Press "Enter" to skip to content
El socialista alemán Johann Knief. (Wikimedia Commons)

La izquierda antibelicista salvó el honor del socialismo alemán

Traducción: Pedro Perucca

La izquierda radical alemana encabezó la oposición a una guerra inútil y destructiva después de 1914. Junto a líderes famosos como Rosa Luxemburgo, hubo figuras menos conocidas como Johann Knief, cuya vida política ilumina este periodo vital de la historia socialista.

Antes de la Primera Guerra Mundial, la socialdemocracia alemana (SPD) era el partido socialista más exitoso y prestigioso del mundo, con un millón de afiliados y una densa red de sindicatos, periódicos y asociaciones culturales aliadas. El SPD era también la mayor y más cohesionada fuerza política de la sociedad alemana, dando un ejemplo que asombraba a todos los que tenían contacto con él.

Durante la guerra que destrozó la unidad de la socialdemocracia alemana, Johann Knief (1880-1919) perteneció a una pequeña cohorte de radicales que intentaron llevar la política socialista más a la izquierda. Knief aplaudió las manifestaciones contra la guerra, los saqueos a minoristas y mercados de productos alimentarios y los enfrentamientos callejeros con la policía.

Desde su trabajo como periodista, alentaba nuevas protestas y tomas de centros de trabajo y hablaba con elegancia de la alteración del sistema social para vencer la desigualdad y la explotación. Knief fue importante porque ayudó a reconceptualizar la política socialista tal y como se había practicado hasta entonces. Una mirada más atenta a su carrera política puede arrojar una luz importante sobre este periodo crucial en la historia del socialismo alemán y europeo.

Educación y elecciones

Nada en los antecedentes de Knief indicaba que fuera a desempeñar un papel importante. Procedía de un entorno relativamente privilegiado, con un padre propietario de una tienda en Bremen. Los ingresos de la familia fueron suficientes para proporcionarle una educación excepcional. A pesar de no ser un estudiante ejemplar, cumplía los requisitos para recibir una formación avanzada como profesor.

En su primer trabajo, se afilió a la asociación de profesores y ascendió rápidamente a un puesto de responsabilidad. A menudo se le pedía que presentara temas de debate en las reuniones y que colaborara con artículos sobre educación en el periódico socialdemócrata local, pero su interés por la educación humanista y centrada en el alumno le enfrentaba al plan de estudios impuesto por el Estado, que hacía hincapié en la religión y el patriotismo.

La defensa de la educación laica por parte de Knief también amplió su comprensión de los problemas sociales. Los niños a los que enseñaba pertenecían a la clase trabajadora y pudo ver de primera mano los estragos que les causaba la pobreza. Muchos de ellos realizaban trabajos remunerados antes o después de la escuela que les dejaban demasiado agotados para concentrarse en sus tareas escolares.

El interés socialdemócrata por la reforma escolar se solapó con las iniciativas de sectores de la clase media, aunque los socialistas se arraigaron sobre todo entre los estibadores, los marineros, los empleados de las fábricas y los barrios obreros de la ciudad. Los debates entre los profesores progresistas eran de diversa índole: por ejemplo, se discutía si reformar el sistema existente eliminando la enseñanza religiosa y la interferencia del Estado en el plan de estudios o, alternativamente, crear nuevas escuelas que funcionaran sobre una base estrictamente laica.

Knief fue testigo de la represión de estos esfuerzos de cambio por parte de los funcionarios encargados de la educación, que impusieron duras medidas disciplinarias a los profesores infractores. Como empleados del gobierno, los profesores debían mantener una estricta neutralidad política.

La reforma del sistema político alemán fue un asunto tedioso, una de las varias cuestiones que dividieron al movimiento socialista contra sí mismo. Más de la mitad del electorado de Bremen votó al SPD en las elecciones nacionales de 1912, en las que prevaleció el sufragio universal masculino. A nivel local, sin embargo, existía un sistema de voto escalonado por el que los contribuyentes se dividían en ocho grupos en función de la cuantía de sus contribuciones fiscales. Esto marginó al SPD.

Esta combinación de éxito electoral y marginación política ilustra el dilema en el que se encontraban los socialdemócratas alemanes. La plataforma del partido yuxtaponía objetivos revolucionarios con reformas pragmáticas: de hecho, la democratización del sistema electoral sería uno de los principales logros del partido durante las convulsiones que siguieron a la guerra. Sin embargo, el énfasis en el éxito electoral y la democratización preocupó a los radicales, que consideraron que las ambiciones revolucionarias del partido estaban perdiendo importancia.

La izquierda radical alemana

Tras ver cómo los esfuerzos de reforma educativa eran marginados o manipulados por el sistema educativo y político local, Knief perdió la confianza en su capacidad para cambiar las cosas a través de su trabajo como profesor. Ataques de pánico, insomnio y un colapso mental generalizado le llevaron a un periodo de baja por incapacidad de tres meses. Una oferta de un puesto editorial en el principal periódico radical de Bremen confirmó su decisión de abandonar la enseñanza.

Como periodista, escribió críticas de óperas, orquestas y conciertos, a menudo discutiendo acontecimientos culturales en términos de sus sentimientos clasistas. El periodismo también propulsó a Knief a las primeras filas de los escritores y teóricos socialistas de la región septentrional de Alemania, donde se convirtió rápidamente en portavoz del ala radical del movimiento.

Antes de la guerra, la izquierda radical no había funcionado como un todo cohesionada. Knief se vio envuelto en una importante disputa entre Karl Radek y Rosa Luxemburg, ambos con antecedentes en el movimiento socialista polaco. Mientras la dirección central del SPD apoyaba a Luxemburg, Knief se puso del lado de Radek, en un presagio de las divisiones que afectarían a la izquierda radical durante los levantamientos que siguieron a la guerra.

Como muchos radicales, Knief tenía estrechos vínculos con grupos juveniles socialdemócratas cuyo antimilitarismo coincidía con el suyo. La intensidad de las protestas antibelicistas durante los dieciocho meses anteriores al estallido de la guerra dio una impresión engañosa del equilibrio de fuerzas. La delegación del SPD en el Reichstag aprobó la financiación del esfuerzo bélico alemán e inició su propia campaña de propaganda, presentando la guerra como un conflicto entre la civilización moderna en la forma de Alemania y la barbarie semifeudalista en la forma de Rusia.

Knief, que entonces tenía unos treinta años, fue reclutado por el ejército alemán. Los ingresos de su familia se redujeron a la mitad y los sumieron en la pobreza. Tras diez semanas cortas pero tumultuosas en el frente, en las que presenció atrocidades contra civiles y soldados enemigos desarmados, Knief sufrió otra grave crisis nerviosa y fue internado durante cuatro meses, a los que siguieron otros seis de reclusión.

Como estaba de baja médica, Knief pudo aprovechar el tiempo para escribir y viajar, lo que le permitió volver a comprometerse políticamente. A su regreso a Bremen, volvió a convertirse en una figura fundamental de la izquierda radical de la ciudad como periodista y orador. Este periodo duró hasta su detención en 1917.

A mediados de la guerra, el socialismo alemán se había dividido en facciones hostiles. El grupo dominante seguía siendo favorable a la guerra y ahora se conocía como el Partido Socialdemócrata Mayoritario debido a su influencia duradera sobre la clase obrera, el tamaño de su tesorería y su aparato organizativo, su afiliación a los sindicatos y su control de docenas de periódicos y revistas locales y nacionales. La oposición antibélica dentro del SPD surgió finalmente como Partido Socialdemócrata Independiente (USPD), pero sólo después de que la Mayoría expulsara a sus miembros y expropiara los recursos que había estado utilizando. Aproximadamente un tercio del grupo original se reunió en esta nueva entidad.

Los radicales eran a su vez una minoría dentro de la oposición antibelicista. Las diferencias que surgieron entre Knief y Luxemburg fueron decisivas para su desarrollo posterior. La influencia de Knief se limitaba en gran medida a los puertos del norte de Alemania, mientras que la de Luxemburg abarcaba todo el país.

También había otras líneas divisorias entre ellos. Mientras que Knief se centraba en la crítica cultural y la crítica de la estrategia y la táctica socialdemócratas, Luxemburg escribía sobre teoría económica y participaba en debates con socialistas de otros países, especialmente Polonia y Rusia, en una medida que no ocurría con Knief.

Luxemburg era muy querida en el movimiento socialista, no sólo por las bases, sino también por los miembros dirigentes del partido. Puede que éstos no compartieran su radicalismo, pero respetaban enormemente su talento como escritora, teórica, profesora y oradora. Sin embargo, esto no era así para la burocracia del partido, un conjunto de funcionarios a sueldo, activistas voluntarios y organizadores que la consideraban una amenaza para el bienestar del partido.

Knief, sin embargo, alienaba cada vez más a la gente de su entorno. Una desagradable separación de su mujer y sus dos hijos pequeños supuso una mayor indigencia para la familia, hasta el punto de que se mudaron con su padre. La nueva pareja de Knief era diecisiete años más joven y una heredera, alguien cuyos ingresos eran suficientes para que ambos pudieran vivir.

Su nueva pareja le proporcionó apartamentos y gastos de viaje durante su estancia en la clandestinidad. Para sus allegados, su vida personal no coincidía con la política que defendía. El hecho de que hubiera abandonado Bremen para vivir en la capital, Berlín, también amargaba a sus antiguos colegas. No obstante, pasó 1918 en la cárcel y, al igual que Luxemburg, se perdió los acontecimientos que condujeron al estallido revolucionario de noviembre de ese año.

Afiliaciones organizativas

La izquierda radical se agrupó en torno a los espartaquistas, de los que Luxemburg era una figura destacada. Al igual que el movimiento socialista antibelicista en general, los espartaquistas temían romper estructuralmente con sus sucesivos grupos matrices. Al principio, esto significó permanecer en el seno de los socialdemócratas de mayoría, cada vez más derechistas, y más tarde en el partido del centro antibelicista -los socialdemócratas independientes-, que intentaban mantenerse fieles a la plataforma original del SPD.

Knief no compartía esta reticencia a formar una organización totalmente independiente. Los espartaquistas le parecían tanto una facción antibelicista militante revestida de fraseología revolucionaria como un grupo dispuesto a arriesgarlo todo en aras de la transformación revolucionaria. En su opinión, no podían ser ambas cosas. El hecho de no romper de forma decisiva, razonaba, comprometía la capacidad de los radicales para plantear una política que fuera identificablemente distinta de la de estos otros grupos.

Estas diferencias dentro de la izquierda radical se volvieron controversiales con la revolución de noviembre de 1918. Un motín de marineros en uno de los puertos del norte provocó protestas en todo el país, revueltas y deserciones generalizadas en las fuerzas armadas y miles de tomas de fábricas y centros de trabajo. En pocos días, el káiser y sus ministros abdicaron y la Mayoría y los socialdemócratas independientes formaron conjuntamente un gobierno provisional.

La izquierda radical, que incluía a Luxemburg y Knief, se unió en su propio partido. Sin embargo, desde el principio fue débil, desorganizado y fraccionado. Tampoco era popular entre la clase obrera. A los radicales les decepcionó especialmente que un congreso de consejos obreros convocado apresuradamente optara por apoyar nuevas elecciones nacionales. Preveían que el sufragio universal volvería a otorgar derechos a las clases sociales que la revolución, los consejos obreros y el gobierno provisional acababan de sustituir.

Los propios radicales estaban divididos sobre las cuestiones de la participación en las elecciones y sobre cómo relacionarse con el movimiento sindical preexistente. La mayoría de los miembros se oponía a participar en cualquiera de ellas. Pero Luxemburg y Knief no estaban de acuerdo, a pesar de que anteriormente habían criticado duramente la tendencia electoral del SPD y la complacencia y el conservadurismo de los sindicatos.

Temían que su organización quedara aislada de la lucha de la clase obrera en general y que su rechazo del sistema electoral y del movimiento sindical se interpretara como un tipo de abstencionismo en lugar de como una reorientación fundamental de la política socialista, alejándose de las decisiones tácticas y orientándose hacia acciones dirigidas a derrocar inmediatamente el orden existente. Tras haber desempeñado un papel fundamental en la fundación del nuevo partido, Luxemburg y Knief se vieron superados por los acontecimientos y por sus colegas radicales en estas cuestiones.

Surgieron otras diferencias dentro de la izquierda radical respecto a las estructuras organizativas. Los espartaquistas habían adoptado un modelo descentralizado durante la guerra, pero en gran medida por necesidad, no por convicción. La represión y la falta de recursos no permitían otra cosa.

Sin embargo, tan pronto como terminó la guerra, el nuevo partido radical intentó reorganizarse siguiendo unas líneas que reflejaban las de los Partidos de la Mayoría e Independiente. También en este caso, la mayoría del nuevo partido tomó otros derroteros, como parte de una reconceptualización de la política socialista que incluía boicots electorales y la creación de organizaciones alternativas en los centros de trabajo. Eran partidarios de una confederación de grupos locales para que la toma de decisiones recayera principalmente en las bases.

Legados inacabados

Esta proliferación de organizaciones e ideas reflejaba el hecho de que la izquierda se encontraba en un rápido estado de realineación, reflejando los acontecimientos y el caos dentro de Alemania y del sistema internacional en general. Esta situación impulsó un replanteamiento de la política radical que avanzaría en distintas direcciones y a diversas velocidades.

Knief y Luxemburg tenían críticas coincidentes pero no idénticas sobre los acontecimientos en Rusia, donde los bolcheviques habían tomado el poder y estaban en proceso de neutralizar los consejos de obreros, soldados y campesinos que habían transformado el país. Tanto Knief como Luxemburg creían que estos consejos debían ser la base de cualquier forma de reconstrucción social, lo que les enfrentaba tanto a los bolcheviques como a los socialdemócratas.

Sin embargo, ni Luxemburg ni Knief formarían parte de estos debates y maniobras durante mucho tiempo. Luxemburg fue asesinada por paramilitares de derechas patrocinados por los socialdemócratas de la mayoría a mediados de enero de 1919, pocas semanas después de la fusión de la izquierda radical en un único partido político. Casi simultáneamente, Knief cayó enfermo de apendicitis aguda. Diagnosticado erróneamente al principio, fue sometido a cinco operaciones de urgencia durante las diez semanas siguientes antes de sucumbir finalmente en abril de 1919, poco antes de cumplir los treinta y nueve años.

La izquierda radical que surgió a principios de los años veinte era totalmente distinta de la que había existido antes de la guerra mundial. Se inspiraría en personas como Anton Pannekoek y Otto Rühle, que habían participado en importantes debates y luchas sobre formas de organización y medidas revolucionarias.

No obstante, los problemas y dilemas básicos que surgieron en este periodo han seguido agitando y agravando los movimientos radicales de los siglos XX y XXI: los límites y frustraciones de los esfuerzos de reforma; la cuestión de si la participación electoral puede conducir alguna vez hacia un futuro alternativo; la tendencia de las estructuras organizativas centralizadas a transformarse en formas autoritarias y la tendencia inversa de las estructuras descentralizadas a consumir demasiado tiempo; y la importancia de la democracia de base, a pesar de la facilidad con la que puede ser dominada por una minoría.

Si ni Luxemburg ni Knief pudieron encontrar respuestas definitivas a estas preguntas, ello habla de los dilemas más amplios de la política socialista, así como del hecho de que sus propias vidas se vieran trágicamente truncadas.

Cierre

Archivado como

Publicado en Alemania, Artículos, Historia, homeCentro5, Ideas, Política and Teoría

Ingresa tu mail para recibir nuestro newsletter

Jacobin Logo Cierre