La pérdida de David Lynch, el gran cineasta estadounidense, además de pintor, músico y evangelista de la meditación trascendental, es profunda. Más que ningún otro artista de los Estados Unidos, Lynch observó las condiciones opacas de la vida contemporánea y vio el horror y la dislocación de la experiencia moderna. Sus películas yuxtaponen el exterior picaresco de la vida suburbana estadounidense con la implacable corriente subterránea de violencia y crueldad casuales que acechan justo debajo de la superficie.
Desde la oreja cortada que un joven Kyle MacLachlan encuentra en un prístino césped suburbano en Blue Velvet, que lo empuja al depravado mundo de Frank Booth, hasta la detonación de prueba de la bomba atómica que desata un mal cósmico en Twin Peaks: The Return, Lynch siempre estuvo en sintonía con el lado más oscuro de la condición moderna, y no tuvo miedo de representarlo.
El horror, el horror
El aparente rechazo de Lynch al mundo moderno, junto con sus ocasionales declaraciones de tono libertario al principio de su carrera y su estética retro de los años 50 —incluido su amor por el rock and roll y el pop de los primeros tiempos, su icónico peinado, su preferencia por los trajes oscuros y las corbatas, y su personalidad casi de boy scout— llevaron a algunos a etiquetarlo como un artista de derecha.
Su ocasional uso de ciertos símbolos de la cultura de consumo estadounidense como su conocido amor por la comida rápida (famoso es su amor por el Filet-O-Fish de McDonald’s, que comparte con Donald Trump) también contribuyó a su compleja personalidad pública. Sin embargo, estos adornos eran en gran medida superficiales.
En realidad, a pesar de parecer celebrar el mundo de los años 50 de su infancia, Lynch ofrecía una poderosa crítica de la modernidad tardía y de la prosperidad de la posguerra. Para el director, la naturaleza aparentemente plácida y amigable del Estados Unidos tradicional e icónico de los pueblos pequeños ocultaba una corriente subterránea de depravación, alienación y pavor. Infundió su obra con una mezcla de humor surrealista y horror inquietante, exponiendo al público a la desorientación y el malestar que surgen de estas condiciones, que a veces dan paso a la violencia, pero siempre basadas en una ruptura existencial más profunda.
Un elemento clave del poder de Lynch como cineasta radica en su uso del surrealismo. Sus películas no eran simplemente narrativas directas, sino fantasmagorías surrealistas que podían parecer opacas para los espectadores ocasionales.
Las películas que Lynch mencionaba como referentes para su trabajo eran importantes obras modernistas. El clásico de Billy Wilder Sunset Boulevard es un buen ejemplo, y su propia Mulholland Drive es un guiño directo a él. Ambas películas defienden que detrás del brillo y el glamour de Los Ángeles se esconde un infierno preparado para devorar a los vulnerables. Lynch también se inspiró en películas de terror surrealista de bajo presupuesto, como Carnival of Souls, de Herk Harvey, que claramente influyó en el ambiente y la estética noir de sus producciones.
Lynch también era un devoto del cineasta y comediante francés Jacques Tati. Tati (quien protagonizaba sus propias películas), planteaba una crítica incisiva sobre los efectos alienantes tanto de la sociedad moderna como de la tecnología. El humor casi de slapstick que aparece ocasionalmente en la obra de Lynch le debe mucho a Tati.
Lynch, Oz y el sueño americano
Quizás la influencia más importante de Lynch, y una de sus favoritas personales, El mago de Oz es una piedra angular de su inspiración artística (incluso incluyó fragmentos directos de ella en Corazón salvaje). El mago de Oz se desarrolla como un sueño febril en el que nada es lo que parece. En la superficie, la película es un conflicto muy claro entre el bien y el mal, pero el mago mismo se revela como nada más que un hombre detrás de una cortina.
De manera similar, en el mundo de Lynch, la fachada idílica de los pueblos pequeños estadounidenses esconde siniestras corrientes subterráneas: redes secretas de crimen, explotación y corrupción, que incluyen asesinato, tráfico de personas y violencia sexual.
Así como Oz está gobernado por un charlatán, el Sueño Americano —que promete democracia y oportunidades— a menudo enmascara un laberinto de violencia imperial, operaciones encubiertas y explotación brutal que mantienen al sistema en funcionamiento. A través de sus narrativas oníricas, Lynch pone un espejo ante la vida moderna, exponiendo su oscuridad oculta.
Aunque Lynch rara vez proporcionaba explicaciones directas del significado de sus películas, a veces ofrecía sugerencias crípticas. Por ejemplo, el DVD original de Mulholland Drive venía con un insert que contenía una enigmática colección de pistas. Sin embargo, una reveladora y probablemente formativa serie de recuerdos de la juventud de Lynch fueron compartidos con el cineasta Jon Nguyen en su documental de 2016, David Lynch: The Art Life.
Allí Lynch reflexiona sobre su infancia en las pequeñas ciudades de Sandpoint, Idaho, y Spokane, Washington, ciudades no muy diferentes a las que se presentan en Twin Peaks o Blue Velvet, antes de que su familia se trasladara a los suburbios del norte de Virginia, cerca de Washington, DC. El padre de Lynch trabajaba para el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) y, después de ser ascendido a la oficina nacional en Washington D. C., Lynch cuenta cómo todas las mañanas su padre se ponía el uniforme completo del parque nacional y cruzaba el puente de la calle 14 desde el norte de Virginia hasta la sede del USDA en la ciudad. Esta anécdota parece ofrecer una visión de la sana personalidad de boy scout que Lynch proyectaba exteriormente.
Sin embargo, un recuerdo más revelador proviene de su época de niño en Spokane, donde mientras jugaban en el patio de su casa, Lynch y sus amigos se encontraron con una mujer desnuda cubierta de sangre y llorando, que murmuró algunas frases incoherentes y luego salió corriendo. Este momento dejó claramente una marca indeleble en el joven Lynch, exponiendo grietas en la idílica fachada de pueblo pequeño y revelando algo mucho más inquietante justo debajo de la superficie.
Judy y el átomo
Esta experiencia formativa resuena en toda la obra de Lynch, donde la violencia que acecha bajo la normalidad suburbana ocupa un lugar central. Las mujeres a menudo se encuentran en peligro, con sus destinos controlados por los caprichos de hombres desquiciados que presiden oscuros imperios del crimen y el abuso. Si bien sus películas se sitúan en un espacio onírico, a veces de asociación libre, esos sueños a menudo pasan del éxtasis a la pesadilla, explorando los oscuros secretos de las fuerzas primordiales del mal incrustadas en el ser humano.
Lynch se formó en la época de prosperidad posterior a la Segunda Guerra Mundial y de dominio global de los Estados Unidos, pero su obra refleja una profunda ambivalencia sobre el precio que se pagó por esa Pax Americana. Su exploración más explícita de estos temas aparece en el octavo episodio de Twin Peaks: The Return, de 2017. El episodio nos lleva al primer ensayo de armas atómicas en Trinity, Nuevo México, que se acompaña con la Threnody to the Victims of Hiroshima del compositor polaco Krzysztof Penderecki. A través de una secuencia inquietante, nos adentramos en la explosión atómica desde dentro, en una serie de imágenes a la vez hermosas y aterradoras.
De esta explosión emerge Judy, el antagonista subyacente de la serie, una entidad malévola que personifica la corrupción y la desesperación, sembrando muerte y dolor dondequiera que va. Judy corrompe todo a su paso, alimentándose del dolor humano y perpetuando más miseria a su paso.
La electricidad también desempeña un papel central en la obra de Lynch, y parece servir como emblema de la modernidad misma. Es el sustrato a través del cual opera la vida moderna y lleva el peso contradictorio del encuentro de la humanidad con la modernidad: su promesa de progreso e innovación entrelazada con la alienación y la destrucción. En Cabeza borradora, la excéntrica mujer del radiador se yuxtapone con el opresivo y omnipresente zumbido eléctrico de la película. En Twin Peaks: The Return, Dougie Jones, un tulpa del agente Dale Cooper, nace a través de un enchufe y parece encarnar el extraño y a menudo inquietante poder de la electricidad como una fuerza tanto creativa como desestabilizadora.
Los Estados Unidos de Lynch
Los temas que parecían preocupar más a Lynch giran en torno a la prosperidad de la posguerra. El cineasta parece sugerir que esta prosperidad trajo no solo dominio y riqueza, sino también contradicciones psicológicas y existenciales. A pesar de todas sus comodidades materiales, la época introdujo nuevas ansiedades: la amenaza de la aniquilación termonuclear y el zumbido alienante del progreso tecnológico. A medida que avanzaba el siglo XX, estos avances tecnológicos beneficiaron cada vez más a unos pocos privilegiados en lugar de al bien común, desde dispositivos irreparables hasta la desaparición de los bienes comunes digitales.
Para Lynch, las fuerzas que definieron la supremacía global y tecnológica de los Estados Unidos llevaban consigo las semillas de la destrucción, tanto a nivel psíquico como social. La verdadera libertad, parece sugerir, solo existe en los sueños. Pero los sueños son frágiles, se ven fácilmente perforados por las penas de la realidad y a menudo se transforman en pesadillas vivientes. Aunque gran parte de la obra de Lynch termina con pesadillas que dan paso a horrores aún mayores, también contiene momentos fugaces de trascendencia, que ofrecen atisbos de algo más.
A pesar de todas sus representaciones de violencia y horrores en la pantalla, Lynch siguió siendo un eterno optimista. Su creencia en la meditación trascendental como herramienta para que se manifieste un mundo mejor fue fundamental en su filosofía, un tema que a menudo exploró en sus conferencias. Ahora, mientras nos enfrentamos a un mundo aún definido por la violencia y el horror que acechan bajo la superficie, tendremos que arreglárnoslas sin uno de nuestros más grandes artistas y visionarios. Sin embargo, la obra de Lynch nos recuerda que si podemos soñar con un mundo mejor, también podemos trabajar juntos para hacerlo realidad.