, dijo una vez: «Evo Morales es Bin Laden andino, los cocaleros son los talibanes, no voten por Evo Morales». Reaccionó el pueblo antiimperialista; el Tuto Quiroga, que estaba de presidente, no dijo nada. Ahora dicen que hay intromisión de Argentina y otros países. Yo en ese momento dije que el embajador Manuel Roche era mi mejor jefe de campaña. No me molestaron sus dichos, más bien los saludé: «¡gracias al jefe de campaña por haber dicho eso!». Porque los resultados reflejaron el rechazo a esa intromisión. Nosotros, el MAS, obtuvimos el 20% de los votos, mientras que tuvieron que ser cinco partidos políticos juntos los que nos superaran, y por menos del 1%: la diferencia fue 0,9%.

Quiero ser muy sincero: hasta ese momento, yo no estaba tan seguro de que Evo pudiera ser presidente en algún momento. Pero a partir de ese momento empecé a creer que en cualquier momento podía serlo, y que ahora sí debíamos prepararnos. Junto a un grupo de profesionales, entonces, empezamos a construir un programa muy serio, muy responsable para con el Estado, para con el pueblo boliviano.

Porque la derecha siempre tiene consultoras de Estados Unidos para hacer su campaña. Les cuento un recuerdo: en 2002 llegué a La Paz a las dos de la mañana, después de tanta caminata, de diez, doce pequeñas y medianas concentraciones, y dormí hasta las cinco de la mañana porque a esa hora otra vez tenía que viajar: a las ocho de la mañana había una concentración en la provincia Loayza, en un municipio llamado Saphaqui. Entonces, a las ocho, cuando llegué, la gente todavía no estaba concentrada. Yo, muy cansado, pedí a mis compañeros que consigan algún cuarto para poder descansar hasta que la gente se concentre, quería dormir un poquito más. Y había un pequeño hotel, al que nos acercamos para conseguir un cuarto. Pero todo el hotel estaba rodeado de carros de lujo, muy raro… Nos dicen que adentro estaba Gonzalo Sánchez Lozada hablando, debatiendo con unos gringos. Y dijimos «infiltren alguna inteligencia, ¡para saber qué están haciendo ahí!». Llamaron a las trabajadoras del hogar, preguntaron qué están haciendo, de qué están hablando… Las trabajadoras del hogar estaban sirviendo refrigerio, ocupándose de todo, porque llevaban como dos días reunidos. Y nos dicen que no entendían nada porque hablaban todo en inglés. Más raro todavía. Entonces nos acercamos al dueño del hotel, y el dueño del hotel nos dice «aquí está Gonzalo Sánchez Lozada con un grupo de asesores norteamericanos haciendo el programa de gobierno para las elecciones». Quedamos realmente sorprendidos, y quienes me acompañaron también. ¿Cómo que estaba haciendo su programa ahí y con todos esos asesores norteamericanos? Asesores, consultoras para la campaña… siempre del lado de la derecha. Y hoy es lo mismo: ahora están de moda las redes; para las elecciones del año pasado, desde Brasil, desde Chile, desde Estados Unidos, hemos enfrentado una guerra total por redes sociales. Pero pese a eso hemos ganado en la primera vuelta.

BS

En la época de las guerras del gas (un punto total de inflexión tanto para Bolivia como para usted) vimos vivo el poder de las organizaciones sociales, barriales, principalmente en el sector de El Alto. ¿Cómo piensa usted que se puede comparar ese momento histórico de la lucha social en El Alto con lo que pasa en la actualidad? ¿Qué papel cree que jugará en este proceso de retorno a la soberanía popular?

EM

Algo importante es que el frente campesino decidió que además de luchar por la reivindicación sectorial o regional, es importante también luchar por la nacional. Eso hicimos con muchas confederaciones del frente campesino indígena originario. Pero desde el trópico, desde Cochabamba, por ejemplo, decíamos lo siguiente: «hay que juntar la coca con el petróleo». ¿Qué significa eso? Defender la hoja de coca, que es un recurso natural renovable, como si fuera un recurso no renovable, como lo es el petróleo, los hidrocarburos, el gas… Juntarlos, porque hay que defender las dos cosas. Así era a nivel nacional desde el frente campesino indígena originario. Pero no solo en lo social y lo sindical; también en lo político, en lo electoral, porque ese era un tema netamente político. Con las luchas podíamos conseguir algunas reivindicaciones, pero no podíamos lograr cambios estructurales.

Y aquí quiero decirles, otra vez, que cuando llegue al Chapare, al trópico de Cochabamba, en las negociaciones se planteaban cambios profundos. Pero los representantes de los gobiernos neoliberales respondían diciendo «no, usted está haciendo política, la política para ustedes es delito, es pecado», «la política del campesino del trópico es hacha y machete», así como en el Altiplano era pico y pala.

Y después vino la guerra del gas, esa lucha que se concentró en la ciudad de El Alto. ¿Cuál era el problema de fondo? Al margen de la nacionalización, no podíamos entender cómo los gobiernos querían instalar una planta de GNL en el territorio chileno, no del Estado sino de los privados, y de ahí mandar gas a California, Estados Unidos. ¡Nosotros sin gas y ellos pretendían llevárselo a Estados Unidos! ¿Por qué no primero el gas para los bolivianos? Y ahí yo saludo… Todo mi respeto, mi admiración para con el pueblo alteño. Muy bien organizado, junto al movimiento campesino, a los mineros, empezaron la lucha. El pueblo alteño estaba más unido que nunca, era una sola junta vecinal. Ahora me dicen que tiene dos, hasta tres juntas vecinales –una debilidad–, pero sigue siendo la más combativa, la más firme, porque se trata de unas juntas vecinales que no solo son nacionalistas sino también antiimperialistas, en base a los hermanos aymaras.

Entre aquellos tiempos y los de ahora algunas cosas cambiaron, pero también vemos que vuelven nuevamente las privatizaciones, por ejemplo. El decreto supremo 4272, del 24 de junio de este año, plantea volver al pasado: convertir al boliviano en un Estado enano, mínimo, como pretende el Fondo Monetario Internacional. Por tanto, quiero decirles, el Estado no va a invertir en las empresas públicas. Y menos para ampliar el aparato productivo para el pueblo boliviano. Este decreto supremo significa volver a que el Estado solamente regule y no invierta, y ustedes saben que un Estado que no invierte no genera divisas para atender las demandas que tiene el pueblo.

Las recetas del FMI están en este decreto supremo del 24 de junio: privatizar la luz, las telecomunicaciones, la salud, la educación. La privatización de la educación ya empezó, porque este año no presupuestaron para la creación de nuevos sitios. El 14 de septiembre de este año empezaron privatizando la energía en Cochabamba. El procurador del Estado Plurinacional nombrado por la Áñez renunció, porque ese decreto de privatización era inconstitucional. Los servicios básicos son un derecho humano y no pueden ser un negocio privado. La salud no puede ser una mercancía. La educación es fundamental para la liberación del pueblo. El pueblo se levanta, el pueblo rechaza, y eso nos está uniendo aún más. Y este procurador ha sido despedido por la Áñez, que ha nombrado a otro que está ilegalmente. Su nombramiento es inconstitucional, les falta un poco de visión política para designación de autoridades.

Entonces con respecto a esas privatizaciones de servicios básicos o la paralización del aparato productivo, lo que hay que ver es que no es solamente la cuarentena o la pandemia las que paralizan la economía. También lo hace el Gobierno. Lamentablemente, Bolivia vive en este momento dos pandemias: una pandemia que nos mata de hambre y una pandemia que nos mata con virus. Se paraliza el aparato productivo por la cuarentena, pero también lo paraliza el mismo gobierno, por someterse a las políticas del capitalismo.

Pero estamos convencidos de que vamos a poder superar todos esos problemas con la lucha del pueblo, con la lucha del pueblo alteño.

DR

Usted logró nacionalizar los recursos naturales del país y crear una economía no solo estable, sino además con crecimiento constante. ¿Qué tres políticas señalaría como claves para solucionar la crisis económica creada por el gobierno golpista?

EM

Un dato importante: la población debe estar informada. En casi veinte años de neoliberalismo (del 85 al 2005), la renta petrolera era de apenas tres mil millones de dólares. Después de que nacionalizamos, al 22 de enero del año pasado, Día del Estado Plurinacional, contábamos con 38 mil millones de dólares de la renta petrolera.

Desde 1825, fundación de la República, hasta 2005 (son 180 años), ¿con cuánto del PIB nos dejaron? 9 mil 500 millones de dólares del Producto Interno Bruto. A enero del año pasado, era de 42 mil millones de dólares. Imagínense lo profundo del cambio. Vean qué tan importante es ser nacionalista y ser antiimperialista. Porque enfrentamos al imperialismo, enfrentamos sus políticas de privatización, y a partir de ese momento todo ha cambiado. Y con esa plata, con seguridad, con reducción de la pobreza y crecimiento económico, todo cambió. Bolivia era el último país de Sudamérica y en los últimos años fuimos los primeros. De los trece años que estuve de presidente, durante seis fuimos los primeros en crecimiento económico en Sudamérica. Cuando yo iba a algunos foros internacionales, a cumbres de jefes de Estado o toma de posesión de algún presidente, los presidentes me preguntaban: «Evo, ¿este año de cuánto será el crecimiento económico?», y yo les decía que de 4%, 5%… Y me preguntaban qué había hecho para lograr eso. La respuesta es que hay que nacionalizar nuestros recursos naturales y que los servicios básicos deben ser un derecho humano.

Tenemos la tarea de cómo defender la nacionalización y profundizar la industrialización, esa es la meta que tenemos para continuar con el crecimiento económico. Pero primero debemos recuperar la democracia, recuperar la patria.

BS

Ahora vemos a nuestros hermanos indígenas en Bolivia siendo perseguidos de nuevo por este régimen racista liderado por Áñez y sus paramilitares. ¿Qué tipo de acciones cree usted que debería tomar el próximo gobierno del MAS para ayudar a erradicar de una vez por toda el racismo en Bolivia?

EM

Pareciera que en Bolivia estamos retornando a tiempos de la Inquisición. La derecha racista usa la Biblia para esparcir el odio al prójimo, usa la Biblia para robar, para matar, para el genocidio, para el economicidio… Usa la Biblia para discriminar, para quemar wiphalas, para patear a la gente humilde, a la gente de pollera. Los grupos con plata, racistas, instalaron esa mentalidad.

Y aprovecho esta oportunidad para recordar que en diciembre del año pasado un senador republicano, Richard Black, reconoció que el golpe había sido planificado en los Estados Unidos. Confesaron que participaron en el golpe. El 24 de julio de este año me ha sorprendido lo que dijo el dueño de Tesla. El dueño de una empresa de autos eléctricos confiesa haber participado en el golpe. Es decir, el golpe ha sido contra nuestros recursos naturales, contra el litio… Nosotros decidimos industrializar el litio, empezamos con nuestras reservas internacionales, firmamos acuerdos con Europa, con China, por tema mercado. Ahora, con el litio dijimos: «aquí no entra Estados Unidos». Teníamos previsto, dentro de la agenda patriótica del Bicentenario, cuarentaiún plantas, más de quince para cloruro de potasio, carbonato de litio, hidróxido de litio, tres plantas para baterías de litio, y otras más para insumos pero también para subproductos: subproductos para alimentos y medicamentos. Repito, dije: «aquí no entra Estados Unidos», y ese ha sido nuestro delito. Es ahí cuando viene la violencia.

Yo siento que es importante relanzar nuestra economía. Y tenemos un gran plan para demostrar, nuevamente, que Bolivia tiene mucha esperanza. La ventaja que tenemos es que en 2005 nos dejaron un Estado destrozado, con un presidente limosnero como era Carlos Mesa, que lo único que sabía hacer era pedir ayudita para pagar sueldos y salarios. Ahora, en casi catorce años, demostramos que Bolivia tiene mucho futuro. En casi catorce años demostramos que Bolivia tiene mucha esperanza. El golpe de Estado también ha estado dirigido contra nuestro modelo económico, porque nosotros hemos demostrado que es posible crecer, que es posible reducir la pobreza y las desigualdades sin la presencia del Fondo Monetario Internacional. Es ahí que viene el golpe de Estado.

Entonces, yo creo que vamos a buscar algunos mecanismos de reencuentro entre bolivianos, porque entre bolivianos no podemos estar enfrentados. Lamento mucho que haya paramilitares, grupos armados. Nuestro Movimiento al Socialismo instrumento político por la soberanía de los pueblos, un movimiento político de liberación, es histórico, inédito, es único en el mundo porque en tiempos de colonia nuestros indígenas fueron amenazados de exterminio, no solamente sometidos mediante el racismo y la discriminación, también amenazados de exterminio. Y en algunos países de América Latina no hay movimientos indígenas, pero nuestros antepasados en Bolivia, Perú, Ecuador, Guatemala, México, dieron dura batalla. Y justo a 500 años de esa resistencia indígena popular, en 1992, dijimos «de la resistencia a la toma del poder». Y en Bolivia cumplimos.

DR

Como presidente, usted llevó a Bolivia al escenario internacional, luchó por el mundo multipolar. Desafortunadamente, hoy vemos que las acciones del régimen golpista revierten rápidamente muchos de estos avances. En su opinión, ¿cuál sería la mejor manera de restaurar el lugar de Bolivia en el escenario internacional?

EM

Cuando era dirigente sindical participé en algunas reuniones de jefes de Estado, por ejemplo una en Viena, sobre la lucha contra el narcotráfico. Y aprovechaba a las ONG, que tienen estatus consultivo, para poder participar y escuchar de cerca qué planteaba mi gobierno en esas mesas internacionales. «Yo me sumo a las propuestas de Estados Unidos», «yo apoyo las propuestas de Estados unidos», solo era eso. Bolivia nunca tenía una política nacionalista, una propuesta de Bolivia. Cuando llegamos nosotros con nuestras propuestas sobre la Madre Tierra, sobre los servicios básicos… llevamos una propuesta a las Naciones Unidas: que el agua debía ser un derecho fundamental para el ser humano y no un negocio privado, y logramos que se apruebe. Solo Estados Unidos e Israel se abstuvieron. Todo el resto votó a favor, apoyó la propuesta de que el agua sea un derecho humano y no un negocio.

Me causó risa la intervención virtual de la presidenta de facto de Bolivia en Naciones Unidas atacando a Argentina. ¡Acusó al presidente argentino de intromisión! ¿Qué moral tiene para hablar? Es un gran retroceso…

Pero hablando sobre todo de América Latina, en tiempos de Chávez, de Lula, de Kirchner, en otros tiempos gestamos grandes procesos de integración como lo fueron la Unasur, la CELAC… Iniciativas que Obama apuntó a destrozar con la Alianza del Pacífico, así como hoy el actual presidente de Estados Unidos organiza el Grupo de Lima para enfrentar a Venezuela. Frente a eso necesitamos mayor unidad, profundas reflexiones en el Grupo de Puebla, de otros sectores de ALBA-TPC. No estamos solos. Tengo mucha esperanza en nuestros pueblos, en nuestros movimientos sociales. Vamos a recuperar la democracia. En Chile hay un referéndum, quisiéramos una América Plurinacional porque somos tan diversos, qué bueno sería que Europa, que otros continentes reconozcan esa diversidad. Que esa diversidad sea reconocida por las Constituciones, por los organismos internacionales. En Bolivia somos diversos, la diversidad cultural es la riqueza de nuestra identidad, de nuestra dignidad. Y es en base a nuestra diversidad que luchamos por la libertad y por la igualdad. Esa es nuestra lucha profunda. Sin embargo, pues, en este momento realmente hemos vuelto al pasado. Lo que hacen los gobiernos neoliberales, de derecha, es repetir lo que dicen desde los Estados Unidos. Esa política de mil ochocientos veintitrés, que decía «América para los americanos», la Doctrina Monroe, tiene que terminar.

Estados Unidos y el capitalismo piensan que están señalados por Dios para dominar el mundo, que la única soberanía posible es la soberanía para Estados Unidos, y cuando un pueblo se libera: bases militares, intervención y golpe de Estado.

La lucha se resume en quién controla, quién administra los recursos naturales: ¿los controlan los pueblos, mediante sus Estados o los controlan los privados, mediante las transnacionales? Esa es la lucha de la humanidad, estamos en esa situación. Pienso que en ese marco la tarea, la misión que tenemos es descubrir cómo liberarnos democráticamente.

BS

¿Cómo ha vivido usted su exilio? ¿Qué sentimientos le provocan los militares que lo traicionaron y qué medidas piensa tomar el MAS una vez que regrese al poder para contar con militares patriotas?

EM

Yo no quería abandonar Bolivia, para mí era patria o muerte. Pero un grupo de asambleístas, dirigentes nacionales, algunos ministros, me decían «primero, para salvar el proceso de cambio, hay que salvar la vida de Evo». A mí me ha sorprendido eso, no estoy tan convencido.

El día 10 de noviembre, antes de la renuncia, los movimientos sociales se convocaban para recuperar la Plaza Murillo, ya con Policía amotinada desde el día 8 o 9. Y en la prensa escucho que las Fuerzas Armadas piden mi renuncia y algún dirigente de la central Obrera Boliviana también estaba pidiendo mi renuncia. Ahí no sé qué pasó, en qué pensé yo… Sobre todo pensé que si en ese momento no renunciaba, al día siguiente, con la concentración, iba a haber una masacre. Prefiero renunciar, porque ante todo somos defensores de la vida.

Hasta ese momento había habido tantos conflictos… Desde septiembre, con el paro en Potosí y en Santa Cruz, o incluso también parte de agosto. Evitamos muertos, porque algunos me pedían militarizar, Estado de sitio, y yo respondía que no, tenía reuniones con los mandos militares y policiales y les decía que no podían usar las balas contra el pueblo. Las balas para defender el territorio, no contra el pueblo.

Incluso, cuando llegué a Chimore el domingo en la tarde, el 10 de noviembre, dije «ahora me meto selva adentro», pero en ese momento pensé que si no renunciaba al día siguiente iba a haber una masacre en La Paz, policías y militares iban a meter bala a mis hermanos que estaban por recuperar el palacio quemado, Plaza Bolivia o la plaza grande del pueblo. Me van a echar la culpa a mí y yo justamente renuncié para que no hubiera muertos ni masacre en mi gestión. Porque somos defensores de la vida, de la paz, pero con justicia social (un paréntesis: yo digo «lucha por la paz» pero es una lucha contra el capitalismo… Si hubiera paz con justicia social no habría capitalismo, estaría derrotado).

Entonces el día once salí de Bolivia. Resumiendo, el territorio sudamericano estaba controlado por los Estados Unidos: no dejaban entrar al avión de México que vino a recogerme, hubo tres, cuatro presidentes, pendientes durante todo un día, comunicándose, para ver cómo sacarme. Había dos caminos: o Evo muerto, o Evo en Estados Unidos. Los mismos militares me informaron que cuando yo estaba todavía en la ciudad El Alto, unos militares comentaban que a Evo tenían que mandarlo a Estados Unidos, mientras otros comparaban este golpe con el golpe en Chile.

En mi lucha sindical y política he sido encarcelado, procesado, confinado en Bolivia… solo me faltaba asilo, y con asilo y refugio ya he completado mi carrera política. Una carrera política como es la de un antiimperialista, la de un izquierdista, que cuando no claudica, estas son las consecuencias. Y no va a claudicar.

Para el movimiento indígena, el anticolonialismo y el antiimperialismo son hereditarios. Descuartizaron a Túpac Katari en tiempos de colonia y ahora, en tiempos de República, quieren descuartizarnos de nuevo. Quieren fusilar a nuestro movimiento político, proscribir al MAS, proscribir a Evo, esa es la tarea que encomienda Estados Unidos, que en distintos medios de comunicación ya dijo «el MAS no vuelve al Gobierno, ni Evo a Bolivia». Estoy desde acá tratando de aportar lo que puedo en la campaña. Pero estoy seguro de que un día volveremos millones, y devolveremos la libertad al pueblo boliviano.

DR

Si pudiese volver atrás, ¿qué mejoraría de su labor en Bolivia? Y mirando hacia adelante, ¿qué le depara al MAS y qué roles le gustaría a usted desempeñar en su país?

EM

Primero, retomaría el tema de formar nuevos líderes. Todo esto requiere mucho liderazgo, me gustaría compartir mi experiencia de lucha sindical pero también la de lucha electoral, compartir gestión. Lindo sería un día comentar –ya estamos escribiendo un libro– cómo algunos ministros a veces se dormían a las cinco de la madrugada en el gabinete (¡incluso algunos hasta roncaban!). Y tal vez exigía mucho, porque para mí la política es una ciencia de servicio, es una ciencia de esfuerzo, de compromiso, de sacrificio por las mayorías, por los más humildes… Evidentemente, la política es una lucha de intereses, pero nosotros luchamos por intereses comunes, colectivos, a favor de la gente pobre. Esa es nuestra gran diferencia: nuestra lucha no es para concentrar el capital en pocas manos, nuestra lucha es para redistribuir la riqueza, para que haya igualdad, justicia social, para que haya paz con dignidad. Esa es nuestra lucha, y a mi retorno –voy a volver, tarde o temprano– mi gran deseo es compartir esa formación, compartir una pequeña exposición de esa lucha.

Yo llegué al Chapare a sobrevivir, con mi padre muerto… y ahí, de golpe, me piden que sea dirigente sindical. Yo no quería, pero había confianza. Dejé mi trabajo agrícola, me metí en la dirigencia sindical, fui torturado, procesado, confinado, tantas veces amenazado… No llegué al Chapare para ser dirigente, y mucho menos para ser presidente, pero mi escuela es la lucha sindical, la lucha social y la lucha comunal. No, como dicen algunos, «yo soy de la juventud comunista, socialista». Aprendí en la vida. Y me pregunto por qué Evo ha llegado a la presidencia sin formación académica. Y yo mismo me respondo que había llegado a la presidencia por la verdad y la honestidad. Este gobierno hizo mil intentos por implicarme en temas de corrupción, pero no pudieron. Qué van a conseguir, después de tantas difamaciones. Entonces, mi deseo es volver y compartir con las nuevas generaciones. Porque estamos seguros de que vamos a ganar. Y muchos presidentes, no solo Evo.

 

Evo Morales Ayma fue presidente del Estado Plurinacional de Bolivia desde 2006 hasta el golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019. Actualmente se encuentra exiliado.

Bruno Sommer es periodista y fundador del portal El Ciudadano.

Denis Rogatyuk es editor internacional de Jacobin América Latina y periodista del portal El Ciudadano.

 

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