En Italia, los trabajadores industriales están abandonando la izquierda. Como en otros países, no representan a toda la clase trabajadora, pero la pérdida de su apoyo debería preocupar profundamente a la izquierda italiana.
Notas publicadas en Sociedad
Un nuevo libro cuenta la historia del comunismo estadounidense como parte integrante de la historia de Estados Unidos del siglo XX. Presenta a los comunistas «como críticos sociales y agentes de un cambio social muy necesario».
David Lynch exploró las contradicciones de la vida moderna, desde la alienación cotidiana hasta el terror de la era nuclear. Sus películas pusieron de cabeza al sueño americano, revelando la belleza surrealista y los horrores ocultos bajo la superficie.
El crecimiento demográfico se ha ralentizado e incluso invertido en muchos países, una tendencia con implicaciones sociales de gran alcance que parece que va a continuar. La izquierda necesita involucrarse en el debate con mayor compromiso.
Durante nueve años, los demócratas se centraron en una sola cosa: impedir que Donald Trump llegara a la presidencia. En el proceso, dejaron de lado las preocupaciones de la clase trabajadora, perdieron votantes cruciales y fracasaron —no una, sino dos veces— en su objetivo.
Ya en tiempos de Aristóteles, los pensadores occidentales criticaban profundamente el poder que los ricos ejercen sobre la sociedad. El historiador Guido Alfani nos habla de la larga historia de oposición política al poder de la élite y la religión en Occidente.

En los años 40 y 50, el movimiento francés de los «curas obreros» sacó a los sacerdotes de las iglesias y los incorporó a las filas de la clase trabajadora. Su experiencia nos recuerda las posibilidades radicales de la religión.
Desde Corea del Sur hasta Estados Unidos, hay cada vez más señales de una crisis democrática mundial. La raíz del problema es la tensión permanente entre el capitalismo y las libertades democráticas, que solo existen gracias a grandes luchas populares.
Las enérgicas medidas de la Unión Europea contra las travesías del Mediterráneo desvían a los migrantes africanos hacia la ruta atlántica, aún más peligrosa, convirtiendo el océano en una fosa común.