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Alexandria Ocasio-Cortez habla en una recaudación de fondos el 2 de agosto de 2018 en Los Ángeles. (Mario Tama / Getty Images)

Alexandria Ocasio-Cortez representa a la izquierda

Traducción: Valentín Huarte

Desde que se realizaron las elecciones, los sectores centristas del Partido Demócrata están criticando con dureza a Alexandria Ocasio-Cortez y a la izquierda como si fuesen la causa de su pobre desempeño electoral. Pero Alexandria Ocasio-Cortez responde con audacia, defendiendo la política de la izquierda sin acobardarse.

Luego de lo que se sintió como la campaña presidencial más larga de la historia de EE. UU. —en medio de una pandemia, no hay que olvidarlo— el Partido Demócrata logró evitar la derrota. O eso parece. El polvo todavía tiene que asentarse, pero los números son desastrosos e indican que el Partido Republicano conserva mucho poder en la Cámara y en el Senado. Los sectores centristas del partido hicieron la campaña que deseaban y este es el resultado.

Sin embargo, ganen o pierdan, estos sectores siguen viendo a la izquierda —en las calles y en las instituciones representativas— como su enemigo principal. Así que la dirección del partido, en vez de aprovechar la oportunidad para comprometerse con un muy necesario examen de conciencia, apunta contra Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) y contra el ala izquierda del partido.

El primer ataque poselectoral vino de Abigail Spanberger, parlamentaria de Virginia, antigua oficial de la CIA que dio vuelta por muy poco un distrito tradicionalmente rojo en 2018 y ganó en este caso la reelección por dos puntos. Durante una reunión privada del Partido Demócrata que duró varias horas, Spanberger, opositora intransigente al ala izquierda del partido, denunció con furia las reivindicaciones que plantean desfinanciar a la policía, una de las demandas más importantes que surgió del movimiento Black Lives Matter, declarando, según se informa, que «nadie debería pronunciar nunca más la frase ‘desfinanciar a la policía’». El socialismo también estaba en su lista de temas prohibidos: «No debemos usar nunca más las palabras ‘socialista’ y ‘socialismo’».

Pronto se sumaron más voces a este bombardeo, incluyendo la de Joe Manchin, senador de Virginia Occidental que denunció al socialismo y a la «denominada izquierda», y la de Hakeem Jeffries, presidente del caucus del Partido Demócrata en la Cámara que insistió en que «el mensaje del socialismo no era útil». Más recientemente, Jim Clyburn, representante de Carolina del Sur y jefe de la mayoría en la Cámara, quien es considerado en general como el responsable de rescatar la agonizante campaña que Joe Biden hizo en las primarias, invocó al fallecido político John Lewis para advertir que, al igual que la consigna «burn baby burn» durante la época del Movimiento por los derechos civiles, la consigna de «desfinanciar a la policía implica matar a nuestro partido y tenemos que evitarla».

 

Frente a estos ataques, AOC ha demostrado ser una incansable y astuta portavoz de la izquierda. En vez de esconderse en el fondo esperando que cesen los ataques, dio un contragolpe a los intentos centristas de embarrar las aguas y silenciar a la izquierda.

Su estrategia para responder a sus oponentes se organiza en torno a tres ejes. En primer lugar, se ocupa de aclarar las cosas en términos políticos. Al contrario de lo que el centrismo nos quiere hacer pensar, las posiciones de la izquierda no representan un suicidio electoral. «Todos los candidatos y candidatas que apoyaron el programa Medicare for All en los distritos más disputados conservaron sus bancas», dijo al New York Times. «También sabemos que nadie se hundió por apoyar el Green New Deal. [El representante de California] Mike Levin apoyó esta legislación desde el principio y mantuvo su banca».

En una entrevista con Jake Tapper de la CNN, AOC explicó que: «Si presto atención a los argumentos que se están utilizando —que la idea de ‘desfinanciar a la policía’ es nociva, o que lo son los argumentos sobre el socialismo— debo decir que no me consta que nadie haya hecho campaña apelando a estas reivindicaciones durante las elecciones generales. Se trata más bien de consignas o demandas de sectores del activismo que vimos surgir durante la revuelta más grande que se haya dado en torno a la brutalidad policial en toda la historia de Estados Unidos».

AOC tiene razón. Hace tan solo algunos meses, los sectores centristas del Partido Demócrata se vistieron con ropas africanas en un intento ridículo y vergonzante de demostrar solidaridad. Ahora se dan vuelta y atacan la principal demanda de un movimiento que en teoría apoyaban, culpando a este y a la izquierda por un triste desempeño electoral sobre el cual tienen la responsabilidad exclusiva.

En vez de tirar por la borda el movimiento, como hacen rápidamente sus colegas, o de ofrecer respuestas fáciles a lo que tal vez sea la cuestión histórica más compleja que enfrenta el país, AOC aboga por algo que es cada vez más raro en la política: profundizar el compromiso. «Creo que en general la estrategia demócrata consiste en evitar trabajar estos temas con seriedad» —dice— «en un intento de no echar más leña al fuego. Al fin y al cabo, ese es su argumento sobre la cuestión de desfinanciar a la policía, ¿no? No provocar el resentimiento racial. Pero no creo que esto sea sustentable».

En segundo lugar, AOC ha argumentado que la organización electoral y la infraestructura política del Partido Demócrata ha quedado obsoleta y que ella sabe hacerlo mejor. Desafiando a sus colegas que «todavía hacen campaña como si fuese 2005», recientemente retrucó: «hace dos años que les quito sus bancas a los demócratas. Hace dos años que derroto las campañas del Comité de Campaña Demócrata. Fue así como llegué al Congreso».

Este argumento no es exterior a su política. Debe ser considerado como una extensión de su idea de que el Partido Demócrata no perdió por haber virado bruscamente hacia la izquierda. Una parte del problema está en que el Partido Demócrata está muy atrasado en términos tecnológicos y en que decidió hablarle a las personas blancas de los barrios más ricos en vez de hablarle a los trabajadores y trabajadoras de todas las razas. Desde la perspectiva de alguien que quiere llevar el partido hacia la izquierda, este es un argumento central para ganar tanto dentro como fuera de la organización.

El tercer eje de la argumentación de AOC es que los distintos sectores del Partido Demócrata no deberían estar apuntando unos contra otros, acusando a sus detractores de «irresponsables» por atacar a sus colegas. A pesar de que siempre debemos mantener cautela frente a los llamados de unidad de la izquierda, en este caso se trata de una política inteligente y de una táctica astuta. «Necesito que mis colegas entiendan que no somos el enemigo», le dijo al New York Times. «Y que tampoco lo son sus bases. Deben entender que el movimiento Black Lives Matter no es el enemigo, que Medicare for All no es el enemigo».

Una buena regla general para la política consiste en demostrar que es tu adversario el que te declara la guerra, y no lo contrario. Esto es especialmente pertinente para la izquierda que, por el momento, es pequeña y extremadamente vulnerable a ser desplazada, silenciada o cooptada. La tarea en nuestro lado sigue siendo acumular fuerzas en términos políticos y organizativos —en las instituciones, los sindicatos y los barrios— para que alguna vez podamos superar a las corrientes demócratas dominantes y posicionarnos como la principal alternativa política al Partido Republicano. Luchando por nuestras reivindicaciones de clase, y haciéndolo de forma astuta, AOC nos lleva en esa dirección.

Hay un deseo generalizado de que el Partido Demócrata se ponga a la cabeza de una política progresista, y la mayoría del electorado demócrata no saca ningún beneficio de una guerra intrapartidaria sin cuartel. Sucede más bien todo lo contrario, sobre todo cuando se considera la amenaza permanente que representan los sectores reaccionarios del Partido Republicano. El ala izquierda del partido todavía tiene entre sus manos la enorme tarea de convencer a porciones cada vez más amplias de la población de que es la fracción más viable del partido (y la única que tiene una estrategia nacional para derrotar al trumpismo).

A pesar de que la mayoría del electorado demócrata no desea una guerra al interior del Partido Demócrata, el conflicto está planteado desde 2015, cuando Bernie Sanders anunció por primera vez su candidatura presidencial, sacando al socialismo estadounidense de los márgenes y arrastrando a millones de jóvenes entusiastas a abrazar la causa. Para una buena parte de estos jóvenes, AOC es la sucesora, la que tomó el relevo de una plataforma que, en un momento, pareció estar al alcance de la mano. Todavía es demasiado pronto para decidir quién ganará esta batalla, pero podemos aplaudir su obstinada voluntad de mantenerse a nuestro lado y dar pelea.

 

 

 

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