Independientemente de las diferencias que se pueda tener con Chávez y con el movimiento que impulsó, el polémico dirigente marcó un hito en la historia, no sólo de Venezuela sino de todo el continente.
Hugo Rafael Chávez Frías nació el 28 de julio de 1954 en Sabaneta, un pequeño pueblo de los llanos de Barinas al pie de la cordillera andina. Hijo de un matrimonio de maestros rurales, segundo de seis hermanos, como muchos niños pobres, debió contribuir de pequeño a la economía familiar vendiendo dulces de lechosa (papaya) conocidos como «arañas». Por eso lo llamaban «el arañero».
A finales de los años sesenta, cuando los vientos del Mayo francés y del Cordobazo radicalizaban a la juventud, un Chávez de 15 años se sumó a los miles de jóvenes –casi niños– y a las corrientes de izquierda que repudiaban en todo el país los allanamientos a las universidades y la represión a los estudiantes. En 1971 ingresó a la academia militar, no tanto porque se sintiera atraído por la carrera militar, sino por la posibilidad de establecerse en Caracas y dedicarse al béisbol. Estando las universidades intervenidas, la academia militar era la posibilidad de formación más accesible y la única que garantizaba cama y comida. El béisbol fue una quimera y el espíritu de equipo y camaradería terminó ganándose a Chávez para el ejército, en donde se apasionó por el estudio de la historia.
En 1982, en el bicentenario del nacimiento de Bolívar, fundó junto a otros oficiales el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200): una logia, el compromiso de un grupo para transformar el país. Simbólicamente, en el Samán de Güere, resto del árbol centenario que dio sombra al Libertador, repitieron el juramento de Bolívar en el monte Sacro de Roma de no dar descanso a su alma hasta no liberar a Venezuela de las cadenas que la oprimen. La lectura, el estudio, el análisis político del país y el apoyo mutuo definieron las actividades del grupo.
El 27 de febrero de 1989, el Caracazo los tomó por sorpresa. Enfermo de rubéola, Chávez hacía reposo en su casa cuando el gobierno y el alto mando militar ordenaron al ejército la recuperación de la ciudad, mientras se multiplicaban las manifestaciones y los saqueos, y decretaron el ametrallamiento de los barrios. En los enfrentamientos callejeros murió Acosta Carles, uno de los oficiales fundadores del MBR200.
El Caracazo impactó a toda la oficialidad media. El enfrentamiento con el pueblo y el asesinato de miles de venezolanos pobres de los barrios caraqueños generaron un profundo rechazo al gobierno que dirigió la intervención y al alto mando militar que lo secundó. La crisis política y social se manifestó en el ejército. Surgió entonces COMACATES (Comandantes, Mayores, Capitanes y Tenientes), un movimiento crítico y protestatario de la oficialidad, tierra fértil para la acción del MBR200 que poco tiempo después pasó a la actividad conspirativa. Tras varios retrasos, con la inteligencia militar encima y previendo una delación, el 4 de febrero de 1992, a casi tres años del caracazo y al filo de la medianoche, doscientos oficiales con sus unidades, bajo el mando de cinco comandantes (Chávez, Arias, Acosta, Ortiz y Urdaneta), tomaron las principales guarniciones de Caracas, Valencia y Maracaibo en contra del alto mando militar, con el objetivo de apresar al presidente Carlos Andrés Pérez, responsable de la masacre del Caracazo, y convocar a una asamblea constituyente para refundar la república.
La nueva república
Semanas antes del alzamiento. Chávez se había encargado de redactar las bases de la propuesta para una nueva república, el Proyecto Nacional Simón Bolívar, que se apoyaba en el pensamiento de Simón Bolívar, de su maestro y compañero de luchas Simón Rodríguez «Robinson» y del líder de la insurrección campesina de 1859, Ezequiel Zamora. Chávez denominó a la conjunción de las ideas de Bolívar, «Robinson» y Zamora «el árbol de las tres raíces», y el proyecto, escrito en una libreta de portada azul, fue publicado posteriormente con el nombre de «libro azul».
Sin posibilidad de cumplir los objetivos previstos, aun cuando sus compañeros mantenían el control de varias guarniciones, Chávez decidió rendirse. El alto mando le permitió que hiciera un llamado a las tropas rebeldes para que se entregaran y la transmisión televisada se convirtió en una arenga al país. Quisieron presentarlo humillado y derrotado, aunque asumió con entereza la responsabilidad por las acciones y por el movimiento militar, indicando que «por ahora» no se habían cumplido los objetivos, pero que vendrían nuevas oportunidades de cambiar el país. La automática solidaridad del mundo político con el gobierno contrastó con la solidaridad del pueblo con los militares rebeldes. El «por ahora» se convirtió en una invitación a continuar la lucha.
El encarcelamiento de los militares rebeldes fue un detonante para la movilización popular contra el gobierno. Durante el carnaval, semanas después de los hechos, miles de niños se disfrazaban de paracaidistas: era el homenaje ruidoso de un pueblo. A pesar de ser derrotado, un nuevo intento de golpe de Estado en noviembre evidenció inequívocamente la fractura del ejército. A los pocos meses el Congreso decidió destituir al presidente Pérez para juzgarlo por corrupción, buscando poner fin a la crisis. Pero ya era demasiado tarde.
En las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1993, varios de los militares presos fueron invitados a integrar listas de diputados. Algunos aceptaron, pero Chávez, llamando a la abstención, mantuvo la posición de que el pueblo no tenía nada que buscar en esas elecciones. Caldera, quién triunfó en medio de una abstención histórica les concedió el indulto, tal como había prometido en la campaña para ganar votos, aunque al mismo tiempo les dio de baja en el ejército. En su condición de civil, Chávez decidió recorrer el país para hacer campaña por una constituyente y refundar la república.
«Me voy a las catacumbas donde está el pueblo»
Para entonces, las condiciones de miseria y desempleo aumentaban en medio de la crisis económica. Chávez preveía la posibilidad de un nuevo Caracazo, pero esta vez la fractura del ejército lo puso del lado del pueblo y el gobierno se vino abajo. Chávez le dijo a la población que no se trataba de cambiar un presidente, sino de cambiar la república.
En la historia, hubo tres intentos de lograr la independencia de Venezuela: los dos primeros fracasaron, pero el tercero logró la liberación de medio continente para la construcción de la Gran Colombia. La historia habla de las tres repúblicas: en 1830, traicionado Bolívar y disuelta la Gran Colombia, nació la República de Venezuela, a la que Chávez denominó después la «república de la oligarquía, la Cuarta República». De allí la propuesta de fundar una Quinta República.
En 1997 se aplicó un despiadado plan de austeridad bajo los auspicios del FMI. Las movilizaciones populares no se hicieron esperar y coincidieron con el proceso electoral que se desarrollaba en ese momento. Chávez, por su parte, propuso un frente político para derrotar los candidatos de la oligarquía y del FMI. Así creó el Movimiento V República (MVR) reivindicando el Caracazo, la insurrección militar del 4 de febrero y las luchas contra el paquete económico, Chávez se convirtió en el candidato de la calle y de la protesta del pueblo. Aunque inició su campaña con un escaso 6% de los votos, salió victorioso con el 56% en diciembre de 1998, derrotando de esta forma a los candidatos de la burguesía, las encuestas mediáticas y los intentos de fraude.
Cumpliendo su compromiso, en el acto de juramentación Chávez convocó a la Constituyente. La nueva Constitución recogía las estructuras sociopolíticas del Estado planteadas en el «libro azul». De esta manera, la movilización popular se convirtió en un proceso constituyente que incorporaba derechos económicos, sociales y políticos que expresaban la lucha de varios años contra los paquetes «fondomonetaristas». Sin embargo, también se incorporaron al texto algunos conceptos neoliberales.
Durante los años siguientes Chávez se referiría a estos conceptos como «gazapos»: trampas metidas en la Constitución por la derecha. Pero, a decir verdad, no fueron trampas. Para 1999 Chávez aspiraba a la unidad del país, a la conciliación entre la burguesía y el pueblo para la construcción de una nueva república. Aunque cuestionaba a la oligarquía que había dominado el país, aspiraba a que sectores de la burguesía, patriotas y progresistas, se sumaran a la construcción de un nuevo país. En el campo internacional saludaba las ideas de la tercera vía que preconizaba el inglés Tony Blair. Se equivocó y el error casi le costó la vida.
La implementación de leyes acordes al texto constitucional resultó conflictiva. Por un lado, se enfrentaban la presión del imperialismo, la burguesía y los sectores económicos para garantizar sus privilegios frente a una población movilizada que exigía la concreción y la aplicación de los derechos consagrados en la carta magna. El país era un hervidero.
Chávez había recibido poderes habilitantes de la Asamblea Nacional para promulgar leyes, pero luego de un año no había podido promulgar ninguna por la imposibilidad de lograr un acuerdo con los sectores económicos y políticos. Casi vencido el plazo habilitado, Chávez terminó promulgando 52 leyes a pesar de la resistencia opositora.
Algunas leyes habilitantes no tenían trascendencia, pero tres de ellas provocarían molestia en la burguesía: la ley de hidrocarburos, que declaraba el derecho exclusivo del Estado sobre la explotación petrolera; la ley de bancos, que eliminaba la autonomía del Banco Central, sujetaba las tasas de interés al control del Estado y prohibía el embargo de viviendas; y la ley de tierras, prohibía el latifundio y devolvía al Estado las tierras ociosas y aquellas sobre las que no se pudiera certificar la propiedad en un plazo de 30 días. En el campo internacional, Chávez cuestionó la guerra en Afganistán, declarando que la acción de EE. UU. era tan terrorista como el ataque a las Torres Gemelas. En la Cumbre de las Américas de Quebec, fue el único en rechazar el acuerdo para iniciar la implementación del ALCA. Chávez logró poner en su contra al imperialismo, al conjunto de la burguesía, a los partidos políticos, a la Iglesia, a la burocracia sindical e incluso a un sector del MVR en un tiempo récord.
Cuando el primer paro nacional convocado por los empresarios en diciembre de 2001 exigió su salida, Chávez convocó a defender la Constitución reorganizando el gobierno con dirigentes populares. En abril de 2002, un nuevo paro exigió su renuncia. Una marcha a Miraflores fue atacada por francotiradores, que también dispararon contra la concentración de chavistas en las puertas de Miraflores. Hubo muertos en ambos bandos. El alto mando militar exigió la renuncia del presidente y durante la madrugada del 12 de abril Chávez fue apresado.
Pero los golpistas no tuvieron en cuenta la reacción popular y la crisis del ejército. A pocas horas del golpe, las manifestaciones de repudio recorrieron todo el país y en poco tiempo sobrepasaron la represión policial. En el ejército, algunas unidades se negaron a reprimir, otras tomaron los cuarteles y varias se sumaron con sus armas a la movilización popular. A cuarenta horas del golpe la mayoría de las guarniciones estaban en manos rebeldes, el alto mando militar había quedado aislado y la población había asaltado el Palacio de Gobierno. Chávez fue rescatado de una isla del caribe venezolano donde se pretendía forzarlo al exilio. Volvió a Miraflores la madrugada del domingo 14 de abril.
Derrotado el golpe, Chávez llamó a la reconciliación nacional, aspirando a que la burguesía recapacitara. Pero la conspiración no hizo más que recomenzar. En diciembre, un masivo lock out empresarial –que incluyó a PDVSA, la empresa petrolera estatal– exigió su renuncia. Sin gas ni gasolina, sin comida ni dinero, el pueblo resistió el ataque. De la resistencia se pasó a la ofensiva: los almacenes de alimentos fueron saqueados, las fábricas fueron abiertas por los trabajadores, las plantas de PDVSA fueron tomadas y se reinició la producción. La acción conjunta cívico militar había derrotado el paro burgués.
Pero aun así la conspiración no cesó. Ya no se trataba de Chávez: ahora la burguesía le temía a la revolución en marcha y a los contingentes del pueblo y del ejército que tomaban empresas y tierras. En un acuerdo impuesto por la OEA, Chávez aceptó la convocatoria a un referéndum revocatorio establecido en la Constitución. Luego de ganar el referéndum en agosto de 2004, la alianza de la burguesía no cesó en su actividad conspirativa y las acciones terroristas empezaron a cobrarse las vidas de dirigentes chavistas.
El legado
En enero de 2005, Chávez asistió al Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil. En el estadio Gigantinho, los dirigentes del Foro proclamaron que otro mundo era posible y que se debía trascender al capitalismo. Chávez, citando la propia experiencia de Venezuela, habló de la imposibilidad histórica de que la burguesía aceptara un cambio revolucionario, y, respondiendo a los dirigentes del Foro, pronunció que solo se podría trascender el capitalismo construyendo el socialismo. La declaración de Chávez en la que se asumía como socialista causó revuelo en todo el mundo, en un momento en que la mayoría de la izquierda evitaba el término.
Chávez inició a partir del 2005 lo que él llamó la construcción de la transición al socialismo. La industria petrolera quedó subordinada al Estado y se reestructuraron las fuerzas armadas para integrar a la Fuerza Armada Bolivariana un nuevo componente: las milicias populares. Se nacionalizaron los servicios públicos y otras áreas estratégicas. Las empresas ocupadas por los trabajadores fueron estatizadas. Los recursos petroleros se utilizaron para financiar programas sociales que servían a la población, para subsidiar los servicios públicos y para crear empresas con el objetivo de establecer un tejido industrial público. Sin embargo, se mantuvo la propiedad privada con la idea de que, a medida que se consolidaran la propiedad estatal y la colectiva, el capitalismo iría desapareciendo: «Lo viejo desaparecerá en la medida en que se consolide lo nuevo». Pero no sucedió y, en cambio, se generaron saboteos internos y de parte del imperialismo. La burguesía no estaba dispuesta a abandonar la escena por las buenas.
En el terreno internacional Chávez entabló relaciones con África, China, Rusia, Irán, la Libia de Khadafi y la Irak de Hussein. En América Latina promovió la integración regional con la creación de organismos como el ALBA, la UNASUR y la CELAC. Propuso la fundación de un banco regional para romper con el FMI, la creación de una moneda común y el libre tránsito. Rompió la dependencia que tenían los países de la distribución petrolera norteamericana (Exxon Mobil) estableciendo acuerdos para la venta directa de petróleo venezolano al caribe (PETROCARIBE) y a Sudamérica (PETROSUR). La influencia de la revolución bolivariana en la región propició el surgimiento de presidentes progresistas en toda la región, lo que la prensa denominó la «marea rosa».
La actividad integracionista de Chávez le valió el ataque directo del imperialismo. Los saboteos, el bloqueo financiero, las conspiraciones y las acciones terroristas se volvieron habituales en Venezuela. Chávez y el pueblo venezolano lograron sortearlas apoyándose en la movilización y en los ingresos petroleros. Chávez fue el único presidente en toda la historia del continente que logró cinco triunfos electorales consecutivos: en 1998, cuando asumió la presidencia; en 2000, después de proclamar la nueva Constitución; en 2004, en el referéndum revocatorio; en 2006, cuando terminó su segundo periodo; y en 2012, al terminar el tercero. También fue el presidente venezolano con el porcentaje de votación más elevado.
Durante la última elección, lo aquejaba un cáncer de origen dudoso. Dos meses después, el 6 de diciembre de 2012, anunció que debía someterse a una operación de difícil pronóstico. Pidió al pueblo que en caso de pasarle algo elijan presidente a Nicolás Maduro. Esta fue su última aparición pública. Chávez murió el 5 de marzo de 2013 a la edad de 56 años, sin haber logrado, como él aspiraba, llegar al punto de no retorno de la revolución socialista en Venezuela.
Millones de personas desfilaron frente a la urna que durante dos semanas se mantuvo en capilla ardiente, en colas kilométricas en las que la gente esperaba más de 20 horas. El Cuartel de la Montaña, desde donde dirigió las acciones militares el 4 de febrero de 1992, se convirtió en el mausoleo donde reposan los restos del comandante supremo de la revolución bolivariana, Hugo Rafael Chávez Frías.