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Mariátegui en la fundación del PCI

José Carlos Mariátegui no solo presenció la fundación del Partido Comunista Italiano, que hoy cumple 100 años. También supo reconocer la singularidad de la experiencia –aún naciente– del comunismo en ese país.

Serie: Mariátegui

El peruano José Carlos Mariátegui fue un testigo excepcional del nacimiento del Partido Comunista Italiano en el Congreso de Livorno de 1921. Desterrado de forma encubierta por la dictadura del régimen de la Patria Nueva, encabezado por Augusto B. Leguía, Mariátegui inició en Italia su formación marxista, fuertemente marcada por la tradición del socialismo italiano del cual fue un profundo conocedor.

Ello se expresa claramente en el artículo periodístico que se presenta a continuación, “El cisma del socialismo”, escrito en Roma en marzo de 1921 a tan solo dos meses del Congreso de Livorno, donde Mariátegui explica las consecuencias de éste al interior de las fuerzas políticas socialistas italianas. Un análisis sucinto, claro y preciso de las posiciones y las correlaciones de fuerza que se esclarecen en relación a su postura frente a la Rusia soviética y la Tercera Internacional (Comintern). Un análisis donde la voluntad de los personajes, a través de su particular ubicación en el dramatis personae, tienen un papel relevante en el desarrollo de los acontecimientos. Fue publicado en el diario El Tiempo de Lima (Perú) el 12 de junio de 1921.

–Ricardo Portocarrero Grados, director del Archivo José Carlos Mariátegui


La escisión de los socialistas tiene en Italia la misma índole que en los otros países, pero no la misma fisonomía. Las modalidades de la escisión italiana son singulares. No hay aquí un partido que siga a la Tercera Internacional y otro que siga a la Segunda. No hay tampoco un partido que se pronuncie por los organizadores de una nueva Internacional. Esto es, por los “reconstructores” que acaban de celebrar su primer congreso en Viena. Aquí hay un partido que sigue a la Tercera Internacional y otros que, según sus declaraciones, quieren también seguirla. Los partidarios de la Segunda Internacional están desde hace mucho tiempo fuera del so­cialismo oficial italiano. Se titulan socialistas reformistas, socialistas nacionales. Se llaman Ivanoe Bonomi, Arturo Labriola, ministros del Rey. Son colaboradores de Nitti o Giolitti.

Aparentemente, pues, la división producida en el Congreso de Livorno no es una división lógica. Es más bien, una división inexplicable. Porque resulta una división de socialistas de igual fe programática y de igual orientación táctica.

Pero ésta no es sino la apariencia. En verdad no existe sino un partido efectivamente maximalista: el partido de Bombacci, de Bordi­ga, de Graziadei. El partido que se ha separado del socialismo oficial en el Congreso de Li­vorno a causa de que la mayoría del socialis­mo oficial quería suscribir el programa de Mos­cú con varias reservas escritas y demasiadas re­servas mentales.

El otro partido, el partido mayoritario, no sigue a la Internacional de Moscú, aunque tampoco sigue a la Internacional de Berna ni a la Internacional de Viena. Es un partido que, no obstante sus protestas de fidelidad a la Inter­nacional de Moscú, está fuera de todas las in­ternacionales. Su posición dentro del socialismo: la tendencia derechista, representada por Tura­ti; la tendencia centrista, representada por Serra­ti; la tendencia izquierdista, representada por Bombacci. Sólo que la tendencia centrista hasta la víspera del Congreso de Livorno, casi no se había dejado sentir. Había preferido confundirse con la tendencia izquierdista en la lucha con­tra la tendencia de Turati. Unicamente a la víspera del Congreso de Livorno se apartó de la tendencia comunista, agitando la bandera de la unidad del partido. Bandera puramente for­mal, puesto que ha conducido a sus sostenedo­res a romper con sesenta mil comunistas por no romper con veinte mil social-democráticos.

La fracción derechista diferenciándose de las demás fracciones derechistas europeas, no esta­ba con la Segunda Internacional. Verbalmente, lo mismo que la fracción centrista, estaba con la Internacional de Moscú. Pero realmente la adhesión de ambas al maximalismo, no era sino retórica, tal vez, más que de que se sintiesen con la Tercera Internacional, de que no se sen­tían con la Segunda.

Zinoviev, en sus polémicas con los centristas, ha explicado estas particularidades de la crisis del socialismo italiano. Ha dicho que los socialistas derechistas y centristas italianos parecen más a la izquierda que los derechistas y los centristas de otros partidos socialistas europeos, porque Italia se halla en un período revolucio­nario más avanzado. Pero que la Tercera Inter­nacional no puede reputarles menos derechistas ni menos centristas que los derechistas y los centristas franceses, ingleses o alemanes.

La división ha sido, por esto, inevitable y ne­cesaria. La Tercera Internacional se ha mante­nido intransigente con las fracciones de mayoría. Ha hecho suyos los puntos de vista de la fracción minoritaria de Bombacci. Y, en consecuencia, no habiendo aceptado la mayoría de los puntos de vista, la fracción minoritaria ha tenido que constituir un partido independiente.

La división se ha producido en condiciones ventajosas para la mayoría, por la sugestión sentimental de la bandera de la unidad, tremo­lada por la fracción de Serrati, que se denomi­naba comunista sanitaria, que protestaba su fi­delidad al maximalismo y que arrastraba consi­go, por estos motivos, a muchos elementos co­munistas vinculados a Serrati y seducidos por el Avanti.

Estos elementos son los que ahora contrapesan en el partido socialista la influencia del ala derecha. Pero su acción no puede evitar que el partido, después del Congreso de Livorno, vire a la derecha cada día más. Ni que el pensa­miento de Turati vaya readquiriendo en él su antigua influencia. Cosa natural, por otra parte, desde que Serrati, el líder unitario, carece de las condiciones necesarias para dar al parti­do una dirección y un programa. No es más que un buen ejemplar de propagandista, de agi­tador, de orador de comicios, a quien la direc­ción de Avanti y una larga y honesta foja de servicios, ha conferido en la última crisis una autoridad superior a su estatura intelectual.

El Partido Comunista, entre tanto, ha reco­gido el programa maximalista adoptado por la mayoría socialista hace dos años en el Congre­so de Boloña y abandonado ayer en el Congre­so de Livorno. Obediente a ese programa, el Partido Comunista trabaja exclusivamente por la revolución y para la revolución. Esta pre­paración para la revolución no es como se com­prende, una preparación material. Es una pre­paración principalmente espiritual. Sus directores son, por esto, intelectuales. Son el abogado Terraccini de L’Ordine Nuovo, de Turín, el pro­fesor Graziadei, el ingeniero Bordiga. La figura del Bombacci —evangélica barba, iluminados ojos, romántico chambergo—, pasa a ratos a se­gundo término. Como la figura del director de Avanti, en el sector mayoritario.

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Publicado en Artículos, homeCentro5, Mariátegui, Perú, Política and Posición

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