«Ahora puedes entender por qué Trump se despierta en plena noche, transpirando, cuando escucha que vos y yo somos amigos». Ese es uno de los mensajes sensacionalistas y condenatorios de Jeffrey Epstein que circuló por todos lados desde que se extrajo de los más de veinte mil documentos publicados por el Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes la semana pasada, una referencia aparente al poder que Epstein tenía gracias a la información comprometedora que había acumulado sobre gente rica e influyente, incluido el entonces presidente.
Sin embargo, curiosamente, lo que se dejó afuera de toda cobertura mediática de esa frase es a qué se refería: Epstein parecía adjudicarse el mérito del regreso del ex primer ministro israelí Ehud Barak a la política en 2019, una jugada destinada a destronar al actual primer ministro Benjamin Netanyahu en la segunda de las tres elecciones israelíes de ese año.
El contexto faltante encaja de lleno con la omertà no oficial que existe en la prensa mainstream para silenciar la relación de Epstein con Israel, es decir, las afirmaciones y rumores persistentes de que el magnate pedófilo había sido un agente o había trabajado de algún modo para los servicios de inteligencia israelíes.
Ese código de silencio estuvo a punto de resquebrajarse el último mes, después de que Drop Site publicara una serie de notas basadas en los correos hackeados de Barak que mostraban a Epstein haciendo, discretamente, trabajos en nombre del gobierno israelí. El domingo, la exaliada de Donald Trump, la congresista Marjorie Taylor Greene, señaló las notas de Drop Site mientras estaba en CNN para lanzar la acusación de que «la pregunta correcta es: “¿Jeffrey Epstein trabajaba para Israel?”». El planteo fue recibido con un claro rechazo por parte de la cadena.
La publicación del Comité de Supervisión arroja aún más luz sobre los enredos de Epstein con Israel, en particular a través de Barak, desde hace tiempo conocido como un asociado de Epstein, quien siempre insistió en que solo veía al pedófilo condenado «de vez en cuando» y nunca en presencia de mujeres o chicas. El reciente lote de correos se suma a una serie de revelaciones de los últimos años que muestran que ambos estaban mucho más cerca de lo que Barak admitió públicamente.
Irónicamente, muchas de esas revelaciones surgieron a raíz del intento de Barak —aparentemente respaldado por Epstein— de reactivar su carrera política.
En junio de 2019, después de años criticando al gobierno de Netanyahu, cada vez más extremo y enredado en causas de corrupción, Barak —exministro de Defensa y exjefe del Estado Mayor— volvió oficialmente de su retiro y formó un nuevo partido para desafiarlo. Ese mes, en una conversación con Steve Bannon, exasesor de Trump, Epstein insinuó que la movida había sido idea suya, al compartir una nota del medio israelí Ynet Global sobre el anuncio de Barak.
«Estuve ocupado», escribió Epstein en un mensaje posterior. «¡¡Guau!!», respondió Bannon. (Jacobin corrigió la puntuación disparatada de Epstein para mayor claridad).
«Estoy lidiando con Ehud en Israel. Me está volviendo loco», amplió Epstein doce minutos después.
«Ehud enorme — ¿podemos anunciar que soy su asesor estratégico?», preguntó Bannon.
«Esta será una campaña larga. Elecciones en septiembre (17). Mucho de qué hablar», respondió Epstein.
«Esto es una movida brillante», escribió Bannon.
«Gracias. Solo el primer paso», contestó Epstein, antes de escribir la frase que circuló por todos lados la semana pasada, completamente desprovista de contexto: «Ahora entendés por qué Trump se despierta en la mitad de la noche, transpirando, cuando escucha que vos y yo somos amigos».
«Peligroso», respondió Bannon.
No hay otros detalles en los correos de Epstein sobre su supuesta participación en la campaña de Barak, aunque quizá estaba insinuándole a Bannon que algo así se venía gestando. Un mes antes, Epstein le había enviado, sin motivo aparente, un informe de la BBC sobre el fracaso de Netanyahu para formar gobierno tras las elecciones de abril de 2019, lo que disparó otra elección ese septiembre.
«¿Ehud será primer ministro?», le preguntó Bannon a fines de junio. «Poco probable», respondió Epstein. «Pero 1. No hay que subestimarlo. 2. Improbable que llegue al cargo máximo. Pero depende de la coalición. 3. Me está volviendo loco».
Lo que ayudó a hundir el «peligroso» plan de Epstein para remodelar el panorama político israelí fue, irónicamente, el propio Epstein. Poco después de esos mensajes, el magnate fue detenido y acusado de tráfico sexual de menores, y una serie de revelaciones escandalosas sobre los vínculos de Barak con Epstein no tardaron en llegar. Netanyahu convirtió esas revelaciones en el eje de su ofensiva política contra Barak, al punto de pedirle oficialmente al fiscal general que lo investigara, poniendo al rival a la defensiva y restándole fuerza a las críticas de Barak sobre sus propios escándalos criminales.
Severamente dañado por esas revelaciones, el partido de Barak —que mostraba una intención de voto muy baja— se vio obligado a formar una alianza con varios partidos de izquierda para tener alguna chance de conseguir bancas en la Knéset, y él tuvo que excluirse, en la práctica, de cualquier posibilidad de ocupar un cargo en el gabinete para lograr que esa coalición avanzara. Solo cabe imaginar cómo habría afectado aún más a su campaña el hecho de que Epstein afirmara estar involucrado en ese mismo proyecto político, si Netanyahu hubiese tenido la oportunidad de usar esa información.
La afirmación de Bannon de que era el «asesor estratégico» de Barak probablemente fuera un chiste, pero ambos ya se habían reunido al menos una vez gracias a su conexión en común: Epstein. En un correo electrónico de febrero de 2018, Epstein le preguntó a Kathryn Ruemmler —exabogada de la Casa Blanca bajo Barack Obama, que tenía una relación misteriosamente cercana con el magnate dedicado al tráfico sexual— si Bill Clinton «quería unirse a vos, a mí, a Ehud y a Steve» en una reunión que, aparentemente, ya habían agendado. (Aunque este correo ya había sido mencionado por medios como CNBC y el New York Post, ambos publicaron erróneamente el nombre de Barak como «Chud», lo que ocultaba su identidad).
Cuando Bannon se enteró de que Epstein había tenido algo que ver con el repentino regreso de Barak a la política un año después, trató inmediatamente de hacerse útil para el ex primer ministro. «Mi tipo está en Israel — ¿podemos conectarlo con erhud [sic]???», preguntó Bannon. «En eso estoy», respondió Epstein.
El «tipo» de Bannon era, según aclaró, Aaron Klein, casi con seguridad el exjefe de la oficina de Breitbart en Jerusalén, que jugó un rol clave en la campaña de Trump en 2016 y que, después de la victoria de Trump, se convirtió en una voz judía prominente defendiendo a Bannon de una serie de acusaciones creíbles de antisemitismo. Sea lo que haya pasado desde entonces, claramente no era el destino que buscaban: después de las elecciones de septiembre de 2019, Klein pasó a ser asesor cercano y estratega de campaña de Netanyahu, un cargo que aún ocupa.
La oficina del primer ministro israelí no respondió al pedido de comentarios.
Viejos amigos
Epstein es un narrador notoriamente poco confiable, dado a la autoexaltación. Pero no sería sorprendente que hubiese tenido un papel en el regreso de Barak en 2019, dadas las pruebas de la estrecha relación entre ambos que aparece en estas y otras revelaciones anteriores.
En octubre de 2014, Barak le envió a Epstein —aparentemente a través del correo de su esposa— una columna que había escrito sobre el peligro que el desprecio de Netanyahu hacia Obama representaba para la relación entre Estados Unidos e Israel, pidiendo «tu opinión y tus comentarios». No queda claro exactamente cómo difería la versión editada por Epstein de la original, pero el estilo inconfundible de Epstein —lleno de errores ortográficos elementales y puntuación extraña— sugiere su intervención en todo el texto.
Un pasaje plagado de errores, por ejemplo, incluye elogios desmedidos al entonces secretario de Estado John Kerry, a quien Epstein le había donado dinero, cuyos datos aparecían en su famoso «libro negro» y a quien trató de conectar con Bannon en 2018, según otro registro de chat. (El vocero de Kerry negó que hubiera tenido relación o contacto con cualquiera de los dos). Otros pasajes, también llenos de errores, se refieren a la «relación única» entre ambos países, a la importancia vital de la ayuda asimétrica de Estados Unidos a Israel («Nunca deberíamos olvidarlo»), y a que ambos países podrían actuar unilateralmente y, de vez en cuando, «tomar decisiones difíciles» que el otro no comparta.
Pese a las negativas de Barak, otros correos muestran reuniones y comunicaciones regulares entre ambos. En un correo de 2011 al también desacreditado exCEO del Barclays, Jes Staley —cuya carrera terminó debido a su amistad con el pedófilo—, Epstein se burló de un titular del Jerusalem Post sobre el viaje de Barak a Estados Unidos como ministro de Defensa, enumerando sus reuniones con varios funcionarios. «Parece que olvidaron a una persona en la lista», escribió Epstein, en referencia aparente a sí mismo. Cinco años después, Epstein trató de que el autor Michael Wolff se sumara a una reunión entre él y Barak y, más adelante ese año, mencionó otro encuentro que ambos tendrían cuando Barak regresara a Estados Unidos.
Cuando Larry Summers quedó fuera de la carrera para presidir la Reserva Federal en 2013, Barak le escribió a Epstein. «Un golpe importante para un amigo», dijo. «Sí, el lado bueno es que ahora es libre para divertirse y tener una vida», respondió Epstein. «Te cuento más cuando te vea».
«Jeffrey organizó una reunión con el ex primer ministro israelí Ehud Barak, cuya trayectoria había estudiado cuidadosamente y sobre la que había escrito», escribió Noam Chomsky en lo que parece ser una carta de referencia elogiosa para Epstein, de fecha incierta. «Tenemos nuestras diferencias, pero tuvimos una discusión muy fructífera sobre varios temas controvertidos».
En agosto de 2015, después de que Epstein le pidiera a Chomsky su opinión sobre el reciente acuerdo nuclear con Irán, envió la respuesta al propio Barak. «Pensé que te podría divertir», escribió Epstein.
«Realmente me divierte. No estoy de acuerdo con todo lo que dice. Pero es fascinante», respondió Barak. «Noam es muy agudo y concentrado. Realmente impresionante». Más adelante comentó que él y su esposa «disfrutamos mucho» quedarse en el edificio que Epstein poseía en la calle East 66 de Manhattan, y le propuso futuras fechas para verse.
Otra reunión prevista entre Epstein y Barak, mencionada en los documentos del Comité de Supervisión, incluía dos desayunos en septiembre de 2013 con «el tipo de Kissinger en China» y la ejecutiva bancaria Ariane de Rothschild. Ella es la protagonista del último informe de Drop Site basado en los correos hackeados de Barak, que muestran a ambos tratando de usar los recursos financieros de Rothschild para desarrollar ciberarmas para Israel.
Fin de la omertà
Incluso con la abundancia de material publicado, la relación exacta de Epstein con Israel sigue sin estar clara, sin hablar de la pregunta específica de si pertenecía o no al servicio de inteligencia israelí. Si bien estas revelaciones muestran que Epstein tenía un fuerte interés en Israel y su política, también muestran que tenía un interés similar en muchos otros países y regiones, y que mantenía relaciones con distintos actores de poder de Medio Oriente y del mundo en general.
Pero lo que sí deberían significar, como mínimo, es el fin del tabú generalizado en relación con la posibilidad de al menos plantear preguntas sobre los vínculos del magnate dedicado a delitos sexuales con el Estado israelí. Epstein negoció acuerdos de seguridad para Israel, tuvo una amistad estrecha con uno de sus ex primeros ministros y altos mandos militares y, aparentemente, hasta intervino en secreto en sus elecciones. Si se tratara de cualquier otro país, no sería para nada escandaloso preguntarse qué puede significar todo eso.





















