Cuando el filósofo escocés Alasdair MacIntyre falleció la semana pasada a los 96 años, los escritores y editores católicos fueron de los primeros en darse cuenta. Esto no es de extrañar. MacIntyre se convirtió al catolicismo hace más de 40 años. No es muy habitual hoy en día que el Vaticano pueda presumir de lo que el periódico Catholic Herald denomina «un titán de la filosofía». Pero MacIntyre tuvo una historia complicada.
Antes de ser católico, fue marxista. También fue activista político durante la década de 1950 y principios de la de 1960. Primero militó en el Partido Comunista, luego en la Trotskyist Socialist Labour League (Liga Socialista Obrera Trotskista) y finalmente en los Internacional Socialist (Socialistas Internacionales), predecesores del Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores, SWP por sus siglas en inglés). En 1961-62 coeditó la revista International Socialism Journal (Revista Socialismo Internacional, ISJ), que sigue siendo la revista teórica del SWP.
Se sintió atraído por el marxismo en parte por su insatisfacción con la abstracción de la filosofía académica dominante. Más tarde escribió que en el marxismo encontró «una concepción de la filosofía como forma de práctica social integrada en otras formas de práctica social y reflexiva sobre ellas».
Esto convirtió a MacIntyre en un crítico de toda la vida de la filosofía moral dominante, como se ve en «Notes from the Moral Wilderness» («Notas desde el desierto moral»), un brillante ensayo publicado en 1958-59. Allí sostuvo que las concepciones dominantes de la moralidad oscilan entre tratarla como algo autónomo del deseo humano y reducirla al «deseo tal y como es», moldeado por las exigencias de una sociedad opresiva. «Ambas son formas de alienación más que guías morales».
La solución, argumentaba MacIntyre, residía en superar «la brecha entre nuestra concepción de la moralidad y nuestra concepción del deseo». Esto solo podía lograrse estudiando el desarrollo histórico y la transformación de las prácticas sociales humanas. De hecho, «la experiencia de la igualdad y la unidad humanas que se cultiva en la vida de la clase obrera industrial es igualmente una condición previa para superar la alienación de los hombres».
Este diagnóstico de la fragmentación moral es muy similar al que aparece en el libro que le dio a MacIntyre una audiencia mundial, Tras la virtud, publicado en 1981 (y en 1987 en su traducción al español). En él, describe la desintegración del lenguaje moral, los debates interminables e irresolubles entre oponentes ideológicos y el caos intelectual y emocional endémico.
Pero ahora las causas de esta anarquía moral tienen poco que ver directamente con el capitalismo. Surgen de los esfuerzos del «proyecto de la Ilustración» de los siglos XVII y XVIII por sustituir las formas tradicionales de comprensión por una visión del mundo basada en las ciencias naturales modernas. MacIntyre desarrolla su argumento con una inteligencia, erudición y brillantez extraordinarias.
Además, como señaló en su momento el autor marxista Fredric Jameson, «Marx constituye en todo este libro la fuente última más rica para la visión de MacIntyre sobre la historia y la vida social», casi a su pesar. Al final de Tras la virtud, MacIntyre vuelve a Trotsky, a quien anteriormente había presentado como modelo para los intelectuales. Pero ahora declara: «El marxismo está agotado como tradición política». En «la nueva edad oscura que ya se cierne sobre nosotros (…) estamos esperando a otro —sin duda muy diferente— San Benito». En el siglo VI d.C., mientras el Imperio Romano se hundía en Occidente, San Benito fundó una orden de monjes. No es de extrañar que MacIntyre se convirtiera al catolicismo pocos años después de la publicación de su libro.
Es difícil explicar este cambio. En parte se basa en distorsiones bastante elementales del propio pensamiento de Marx, y especialmente del papel central que desempeña la libertad en él.
Pero a mediados de la década de 1960, MacIntyre ya no creía que la lucha de la clase obrera representara una alternativa al capitalismo. En 1968, año de revueltas, dimitió del consejo editorial de la ISJ y pronto se trasladó a Estados Unidos.
No obstante, MacIntyre escribió en la última edición de Tras la virtud, publicada en 2007, sobre la influencia de Marx en él. Dijo: «Estaba y sigo estando profundamente en deuda con la crítica de Marx al orden económico, social y cultural del capitalismo y con el desarrollo de esa crítica por parte de marxistas posteriores».